OTRO MUNDO ES POSIBLE, UN MUNDO SOCIALISTA
La renovación del
Partido Socialista
1979-1990
Resumen
Este trabajo se propone caracterizar el proceso de renovación del Partido Socialista, entre 1979 y 1990, el cual se caracterizó por asumir una serie de cambios en diversos ámbitos tanto teóricos como prácticos, los cuales terminaron por configurar un partido radicalmente diferente al que conocimos desde 1933 hasta 1973. Nuestra hipótesis plantea que la renovación socialista representa una profunda reestructuración teórica y política, a nivel de la cúpula y la intelectualidad del partido, la cual, estuvo caracterizada por el surgimiento de dos procesos políticos paralelos, por un lado encontramos la reestructuración teórica y por otro lado la reconstrucción del partido en torno a la facción renovada.
En primer lugar, analizaremos el proceso de reestructuración teórica, en torno a los conceptos de socialismo y democracia, para finalizar con una caracterización del proceso de hegemonización del partido por parte del sector renovado y sus implicancias prácticas en torno a la nueva política de alianzas.
I. Introducción
Esta investigación se propone caracterizar la renovación del Partido socialista de Chile como un proceso de reestructuración teórica y política, el cual se vivió a nivel de las diferentes cúpulas y la intelectualidad del partido. En relación a este tema hay diferentes posturas dentro de la historiografía contemporánea, de las cuales se nutre este trabajo.
En primer lugar, tomamos como referencia el libro de Jorge Arrate y Eduardo Rojas titulado “Memoria de la izquierda chilena. Tomo II (1970-2000). En este trabajo encontramos una recopilación del comportamiento político de la izquierda chilena, desde el gobierno de Salvador Allende, el golpe de Estado, la dispersión de la izquierda y el fin de la Unidad Popular. Luego se describe el proceso de renovación y reunificación del socialismo, paralelo al proceso de radicalización del Partido Comunista. Y finaliza con una caracterización de la izquierda socialista y comunista durante los gobiernos de la Concertación. De este trabajo, al igual que el anterior, rescatamos la información documental que presenta, además de una panorámica general de cómo se sucedieron los acontecimientos, sin embargo, también debemos tener en cuenta el sesgo ideólogo presente por parte de los autores, principalmente Jorge Arrate, al tratarse de uno de los principales impulsores de la renovación.
Por otro lado, una visión desde dentro del partido Socialista es la del autor Edison Ortiz en su libro “El socialismo chileno: De Allende a Bachelet (1973-2005)”. Esta tesis doctoral nos presenta una visión panorámica del Partido Socialista desde su fundación, hasta nuestros días, poniendo énfasis en el proceso de reunificación del socialismo, la construcción de la Concertación de Partidos por la Democracia y la llegada del socialismo al gobierno. A pesar de la amplitud y extensión del trabajo debemos tener en cuenta el sesgo ideológico del autor, ya que todo su estudio lo construye en función de legitimar la práctica política del Partido Socialista, en ese sentido, la renovación es presentada como un paso positivo para la reunificación y la recuperación de la democracia. Además, en cuanto a la asunción al gobierno, es presentada como una profundización democrática y se destacan los “avances” para el país. Finalmente, para este autor la renovación del Partido Socialista representa una profundización democrática acorde a la tradición de independencia y originalidad del socialismo chileno.
Dentro de esta misma tendencia encontramos el trabajo de la historiadora Cristina Moyano, en su libro “El MAPU durante la dictadura”, quien centra su investigación en las prácticas políticas de la militancia socialista y la microhistoria de la renovación, la cual es abordada como un “proceso de transformaciones radicales que vivió un sector de la izquierda chilena, que posibilitó la vinculación entre democracia y socialismo, y que permitió simultáneamente una exitosa alianza con la Democracia Cristiana, que se cristalizó con la Concertación de Partidos por la Democracia.” (Moyano, 2010, p. 16). En este contexto la renovación es presentada como una continuidad histórica totalmente coherente con la tradición de originalidad y constante cambio del socialismo chileno a lo largo de su historia. Además de lo anterior, la autora valora el rol protagónico asumido por los militantes provenientes del MAPU, en el proceso de renovación socialista, en cuanto fueron ellos quienes llevaron al Partido Socialista una nueva cultura política acorde a la realidad chilena de la década de 1980. A su vez, esta microhistoria es analizada a la luz de la producción política discursiva de antiguos militantes del MAPU como Eugenio Tironi, Tomás Moulián, Manuel Antonio Garretón y José Joaquín Brunner.
Existe otra visión del proceso de renovación, que la entiende como una ruptura con la histórica tradición revolucionaria del partido. Esta interpretación es presentada por el profesor Luis Corvalán Marquéz, en su libro “Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile” y en el artículo “Surgimiento de nuevas identidades en la historia política reciente”. A través de estos estudios, el autor realizó una caracterización sintética del proceso de renovación, calificándolo como un cambio en la identidad del partido, debido a que rompe radicalmente con el discurso y la práctica política evidenciada por el partido desde su fundación hasta el golpe de Estado. Este trabajo es el punto fundamental para nuestra investigación, puesto que desde allí construimos nuestra argumentación y realizamos el análisis de la renovación socialista en dos aristas fundamentales. En primer lugar; la renovación teórica y, en segundo lugar; la reconstrucción del partido en base a las nuevas definiciones.
La renovación no fue solo un aggiornamiento conceptual, ya que tuvo implicancias profundas y definitorias. Como resultado de ello encontramos un partido completamente diferente al de su origen, ya que “representa una ruptura radical con las definiciones originarias e históricas del partido, las que más que renovadas fueron negadas” (Corvalán, 2001, p. 359) verificándose entonces un cambio radical en las definiciones y la política práctica del partido.
En este contexto nuestra investigación se propuso dilucidar ¿Cuáles fueron los procesos políticos que caracterizaron la renovación del Partido Socialista de Chile, entre 1979 y 1990? A modo de hipótesis, sostendremos que la renovación socialista debe entenderse como un proceso de profunda reestructuración teórica y política, a nivel de la cúpula y la intelectualidad del partido, estuvo caracterizada por el surgimiento de dos procesos políticos paralelos, por un lado encontramos la reestructuración teórica y por otro lado la reconstrucción del partido en torno a esta fuerza política.
Para llevar a cabo esta investigación utilizaremos una metodología de carácter descriptiva, por medio de la cual realizaremos un estudio comparativo del Partido Socialista antes y después del proceso de renovación, con el fin de poner en evidencia los cambios ocurridos al interior de la colectividad.
En cuanto a la argumentación, realizaremos un análisis de los cambios teóricos relacionados con la sociedad socialista, la revolución, la identidad clasista y la política de alianzas, los que a su vez serán contrastados con las definiciones históricas del partido en relación a dichos temas. Posteriormente se describirán las instancias orgánicas, surgidas a partir de dichas definiciones teóricas, tendientes a lograr la reunificación del partido en torno a la postura renovada.
El sector renovado comenzó a difundir sus ideas en los Seminarios de Ariccia (1979 y 1980), se fortaleció después del fracaso del atentado a Pinochet (1986) y culminó con el Congreso de Unidad Salvador Allende (1990). Paralelo a ello se llevó a cabo un proceso de hegemonización2 del partido, mediante la construcción de una nueva orgánica partidista tendiente a la reunificación del socialismo, más allá del tronco histórico del partido. Esta hegemonización del partido por parte del sector renovado trajo consigo cambios estratégicos y programáticos. Rompió con la alianza de la izquierda para establecer una nueva alianza con el PDC -lo que marcó el aislamiento político del PC- de la cual surgió la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición que gobernó el país durante 20 años.
Estos procesos políticos fueron llevados a cabo por una cúpula de dirigentes históricos e intelectuales pertenecientes al Partido Socialista y otras fuerzas de izquierda como el MAPU y la IC, encabezados por Carlos Altamirano, apoyado por Aniceto Rodríguez, Raúl Ampuero, Jorge Arrate, Ricardo Núñez, Carlos Briones y Hernán Vodanovic, su único adherente fuerte dentro de Chile. A nivel de la intelectualidad fue fundamental el rol que jugaron determinados autores como Jorge Arrate, Manuel Antonio Garretón, Eugenio Tironi y Tomás Moulián. Ya que ellos, desde tribunas como FLACSO, Chile-América y el Instituto para el nuevo Chile, le dieron el sustento teórico a la renovación y se hizo especial énfasis en la nueva interpretación de dos conceptos fundamentales: socialismo y democracia.
El sector renovado realizó una reformulación teórica del ideario del socialismo chileno desarrollado a lo largo de su historia. El concepto más importante es el de democracia, a la cual se la caracterizó como un fin en sí mismo y como un valor político cultural de occidente. También realizaron una autocrítica acerca de su pasado, en cuanto a la poca valoración que se le dio al sistema político y a la propia democracia, a lo cual se le atribuyó, en parte, la derrota de la UP. Para ello invocaron –desde su óptica- el Programa de 1947, redactado por Eugenio González, desde donde argumentaron la tradición democrática del socialismo chileno. También hicieron una revalorización histórica de los principios del PS, destacando la autonomía, su carácter nacional e internacionalista. Por otro lado estableció una diferenciación entre las dos corrientes ideológicas dentro de la izquierda chilena, la vertiente socialista y la comunista, destacando la diversidad y contraposición entre ambas, cuestión determinante para la política de alianzas que se planteó posteriormente, en función de construir una alternativa política viable. En cuanto al PC plantearon “mantener una clara autonomía e independencia, superando las alianzas históricas, y se manifestaban partidarios de construir un frente amplio más allá de los partidos de izquierda” (Bascuñán, 1990, p. 73), es decir, un frente antifascista.
El proceso de hegemonización comenzó a materializarse a partir de la construcción de diferentes instancias en pos de la convergencia y la unificación, el cual se inició con los Seminarios de Ariccia (1979 y 1980). A partir de ellos se comenzó a construir una orgánica renovada, la cual se materializó en el movimiento por la Convergencia Socialista. Ese mismo año, el sector renovado llevó a cabo el XXIV Congreso, en donde se establecieron los principales criterios de la renovación. En 1983, el PS XXIV Congreso, liderado por Carlos Altamirano y la Convergencia Socialista constituyeron el Bloque Socialista, el cual tuvo la particularidad de aglutinar al tronco histórico (renovado) del Partido Socialista, a sectores de ambos MAPU y la Izquierda Cristiana.
Posteriormente, el proceso de renovación se fortaleció a partir del fracaso del atentado a Pinochet (1986) y el giro del sector liderado por Clodomiro Almeyda hacia posiciones renovadas. Finalmente, esto . se consolidó con la incorporación del Almeydismo al PS renovado en 1989, cuestión que culminó y se selló definitivamente en 1990 con el Congreso de Unidad Salvador Allende, de donde emergió el Partido Socialista que integró la Concertación de Partidos por la Democracia y gobernó Chile durante 20 años.
2 El concepto de hegemonización lo entenderemos en el sentido de dirigir el proceso de reestructuración orgánica del Partido Socialista, con la intencionalidad de orientar el proceso acorde a sus definiciones ideológicas en desmedro de los otros sectores en pugna.
II. La renovación teórica.
En la tarea de dotar a la renovación de un sustento teórico e ideológico fue fundamental el aporte de determinadas figuras históricas del partido, como Carlos Altamirano, Raúl Ampuero, Aniceto Rodríguez, Jorge Arrate, y Hernán Vodanovic. Por otro lado, también fue importante el rol de algunos intelectuales que no provenían del PS, pero si se identificaban con la corriente socialista como: Manuel Antonio Garretón, Tomás Moulián José Joaquín Brunner y Eugenio Tironi, quienes hicieron suyo el proceso de renovación y lo llevaron más allá del Partido Socialista. Dichos intelectuales difundieron sus ideas desde centros de estudios como FLACSO y el Instituto para el Nuevo Chile, además de algunas ONGs como el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales y SUR. A partir de estos espacios, la renovación fue ganando adherentes en el ámbito intelectual.
Un primer pronunciamiento de la corriente renovada lo encontramos en 1979, a través de la revista Chile-América, en donde diferentes figuras históricas del socialismo expusieron su punto de vista en relación a la derrota de la Unidad Popular, la crisis del partido y sus posibles soluciones. En relación a lo primero Jorge Arrate señaló que “la vía chilena al socialismo careció de una fuerza hegemónica, generadora de consenso, capaz de ganar la voluntad mayoritaria que se expresara en el seno de la sociedad chilena” (1979, p. 100). Este argumento, era sostenido desde mediados de la década de 1970 y se constituyó en piedra angular de los planteamientos renovados tendientes a reformular profundamente el socialismo, llegando a plantear que “el movimiento popular chileno y su expresión política, la Unidad Popular, deben ser reformulados en su orgánica y en su proyecto político” (Arrate, 1979, p. 103).
Además propuso un viraje en la política de alianzas del Partido Socialista, al argumentar que estimaba “positivo incrementar cuanto sea posible las acciones comunes y la coordinación con el Partido Demócrata Cristiano, cuya fuerza e importancia en el proceso político actual constituyen una innegable realidad, tanto en los planos de la acción política cuanto en el de la discusión programática” (Arrate, 1979, p. 106). Esta tesis fue respaldada, en esa misma edición de la revista, por Aniceto Rodríguez, quien argumentó que “por si solo el movimiento popular no es capaz de desalojar a la tiranía. Tampoco por si sola la Democracia Cristiana será capaz de abordar esta tarea, salvo que se resigne a ser la actora humillada de una democracia protegida.” (Arrate, 1979, p. 117).
Carlos Altamirano, también adhirió a esta idea y la profundizó al afirmar que: “Considero fundamental y decisivo para la causa del pueblo de Chile llegar a acuerdos concretos con la Democracia Cristiana. Pero ellos no pueden ni deben ser percibidos como meros acuerdos de cúpulas direccionales o fruto de una alianza espuria y oportunista, donde el factor anti sea lo único que una.” (Altamirano, 1979, p. 137).
Esta afirmación de Altamirano deja entrever que el acuerdo con el PDC no debería ser una mera alianza estratégica para desplazar a la dictadura, sino que debía plantearse a largo plazo, bajo un programa común. Además, al año siguiente continuó desarrollando este punto y declaró que “No estamos por las alianzas instrumentales, y más allá de las alianzas políticas debemos privilegiar la alianza social de los más Vastos sectores de la sociedad chilena.” (Altamirano, 1980, p. 77).
Los seminarios de Ariccia (1979-1980) marcaron el punto de partida del proceso de renovación socialista, ya que en estos encuentros se caracterizaron las dos áreas de la izquierda chilena, la socialista y la comunista.
En cuanto al área socialista, esta se amplió más allá del tronco histórico del partido, así como también se planteó la existencia de debilidades teóricas y prácticas que obstaculizaban la lucha contra la dictadura. En este sentido se cuestionó validez de las concepciones históricas del socialismo chileno, especialmente las definiciones formuladas en la década de 1960, como la adscripción al leninismo y al carácter de la revolución, las cuales fueron identificadas como una desviación del socialismo hacia el área comunista, ligada a la URSS y al stalinismo. (Barahona, 1981, p. 5). En función de lo anterior, el organizador del encuentro, Raúl Ampuero, propuso restablecer la coherencia teórica y práctica del socialismo, así como también llamó a renovar la vertiente socialista, por medio de la convergencia amplia de todas las tendencias del área socialista, con el objetivo de construir un nuevo referente de izquierda y un nuevo proyecto político, acorde a la realidad nacional. (Ampuero, 1980, p. 9).
Con el objetivo de avanzar hacia la convergencia del socialismo, los asistentes al encuentro de Ariccia, acordaron construir un referente suprapartidista como punto de encuentro de las diferentes fracciones del área socialista, este fue la Convergencia Socialista, con expresión tanto en Europa como en Chile. Este grupo integrado principalmente por figuras históricas del partido e intelectuales elaboró, en 1982, el documento titulado “Convergencia Socialista: Fundamentos de una propuesta” en donde se plasmaron los principales planteamientos de la renovación.
A través de este documento se presentó a la convergencia socialista como la creación de un nuevo socialismo, ante la crisis de la izquierda chilena, la cual fue identificada como “el agotamiento de sus bases programáticas o, en otros términos, de su proyecto político” (Convergencia Socialista, 1980, p. 4), el que hasta ese momento era el proyecto político de la Unidad Popular. A juicio de ellos, este proyecto, ya no se ajustaba a la nueva realidad nacional transformada por la acción de la dictadura. A partir de ello se presentó a la renovación como una necesidad de la izquierda para posicionarse como un referente político representante de todos los sectores de oposición a la dictadura, más allá de las fronteras de clase.
En cuanto a la referencia a las raíces teóricas y políticas del socialismo chileno y de su trayectoria histórica, es importante aclarar que se alude fundamentalmente –al igual que en el texto de Raúl Ampuerola autonomía ideológica, es decir, una postura crítica ante el socialismo soviético y principalmente el stalinismo, lo cual se expresó en una línea política y programática alternativa al Partido Comunista. Cuestión que, a su juicio, fue pasada a llevar en 1965 cuando el partido se declaró marxista-leninista, hecho que fue definido por Ampuero como: “una aceptación excesivamente apresurada y acrítica” (Ampuero, 1979, p. 227).
Junto con la renovación teórica se planteó también una renovación programática, a raíz del nuevo escenario económico-social chileno, lo cual se caracterizó como:
“una opción política que redefina la organización de la sociedad civil y de la sociedad política, así como sus limitaciones mutuas, tomando en cuenta las recientes transformaciones impuestas sobre el país; se trata de proponer otro tipo de desarrollo, que respete y realice los valores democráticos, en particular la libertad, la justicia, la igualdad y la solidaridad; se trata de proponer una forma diferente de hacer sociedad (…) y no de proponer, solamente, una nueva organización económico social.” (Convergencia Socialista, 1980, p. 8).
En esta propuesta, encontramos implícito el propósito de abandonar la política clasista, para poder representar a amplios sectores sociales, más allá de las fronteras de clase y “conformar un bloque de oposición a la dictadura integrado por todas las fuerzas democráticas” (Yocelevzky, 1986, p. 124).
Este análisis fue respaldado y enriquecido por el sociólogo –entonces MAPU- Eugenio Tironi, en 1981, quien publicó un estudio titulado “Inventario de la crisis de la izquierda”, en donde caracterizó el proceso de crisis del socialismo y su incapacidad para rearticular y conducir el movimiento popular chileno. El cual -a su juicio- se debía a que “el pensamiento teórico y político, progresista, de izquierda, se encuentra en Chile a la defensiva o, más todavía, contra el paredón.” (1981, p. 28) producto de la crisis del marxismo, la cual se manifestó a nivel internacional a través de “El cuestionamiento creciente de los socialismos reales por parte de la opinión pública progresista de todo el mundo y el surgimiento de fuertes disidencias internas en esos países” (1981, p. 29). Cuestionamiento que, entre otros aspectos, puso en duda el grado de democracia y libertad en un sistema socialista.
Luego de caracterizar la crisis del marxismo, Eugenio Tironi, realizó una crítica a sus planteamientos fundamentales, uno de ellos fue la concepción clasista de la sociedad y de los partidos políticos, la cual constituía “una dificultad enorme para comprender, relacionarse y entenderse con fuerzas pluriclasistas, como el P.D.C” (Tironi, 1981, p. 31).
En 1982 se publicó en Roma un documento de singular valor para el proceso de renovación, ya que fue redactado por los tres últimos Secretarios Generales del Partido Socialista de Chile, hasta 1973: Raúl Ampuero, Aniceto Rodríguez y Carlos Altamirano –todos en el exilio-. El texto titulado “Mensaje a los socialistas Chilenos” realizó una caracterización histórica del partido, mediante la cual destacó los rasgos fundamentales, que a su juicio, constituían la identidad de éste. Nuevamente se destacó el marxismo crítico, la autonomía internacional, el carácter democrático del socialismo chileno, invocando esta vez el programa de 1947 y recalcó las diferencias entre socialista y comunistas. (Rodríguez, 1990, p. 70-76).
En cuanto a la política nacional, en el contexto de crisis del modelo económico de la dictadura, llamaron a construir una “alternativa política viable”, para desplazarlo. Para ello era imprescindible superar la crisis del socialismo chileno, causante de la inactividad de la izquierda. En ese sentido, se planteó la necesidad de la renovación de la siguiente forma:
“la unidad del partido cobra una importancia apremiante. Se trata de contribuir con ella a la recomposición del sujeto social y popular, convirtiéndolo en el actor principal del derrocamiento de la dictadura y del rescate de la democracia. No es imaginable en Chile una alternativa socialista y democrática sin la presencia de un vigoroso partido Socialista profundamente renovado en su pensamiento, en su organización y en su práctica política.” (Rodríguez, 1990, p. 76).
También se estableció que el proceso de unidad no sería universal ni reuniría a todos los militantes que integraban el partido al momento del golpe de Estado, sino que ella estaría sujeta al “establecimiento de vitales cuestiones teóricas, políticas y programáticas que actualicen el pensamiento del socialismo chileno” (Rodríguez, 1990, p. 78), por ende las concepciones clasistas deberían ser dejadas atrás y específicamente el leninismo no cabría dentro del PS unificado, al no representar las “grandes constantes históricas del socialismo chileno”.
Un nuevo encuentro socialista en el exilio se realizó en septiembre de 1982. Este se celebró en la localidad francesa de Chantilly, de donde tomó su nombre. Este encuentro fue convocado por la Asociación para el Estudio de la realidad Chilena y el Instituto para el Nuevo Chile y reunió a un grupo de profesionales e intelectuales, los cuales provenían tanto de Chile, como del exilio.
En este encuentro, las propuestas más relevantes surgieron del tema llamado “Problemas del marxismo, el socialismo y la democracia”, en esta discusión destacaron los trabajos presentados por Manuel Antonio Garretón, Tomás Moulián, Ernesto Ottone, Eugenio Tironi y Alejandro Rojas, los cuales fueron discutidos en una mesa de trabajo. El debate de esta comisión estuvo centrado en relación a tres temas fundamentales: la búsqueda de un perfil propio a la renovación teórica de la izquierda, la articulación de los conceptos de democracia y socialismo; y el papel que jugaba el marxismo en el proceso de renovación.
Por su parte los mayores consensos alcanzados fueron:
“Abandono y superación del esquema marxista-leninista, sea como lectura de la realidad, sea como practica sobre la misma”
“Reconocimiento del carácter plural que inspira al socialismo en Chile en la medida en que a él confluyen las vertientes marxistas cristianas y racionalistas. Dentro de esta perspectiva se ve la necesidad de trabajar por una nueva hegemonía popular construida sobre un amplio consenso.”
“Las contradicciones de una sociedad no pasan solamente por el conflicto de clases estructuradas económicamente. La dirección política debe recoger el aporte de distintos grupos y movimientos sociales que se expresan en la sociedad chilena.” (Chile-América, 1982, p. 3).
En cuanto a la definición de la esfera de lo político se planteó, con un menor grado de consenso que “se trata de una esfera especializada, enraizada en el régimen de gobierno y en los partidos, por tanto, requiere una profesionalización de la política.” Aquí encontramos un antecedente de la forma en que fue entendida la política por el socialismo renovado, la cual tuvo su expresión máxima durante los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia.
También en 1982, Jorge Arrate, publicó en Rotterdam un texto titulado “El socialismo chileno: Rescate y renovación”, en donde adhiere a las tesis surgidas de Ariccia y Chantilly y además planteó que renovación consistía en “revitalizar y modernizar contenidos esenciales que son parte del socialismo (en cuanto a) liberar el socialismo chileno de ataduras dogmáticas, falsificación ineficaz de nuestra naturaleza política revolucionaria y original (además) renovar implica participar en el importante debate teórico desarrollado en el movimiento obrero internacional y recoger su contenido antidogmático y democrático, su espíritu crítico, su afán de reivindicación de la idea socialista” (Arrate, 1982). A partir de esto podemos apreciar que el autor hizo suya la crítica al leninismo levantada por la democracia cristiana, el eurocomunismo y la socialdemocracia, la cual fue esgrimida como uno de los grandes argumentos para explicar la derrota de la Unidad Popular y la crisis del Partido Socialista, así como también fue utilizado por el sector renovado para diferenciarse del “sector ortodoxo” liderado por Almeyda.
Básicamente, la renovación, fue presentada como una necesidad histórica, a partir de dos factores fundamentales. En primer lugar, el cambio radical en la sociedad chilena que significó la imposición de la dictadura militar y su proyecto de sociedad, lo que a su vez modificó completamente el escenario político nacional. En segundo lugar, se presentó la crisis de la izquierda, expresada en la división física de la UP, la dualidad de proyecto de ella y la dispersión del Partido Socialista. Así como también se analizó la crisis de la izquierda a nivel internacional, a partir de la crisis del marxismo y la decadencia de los socialismos reales. (Arrate, 1985, p. 173). En base a este contexto se presentó la necesidad de la renovación como una síntesis entre tradición y renovación del partido, aplicada a la teoría y la práctica.
Un elemento tradicional del partido que se rescató fue la originalidad del socialismo chileno, característica que fue utilizada para presentar a la renovación como una continuidad con la tradición histórica del Partido Socialista.
“Muchas de las ideas consideradas hoy renovadoras están, cuando menos germinalmente, ancladas en la historia del socialismo chileno, en los planteamientos de sus fundadores, en el ideario humanista, autónomo y auténticamente democrático contenido en el Programa de 1947, en la inspiración profundamente libertaria que caracterizó al proyecto de Allende” (Arrate, 1985, p. 188).
Si bien estos elementos están presentes en la tradición socialista, ellos de deben entender en el contexto y en el sentido que fueron planteados en su momento, es decir, fueron el reflejo de la política revolucionaria, autónoma y latinoamericanista emprendida por el partido hasta 1973, en donde el concepto de democracia estuvo dotado de un contenido mucho más complejo y profundo del que le otorgó posteriormente la renovación. Por lo tanto, afirmar que la renovación representa una continuidad con la tradición del partido es un error, ya que más bien, ella rompió con dicha tradición al trastocar completamente la identidad del socialismo chileno.
Siguiendo con el desarrollo teórico de la renovación, a partir de 1983 con el estallido de las protestas nacionales, los esfuerzos renovados se volcaron a diseñar una estrategia política para desplazar a la dictadura, la cual se articuló a partir de la construcción consensos y mayorías sociales, a través de la conformación de amplias alianzas políticas más allá de las fronteras de clase, es decir con el centro político: el PDC, con quienes compartían que la causa de la derrota de la UP fue la incapacidad de construir consensos. Ya en 1982 –en un artículo escrito para una revista española, titulado “El socialismo chileno y la convergencia socialista”- Jorge Arrate planteó la necesidad de renovar el sistema de alianzas del socialismo y de la izquierda chilena, además esbozó el fin de la alianza con la izquierda comunista u ortodoxa, en el texto planteó:
“la necesidad de activar unidad de fuerzas esencialmente diverso al existente en el pasado y, además, deslindar muy claramente posiciones de aquellos otros partidos o conglomerados políticos de la izquierda que levantan proyectos con aspectos básicamente diversos.” (Arrate, 1983, p. 33).
Esta tesis fue ratificada por Tomás Moulián a mediados de 1983 en una columna de la revista Análisis, en donde partió analizando el carácter de la dictadura, haciendo énfasis en su carácter fundacional, además, en este mismo número, Manuel Antonio Garretón reforzó los planteamientos de Moulián e hizo un llamado al centro político para lograr un entendimiento:
“Indiquemos finalmente que, paralelamente a la renovación progresiva de la izquierda, es de esperar transformaciones sustantivas en el centro del espectro político, cuyas contradicciones han dificultado también la formulación de esa alternativa que la gran mayoría de Chile apoya” (Garretón, 1983, p. 45).
De esta forma se abrió paso la nueva política de alianzas del socialismo chileno, la cual se enfocó principalmente hacia el centro político, específicamente en el PDC, la cual se materializó, por primera vez en agosto de 1983 con la conformación de la Alianza Democrática.
Debemos destacar que, los teóricos de la renovación partieron su análisis desde un supuesto erróneo (o intencionadamente equivocado) ya que toman al marxismo (de Marx), al leninismo y al stalinismo como un mismo concepto, es decir se homologó marxismo con stalinismo, perdiendo de vista que son cuestiones diferentes. Este ejercicio les permitió, a partir de la crisis de los socialismos reales, es decir, del stalinismo, levantar su crítica hacia el marxismo en general, para luego dejarlo de lado como teoría interpretativa de la realidad. Entonces, al momento de criticar y desmarcarse del stalinismo también se alejan del marxismo, ya que (según sus propias palabras) se trata de una teoría rígida y dogmática, la cual no se ajustaría a la nueva realidad mundial. De esta forma, junto con el abandono de la teoría marxista también apreciamos un cambio en el lenguaje y en la conceptualización utilizada para analizar la sociedad y levantar nuevas propuestas políticas, es decir, se verificó un cambio estratégico y programático. Por ejemplo: como objetivo ya no se planteó la superación del capitalismo y la construcción del socialismo, sino que se propuso la recuperación de la democracia mediante el desplazamiento de la dictadura utilizando medios pacíficos de lucha.
En cuanto a las categorías marxistas clásicas para analizar la sociedad concordamos que quizás no se ajustan completamente a la realidad contemporánea, sin embargo, eso no las hace obsoletas. Al igual que en los 70, el marxismo -en América Latina y específicamente para el Partido Socialista de Chile- no fue una receta a seguir al pie de la letra, ya que siempre se le imprimió un sello latinoamericanista y autónomo de la URSS, al igual como lo planteó José Carlos Mariátegui o el propio Eugenio González, quienes lo entendieron como una metodología para analizar la sociedad desde su propia realidad y en una postura crítica de La Tercera Internacional.
El imperialismo supo recomponerse y en la década de 1980, presentó nuevas características, propias de una nueva etapa del desarrollo capitalista, en donde la explotación y la lucha de clases no saltan a la vista de forma innegable como en el pasado, pero eso no quiere decir que hayan dejado de existir, por el contrario, los nuevos fenómenos que mencionaba Altamirano son consecuencia de ello, como los movimientos feministas, ecologistas y el peligro de la guerra nuclear. La recomposición del imperialismo representa -a nuestro juicio- un desafío teórico y práctico para la izquierda, ejercicio que no fue realizado por los ideólogos de la renovación, no supieron recomponerse coherentemente con la tradición del partido, es por ello que la renovación representó un cambio político radical en el socialismo chileno, ya que los llevó desde posiciones anticapitalistas, latinoamericanistas y revolucionarias a posturas socialdemócratas, eclécticas y ambiguas que en definitiva marcaron la aceptación del capitalismo, cuestión que se verificó en los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, especialmente bajo los mandatos de dos socialistas: Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
III. Socialismo y democracia
Un pilar fundamental de la argumentación renovada fue el concepto de democracia, y se identificación irrestricta con el socialismo (renovado), lo cual a simple vista parece una continuidad histórica completamente coherente. Además, el carácter democrático fue utilizado para hacer la diferencia entre renovados (demócratas) y ortodoxos (no demócratas, por su definición leninista y sus nexos con el PC y los socialismos reales, es decir, no democráticos). Sin embargo, en este punto se debe poner especial atención, ya que existe una diferencia diametral en el concepto de democracia que el partido defendió hasta 1973 y lo que propusieron los renovados.
El Partido Socialista a lo largo de su historia, dotó de un contenido revolucionario a la democracia, es por ello que se hablaba de una democracia avanzada o una democracia revolucionaria, la cual se proponía la profunda democratización de la sociedad en su conjunto y en todos sus ámbitos. Lo cual iba más allá de la concepción liberal de la democracia como un mecanismo para le elección de representantes. Sin embargo, para la renovación, ni la democracia, ni el socialismo fueron concebidos de acuerdo a las definiciones históricas del partido.
En la argumentación renovada, el concepto de democracia fue presentado como un valor en sí mismo, por ende, no fue dotado de contenido y si en algunas ocasiones, el concepto fue analizado en profundidad, las definiciones o caracterizaciones no aportan contenido, sino que lo transforman en un concepto más difuso aún. Lo mismo ocurrió con el concepto de socialismo, cuestión que, a nuestro juicio, nos parece intencionada, al igual que todo el argumento renovado, con el fin de maquillar el giro hacia la socialdemocracia.
La definición más común que encontramos planteó que: “la democracia no es una fase transitoria, sino un estado de cosas que aspiramos sea permanente. Ello significa luchar incansablemente por dar estabilidad a las instituciones democráticas” (Vodanovic, 1988, p. 58).
La estrecha concepción de la democracia que presentó la renovación, limitó su actuar al plano netamente electoral, además de reducir la actividad política a una elite especializada, como ocurrió en el gobierno de transición y en todos los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia.
Además de esto el valor de la democracia se hizo extensivo a todo movimiento, partido o coalición opositora a aquellos regímenes dictatoriales (como el caso chileno) y totalitarios (como los socialismos reales). Por lo tanto, se le atribuyó carácter el democrático a la sociedad capitalista, es decir, el socialismo renovado hizo suya la concepción liberal de la democracia.
“El mundo contemporáneo se halla atravesado por un movimiento democratizador de alcances verdaderamente universales (…) Esta revolución democrática de tendencia mundial ha tenido, por el momento, su epicentro en Europa Oriental, URSS y China. Ella asestó un golpe definitivo a los regímenes totalitarios de inspiración marxista-leninista.” (Altamirano, 1990, p. 276).
Lo anterior, a nuestro juicio describe el triunfo o la imposición del imperialismo, el cual puede estar articulado con la democracia liberal, sin embargo, ello no lo convierte en un sistema democrático. Además de ello, la renovación le otorgó a la democracia un carácter pacífico, es decir: “una forma no violenta de procesar los conflictos sociales y políticos” (Arrate, 1985, p. 246). De esta forma se volvió a ratificar el alejamiento del sector almeydista y Partido Comunista, con lo cual se dio señales de confianza al PDC para la construcción de una alianza a largo plazo. Y aún más se argumentó que cualquier forma de violencia era totalmente contraria a la democracia, ya que “Si la violencia con el fin declarado de restablecer la democracia no siempre puede justificarse, la violencia para subvertir la democracia no tiene base alguna de legitimidad” (Arrate, 1985, p. 251).
Finalmente, con respecto a lo anterior, Arrate planteó que:
“la democracia política como un logro histórico que consigue afincarse en la sociedad moderna como producto de poderosas demandas sociales y luchas prolongadas, y pasa así a ser un activo irrenunciable del patrimonio popular. De ese modo, la democracia se constituye en el espacio natural para desplegar la lucha socialista.” (Arrate, 1989, p. 106).
Con ello se dio a entender que la democracia no era un objetivo perseguido por el socialismo, como históricamente se planteó, sino que se la dio por preexistente en la sociedad moderna, es decir, la sociedad capitalista, por ende, se estaba refiriendo a la democracia liberal. Esta afirmación quedó claramente expresada en la Declaración de Principios de 1991 de la siguiente manera:
“La democracia, para los socialistas, es el sistema político que debe asegurar la convivencia entre los diversos componentes de la sociedad e inducir, por tanto, al desarrollo de los valores de la solidaridad y de la participación ciudadana en todas las esferas de la vida social. Coherente con ello, el Partido Socialista de Chile, lleva a cabo su acción política respetando a quienes disienten de su ideario, propugnando la resolución democrática de los conflictos de intereses e ideas y rechazando la violencia como forma de imponer un determinado proyecto político” (Partido Socialista, 1991, p. 1).
IV. La hegemonización del Partido Socialista.
La hegemonización del Partido Socialista, por parte del sector renovado se llevó a cabo a partir de la construcción de determinadas instancias y orgánicas con miras a la reunificación del socialismo. Estas orgánicas fueron creadas de acuerdo a las necesidades políticas del momento, es por ello que se comenzó con encuentros para estrechar vínculos, por medio del análisis de los temas atingentes a la división del socialismo. Luego, en un segundo momento cuando se establecieron ciertos consensos se pasó a la fase de convergencia. Y finalmente, a raíz del contexto político chileno los planteamientos teóricos de la renovación fueron llevados a la práctica.
1. Los Seminarios de Ariccia
A partir de estos encuentros surgieron diversas instancias de carácter renovado tendientes a la reunificación. La primera de ellas fue el movimiento de Convergencia Socialista, que también tuvo su expresión en Chile a partir de un encuentro similar al de Ariccia. Allí se dieron cita, en los meses de mayo y junio de 1980, un grupo de representantes de las diversas corrientes del socialismo. Se reunieron a estudiar y discutir su historia, realidad actual y perspectivas de lucha frente a la dictadura (Barahona, 1981, p. 33), lógicamente a la luz de los planteamientos surgidos en Ariccia, principalmente la tesis de las dos vertientes de la izquierda. De aquí surgió, en 1980, el grupo llamado Convergencia Unitaria, los que en 1981, junto al grupo Convergencia Universitaria y el Secretariado por la Convergencia Socialista, los cuales se autodenominaron Convergencia Socialista.
Particular importancia tuvo esta instancia en Chile, ya que a partir de ella se comenzaron a difundir los planteamientos de la renovación, los cuales, hasta la fecha, no habían encontrado mucha acogida al interior del país y además se comenzó a configurar un movimiento orgánico tendiente a la unificación del socialismo. Al igual como sucedió en Europa a nivel de las cúpulas, esta vez en Chile se vivió a nivel de la intelectualidad, militantes y no militantes, que se identificaban con el área socialista o socialdemócrata. (Yocelevzky, 1986, p. 126).
En septiembre de 1981, fruto de los seminarios de Ariccia, conformado por diversas fracciones renovadas del partido y presidido por Raúl Ampuero, se construyó el Comité de Enlace Permanente, cuyo objetivo era estrechar vínculos con los militantes, intelectuales y simpatizantes socialistas al interior de Chile. A través de esta instancia se estableció un vínculo orgánico entre el exilio y el interior del país, con el objetivo de avanzar en la convergencia. Allí convergieron diferentes agrupaciones y fracciones del socialismo, como los Suizos, el PS XXIV Congreso, Humanistas y la USOPO.
Posteriormente, en 1982 - a partir de la propuesta de convergencia socialista planteada por el grupo del mismo nombre- se constituyó en Chile el Secretariado de Partidos de Convergencia Socialista, el cual estaba integrado por un grupo de partidos, agrupaciones y personas de tendencia socialdemócrata, entre los cuales destacaba el PS-Núñez los dos MAPU y la IC. Este hecho marcó un importante precedente en la unificación del socialismo y la incorporación de nuevas tendencias. De esta forma: “Se puso en marcha el operativo que acabó una década después, con una colectividad dominada por políticos que el PS no había reconocido como suyos, hasta entonces.” (Ortiz, 2007, p. 339).
Con el objetivo de constituirse como plataformas para el desarrollo y difusión de los planteamientos renovados, en Europa, se formaron diferentes organismos académicos. Uno de ellos fue el Instituto para el Estudio de la Realidad Chilena (ASER-CHILE), con sede en París y encabezado por Carlos Altamirano. Bajo esta misma lógica en 1976, por iniciativa de Orlando Letelier e impulsado y desarrollado después de su asesinato por Jorge Arrate y, el radical, Carlos Parra, nació en Rotterdam el Instituto para el Nuevo Chile (INC Rotterdam), el cual contó con un sólido financiamiento internacional, ligado a la socialdemocracia europea. Como órgano de difusión del instituto crearon la revista “Plural” y además organizaban una “Escuela de verano”. Otra plataforma muy importante de difusión fue la revista “Chile-América”, dirigida por socialista y democratacristianos con sede en Roma. Entre sus editores se encontraban Bernardo Leighton, Julio Silva Solar, Esteban Tomic, José Antonio Viera-Gallo y el periodista Fernando Murillo.
2. El encuentro de Chantilly.
En esta instancia se definieron los principales conceptos de la renovación socialista, así como también se fijaron los parámetros para construir un bloque político de oposición a la dictadura a partir de la renovación y convergencia del socialismo chileno. Para ello se planteó la necesidad de construir una nueva fuerza socialista, encarnada por el tronco histórico del PS más ambos MAPU y la IC.
Este encuentro fue exitoso en términos de organización, ya que se decidió transformar al Comité de Enlace Permanente -al alero del cual se habían formado diversas orgánicas socialistas y se había entablado el diálogo incluso con el PS Almeyda- en Comité Político de Unidad, el cual adquirió protagonismo al año siguiente, con el inicio de las protestas nacionales, ya que logró hacer converger en su seno a diferentes corrientes socialistas. Entre ellas el PS XXIV Congreso, el Grupo Convergencia 19 de abril, el PS Humanista, los “Suizos” y algunos intelectuales independientes, esta vez bajo el nombre de Partido Socialista de Chile, encabezado por Carlos Briones. Este es un paso importante, debido a que alrededor de esta orgánica partidista se materializó definitivamente la convergencia socialista (en 1989) y además esta agrupación llevó a la práctica política los planteamientos teóricos de la renovación.
La unificación de un amplio sector del área socialista en el Partido Socialista de Chile (no incorporó a la totalidad del espectro socialista), marcó el inicio de la materialización definitiva de la convergencia en torno a los planteamientos renovados, sin embargo, su incorporación a la Alianza Democrática, también puso freno a éste, debido a que los acercamientos con el Almeydismo, que se habían producido a través del Comité de Enlace Permanente de congelaron.
3. El Bloque Socialista.
El 6 de septiembre de 1983, dos días después de la unificación –parcial- del Partido Socialista de Chile, se anunció la creación del Movimiento Democrático Popular, integrado por el PC, el PS Almeyda y el MIR, quienes eran partidarios de una salida insurreccional a la dictadura. Ese mismo día se anunció la creación del Bloque Socialista, integrado por el Partido Socialista de Chile (PS Briones), MAPU, Izquierda Cristiana, MAPU-OC, Grupo por la Convergencia Socialista y Convergencia Socialista Universitaria, bajo la coordinación de Ricardo Núñez. Además se anunció la adhesión de esta nueva orgánica a la Alianza Democrática, en conjunto con el Partido radical y el Partido Demócrata Cristiano.
La constitución del Bloque Socialista como un organismo de expresión de todas las tendencias socialistas se oficializó a través de un comunicado público, mediante el cual se dio a conocer el motivo de su nacimiento de la siguiente forma: “La democratización del país requiere la presencia de una fuerza socialista unificada capaz de expresar al conjunto del movimiento popular y de ser factor decisivo en la reconstrucción del país y en la profundización democrática.” (Bloque Socialista, 1983, p. 1)
En base a ello se fijaron los siguientes objetivos:
“- Expresar fiel y democráticamente las diversas manifestaciones políticas, sociales y culturales del socialismo histórico y del socialismo proveniente de las nuevas vertientes.
- Sintetizar, recoger y desarrollar los grandes valores del socialismo histórico chileno y los principios de la renovación socialista.
- Constituirse en un actor político nacional y en una instancia que avance definitivamente en la unificación orgánica de todas las expresiones existentes, tanto partidarias como independientes, que forman parte del socialismo chileno.
- Convertirse en eje y referente del movimiento popular en su lucha contra la dictadura y por el desarrollo de una democracia política comprometida con la transformación de la sociedad.” (Bloque Socialista, 1983, p. 1).
A partir de lo anterior podemos apreciar que el Bloque Socialista representó cabalmente los principios de la renovación y además los llevó a la práctica al tratar de construirse como el embrión de una nueva fuerza socialista. Esto fue manifestado en el documento titulado “Manifiesto de los socialistas chilenos”, en donde resumieron los principios de la renovación y a partir de ellos plantearon la necesidad de construir una oposición nacional amplia y unificada, es decir, izquierda y centro sin exclusiones, a través de la conformación de un bloque por los cambios, dirigido por un nuevo Partido Socialista. (Bloque Socialista, 1983).
El ingreso del PS Briones y del Bloque Socialista a la Alianza Democrática constituyó la primera expresión práctica de la teoría renovada, ya que esta alianza estaba integrada, además de los socialistas, por el PDC –como partido hegemónico- el Partido Radical de Silva Cimma, y otros grupos socialdemócratas. Esta coalición aglutinó en su seno a la oposición moderada, de centro y al socialismo renovado. Además contaba con el apoyo de la Iglesia Católica y también de un sector de la derecha “democrática” encarnada en el Movimiento de Unidad Nacional –encabezado por Andrés Allamand.
Durante 1985 el PS Briones, se vio fortalecido por el ingreso oficial a sus filas de dos grupos del área socialista que venían trabajando en forma paralela, en el Bloque Socialista. En primer lugar, en junio de ese año se incorporó a sus filas el Grupo por la Convergencia Socialista, integrado por intelectuales que durante varios años estuvieron formulando el sustento teórico de la renovación, entre ellos se encontraban figuras como Manuel Antonio Garretón, Gonzalo Martner, José Joaquín Brunner, Álvaro García, José Bengoa, Eugenio Tironi, Carlos Ominami y Carlos Portales. Por su parte el segundo grupo que se incorporó fue el MAPU-OC, dirigido por Jaime Gazmuri, junto a él ingresaron al PS militantes como Jorge Molina, Jaime Estévez, Marcelo Contreras y Antonio Skármeta.
4. Hacia la conformación de la Concertación.
Hasta 1986, renovados y ortodoxos experimentaban un proceso de acumulación de fuerzas a partir de la reconfiguración de las diferentes fracciones del partido. A su vez, ambas propuestas, tanto la vía de la concertación social y el movimiento social amplio, como la vía insurreccional para desplazar a la dictadura tenían las mismas opciones de materializarse, en la teoría. Sin embargo, la derrota del FPMR en el fallido atentado a Pinochet también tuvo repercusiones en el Almeydismo, ya que a partir de ello se agudizaron los cuestionamientos con respecto a la política militar.
Esta situación fue aprovechada por los renovados para dar por muerta a la oposición insurreccional, la que además estaba siendo duramente reprimida por los servicios de inteligencia de la dictadura, cuestión que dificultó aún más su rearticulación. A partir de esta derrota los planteamientos renovados tomaron mayor fuerza dentro del espectro socialista y del movimiento popular ligado a él. A partir de ello el PS Almeyda comenzó a tomar distancia del PC y su política insurreccional, así como también paulatinamente se asumió que la tesis de que el derrocamiento de la dictadura no era posible. De allí en adelante, la Alianza Democrática, centró sus esfuerzos en conformar una oposición amplia y unificada de cara al plebiscito de 1988.
En este momento fue fundamental el rol jugado por José Joaquín Brunner (Director de FLACSO) quien fue el primero en plantear públicamente esta propuesta. Asumiendo que el régimen de Pinochet tenía el control y las llaves de la política, por lo tanto declaró el fin de la oposición rupturista y propuso como única salida aceptar las reglas del juego impuestas por Pinochet, es decir, “Planteó directamente el fracaso de la movilización popular contra la dictadura y la consiguiente necesidad de abandonarla, de tomar distancia del MDP y de proponer a las Fuerzas Armadas una salida negociada que no podía encontrarse al margen de las condiciones creadas por la Constitución de 1980”. (Arrate, 2003, p. 386).
Estos planteamientos fueron difundidos en un artículo de prensa titulado “Notas para la discusión:
“El año 1986 ha resultado decisivo, pero en un sentido distinto del postulado por la oposición en marzo pasado. De hecho ha puesto al gobierno (militar) a la defensiva, tras una sucesión de hechos que lo favorecen (…) el paro de julio mostró los límites de la capacidad movilizadora unificada de la oposición, la que está lejos de ser suficiente para derrocar al gobierno militar o para introducir dinámicas políticas que amenacen su estabilidad (…) el descubrimiento de los arsenales y el posterior atentado contra Pinochet mostraron la amenaza potencial que representa la oposición armada, su desarrollo orgánico y sus conexiones internacionales, reforzando con ello la situación de una doble oposición cuyo encuentro se torna ahora más difícil, debilitándose inicialmente ambas” (Brunner, 1986, p. 22).
A partir de esta propuesta, la tesis del “realismo político” tomó fuerza y protagonismo dentro de la izquierda renovada. De aquí en adelante el pragmatismo y el realismo se convirtieron en los pilares fundamentales de la práctica política del socialismo, lo cual quedó en evidencia en las negociaciones para poner fin a la dictadura, la negociación de las reformas constitucionales y los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia. (Yocelevzky, 2002, p. 180).
La tesis de Brunner fue completamente aceptada por parte de la oposición moderada, ya que volcaron todos sus esfuerzos a ganar apoyo popular en las urnas. Otro indicador que pone en evidencia la aceptación de las reglas del juego por parte de la oposición es la inscripción de los partidos políticos en los registros electorales, ya que de esta forma validaron y legitimaron la Constitución de 1980. Esta tesis también fue aceptada por un amplio sector del Almeydismo, quienes paulatinamente fueron acercándose al sector renovado.
El viraje de Almeyda, comenzó en marzo de 1987 cuando se entregó a los tribunales de justicia. Este hecho marcó la aceptación de la legalidad y de la institucionalidad creada por la dictadura y su disposición a disputar posiciones políticas dentro de ella (Ortiz, 2007, p. 348). Al poco tiempo se disolvió el MDP y se amplió para conformar la Izquierda Unida, en donde también confluyó la IC y el MAPU. Desde allí comenzó el dialogo con el PS Núñez, sin embargo, los renovados no aceptaron integrar dicha alianza debido a que la presencia del PC excluiría al PDC (Arrate, 2003, p. 396). En este sentido se entendió que la unidad del socialismo chileno se concretaría mediante un viraje hacia el sector renovado, es decir, hacia la social democracia. Esta cuestión se verificó, por parte de Almeyda, poco tiempo después del fracaso del atentado a Pinochet y fue seguido paulatinamente por las diferentes tendencias que encarnaron el Almeydismo, que culminó con la incorporación de la mayoría de ellas al Partido Socialista de Chile en el XXV Congreso, realizado en 1989, en donde resultó electo Jorge Arrate como secretario general, o en el Congreso de Unidad Salvador Allende, celebrado en 1990.
V. Conclusiones.
La renovación del socialismo fue un profundo proceso de reestructuración teórica y política, el cual se desarrolló principalmente a nivel de la cúpula y la intelectualidad del partido. Este proceso se llevó a cabo fundamentalmente en el exilio y estuvo liderado por determinadas figuras históricas del Partido Socialista, como Carlos Altamirano y Jorge Arrate.
El movimiento renovado, recibió en el exilio, la influencia de dos corrientes políticas que se estaban posicionando fuertemente en el escenario político europeo, como alternativa a los socialismos reales. Ellas fueron el eurocomunismo, principalmente a través del Partido Comunista Italiano y la socialdemocracia, por medio del Partido Socialista Obrero Español.
El proceso de renovación del Partido Socialista se produjo en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, un movimiento orgánico, el cual fue adquiriendo distintas formas a medida que el proceso de hegemonización y convergencia fue avanzando. Y en segundo lugar, un movimiento ideológico, liderado por intelectuales del Partido Socialista y del MAPU, quienes elaboraron el sustento teórico de la renovación, el cual fue difundido a través de los diferentes centros de estudio donde se establecieron. De ellos los más importantes, en cuanto a producción intelectual fueron FLACSO –en Chile- y en Rotterdam el Instituto para el Nuevo Chile.
Si bien, el proceso unificación concluyó en este Congreso, el hito fundamental que consolidó la renovación fue el giro del sector liderado por Clodomiro Almeyda hacia posiciones renovadas, a partir de 1987. El giro del Almeydismo comenzó luego del atentado a Pinochet y concluyó con la incorporación de esta tendencia al partido unificado en 1989.
La reformulación teórica renovada se materializó en la nueva política de alianzas impulsada por el socialismo renovado, el cual, propició un acuerdo con el PDC, supuesto representante del centro político y los sectores medios, en desmedro de la alianza de la izquierda chilena, sostenida por el Partido Socialista y el Partido Comunista. Este acuerdo se materializó por primera vez en la Alianza Democrática, en 1983, y se consolidó en 1989 con la conformación de la Concertación de Partidos por la Democracia.
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* Juan Pablo Navarro - Profesor de Historia y Ciencias Sociales,
Universidad de Valparaíso, Chile.