OTRO MUNDO ES POSIBLE, UN MUNDO SOCIALISTA

Revolución y contrarrevolución en Guatemala: recepción, resignificación y reconfiguración del socialismo chileno
(1944-1959)

Jacobo Árbenz Guzmán fue un destacado líder político y militar guatemalteco, reconocido por su papel fundamental en la Revolución de 1944 y su posterior gobierno como presidente de Guatemala

Resumen:

Desde la perspectiva transnacional y la nueva historia política, el presente artículo analiza la trayectoria del socialismo chileno a partir de la recepción y apropiación realizada de la revolución y contrarrevolución en Guatemala, entre 1944 y 1959. Al respecto, afirmamos que la recepción, resignificación y apropiación del proceso guatemalteco se convirtió en un insumo más en la reconfiguración de su populismo tercerposicionista, en tanto, acentuó sus componentes antinorteamericanos y latinoamericanistas, y con ello, contribuyó a la disminución del antisovietismo y el anticomunismo que otrora le habían caracterizado. En ese sentido, sostenemos que la recepción del proceso guatemalteco constituyó un elemento más en el proceso de hibridación de su concepción populista con el marxismo. En esa línea, a través de la revisión de discursos parlamentarios, revistas, diarios y documentos oficiales partidarios, damos cuenta del aporte del ciclo guatemalteco en la multicausalidad de factores que se articularon en la reconfiguración política de la concepción populista del socialismo chileno.

I. Introducción

El interés por la recepción y apropiación del proceso revolucionario guatemalteco por parte del socialismo chileno1, se inscribe en el objetivo mayor de identificar los influjos de las dinámicas latinoamericanas en la formulación y despliegue del proyecto histórico de la izquierda chilena: la vía chilena al socialismo.

En la postrimería del período que nos ocupa, en medio del contexto de reunificación partidaria y de alianza con el Partido Comunista de Chile (PCCh), el socialismo chileno fue capaz de formular esbozos de un proyecto global, es decir, su apuesta por una revolución socialista nacional y latinoamericana, la cual debía ser llevada a cabo por un Frente de Trabajadores que excluyese a la burguesía nacional y disruptivo respecto a las hegemonías mundiales de Estados Unidos (EEUU) y la Unión Soviética (URSS). Sin embargo, es un debate abierto si esto conformó un proyecto global diferente al del PCCh y su tesis del Frente de Liberación Nacional2, o bien, si aportó a vertebrar a un único y amplio proyecto transversal a la izquierda chilena3.

En este marco, nos interesa rastrear la recepción que realizó el socialismo chileno del proceso guatemalteco, a objeto de establecer en qué medida incidió o alimentó con elementos, a la construcción histórica del proyecto de la vía chilena al socialismo. Hasta ahora, ningún estudio se ha ocupado de este problema de manera específica, aun cuando sus repercusiones sean innegables tanto para la izquierda latinoamericana4, como la chilena5.

En la totalidad de los trabajos sobre el socialismo chileno, la influencia del proceso guatemalteco es omitida. La única excepción es el aporte de Joaquín Fernández, quien afirma que la revolución guatemalteca, junto a otros procesos revolucionarios continentales y globales, fueron recepcionados y apropiados por el Partido Socialista Popular (PSP) en pleno proceso de radicalización, siendo influyentes en la construcción de la tesis política que afirmaba que la revolución socialista chilena debía realizarse a través de una estrategia “nacional revolucionaria”, es decir, en la apuesta por construir un “Estado Nacional Revolucionario” a través de la acción del Frente de Trabajadores6.

Dicho vacío historiográfico se ubica en uno más general, ya que como hemos señalado en otros estudios, el grueso de la historiografía interesada por el socialismo chileno en el período estudiado, no ha sido ajena al “nacionalismo metodológico” que ha predominado en la indagación de las dinámicas de la totalidad de la izquierda chilena, pese a que las concepciones de los actores políticos que la constituyen sean explícitamente internacionalistas o latinoamericanistas. Fuera de los trabajos de Olga Ulianova, Alfredo Riquelme y Joaquín Fernández, pocos esfuerzos se habrían aprestado a atender el problema7.

El trabajo de Ulianova otorga una mirada transnacional a la trayectoria de la totalidad del socialismo chileno en el período que nos interesa. Al respecto, señala que la inserción internacional del socialismo chileno respondió a su diversidad interna y a su carácter híbrido, en tanto las tendencias y personalidades que componían el socialismo solían buscar sus contrapartes internacionales en fuerzas que podían estar en sus “antípodas”. Y también, que al momento de la reunificación partidaria de 1957 existe, a diferencia del pasado, una mirada más positiva acerca de la URSS, sin perjuicio de continuar apostando por una tercera posición entre ésta y el imperialismo norteamericano, lo cual estaría relacionado con la necesidad local de diferenciarse del PCCh. Tomando en cuenta estos dos elementos, es comprensible que el socialismo chileno finalice de la década del 50 manteniendo lazos con la URSS, el comunismo yugoeslavo, el populismo latinoamericano y la socialdemocracia del continente y del mundo8.

Independiente de la ausencia de una perspectiva de análisis transnacional, existen importantes trabajos referidos a la trayectoria del socialismo chileno. De éstos, distinguimos arbitrariamente tres bloques interpretativos, aunque no monolíticos ni excluyentes entre sí, en tanto tienen vasos comunicantes. El primero, sostiene que el socialismo chileno, en medio de sus tensiones internas, divisiones y su reunificación, asistió a la reconfiguración de sus concepciones, sus estrategias y sus tácticas, desde una matriz eminentemente populista hacia una de carácter marxista y leninista9, o bien, una que combinó ambas concepciones10. El segundo bloque sitúa las tensiones y divisiones del socialismo en el plano de divergencias de carácter estratégico y táctico, en tanto la concepción que les subyace es siempre marxista y, por lo cual, la reunificación y radicalización verificada en la década del 50 implica más una vuelta a la matriz originaria del socialismo chileno antes que una ruptura con ella11. Por último, el tercer bloque aglutina autores que únicamente analizan las tensiones, divisiones y reagrupaciones del período en base a problemas estratégicos y tácticos sin realizar afirmaciones referidas a la relación de aquello con las concepciones del socialismo chileno12.

En ese marco, las preguntas generales que articulan este trabajo son ¿cómo recepcionó el socialismo chileno el proceso de revolución y contrarrevolución guatemalteco entre 1944 y 1959? y ¿en qué medida ello incidió en su proceso de reconfiguración política? De lo anterior, se desprenden preguntas más específicas, ¿cómo caracterizó el socialismo chileno la revolución guatemalteca?, y ¿de qué manera caracterizó a los actores políticos continentales y globales que, ajenos al campo revolucionario guatemalteco, accionaron a favor o en contra de la revolución y la contrarrevolución de ese país?

Para responder a estas preguntas, se analizan discursos parlamentarios, revistas, diarios, y documentos partidarios. La metodología que utilizamos se ciñe a los aportes de Horacio Tarcus y Federico Duarte referidos al estudio de la recepción o transferencia de ideas. El primero, señala que toda recepción de ideas supone una apropiación, en tanto su carácter selectivo y creativo está determinado por el carácter activo del receptor, situado en un contexto particular de producción que diverge del espacio nativo de las ideas en cuestión13. El segundo sostiene que el receptor de ideas y prácticas políticas tiene un carácter activo, al punto de que más que recibir dichos insumos como una novedosa ruptura, resignifica sus propias ideas y prácticas pre-existentes en función de las necesidades de su propio contexto14. Desde el punto de vista conceptual, utilizamos dos grandes categorías de análisis: actores políticos y carácter de la revolución. Respecto a la primera, se toma en cuenta el aporte de Antonio Gramsci, en el sentido de que los actores políticos no se restringen a los partidos políticos formales y a la militancia tradicional15. Respecto a la segunda, se distinguen internamente dos dimensiones. Por un lado, la caracterización del horizonte revolucionario, en tanto proyecto relacionado con determinadas medidas políticas de largo, mediano y corto alcance, ubicadas en un contexto histórico particular, cuyo nexo es ubicable a partir de la identificación de “conceptos nucleares ineleminables” e ideas secundarias o “adyacentes”16. Y por otro, la caracterización del Bloque Revolucionario, en tanto coalición compuesta por determinadas clases o facciones de clases sociales, con distintos grados de autonomía, alianzas y unidad17.

Nuestra hipótesis, posicionados desde el primer bloque interpretativo, y en la variante de Drake y Ulianova, es que la recepción de la revolución y contrarrevolución en Guatemala por parte del socialismo chileno, en tanto caracterización de la revolución y de la praxis de actores políticos globales que actuaron en torno a ella y a la contrarrevolución, fue un insumo más que contribuyó a la reconfiguración de su matriz populista, específicamente, a la intensificación de los elementos antinorteamericanos y latinoamericanistas propios de su tercerposicionismo. De manera más particular, afirmamos que, en el período ubicado entre 1944 y septiembre de 1952, pese a que el socialismo chileno estaba al tanto del proceso revolucionario guatemalteco, no se interesó de manera especial por éste, de manera que la incidencia de su recepción en las praxis políticas de las diferentes tendencias socialistas fue marginal. Lo anterior, debido a que las contrapartes internacionales o modelos que más les interpretaban, se encontraban en Europa y EEUU y no en América Latina, y también a que, en virtud de su deriva anticomunista, el apoyo decidido del PCCh al proceso de Guatemala le distanciaba de éste. En cambio, entre 1953 y 1959, en medio de su división interna y de la reestructuración de sus concepciones, la recepción del proceso guatemalteco se convirtió en un insumo de primer orden. En esa línea, la valoración de la radicalización antiimperialista de la revolución guatemalteca y la incidencia de EEUU en su derrocamiento, aportó, por un lado, a resignificar su mirada del imperialismo norteamericano, y por otro, a reconfigurar su latinoamericanismo hacia una dirección decididamente rupturista respecto a la política de EEUU para la Guerra Fría. De esa manera, la recepción del proceso guatemalteco por parte del socialismo chileno es parte del proceso de redefinición de su inserción internacional, y con ello, es también un antecedente a tener en cuenta en la hibridación de su matriz populista con el marxismo.

II. Una revolución latinoamericana eclipsada por la lucha inter-imperialista (1944 - septiembre de 1952)

La insurrección urbana protagonizada por militares rebeldes, estudiantes, profesionales y obreros inauguró la Revolución en Guatemala el 20 de Octubre de 1944, derrocando la larga dictadura de Jorge Ubico y el -más largo- Estado oligárquico18. Desde ese hito emergió, bajo la égida de la nueva Constitución Política de 194519 y de la presidencia del intelectual Juan José Arévalo, un proceso de carácter democratizador y antimonopolista20 que, aun estando limitado por los estertores del pasado21, hacia 1948 derivó en el aumento de la relevancia de ciertas facciones de la pequeña burguesía, la clase obrera y el campesinado al interior del bloque revolucionario policlasista22. Lo anterior, junto a otros factores, permitió la elección del coronel de Jacobo Arbenz como Presidente y el despliegue de un programa de industrialización nacional que, considerando una reforma agraria que lesionaba los intereses de la United Fruit Company (UFCo) y diversas medidas nacionalistas que afectaban a otros capitales monopólicos extranjeros. Esto, llevó a que la revolución agudizase la lucha de clases guatemalteca y, con ello, a la reacción violenta del imperialismo norteamericano, como uno de sus protagonistas23.

En paralelo, la crisis interna del socialismo chileno se agudizó al punto de que las tensiones devinieron en divisiones, llegando a coexistir tres partidos socialistas distintos, cada uno de los cuales apoyó a un candidato presidencial diferente en las elecciones presidenciales de septiembre de 195224. En esta dinámica, pueden ubicarse tres hitos disruptivos. En primer lugar, el ascenso de Bernardo Ibáñez25 a la Secretaría General del partido en julio de 1944, lo cual precipitó la fuga de un segmento partidario liderado por Marmaduke Grove26 y Eliodoro Domínguez27, pasando a vertebrar el Partido Socialista Auténtico (PSA). En segundo lugar, la definitiva división del PSCh que, consolidándose a partir de la insubordinación de sus segmentos más anticomunistas a la hora de votar la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, dejó a ese sector minoritario en un partido denominado PSCh28, mientras el sector mayoritario, liderado por Raúl Ampuero29, dio cuerpo al PSP. Por último, la opción del PSP de apoyar a Carlos Ibáñez del Campo en 1952, produciendo la fuga hacia el PSCh de un sector liderado por Salvador Allende30, lo cual, coincidiendo con la expulsión de los sectores más anticomunistas de dicho partido, derivará en la candidatura de Allende a la presidencia en 1952, en alianza con el PCCh31.

Ahora bien, ¿cómo y qué recepcionó de la revolución guatemalteca el socialismo chileno entre 1944 y septiembre de 1952?, ¿qué tipo de apropiación realizó de aquello? Al respecto, afirmamos que para el actor político que construyó las vigas de su identidad a partir del antiimperialismo, el anticolonialismo y el latinoamericanismo, el proceso guatemalteco no concitó su interés de manera especial. Como veremos a continuación, esto no es homologable al desconocimiento de dicho proceso, puesto que existieron vías de recepción constatables de manera empírica32. En ese sentido, predomina un silencio u omisión que, bajo la perspectiva transnacional y de la transferencia de ideas, se entiende también como una forma de apropiación de la joven revolución guatemalteca, toda vez que es contrastable con el interés que sí le produjeron otros procesos situados en el globo y, particularmente, en el continente. Siguiendo a Ulianova, sostenemos que ese silencio u omisión con respecto a la revolución guatemalteca se deriva del hecho de que las formulaciones proyectuales, estratégicas y tácticas que las tendencias del socialismo chileno esbozan como respuesta o camino de salida a la crisis de su matriz populista -ya sea en pos de su continuidad, su profundización, cambio o ruptura- buscaron su contraparte o modelo internacional en fuerzas políticas que mayoritariamente eran exógenas a América Latina. A la par, el interés por lo latinoamericano estaba situado en regiones, fuerzas políticas y liderazgos muy particulares del continente.

Al respecto, es ejemplificador el caso del PSCh durante la conducción de Bernardo Ibáñez. En ese período, el partido se refirió directamente a Guatemala sólo en dos ocasiones, lo cual nos llama la atención por dos razones. En primer lugar, porque se ha señalado que el influjo del fenómeno populista, que habría estado “entonces en boga en América Latina”, fue relevante en la elaboración y consolidación de la estrategia de Tercer Frente33 (o Frente del Pueblo34) en el V Congreso Extraordinario de 1945, sancionada por acuerdo unánime de las tendencias internas35. Por lo mismo, sorprende la omisión de lo guatemalteco, ya que el proceso abierto bien podría caracterizarse de esa forma36. En segundo lugar, porque en más de una oportunidad parlamentarios socialistas estuvieron presentes en debates donde la revolución guatemalteca fue aludida por sus pares comunistas37, y además, en los cuales los primeros se refirieron a determinadas dinámicas continentales y globales38. Así mismo, el Boletín Oficial de Iquique “La Voz del Partido Socialista”39 dedicó varias páginas a la valoración de procesos, fuerzas políticas y figuras ajenas a Chile, aunque no pueda compararse la tinta dedicada a aquello con la que se utilizó para denostar a Marmaduke Grove y para no dejar dudas acerca de la línea divisoria que había entre el PSCh y el comunismo chileno40. Lo siguiente, es ejemplificador respecto del hilo conductor que tuvo dicho diario en el período: “Somos el baluarte más poderoso de la democracia y antes de permitir la estrangulación de las libertades públicas y la ignominiosa dictadura COMUNISTA, lucharemos con todos nuestros hombres confundiéndonos en el heroísmo con la totalidad de nuestros compatriotas”41.

Por otra parte, las dos excepciones a la regla del silencio ante la revolución guatemalteca refuerzan lo que sostuvimos anteriormente. Una de las referencias directas a Guatemala, fue protagonizada por el líder partidario Bernardo Ibáñez al momento de rendir, ante el partido, un informe referido a su participación de la reunión del Consejo de Administración de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en París, y también, de su visita a otros países en los que hizo escala, en particular, Perú, Panamá, Estados Unidos, Irlanda e Inglaterra42. Allí, señaló que al reciente congreso de la CTAL sólo habían asistido un delegado brasileño y un guatemalteco, donde ambos habrían dado cuenta de que el intenso desarrollo sindical de sus países pronto vertebraría centrales de carácter nacional43. A la par, notificó que habría asistencia guatemalteca al “Congreso Socialista Americano” que se celebraría en Venezuela44 en abril de ese año, sumándose al esfuerzo de otros “partidos socialistas y tendencia socialista” que, abarcando desde Canadá a Argentina, darían cuerpo a la sección americana de una “poderosa internacional socialista” que englobaría “socialistas de todo el mundo”45. Con lo anterior, sería interesante problematizar si la afirmación de Jobet, de que el PSCh despreciaba tanto a la II Internacional como a la III es extensiva a la totalidad de su trayectoria histórica46.

Ahora bien, lo sostenido por Ibáñez es interesante por dos razones. En primer lugar, porque, a su criterio, la orientación de ciertos segmentos del movimiento sindical y de la política guatemalteca empalmarían con sus propias proyecciones estratégicas. En segundo término, por la superficialidad de sus referencias a Guatemala, en tanto se omite el nombre específico de los individuos particulares, sindicatos o partidos que participaron o participarían en las instancias señaladas, y, más importante aún, se pasa por alto que esos actores están situados en un contexto revolucionario. A nuestro entender, esto nos habla de la escasa significación continental y global que tenía el proceso guatemalteco para el otrora líder del PSCh, puesto que, así como no hay detalle ni contextualización de sus referencias, éstas tampoco tienen mayor trascendencia con respecto a las que se hacen de otros países latinoamericanos, como República Dominicana, Brasil o Ecuador. De esa manera, los segmentos guatemaltecos a los que alude serían participes del proceso continental y global en calidad de actores de segundo o tercer orden, lo cual contrasta con la atención que se otorga a otros partidos políticos participes del proceso global y sus principales figuras, como Rómulo Betancourt, Raúl Haya de la Torre, Demetrio Porras, los “líderes obreros de tendencia socialista” en EEUU, Harold Lasky, Francisco Largo Caballero y, de manera especial, Charles de Gaulle, líder de “todos los franceses que no son comunistas”47.

Lo mismo ocurre con la segunda excepción, aunque ciertamente la referencia es menos superficial, permitiendo hacer deducciones más profundas. En particular, se trata de un inciso del primer y único número de la revista teórica “Espartaco” editada por la Brigada Universitaria del PSCh, y por tanto, vinculada a la tendencia liderada por Raúl Ampuero48. Allí, se dio cuenta de que una de las resoluciones fundamentales del Primer Congreso Americano de partidos de tendencias socialistas había sido la de redoblar esfuerzos para derrocar a las “dictaduras en nuestra América”, en función de lo cual se establecían directrices particulares respecto a la situación de Ecuador, Paraguay, República Dominicana, Puerto Rico, Honduras, Nicaragua y El Salvador. Según la publicación, los “demócratas” de éstos tres últimos países libraban una lucha que ya había sido “victoriosa en Guatemala y Costa Rica”, la cual pujaba por “restaurar” la unidad centroamericana e instaurar “el imperio de las cuatro libertades” en sus países, lo cual, a su vez, contribuiría al objetivo mayor de “coordinar Latinoamérica”49.

De esa publicación, llaman la atención cuatro aspectos. Primero, que el contenido con el que se define el horizonte político de la revolución guatemalteca es el de la democratización, pero en una versión particular, puesto que la alusión a “las cuatro libertades” responde a la noción de Democracia que Franklin D. Rossevelt defendió en su discurso de 194150. Segundo, que no hay referencia a la vía de acceso al poder de la revolución guatemalteca que, como sabemos, fue insurreccional y urbana. Tercero, no se alude a las clases sociales que sostenían la dictadura guatemalteca ni a las que triunfan con su derrocamiento, lo cual tampoco se hace al analizar la coyuntura de los demás países. Por último, la idea de que Costa Rica y Guatemala sean la punta de lanza de la restauración de la unidad centroamericana, en tanto apelación al pasado, y que aquello contribuya a la tarea presente y futura de unificar América Latina, da cuenta de que esta tendencia socialista se apropia y extiende una tradición inventada de carácter protonacional51. No obstante, urge precisar que dicho protonacionalismo latinoamericano no se presenta como excluyente del panamericanismo, ya que se utiliza el lenguaje “rooseveltiano” y saluda la Buena Vecindad de manera explícita52. Así, para esta tendencia, la revolución guatemalteca, en simultaneidad con otros procesos latinoamericanos, contribuiría a instalar desde abajo la Buena Vecindad y fortalecer una mirada sureña del Panamericanismo. Esto último refuerza las afirmaciones de Boris Yopo acerca del vínculo entre las tendencias socialistas y EEUU en este período, en tanto todas habrían tenido en común -aun con matices- una mirada positiva de este “imperialismo democrático” en contraposición a los “imperialismos totalitarios” de cuño soviético y alemán53. Con todo, esta dinámica aporta a matizar la afirmación de Drake de que la tensión de las tendencias socialistas se explica más en torno al personalismo que a la ideología54, ya que lo sostenido en la publicación contrasta bastante con las ideas de Ibáñez que hemos analizado anteriormente.

El escenario de silencio generalizado no cambiará en el período que va desde el ascenso de Raúl Ampuero a la Secretaría General del PSCh en octubre de 1946 hasta la división del partido en octubre de 1948. Lo anterior es de interés por dos razones. En primer lugar, porque ciertas interpretaciones han resaltado la ruptura con respecto al pasado que supondría el ascenso de la otrora “oposición revolucionaria”, incluyendo la posición ante el conflicto global, en tanto ahora se rechazaría de manera tajante “cualquier adscripción internacional que no sea estrictamente nacionalista y latinoamericana”55, encontrando allí uno de los precedentes más importantes de su ulterior radicalización56. Impresión que no nos parece nada extraña si tomamos en cuenta el contenido del Programa Político sancionado en 194757. En segundo lugar, porque se constata que los parlamentarios socialistas omitieron el tema guatemalteco aun cuando participaron en debates donde fue aludida por pares de otros partidos políticos, lo cual contrasta con su referencia enérgica a distintos procesos del continente y del globo. A propósito, es ilustrativa la actuación socialista en las discusiones referidas al derecho a voto de la mujer58; respecto a la relación entre el diputado comunista César Godoy Urrutia y el Presidente guatemalteco Juan José Arévalo59; a las acusaciones de los planes de la “organización internacional del Partido Comunista”60 y la reclamación de la soberanía del territorio de Belice por parte de Guatemala y México61. Omisión que es invariable en el caso de los documentos oficiales62 y la prensa partidaria a la que hemos tenido acceso63.

La excepción a la que nos referimos está protagonizada por Salvador Allende. El senador socialista dio cuenta de que el Congreso Nacional de Venezuela había agradecido a su persona y a otros parlamentarios latinoamericanos, entre los que estaba el “señor José Manuel Fortuny, Diputado del Parlamento de Guatemala”, por los discursos que ofrecieron en el acto del traspaso del poder Ejecutivo en Venezuela desde la Junta Revolucionaria dirigida por Rómulo Betancourt al nuevo Presidente Rómulo Gallegos, hito, que según Allende habría tenido una “gran trascendencia y significación americana”64. De esta referencia superficial hacia Guatemala, puede deducirse que Allende estaba al tanto de que ciertos actores políticos guatemaltecos eran afines a Acción Democrática, pero también, que ésto no le llamaba la atención de manera especial, puesto que no dice nada más sobre el parlamentario guatemalteco en cuestión, a pesar de que para ese entonces no era un político desconocido65. Lo anterior se refuerza si tomamos en cuenta el dato de que, para ese entonces, Allende habría conocido personalmente a Juan José Arévalo y le había hecho entrega de un presente66. En ese sentido, es claro que lo guatemalteco se encuentra completamente eclipsado por lo que sí es trascendente continental y globalmente: la praxis de Acción Democrática en Venezuela, noción que es constante67.

La recepción de la revolución guatemalteca por parte del PSCh no cambió sino hacia 1952. En el intertanto, sus diputados nada dijeron cuando el proceso fue aludido en las discusiones del voto femenino68, ni tampoco cuando el Ministro del Interior Holger fundamentó la legitimidad de entregar facultades extraordinarias al Ejecutivo en que la reciente “asonada” -la “revuelta de la chaucha”69- había sido coordinada por el “comunismo internacional” que, según sus fuentes, se encontraba “en condiciones inmejorables” en algunos países latinoamericanos como Guatemala70. Ahora bien, nada de esto es sorprendente si se toma en cuenta la estrecha relación de esta franja socialista con la política norteamericana de la segunda post-guerra71.

A contar de 1952, se observa un cambio importante en la posición del PSCh respecto de la revolución guatemalteca, si bien no en la cantidad de referencias, sí en la profundidad de ellas. Por lo mismo hablamos de cambio y no de ruptura, y además, porque éste no se extiende a sus documentos oficiales72, siendo matizable la importancia que tuvo la recepción a la hora de sancionar definiciones políticas. El cambio se inauguró cuando Salvador Allende enalteció el carácter patriótico de la reforma agraria promovida por el Gobierno guatemalteco, y apuntó que, frente a ello, el Departamento de Estado y el Congreso norteamericano, controlados por el “insolente capital imperialista”, intentaban hacer lo mismo que en el resto de América Latina: “aplastar los justos y legítimos derechos de estos países pequeños”73. En la misma línea antiimperialista, el diputado Eduardo Rodríguez Mazer sostuvo que para defender su soberanía económica y política, y para resguardar la paz mundial y la solidaridad continental, Chile debía hacer lo que México y Guatemala, es decir, negarse a firmar el Pacto Militar con EEUU74.

¿Cómo explicar este giro del PSCh? Al respecto, compartimos lo sostenido por Ulianova, en particular, que la alianza electoral con el PCCh le permitió insertarse en sus “redes internacionales”, de lo cual, a la postre, serán expresivos sus vínculos con la URSS y China Popular, aportando a invertir la lógica del tercerposicionismo socialista de la década del 40 que, a todas luces, era más antisoviético que antinorteamericano75. De una parte, pensamos que la recepción del carácter de la revolución guatemalteca como patriótico y antiimperialista es un aporte más a la inyección ideologizante que buscó ser el programa político de 1947, o al menos a algunas de sus afirmaciones, en tanto la radicalización de la revolución guatemalteca empalmaba con la idea de la revolución nacional y latinoamericana de tercera posición. De otra parte, pensamos que la constatación de la alianza del capital monopólico norteamericano con las instituciones estatales de ese país en contra de Guatemala reforzó la determinación negativa del modus operandi del imperialismo norteamericano que ya se venía haciendo a propósito del aumento de su injerencia norteamericana en Chile, gracias a la Ley de Defensa Permanente de la Democracia y a la praxis del Gobierno de González Videla. Probablemente, en todo esto jugó también un rol la recepción de la instalación de las dictaduras que en Perú y Venezuela sacaron a la Alianza Popular Revolucionaria Americana y a Acción Democrática del Gobierno, respectivamente. En suma, sostenemos que este cambio en el PSCh con respecto a la revolución guatemalteca expresa y extiende la reconfiguración de su carácter populista, volviendo dicha concepción mucho más antinorteamericana que antisoviética, al igual que su estrategia y su táctica.

Por su parte, el PSP no presenta ningún cambio con respecto a la revolución guatemalteca entre 1948 y septiembre de 1952. Esto es interesante, debido a que en ese periodo se configuraba inicialmente la estrategia nacionalista revolucionaria que les llevaría a intentar transformar el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo en una revolución socialista76. En efecto, se verifica la omisión del PSP con respecto a lo guatemalteco, y su contraste con otras referencias globales, en las discusiones parlamentarias a las que hemos aludido77, así como a sus documentos partidarios oficiales78. Esto es paradójico, pues son fundamentalmente los militantes de esta tendencia quienes habían dado cuerpo al Programa Político de 1947. Lo anterior, corrobora lo sostenido por Drake respecto a que las posiciones internas que buscaban materializar dichos postulados programáticos se encontraban en franca minoría79. A su vez, nos lleva a matizar los ritmos y profundidades del proceso de redefinición de la inserción internacional del PSP entre 1948 y 195680.

Para finalizar, atendamos el caso del PSA81, el cual sólo se refirió directamente al proceso guatemalteco en dos ocasiones. La omisión fue la dinámica de las sesiones parlamentarias a las que ya hemos hecho referencia, de la prensa a la que hemos tenido acceso82, y de los documentos partidarios producidos por los dos PSA que coexistieron, luego de una división que, al parecer, ocurrió en la primera mitad de 194683. Al igual que en las demás expresiones del socialismo, su omisión de lo guatemalteco contrasta con el interés por procesos, fuerzas y personalidades globales y continentales presentes en su periódico84 y en los documentos referidos85.

La primera excepción, es la de una columna firmada por el aprista Ciro Alegría86. Allí, el novelista sostuvo que lo sucedido en Guatemala, así como en El Salvador, Bolivia y Ecuador, se trataba de una “revolución por las cuatro libertades” que, en base a la declaración de Roosevelt, impulsaba la “insurgencia popular” del “pueblo latinoamericano”, que se aprestaba enérgicamente a derrocar los “Gobiernos de fuerza”. A juicio del autor, esa dinámica, que se extendía también al respeto que ciertos militares latinoamericanos tendrían por la democracia87, era parte del proceso mayor de larga duración donde comenzaba “a completarse, con un contenido ideológico, la revolución de la independencia. Con la necesaria modernización del concepto de democracia que requieren los tiempos”88. Respecto del interés del socialismo auténtico por la revolución guatemalteca, pensamos que esta columna, y su particular protonacionalismo latinoamericano89, nos habla más de la posición del APRA que la del PSA, en tanto contrasta con lo escrito y practicado por el partido durante todo el período. No obstante, no deja de ser interesante por dos razones. En primer lugar, porque permite constatar que las referencias del PSA a Roosevelt eran algo más que apropiaciones tácticas, en tanto ésta y otras publicaciones indican que aquello formó parte de sus concepciones, tal como ha sido señalado por Ulianova90. Y en segundo lugar, debido a que si se compara esta referencia con la realizada por la Brigada Universitaria del PSCh que revisamos en las páginas anteriores, damos cuenta de que aquello que hemos denominado Buena Vecindad desde abajo, Panamericanismo desde el Sur, o que bien podría llamarse “Rooseveltianismo latinoamericano”, fue una idea fuerza relativamente transversal de la matriz populista del socialismo chileno, lo cual otorga aún más sentido a las afirmaciones de Yopo91.

La segunda excepción fue protagonizada por el senador Eliodoro Domínguez en el marco del saludo diplomático a la independencia de las naciones centroamericanas. Su referencia a Guatemala tiene un carácter tibiamente programático, en tanto gira en torno al reconocimiento de la democratización política, la extensión de la cultura a las clases populares, y la iniciativa de construir “una economía esplendorosa”, que estaría teniendo lugar bajo el patriotismo de “un maestro y de un estadista de verdad”, con quien habría compartido en el pasado “comunes inquietudes por la grandeza espiritual de América”, lo cual, en caso de ser efectivo, refuerza la idea de que la omisión es una apropiación, en tanto ejercicio relativamente consciente. Ahora bien, debemos agregar que Domínguez no le otorga a lo anterior, ni explícitamente ni implícitamente, ningún tipo de significación centroamericana, latinoamericana o global, lo cual se deduce que el tono de su discurso no cambia demasiado de lo que señala luego de El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. De hecho, lo anterior se confirma al notar cierto paternalismo chileno para analizar la trayectoria de Centroamérica, puesto que se refiere al “destino de esos países que miran hacia nosotros y hacia el destino de la cultura chilena” y a la “veneración” que sentían ellas por “nuestras instituciones democráticas”92. En suma, se habla de un Gobierno virtuoso, pero no de una revolución, apropiación que refuerza la idea de que el PSA era un partido “tibiamente reformista y escasamente marxista”93.

En conclusión, la tendencia general de la recepción de la revolución guatemalteca por parte del socialismo chileno entre 1944 y septiembre de 1952 es la omisión. Como vimos, esto no es homologable a su desconocimiento puesto que, más bien, se trata de su eclipsamiento en función de la gravitación que tenían otros procesos globales para el socialismo chileno en este período, en particular, la acción de la II Internacional en Europa Occidental y Estados Unidos, y en América Latina, la Alianza Popular Revolucionaria Americana y la de Acción Democrática. Y en efecto, sólo para el PSCh reconfigurado por el ingreso del segmento fugado desde el PSP, la revolución guatemalteca dejó de ser epifenómeno y se transformó en proceso singularizable al final de este período.

En esa línea, las pocas referencias que realizan el PSCh y el PSA entre 1944 y octubre de 1948 acerca del proceso guatemalteco, tienden a caracterizar sus dinámicas a la manera de un epifenómeno que se desprende de esos otros procesos globales que sí les concitaban un interés de primer orden. Como hemos constatado, en el PSCh esto es transversal a sus tendencias, en tanto bajo la conducción de Bernardo Ibáñez la referencia superficial al proceso guatemalteco se relaciona con el esfuerzo de erigir la sección americana de la II Internacional; mientras que, al alero de la conducción de Raúl Ampuero, la juventud partidaria asoció el proceso democratizador guatemalteco a las cuatro libertades de Rossevelt y a la instalación de la Buena Vecindad en el Caribe. En la misma línea, Allende dio cuenta de su participación secundaria en las dinámicas del continente lideradas por la Acción Democrática de Betancourt. Por su parte, las mínimas referencias del PSA al proceso guatemalteco tuvieron similitud a las de sus pares del PSCh, en tanto asociaron también el proceso guatemalteco a las ideas de Roosevelt y a la política exterior norteamericana, aunque con el distintivo de valorar el rol del Presidente guatemalteco en la tarea de democratizar su país a la usanza chilena. Por último, cabe destacar que, en lo común de las recepciones del PSCh y el PSA, la asociación del proceso guatemalteco a Roosevelt y a la Buena Vecindad aporta a la afirmación de un protonacionalismo latinoamericano que tiene como particularidad el no ser antiimperialista frente a EEUU, sino que más bien, la expresión sureña, periférica o subalterna del Panamericanismo, o si se quiere, una suerte de “Roosveltianismo Latinoamericano”.

Finalmente, en la recepción realizada entre 1948 y septiembre de 1952 vuelve a predominar la omisión en el PSCh, en el nuevo PSP, y en lo que quedaba del PSA, lo cual implica la continuidad del eclipsamiento de lo guatemalteco en función de otros procesos globales. Sin embargo, se observa un cambio en el PSCh luego de su unificación con el segmento fugado del PSP, a partir de lo cual la recepción del proceso guatemalteco aportará a reconfigurar su tercerposicionismo, integrante de su concepción populista, desde la preponderancia del antisovietismo a la del antinorteamericanismo.

III. Guatemala en el centro de la lucha interimperialista (septiembre de 1952-1959)

Como señalamos anteriormente, el ascenso del coronel Jacobo Arbenz a la presidencia y el despliegue de medidas antiimperialistas y antimonopólicas de su gobierno94 profundizaron el proceso de autonomización relativa de las clases subalternas del Bloque Revolucionario95. Para algunos autores, esta dinámica agudizó la lucha de clases, lo que se verifica, de un lado, en la radicalización de los sectores recién mencionados, y de otro, del imperialismo norteamericano96, así como de las filas reaccionarias internas de Guatemala97. Todo lo anterior terminó por decantar en la instalación de la contrarrevolución por la vía del golpe de Estado de las Fuerzas Armadas que, permitido por la invasión de una fuerza militar irregular desde Honduras, instaló la Dictadura del Teniente Coronel Carlos Castillo Armas. A partir de ese momento, el imperialismo norteamericano junto a las clases dominantes guatemaltecas intentó transformar al país en una “vitrina anticomunista” para América Latina, cuyos cristales, amén de la lucha inter-facciones del nuevo Bloque Contrarrevolucionario, cayeron al suelo de manera dramática con el magnicidio del Dictador el 26 de julio de 1957. Todo esto, a la postre, decantará en la reconfiguración y agudización de la lucha de clases y la violencia política como forma de mediación por excelencia a lo largo de la totalidad de la segunda mitad del siglo XX, en donde la emergencia de la revolución cubana fue indudablemente, para lado y lado, un parteaguas98.

En el ámbito nacional, los partidos socialistas que sobrevivieron a la década del 40, es decir, el PSP y el PSCh, siguieron caminos distintos durante la primera mitad de la década del 50, acercándose en el segundo lustro de ella, y reunificados en un solo partido bajo la tesis del Frente de Trabajadores en julio de 1957, lo cual tuvo lugar en el XVII Congreso General Ordinario. A propósito, es de interés señalar dos hitos. En primer lugar, que fue el PSP el que promulgó la tesis del Frente de Trabajadores en su XVI Congreso Ordinario de 1955, la cual reconfiguró la política de alianzas que mediatizaba su estrategia “nacional-revolucionaria”, en tanto, una vez fracasado el intento de transformar el Gobierno de Ibáñez del Campo en una revolución de liberación nacional y socialista de tercera posición, se clausuraba cualquier tipo de entendimiento de mediano y largo alcance con la burguesía y la pequeña burguesía. Y en segundo lugar, que la asistencia de dicho partido a la fundación del Frente de Acción Popular (FRAP) en febrero de 1956, junto al PSCh, el PCCh y otras agrupaciones políticas menores, fue uno de los antecedentes significativos en lo que hemos señalado como hito final, es decir, la reunificación del socialismo chileno en un sólo partido99.

Con todo, las preguntas son ¿qué recepcionó el socialismo chileno del proceso guatemalteco en este período? ¿Qué continuidades y cambios pueden observarse en ello con respecto al período de 1944- septiembre de 1952? A nuestro entender, el nuevo periodo tiene cambios importantes para el socialismo chileno, debido a que el proceso guatemalteco comenzó a llamar la atención e interés tanto del PSCh como del PSP, aunque el grueso de las referencias se sitúa entre 1954 y 1956 (mientras las anteriores y ulteriores son más bien coyunturales o excepcionales). Otra dimensión del cambio es que existe un esfuerzo por caracterizar a la revolución y los actores políticos que la confrontan y derrocan. En esa línea, sostenemos que la recepción de ambos elementos aportó a la reconfiguración del tercerposicionismo socialista, puesto que contribuyó a acentuar el elemento antinorteamericano100 de su antiimperialismo, y con ello, a resignificar su protonacionalismo latinoamericano en dicha clave.

Ilustrativo es el caso del PSP durante el período previo a la reunificación partidaria de 1957. Ya antes de 1954, es posible observar una ruptura en los contenidos recepcionados, los cuales varían según el militante que haga la referencia en el parlamento101. Esta ruptura podemos ubicarla en el discurso del entonces Secretario General del PSP, Aniceto Rodríguez102, poco después del triunfo presidencial de Ibáñez del Campo. Allí, sostuvo desde una posición tan antinorteamericana como antisoviética que la “democracia viva” de la revolución guatemalteca, que era esencialmente su reforma agraria y su “firme política antiimperialista”, les asemejaba a los procesos abiertos en Bolivia, los países arábigos, la India y los países nórdicos dirigidos por la “socialdemocracia progresista”. Si bien Rodríguez apuntaba a que éstos regímenes tenían diferencias significativas entre sí, todos tenían en común no ser “presa fácil del sovietismo” debido a su pujanza por el progreso nacional, diferenciándose de otros países como Chile, donde la “telaraña tenebrosa” de la represión anticomunista, amén del entrelazamiento de los intereses de la burguesía nacional y el imperialismo norteamericano, envolvía a la totalidad del movimiento sindical y buena parte de los partidos políticos, abriendo la puerta a que el comunismo penetrase con la facilidad de “un cuchillo en la mantequilla caliente”103.

Este discurso, que corresponde a la única ocasión en que el PSP se refirió a Guatemala mientras duró su filiación al Gobierno de Ibáñez, da cuenta de dos cosas interesantes relacionadas entre sí. En primer término, es bastante discutible la idea existente de que entre las afirmaciones del Programa de 1947 y la enunciación del Frente de Trabajadores por parte del PSP en 1955 hay una distancia que responde únicamente a problemas de orden estratégico y táctico104. Esto porque la referencia a la revolución guatemalteca del otrora Secretario General se limita a identificar un horizonte revolucionario, cuya diferenciación de los ideales de la “socialdemocracia” -y con los del “socialismo revolucionario”105- no es del todo clara. A su vez, dicho horizonte no está sustentado sobre clases sociales, sino que hay un empuje de un “Gobierno” y un “pueblo” que, pese a incorporarse a las “mejores páginas de la historia americana”106, se explica exclusivamente a partir de la geopolítica y no de la lucha de clases. De esto, se desprende que la negación del carácter nacional de la burguesía chilena, en base a la identificación de su subordinación al imperialismo norteamericano, se trata de una constatación práctica antes que, de una inferencia teórico-política, puesto que, en las palabras de Rodríguez, las burguesías de otros países sí tienen un carácter nacional. Y en segundo lugar, que el proceso de reconfiguración del tercerposicionismo del populismo del PSP, desde el antisovietismo al antinorteamericanismo, no giró del Oeste al Este de manera automática, del mismo modo que su componente latinoamericanista y tercermundista no emergió completamente en ruptura respecto a la socialdemocracia global, al menos no a la nórdica, todo lo cual contribuye a confirmar y enriquecer las afirmaciones realizadas por Ulianova107.

Ahora bien, sería artificioso sostener que los contenidos de recepción de Rodríguez no variaron hacia 1953, puesto que se observan cambios tanto en el momento en que se acentuaba la brecha entre el PSP y el Gobierno vigente, como luego, cuando se verifica la ruptura de esa relación. Respecto al primer momento, son del todo reveladoras las palabras que el diputado Alejandro Chelén Rojas108 dedicó a refutar la acusación que la Radio Sociedad Nacional de Minería descargó sobre la revolución guatemalteca, respecto de su supuesto carácter comunista, en las cuales, si bien se identifica la continuidad del predominio del análisis geopolítico por sobre el de la lucha de clases, no hay rastros del antisovietismo analítico de Rodríguez ni tampoco de la relación entre las luchas de América Latina y el tercer mundo con la socialdemocracia global109. Así mismo, es de interés la asociación que el diputado Heriberto Alegre110 estableció entre el parlamento guatemalteco, otras fuerzas políticas del continente, y la solidaridad chilena hacia la figura del venezolano Betancourt al momento de promover el que Chile se negase a participar de la X Conferencia de Caracas111. Esto último, que podría aparentar la continuidad del eclipsamiento de lo guatemalteco tras lo venezolano, no es extraño112, aunque aporta a matizar la idea de que el PSP se insertó a la década del 50 rompiendo sus vínculos con Acción Democrática113.

Con respecto al segundo momento de 1953, nuevamente son significativas las afirmaciones de Chelén Rojas, en cuyo contenido predomina la continuidad con respecto a lo que mencionamos antes, aunque con una ligera variación. En esta ocasión, el diputado se refirió a que la revolución guatemalteca, otros procesos del continente, y las lecciones del demócrata norteamericano Henry Wallace114, contrastaban con la actitud sumisa y mixtificadora que el Gobierno chileno había demostrado al verificarse el embargo y la pérdida de un cargamento de cobre en Alemania, lo cual habría ocurrido por mano norteamericana con el pretexto de que éste iría a países ubicados detrás de la “cortina de hierro”. A todas luces, para Chelén, la continuidad de la desnacionalización del comercio exterior hacia imperioso constatar que:

Bolivia, Guatemala y Costa Rica nos están dando el ejemplo. El pueblo chileno reclama que su Gobierno, que él eligió para que adoptara una política internacional semejante, se una al de aquéllas para encabezar un movimiento continental que, por sobre las ruinas del hipócrita panamericanismo, cree un nuevo sistema de convivencia continental fundado en el respeto de la dignidad y de los intereses vitales de nuestra América morena115.

La variación a la que nos referimos es el enlazamiento de Wallace con las dinámicas de la revolución guatemalteca, boliviana y costarricense frente a la coyuntura señalada, la cual nos habla de que el “hipócrita panamericanismo” que ha de ser enterrado por la unidad de la “América Morena” es el de su presente, mas no el del pasado. En ese sentido, es indicativo de cómo el proceso guatemalteco y la apropiación de su antiimperialismo incide en la radicalización del elemento protonacionalista latinoamericano propio del tercerposicionismo socialista, reconfigurando lo que en el período anterior habíamos denominado Panamericanismo desde el Sur o Buena Vecindad desde abajo, aunque sin romper de manera total con aquello.

En suma, el panorama de la recepción de la revolución guatemalteca entre 1952 y 1953 en el PSP incidió en la reconfiguración de las características de su tercerposicionismo, en tanto su apropiación aporta al desplazamiento de su enemigo principal desde el Este al Oeste, y en paralelo, al reforzamiento de su apuesta por el protagonismo latinoamericano y tercermundista en la dinámica global, aunque sin que se verifique un quiebre total con el pasado. Así mismo, aportó a vigorizar el carácter antiimperialista, antioligárquico, nacional y democrático de su programa político. De esa manera, la apropiación de la dinámica guatemalteca es un insumo más en el proceso de renovación de sus estrategias y tácticas, y con ello, a la reconfiguración de las características de su concepción populista.

Siendo ese el panorama, ¿qué continuidades y cambios se verifican en los contenidos de la recepción situada en los últimos dos años de existencia del PSP? Puede decirse con toda propiedad que, respecto a la caracterización de la revolución, en tanto horizonte revolucionario y Bloque Revolucionario, no sufrió mayores variaciones en cuanto a lo afirmado por Chelén Rojas, y por lo mismo, el cambio más relevante es que la matriz analítica anticomunista verificada en las palabras de Rodríguez no volvió a manifestarse. En esa línea, el centro de la caracterización de la revolución continuó estando en la calificación de su horizonte político, que a la sazón tenía un “sentido democrático de justicia social y de dignidad nacional”, de “recuperación nacional”116, o “nacional, popular y democrático”117, el cual articulaba medidas como la reforma agraria, el código del trabajo y las de “seguridad social”118 en general, las cuales habrían “ampliado” el régimen democrático119. Así mismo, en la valoración de los liderazgos revolucionarios de Juan José Arévalo, Jacobo Arbenz y Guillermo Toriello120. Y sin embargo, muy poco interesada en la precisión de las características del Bloque Revolucionario, del cual sólo se dijo que estaba compuesto por “fuerzas democráticas”121, que el comunismo guatemalteco participaba en él122, a la vez que la referencia a una “clase indígena” tuvo un sentido altamente paternalista, en tanto se señala que se beneficiaba de las transformaciones mediatizadas por los liderazgos revolucionarios, pero nada se dijo acerca de su rol en la iniciativa popular123.

Hasta aquí, la caracterización de la revolución no deja de ser sorprendente, en tanto se inscribe en la temporalidad de elaboración y despliegue del Frente de Trabajadores, lo cual nos habla de lo arraigadas que continuaron estando las concepciones populistas de este segmento del socialismo. Con todo, los contenidos recepcionados indican que fueron un insumo más en la reafirmación del horizonte de la Liberación Nacional, de la valoración de los liderazgos políticos, y de la alianza con el comunismo chileno.

Lo anterior se verificó de igual manera en la caracterización de la emergencia de la contrarrevolución, en tanto no existe una problematización de cómo operó el rol de la burguesía guatemalteca, ni de la reacción interna en general. En esa línea, las afirmaciones del socialista popular y Embajador de Chile en Guatemala, Federico Klein Riedel124, en un documento confidencial para la cancillería chilena constituyen una total rareza respecto a lo apuntado por la hechura partidaria125. En efecto, las pocas alusiones126 que se hicieron acerca de dicho actor político se centraron en destacar el vínculo existente entre las “fuerzas mercenarias”127 o los “bandoleros armados”128 de Castillo Armas, el imperialismo norteamericano y los Estados dictatoriales centroamericanos. La única excepción es lo afirmado por el senador Eugenio González129, aunque ciertamente el elemento extranjero sigue siendo predominante, y la reacción interna se asocia más a los estertores del pasado pre-revolucionario que a un resultado de la agudización de la lucha de clases130. Por lo mismo, la caída de la revolución guatemalteca no se explicó como un Golpe de Estado de las FFAA, sino que eminentemente como una intervención extranjera, donde el imperialismo norteamericano había intercedido a través de un “país limítrofe”131.

Por lo mismo, uno de los aportes más relevantes de la recepción del proceso guatemalteco fue el reforzamiento del elemento antinorteamericano, antioligárquico y latinoamericanista en el populismo tercerposicionista del PSP. Para dicho partido, la intervención del imperialismo norteamericano en Guatemala bajo la bandera del anticomunismo, y junto al beneplácito de las oligarquías latinoamericanas, había subordinado a América Latina en el marco de la Guerra Fría, cuya expresión material eran las implicancias que tenían las resoluciones de la X Conferencia Interamericana de Caracas para el futuro de las naciones latinoamericanas132. Con lo anterior, la constatación de la ruptura de la Buena Vecindad de Roosevelt aportó a resignificar la historicidad de la relación entre EEUU y América Latina, en tanto pasaba a afirmarse que esa dinámica se encontraba en continuidad con la permanente negación de EEUU a suscribir el principio de no-intervención en la totalidad de las Conferencias Interamericanas, y su rol en la instalación y mantención de las dictaduras que imperaban en el Caribe133. De esta manera, las repercusiones continentales de la intervención del Imperialismo Norteamericano en Guatemala hacían mirar al pasado y el futuro de América Latina, llevando a negar la existencia de intereses comunes entre ambos actores, así como afirmar que la única salida posible era la unidad antiimperialista de los pueblos latinoamericanos para conseguir su Liberación Nacional. Al respecto, es ilustrativo el discurso ofrecido por Eugenio González en el Senado al analizar las implicatorias de la X Conferencia de Caracas:

Cada Estado latinoamericano, aislado, poco vale, aun aquellos más poderosos. Todos ellos unidos pesarían en la política mundial. ¿Es esto utópico? Todavía no se dan las condiciones para que sea posible, pero bien puede obrar el viejo ideal bolivariano tan infaustamente utilizado por la hipocresía diplomática de las conferencias internacionales como el principio rector de una política de larga perspectiva. Antes que empeñarse en mantener un panamericanismo ficticio, a base de la aceptación por parte de la América Latina de los designios de los Estados Unidos, sería saludable para nuestros pueblos que sus gobiernos buscaran la concertación de sus esfuerzos en vastos planes de integración económica, cultural y política que les permitieran superar el estado de crisis orgánica en que viven y defenderse de cualquiera pretensión hegemónica de poderes imperialistas.

Ningún pueblo latinoamericano puede alcanzar por sí solo su liberación nacional. Necesitan los unos de los otros: no en balde son fragmentos complementarios de una gran unidad perdida que es indispensable restablecer, no sobre consideraciones del pasado como lo sueñan los ideólogos reaccionarios de la Hispanidad, sino en función de imperativos de la época que apuntan al porvenir134.

Por último, cabe agregar que la apelación al elemento protonacionalista latinoamericano que González realizase en esa ocasión no constituyó una excepcionalidad, en tanto ésta estuvo presente en buena parte de la recepción del proceso guatemalteco135.

En suma, entre septiembre de 1952 y 1956, la recepción del proceso guatemalteco por parte del PSP aportó a reconfigurar el antiimperialismo y el latinoamericanismo propio de su política de tercera posición, en tanto la confrontación con el Estado norteamericano adquiría ahora un carácter central. En esa línea, la valoración del horizonte político de la revolución guatemalteca, sus medidas programáticas y sus liderazgos revolucionarios, a la vez que la resignificación de la relación entre EEUU y América Latina, contribuyeron a reconfigurar las características de su concepción populista. Como vimos, la discontinuidad de esta dinámica se demarca en el cambio que operó en la perspectiva del partido desde la posición del Secretario General Aniceto Rodríguez en 1952 hacia el resto del período. Con todo, la recepción del proceso guatemalteco constituyó un precedente más en la transformación de la concepción política de este partido desde el populismo hacia el híbrido marxista y populista.

Antes de pasar a otro tema, hacemos un breve paréntesis para problematizar la relación entre la dinámica de recepción del PSP y la obra de uno de sus intelectuales más reconocidos: Oscar Waiss. Se ha señalado que la recepción que éste hiciera de ciertos procesos nacionalistas - entre ellos, el guatemalteco- tuvo una gran relevancia para la hechura partidaria, en tanto insumo relevante a la hora de “desarrollar una justificación teórica sobre la vinculación entre nacionalismo y socialismo”136. Al respecto, sugerimos matizar esta afirmación. Si revisamos con atención lo señalado por Waiss en la primera edición de una de sus principales obras de esta época, se denota que su admiración por el fenómeno guatemalteco no es equiparable a la experiencia revolucionaria boliviana o costarricense, en tanto hay un problema interno al que el intelectual dirige más de un dardo: la fuerte presencia del comunismo guatemalteco en la dirección de la revolución, lo cual es atribuido a la incapacidad de los demás sectores revolucionarios de generar una auténtica conciencia nacional137. En efecto, es notable cómo en su “epílogo sangriento”, dedicado a la caída de la revolución guatemalteca, este problema no deja de ser un hilo conductor, en tanto factor que favorece al desarrollo de la ofensiva del imperialismo norteamericano138. En ese sentido, para Waiss el proceso es importante en la medida en que es simultáneo a otros procesos nacionalistas, pero en ningún sentido es en sí mismo, faro o guía para los demás pueblos del continente. ¿Cuál es la relación entre las reflexiones del intelectual y el conjunto del PSP? Respecto al problema que nos interesa, cobra sentido la afirmación de Fernández, en cuanto a que durante este periodo, es posible observar una tensión entre intelectuales y dirigentes partidarios139, en tanto el latinoamericanismo de Waiss es disruptivo respecto a las afirmaciones de Rodríguez con las que comenzamos este apartado, a la vez que también tiene sus matices en relación a las tendencias de recepción instaladas desde 1953 en el seno del partido, vale decir, la reflexión del intelectual no se traducen necesariamente en un lineamiento político y orgánico respecto al proceso guatemalteco.

Revisemos ahora el caso del PSCh antes de su reunificación con el PSP. Para comenzar, no puede dejar de señalarse que buena parte de las intervenciones realizadas por el comité parlamentario de la Cámara de Diputados corresponden, en realidad, a diputados del PCCh, en tanto el PSCh “camufló” a algunos de sus candidatos en las elecciones de 1949 y de 1955. Esto es relevante en la medida en que permitir al comunismo chileno referirse al proceso guatemalteco desde su tribuna indica que, al menos en esta materia, su posición no estaba en antípodas con lo que ese actor afirmaba a partir de su tesis del Frente de Liberación Nacional140, lo cual contribuye a enriquecer lo señalado por Ulianova acerca de la inserción internacional de este segmento socialista durante la década del 50141.

Ahora bien, las referencias que realizó el PSCh con respecto al proceso guatemalteco entre 1954 y 1956, profundizaron los contenidos que ya había recepcionado antes de septiembre de 1952 y, además, a diferencia del PSP, en su recepción se observa el carácter monolítico de las características del análisis de la revolución y la contrarrevolución guatemalteca, en tanto no varían en función de tendencias. Sin embargo, una dinámica que sí lo asemejó al PSP es la forma en que se caracterizó la revolución. Al respecto, puede revisarse que la mayoría de las definiciones del proceso se refieren, dependiendo de la coyuntura, a su carácter “nacionalista, “de avanzada”, de “defensa de su soberanía”, un “régimen de libertad”, que camina “hacia su independencia”142, su carácter “democrático”, su “espíritu pacifista”143, o su “contenido de justicia”144. Sin embargo, no se refirió a las características del Bloque Revolucionario que sustentaba dicho horizonte. Por el contrario, normalmente la valoración del horizonte de la revolución estuvo acompañada a sus liderazgos políticos, lo cual se centró mucho más en las figuras de Juan José Arévalo y la de Guillermo Toriello que en la de Jacobo Arbenz145. A propósito, destaca lo sostenido por Salvador Allende cuando defendió a Arévalo ante la propaganda que, apostada en las calles de Santiago, lo acusaba de ser un agente del cominform:

Me parece innecesario ensalzar la personalidad del doctor Arévalo, que ha llegado a ser no sólo el jefe legal, sino el jefe espiritual de su patria (…).

Señor Presidente, no me corresponde analizar, ni deseo hacerlo, la gestión del Presidente Arévalo en la acción constructora de la revolución guatemalteca. Sólo quiero hacer presente esta tarde que, con él, se inicia efectivamente la vida democrática de su país y que a él se debe toda la legislación social que hoy tiene el pueblo guatemalteco146.

Ahora bien, otro contenido de recepción similar al del PSP, es el de centrar el análisis de la reacción guatemalteca en los segmentos exiliados financiados por el “oro corruptor” de la UFCo, apostados en Honduras y Nicaragua a manera de “pequeños ejércitos de bandoleros”147. Sin embargo, no se pondrá atención a la reacción que se encontraba al interior de Guatemala, y por lo mismo, la caída de la revolución se explicará a partir de la invasión de las tropas de Castillo Armas, pero no del Golpe de Estado de las FFAA que se precipitó a partir de lo anterior148.

Este eclipsamiento de la reacción interior guatemalteca en la recepción, al igual que en el caso del PSP, se explica por la importancia asignada a EEUU, como resultado de la caracterización realizada del imperialismo norteamericano y su relación con América Latina. Al respecto el diputado Sergio Salinas sostuvo que la mejor representación de las implicancias de la X Conferencia de Caracas había sido producida por la Revista Topaze:

He aquí, señor Presidente, el resultado de la Conferencia de Caracas. Este dibujo que muestro a los señores Diputados indica la puerta de un hotel, un globo de luz en el que se lee: "Hotel Caracas"; bajo él hay una mujer llorosa, cansada y suplicante, con la leyenda: "América Latina", y un hombre a medio vestir sale satisfecho y con un porta documentos con las iniciales del representante del Departamento de Estado de los EE. UU. Todo esto con el título "La mal paga149.

En ese sentido, se verifica que la resignificación del imperialismo norteamericano giró en torno a cuatro ejes. En primer término, se trató de la constatación de que la alianza del Departamento de Estado norteamericano con la UFCo en el problema guatemalteco daba cuenta del fin de la Buena Vecindad, y con ello, el regreso al Gran Garrote150. En segundo lugar, la conceptualización del conflicto del Caribe a través de la oposición del Totalitarismo y la Democracia, siendo Nicaragua y Guatemala sus polos hegemónicos, respectivamente151. En tercer lugar, la resignificación del sistema Interamericano, en tanto pasaba a afirmarse que EEUU había utilizado todas las conferencias pasadas para anexionar a América Latina, y con ello, había obstaculizado las discusiones referidas a los problemas económicos del continente y se había negado permanentemente a firmar el principio de No-intervención152. En cuarto y último lugar, se trató de la constatación de que la “Bandera anticomunista” que hacía flamear Estados Unidos, tenía como principal interés reforzar su dominación sobre América Latina153.

En suma, la gran diferencia de la recepción que realizó el PSCh frente a la del PSP es que hay continuidad en los contenidos de recepción, existiendo profundización de lo afirmado anteriormente a septiembre de 1952. Sin embargo, la recepción y apropiación del proceso guatemalteco tuvo características muy similares a las del PSP una vez que quebró su lazo con el Gobierno de Ibáñez del Campo, donde posiblemente, la única distinción significativa que puede observarse es que el PSCh no apeló de manera muy frecuente ni profunda al elemento protonacionalista latinoamericano, aunque sin duda estuvo también presente de manera ocasional154.

Otro elemento común de la recepción del PSP y el PSCh respecto del proceso guatemalteco en este período es que, una vez caída la revolución, no dedicasen mayores esfuerzos a caracterizar el tipo de régimen político que se había instalado con la contrarrevolución en Guatemala, pese a que se mencione su existencia en algunas ocasiones, a propósito de la condena de la totalidad de las dictaduras caribeñas155. A nuestro juicio, esto nos habla de una especie de coyunturalismo transversal al socialismo chileno, puesto que ese elemento contrasta con lo realizado por los parlamentarios del PCCh que hacían uso de la bancada del PSCh156.

No obstante, es necesario señalar que se verifican ciertos cambios en la recepción del PSP respecto a la realidad guatemalteca, no en su cantidad, sino que en su cualidad. En este sentido, si bien no existe un análisis tan minucioso de las dinámicas del régimen político contrarrevolucionario como el que hiciera Klein Reidel en el ya mencionado documento confidencial157, se observa, que en ciertos boletínes de circulación interna se distingue la existencia de fuerzas externas e internas que sostienen a las dictaduras centroamericanas, entre ellas, la guatemalteca. Al respecto, establecen -al calor de las vinculaciones del PSP con el Comité Consultivo de la Internacional Socialista en América Latina y del proyecto de realizar un Congreso de Partidos Democráticos Latinoamericanos- la existencia de una alianza entre los intereses norteamericanos (y en particular, el Partido Republicano), con las clases feudales locales y la Iglesia Católica158.

En 1958, el PSCh ya reunificado continúo recordando la caída de la revolución guatemalteca a razón de ciertas coyunturas nacionales, como la expropiación de ciertas tierras en Magallanes159, o ante los problemas de Hungría y Egipto, donde el sentido de las referencias era el de enrostrar a la derecha chilena que el partido tenía como filosofía y tradición el rechazar la intervención extranjera, lo cual operaba tanto para el imperialismo norteamericano como para la URSS160. Y así mismo, en 1959, cuando el PSCh defendió la legitimidad de la revolución cubana, denunció que el modus operandi del imperialismo norteamericano era similar al que habían utilizado con Guatemala, a la vez que se afirmaba que el carácter de la revolución cubana era continuidad de la guatemalteca. A respecto, el senador Gerardo Ahumada sostenía que:

(…) en la prodigiosa isla de Cuba se ha producido una revolución ejemplar, que, a distancia, se enlaza y encuentra cierta similitud doctrinaria con la revolución guatemalteca de Arévalo y de Arbenz. Un hombre audaz, inteligente y patriota, Fidel Castro, cuyo sitio en la lucha por la emancipación económica de Latinoamérica dependerá de los acontecimientos que hoy estremecen al Caribe, ha podido, con la colaboración ferviente de los campesinos, de los guajiros, derrocar a un régimen nefasto, que mantenía en la ignominia a su patria (…)”161

En conclusión, entre septiembre de 1952 y 1959 la recepción del proceso guatemalteco del socialismo chileno tuvo más elementos comunes que diferenciadores. En ese sentido, el elemento distintivo es el anticomunismo y el antisovietismo analítico con el que el PSP comenzó apropiándose del proceso, cuestión que comenzó a modificarse a contar de 1953, mientras el PSCh profundizaba lo que ya había planteado anteriormente a este período. A partir de allí, lo común desborda a las diferencias, ya que tanto el PSCh como el PSP tendieron a caracterizar la revolución en torno a la valoración de su horizonte político y de sus liderazgos, sin poner mayor atención al carácter de clase de su Bloque Revolucionario. Así mismo, comprendieron la instalación de la contrarrevolución como una acción eminentemente extranjera, descuidando u omitiendo el rol de la reacción interior de Guatemala, la cual, a la postre, fue la que dio el Golpe de Estado a Arbenz una vez que el ingreso de las tropas de Castillo Armas permitió realizarlo162. Por último, es común a los dos partidos el desinterés por caracterizar el régimen que emergió en Guatemala con la contrarrevolución. Luego de la reunificación del socialismo chileno, se demuestra la continuidad de todos los elementos anteriores, los cuales se extienden a la emergencia de la revolución cubana.

En suma, el principal aporte de la recepción del proceso guatemalteco en el conjunto del socialismo chileno fue el de acentuar el elemento antinorteamericano y latinoamericanista en su tercerposicionismo, aportando así a la reconfiguración las características de su concepción populista.

Conclusiones Generales

La recepción de la revolución y la contrarrevolución en Guatemala por parte del socialismo chileno, fue un insumo más en el proceso de reconfiguración política experimentado por esta colectividad entre 1944 y 1959.

En un primer momento (1944- septiembre de 1952), la revolución guatemalteca no concitó el interés del socialismo chileno, debido a que sus dinámicas se eclipsaron bajo la gravitación de los procesos globales guiados por la II Internacional y la Acción Democrática de Betancourt. Por lo mismo, las pocas referencias que realizó el PSCh (antes de su división) y el PSA a propósito del proceso guatemalteco tuvieron en común la asociación de sus dinámicas al ideario democratizador en clave “rooseveltiana” y de la Buena Vecindad, aportando, para cada partido, a la afirmación de un protonacionalismo latinoamericano que no tenía como característica política la confrontación con EEUU, sino, más bien, se singularizaba en otorgar una lectura sureña o desde abajo al Panamericanismo. En lo distintivo, el PSA atribuyó la democratización política y cultural guatemalteca al influjo y la admiración de la tradición chilena, mientras que el PSCh otorgó al proceso guatemalteco un rol de participe secundario o terciario en el ciclo continental liderado por Acción Democrática. Fuera de esas referencias, el silencio se sedimentará como continuidad en el emergente PSP y en los vestigios del PSP. El PSCh, una vez fusionado con el segmento fugado del PSP, será el único retazo del socialismo chileno en el que se observa un cambio dentro de este período, puesto que, a partir de 1952, comenzó a singularizar el proceso guatemalteco, del cual se apropió en función de acentuar o profundizar el elemento antinorteamericano de su tercerposicionismo, matizando así su antisovietismo y contribuyendo a reconfigurar su concepción populista.

En un segundo momento (septiembre de 1952-1959), el PSP, el PSCh, y el partido emergido desde su reunificación, se interesaron por el proceso guatemalteco de manera singular y no sólo como epifenómeno, aunque no por ello dejen de existir silencios que nos hablan de un asunto que hemos denominado como coyunturalismo socialista.

En general, la recepción del proceso guatemalteco por parte del PSP y del PSCh tuvo más elementos comunes que diferencias. En las diferencias, se denota que el PSCh anterior a la reunificación profundizó en los contenidos que había afirmado desde antes de septiembre de 1952, mientras en el PSP se verifican una ruptura y un cambio. Por una parte, se quiebra el silencio del período precedente, y por otro, su matriz de análisis del proceso girará desde el antisovietismo y el anticomunismo al antinorteamericanismo. Así mismo, una vez dados esos cambios en el PSP, éste segmento será mucho más categórico a la hora de afirmar la ruptura total de la comunidad de intereses panamericanos y de afirmar el elemento protonacionalista latinoamericano. También, a partir de allí, los elementos comunes de las recepciones del PSP y del PSCh desbordarán a lo divergente, en tanto ambos partidos compartirán una manera de caracterizar la revolución en la que lo relevante fue la valoración del horizonte político, sus medidas programáticas y el rol de los liderazgos revolucionarios, en perjuicio de la alianza de clases que daba cuerpo al Bloque Revolucionario. En la misma línea, compartirán una forma de comprender la caída de la revolución guatemalteca relevando el rol del imperialismo norteamericano e invisibilizando el de la burguesía nacional guatemalteca. Por último, el desinterés por caracterizar el régimen político emergido desde la contrarrevolución.

A la postre, dichos elementos comunes aportarán a que ambos partidos resinifiquen a EEUU y su relación con América Latina, revalorando su historicidad a la hora de comprender la intervención imperialista en Guatemala a la manera de un parteaguas que, anunciando el fin de la Buena Vecindad, invitaba a acentuar el carácter antinorteamericano de su tercerposicionismo, a matizar el antisovietismo y el anticomunismo, y a afirmar enérgicamente la emergencia de la comunidad protonacional latinoamericana como vía de salida a la Guerra Fría. Todos estos elementos, una vez reunificado el PSCh, se extenderán al incipiente despliegue de la revolución cubana, verificando la continuidad de la revolución guatemalteca y del modus operandi del imperialismo norteamericano.

En suma, el principal aporte de la recepción del proceso guatemalteco por parte del socialismo chileno a lo largo de 15 años, será el de acentuar los elementos antinorteamericanos y latinoamericanistas de su tercerposicionismo, matizando su antisovietismo, contribuyendo a reconfigurar las características de su concepción populista, y con ello estableciendo un precedente para que ésta ulteriormente se articulase con el marxismo.

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Libros y Artículos

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1 Para efectos de este trabajo nos referiremos como “socialismo chileno” a todas las tendencias que compusieron o fragmentaron el PSCh en el período estudiado, bajo el entendido de que independientemente de la trayectoria particular de una u otra tendencia, todas emergen desde dicho tronco histórico.

2Luis Corvalán Marquéz, Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile. Izquierda, centro y derecha en la lucha entre proyectos globales. 1950-2000, Valparaíso, América en Movimiento, 2019, p. 51-60.

3Marcelo Casals, El alba de una revolución. La izquierda y el proceso de construcción estratégica de la “vía chilena al socialismo. 1956-1970, Santiago, Lom Ediciones, 2010, p. 5-16.

4Al respecto, es de utilidad revisar los escritos de Ernesto Guevara anteriores al triunfo de la revolución cubana que se refieren a la revolución y la contrarrevolución en Guatemala, proceso del cual fue testigo ocular, y bastante más, en tanto se acercó allí a los comunistas del Partido Guatemalteco del Trabajo y a sus intelectuales, a la vez que se desempeñó como médico de los sindicatos. Estos escritos están presentes en el diario de su segundo viaje por América Latina, en sus apuntes de lectura, en sus artículos periodísticos, en las cartas a su familia y en sus poemas. En: Ernesto Guevara, América Latina. Despertar de un Continente, Bogotá, Ocean Sur, 2007, p. 73-149; Y también: Roberto García Ferreira, La CIA y el exilio de Jacobo Arbenz, Perfiles Latinoamericanos 28:13, México, 2006, p. 58-82; Roberto García Ferreira, La revolución guatemalteca y el legado del Presidente Arbenz, Anuario de Estudios Centroamericanos 38, Costa Rica, 2012, p. 41-78.

5Jorge Arrate da cuenta de que, en el proceso de su fuga hacia el socialismo chileno, una vez que el Partido Radical decidiese integrar el Gobierno de Jorge Alessandri, se relacionó con algunos diputados radicales a los que se denominaba popularmente como “guatemaltecos” debido a su oposición al derrocamiento del Gobierno de Jacobo Arbenz, como, por ejemplo, Ana Eugenia Ugalde. En: Jorge Arrate, Con viento a favor. Volumen I. Del Frente Popular a la Unidad Popular, Santiago, Lom Ediciones, 2017, p. 148-152. También es de interés revisar: Sebastián Rivera Mir, El otro exilio chileno en México y Guatemala, 1948-1951. Militancia transnacional en los orígenes de la Guerra Fría, Historia 50:1, Santiago, 2017, p. 209-240; Pablo Letelier, Revolución y contrarrevolución en Guatemala: recepción y reconfiguración programática del Partido Comunista de Chile (1945-1959), Divergencia 11, Valparaíso, 2018, p. 11-40.

6Joaquín Fernández, Nacionalismo y Marxismo en el Partido Socialista Popular (1948-1957), Izquierdas 34, Santiago, 2017, p. 26-49.

7Claudio Pérez, Hacía una historia de la izquierda chilena desde una perspectiva transnacional: La vía chilena al socialismo y los procesos políticos latinoamericanos, 1952-1970, Izquierdas 48, Santiago, 2019, p. 22-43. A lo anterior, deben sumarse los siguientes trabajos: Fabio Moraga, ¿Un partido indoamericanista en Chile? La Nueva Acción Pública y el Partido Aprista Peruano (1931-1933), Histórica 2:33, Santiago, 2009, p. 109-156; Sebastián Hernández, Apristas en Chile: circuitos intelectuales y redes políticas durante los años 1930, Historia y Geografía 31, Santiago, 2014, p. 77-94; Javiera Adones, El Partido Socialista de Chile, gaitanismo y sus intelectuales: recepción y reconfiguración programática entre 1948 y 1958, Divergencia 11, Valparaíso, 2019, p. 69-94.

8Olga Ulianova, “Inserción internacional del socialismo chileno (1933-1973)”, Olga Ulianova (ed), Redes políticas y militancias. La historia política está de vuelta, Santiago, Ariadna Ediciones, 2008, p. 235-284.

9Ignacio Walker, Socialismo y Democracia. Chile y Europa en perspectiva comparada, Santiago, Ediciones Pedagógicas Chilenas, 1990, p. 117-171; Pablo Garrido, Un Frente de Trabajadores comandado por la clase obrera: El Partido Socialista Popular y las definiciones iniciales en torno a la política del Frente de Trabajadores, 1946-1957, Izquierdas 25, Santiago, 2017, p. 233-258; Camilo Fernández y Pablo Garrido, Progresistas y revolucionarios: el Frente de Acción Popular y la Vía Chilena al Socialismo, 1956-1967, Izquierdas 31, Santiago, 2016, p. 71-99.

10Olga Ulianova, op. cit, p. 235-284; Paul Drake, Socialismo y populismo en Chile. 1936-1973, Valparaíso, Serie Monografías 6-1992, Universidad Católica de Valparaíso, 1992, p. 9-321; Adones, op. cit, p. 69-94.

11Luis Ortega, La radicalización de los socialistas de Chile en la década de 1960, Universum 23:2, Talca, 2008, p. 152-154; Leopoldo Benavides, La formación de la izquierda chilena. Relaciones entre el Partido Comunista y el Partido Socialista, Santiago, Documento de Trabajo Programa FLACSO-Chile 389,1988, p. 1-52. Belarmino Elgueta Becker, El Socialismo en Chile. Una herencia yacente, Santiago, Tiempo Robado, 2015, p. 141-309; Julio César Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo I, Santiago, Prensa Latinoamericana, 1971, p. 38-220; Julio César Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo II, Santiago, Prensa Latinoamericana, 1971, p. 13-59.

12Tomás Moulian, Fracturas. De Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-1973), Santiago, Lom Ediciones, 2006, p. 90-158; Luis Corvalán Marquéz, op. cit, p. 51-60; Marcelo Casals, op. cit, p. 5-16; Fernández, op. cit, 26-49; Joaquín Fernández, Allende, el allendismo y los partidos: El Frente de Acción Popular ante las elecciones presidenciales de 1958, Izquierdas 23, Santiago, 2015, p. 157-186.

13Horacio Tarcus, Marx en la Argentina, sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007, p. 11-57.

14Federico Duarte Bartz, Imágenes de esperanza: la apropiación del ejemplo de la Revolución Cubana por los grupos de la izquierda brasileña en la década del sesenta, Izquierdas 4, Santiago, 2009, p. 12.

15Antonio Gramsci, Organización de las Sociedades Nacionales, disponible en: https://www.gramsci.org.ar/TOMO3/167_org_soc_nac.htm.

16Tomamos esta referencia metodológica del trabajo de Garrido y Fernández referenciado anteriormente, los cuales a su vez la construyen a partir de su lectura de Michael Fredeen. Fernández y Garrido, op. cit, p. 73-74.

17Antonio Gramsci, Antología. Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán, México, Siglo XXI, 2013, p. 409-418.

18James Dunkerley, Guatemala desde 1930, Leslie Bethel (ed), Historia de América Latina. 14. América Central desde 1930, Barcelona, Crítica, 2001, p. 54-60.

19Francisco Javier Gómez Díez, La revolución guatemalteca de 1944: La Asamblea Nacional Constituyente y la mentalidad revolucionaria, Historia Social y Económica de América 13, Madrid, 1996, p. 203-219.

20Alfredo Guerra-Borges, Apuntes para una interpretación de la revolución guatemalteca y su derrota de 1954, Anuario de Estudios Centroamericanos 14, Costa Rica, 1988, p. 109-120.

21Piero Gleijeses, La muerte de Francisco Arana, Mesoamérica 24, Nueva Orleans, 1992, p. 385-411.

22Sussane Jonas y David Tobis, Guatemala: una historia inmediata, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, p. 41-95.

23Edelberto Torres-Rivas, Crisis y coyuntura crítica: la caída de Arbenz y los contratiempos de la revolución burguesa, Edelberto Torres-Rivas (ed), Centroamérica: entre revoluciones y democracia, Bogotá, Siglo del Hombre/CLACSO, 2008, p. 33-37; Waldo Ansaldi y Verónica Giordano, América Latina. La construcción del orden: de las sociedades de masas a las sociedades en proceso de reestructuración, Buenos Aires, Ariel, 2012, p. 194-201.

24En estricto rigor, el Partido Socialista Auténtico (PSA), conformado en julio de 1944, no alcanzó a sobrevivir hasta las elecciones presidenciales de 1952. Sin embargo, puede observarse que sus principales dirigentes, Marmaduke Grove y Eliodoro Domínguez, junto a los expulsados del PSCh en 1951, apoyaron la candidatura presidencial del radical Pedro Enrique Alfonso. Partido Socialista de Chile, Batalla, Santiago, mayo de 1952, p. 1-6.

25Bernardo Ibáñez, profesor, dirigente sindical y diputado, fue Secretario General del PSCh entre 1944 y 1946. Es conocido por implementar la línea estratégica del “tercer frente”, por sus fuertes vinculaciones con Estados Unidos y por haber sido promotor de la ilegalización del comunismo chileno.

26Marmaduke Grove Vallejo, Oficial de la Fuerza Aérea chilena y líder de la República Socialista de 1932, fue fundador y dirigente destacado del PSCh hasta 1944, año en que abandonó el partido para formar el PSA.

27Eliodoro Domínguez Domínguez, contador y profesor, fue uno de los fundadores del PSCh, del cual se retiró en 1944 para formar el PSA. Luego, fue Ministro de Educación de Gabriel González Videla y militante del Partido Radical.

28A pesar de ser minoritario, el sector que aprobó la Ley de Defensa Permanente de la Democracia logró apropiarse del nombre original del partido debido a su incorporación al Gobierno. Drake, op. cit, p. 65.

29Raúl Ampuero, abogado, fue un líder destacado del socialismo durante gran parte de su trayectoria. Fue Secretario General del PSCh a partir de 1946, y luego, del PSP durante buena parte de su existencia, al igual que del PSCh una vez reunificado en 1957.

30Salvador Allende Gossens, médico, fue uno de los fundadores del PSCh y un dirigente destacado de la trayectoria del partido hasta 1973. Fue Secretario General de la colectividad entre 1943 y 1944, luego, ante la división de 1948, pasó a formar parte del PSP, y ulteriormente, regresó al PSCh en 1951. Ya allí, fue protagonista de la depuración de los segmentos más anticomunistas de dicho partido y de la inauguración de la unidad política socialista-comunista, sobre la base de la cual fue candidato presidencial en cuatro ocasiones, resultado electo en 1970.

31Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo I, op. cit, p. 184-220.

32Iremos dando cuenta de ellas a medida que desarrollemos el tema. Sin embargo, podemos anticipar que se trata de dos vías de recepción. En primer lugar, las dinámicas propias del Parlamento. Se trata de un espacio en el cual llegan cablegramas diplomáticos que se refieren a Guatemala o que son enviados directamente desde ese país, y también, donde diversas fuerzas políticas aluden a Guatemala. Y en segundo lugar, nos encontramos con los viajes que, por una u otra razón, realizan dirigentes y militantes socialistas hacia otros países en los que se aproximan a líderes de Estado y sindicales de Guatemala.

33Moulian indica la relevancia del peronismo argentino y el varguismo brasileño. Moulian, op. cit, p. 90-99.

34Según Jobet, la estrategia originalmente se denominó “Frente del Pueblo” y su sentido era radicalizador, en tanto abogaba por rechazar la identificación de la contradicción principal del período en la lucha entre izquierda y derecha, para ubicarla en el combate entre “poseedores y desposeídos”. Por su parte, “Tercer Frente” correspondería a la denominación que se otorgó a la interpretación centrista de la nueva línea política por parte de Bernardo Ibáñez y su tendencia. Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo I, op. cit, p. 186-198.

35Drake, op. cit, p. 251-252.

36No está dentro de nuestros objetivos establecer si acaso la revolución guatemalteca fue populista en este período o si tuvo algunas de sus características. Nos limitamos a señalar que llama la atención que el socialismo chileno no haya recepcionado en esa clave.

37Al propósito, véanse las sesiones en que los diputados Juan Vargas Puebla y César Godoy Urrutia dieron cuenta de la importancia que tenía la revolución guatemalteca en escala centroamericana, latinoamericana y global, en tanto su empuje correspondía al proceso de transformación mundial abierto por la derrota del fascismo. Respectivamente: Sesión 37, Cámara de Diputados, 31 de Julio de 1945, pp. 1452-1474; Sesión 77, Cámara de Diputados, 19 de septiembre de 1945, pp. 2941-3019.

38Al respecto, véase la sesión del Senado en que el comunista Neftalí Reyes (Pablo Neruda) criticó que el Gobierno chileno no protestase frente a la incorporación de España a las Naciones Unidas, dando cuenta que debería haberse hecho lo que Guatemala y México, es decir, reconocer al Gobierno republicano español que se encontraba en el exilio. El socialista Salvador Allende se sumó a la crítica, agregando que a la condena de España debió haberse acompañado la de los regímenes fascistas vigentes en el continente, a saber, el peronismo argentino y el villaroelismo boliviano. De lo anterior, es deducible que para Allende el proceso guatemalteco no era fascista, y también, que tampoco tenía mayor trascendencia global, puesto que afirmó que Chile se hubiese puesto “a la cabeza de las naciones de América” en caso de haber condenado el fascismo español y latinoamericano. Noción que se refuerza si se toma en cuenta que, más adelante, al constatar el efecto negativo que tendría el cese de la Ley de Préstamos y Arrendamientos desde EEUU hacia América Latina, Allende valoró positivamente el posicionamiento de Winston Churchill y el laborismo británico al respecto, a la vez que dio cuenta de la necesidad de unir a los “países indoamericanos” sobre la base de los acuerdos del Congreso de Partidos Democráticos y Populares latinoamericanos realizado en 1940 y la Carta de América de 1944, la cual fue escrita por el laureado “gran repúblico y democrática señor Rossevelt”. Sesión 49 (especial), Senado de Chile, 12 de septiembre de 1945, p. 2015-2051

39Se trata de un Boletín Regional dedicado a la circulación interna que, nacido bajo la Secretaría Regional de Alejandro Soria Varas, se imprimió con cierta periodicidad entre 1945 y 1946.

40A propósito, es de utilidad revisar los siguientes ejemplares, donde además del anticomunismo (global y local) y el antigrovismo, figuran reivindicaciones explícitas de la praxis del APRA peruano, Acción Democrática venezolana, del socialista español Francisco Largo Caballero, de Inglaterra a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. A la vez, es observable la identificación de otros partidos de “tendencia socialista” en Uruguay, Argentina y Bolivia. La Voz del Partido Socialista, n.º 2, 30 de Noviembre de 1945, p. 1-6; La Voz del Partido Socialista, n.º 3, 25 de Diciembre de 1945, p. 1-6; La Voz del Partido Socialista, n.º 4, 29 de Enero de 1946, p. 1-6; La Voz del Partido Socialista, n.º 5-6, Febrero-Marzo de 1946, p. 1-6; La Voz del Partido Socialista, n.º 7, Abril de 1946, p. 1-6; La Voz del Partido Socialista, n.º 8, Mayo de 1946, p. 1-6; La Voz del Partido Socialista, n.º 9, Junio de 1946, p. 1-6; La Voz del Partido Socialista, n.º 10, Julio de 1946, p. 1-6; La Voz del Partido Socialista, n.º 11, Agosto de 1946, p. 1-6.

41La mayúscula de la palabra “comunista” pertenece al texto original. La voz del Partido Socialista, n.º 2, op. cit, p. 5.

42La exposición de ese informe fue transcrita y publicada por el PSCh en ese mismo año como un folleto de circulación pública: Bernardo Ibáñez, El Socialismo y el porvenir de los pueblos, Santiago, 1946, Ediciones Difusión Popular, p. 1-63.

43Ibid, p. 21-22.

44Como se constatará, durante todo este período la valoración de la praxis de Acción Democrática en Venezuela y de su trascendencia en las dinámicas latinoamericanas es una constante, al punto de que las pocas referencias a la revolución guatemalteca se ven eclipsadas por aquello. Si bien dicho fenómeno excede a nuestro objeto de estudio, indicamos que es terreno fértil para futuras investigaciones, y nos limitamos a conjurar una hipótesis. En particular, pensamos que la relevancia que Acción Democrática tenía para el socialismo chileno la década del 40 está relacionada con tres asuntos. Primero, con que se tratase de una fuerza política no-comunista que, dirigida por las capas medias, lograba tener un importante arraigo de masas, y que, por lo mismo, tenía también la capacidad de forjar liderazgos caudillezcos como el de Betancourt. Segundo, con que ese tipo de organización se desenvolviese en una formación económico-social relativamente similar a la chilena, en tanto el hecho de que su modelo primario-exportador estuviese centrado en la explotación petrolífera le otorgaba al país rasgos eminentemente urbanos y la proliferación de capas medias de manera masiva. Por último, a la probable ayuda financiera de Acción Democrática al socialismo chileno.

45Ibid, p. 25-26. Finalmente, las cosas no sucedieron de la manera sostenida por Ibáñez, ya que el Congreso se realizó en Santiago de Chile y no hubo asistencia guatemalteca. La Voz del Partido Socialista, n.º 7, op. cit, p. 1.

46Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo I, op. cit, p. 45-46.

47Ibáñez, op. cit, p. 8-43.

48La Brigada Universitaria del PSCh tenía como líder a Belarmino Elgueta Becker, quien era miembro del Comité Central de la Juventud partidaria, y a su vez era parte de la “generación del 40” que encabezaba Raúl Ampuero. En ese sentido, esta referencia a la revolución guatemalteca corresponde a la tendencia que en ese entonces estaba fuertemente confrontada con el oficialismo partidario, y que estaba a punto de tomar el control del PSCh. Para más detalle, revisar el escrito de Gloria y Raimundo Elgueta Pinto: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=67032.

49Brigada Universitaria del PSCh, Espartaco 1, agosto de 1946, Santiago, p. 5.

50A grandes rasgos, según Rossevelt, las cuatro libertades serían: libertad política, libertad religiosa, seguridad o justicia social, y paz. Ver el discurso completo en: https://www.ersilias.com/discurso-de-las-cuatro-libertades-pronunciado-por-franklin-d-roosevelt-el-6-de-enero-de-1941/.

51“En pocas palabras, a efectos de análisis, el nacionalismo antecede a las naciones. Las naciones no construyen estados y nacionalismos, sino que ocurre al revés”. Eric Hobswamn, Naciones y Nacionalismo desde 1870, Barcelona, Crítica, 1998, p. 18.

52Brigada Universitaria del PSCh, op. cit, p. 5.

53Boris Yopo, El Partido Socialista chileno y Estados Unidos: 1933-1946, Santiago, Documento de Trabajo Programa Flacso n.º 224, 1984, p. 20-70.

54Drake, op. cit, p. 265.

55Garrido González, op. cit, p. 240-242.

56Ortega, op. cit, p. 152-153.

57El Programa Político de 1947 afirmaba categóricamente que, a razón de las particularidades latinoamericanas, debía realizarse una revolución socialista a escala continental que no diferenciase etapas despliegue y que, protagonizada por la clase obrera y el campesinado, formase una “economía orgánica antiimperialista” tan opuesta al “imperialismo anglosajón” como al “expansionismo ruso”. PSCh, Fundamentación teórica del programa del Partido Socialista, Santiago, noviembre de 1947, Cuaderno(s) de pensamiento y orientación socialista(s), p. 11-14. Disponible en: https://portal.pschile.cl/documentos/.

58El senador radical Rudencio Ortega se posicionó a favor del voto femenino fundamentando que en algunos países latinoamericanos, incluyendo a Guatemala, ello ya era efectivo; mientras que Salvador Allende hizo lo suyo aludiendo que en la España republicana los derechos políticos de la mujer iban mucho más allá del voto, en tanto allí estaba establecido constitucionalmente que los padres estaban obligados a hacerse cargo de sus hijos concebidos fuera del matrimonio de la misma forma que los que se concebían dentro de él. Sesión 7, Senado de Chile, 11 de diciembre de 1946, p. 266-312. En la misma línea, los senadores Correa Letelier y Godoy Urrutia señalaron que Guatemala era uno de los países donde el voto femenino era efectivo, mientras que Allende señaló que el mejor ejemplo de aquello era el de la Venezuela dirigida por Rómulo Gallegos. Sesión 49, Senado de Chile, 15 de septiembre de 1948, p. 2239-2241.

59El senador radical Ángel Vásquez acusó constantemente los cablegramas que supuestamente habría enviado el diputado comunista César Godoy Urrutia al Presidente de Guatemala en búsqueda de ayuda económica. Sesión 14, Senado de Chile, 9 de diciembre de 1947, p. 598-650; Sesión 24, Cámara de Diputados, 10 de diciembre de 1947, p. 1704-1705; Sesión 16, Senado de Chile, 16 de diciembre de 1947, p. 761-766; Sesión 10, Cámara de Diputados, 11 de noviembre de 1948, p. 401.

60El hilo conductor de la fundamentación de otorgar Facultades Extraordinarias al Ejecutivo realizada por el Ministro del Interior Immanuel Holger, se sostuvo en el hallazgo de una supuesta “circular del Partido Comunista mexicano”. Según Holger, ésta demostraba que las huelgas carboníferas promovidas por el PCCh en Rancagua no tenían ni causas ni proyecciones locales. Muy por el contrario, se buscaba generar allí un “estallido revolucionario” que se irradiase al resto de “los países del Continente Sudamericano”, incluyendo a Guatemala, donde los planes del comunismo no habían tenido el éxito esperado. Sesión 38, Cámara de Diputados, 8 de enero de 1948, p. 1419-1435.

61Sesión 2 (Extraordinaria), Cámara de Diputados, 27 de abril de 1948, p. 59; Sesión 53, Cámara de Diputados, 9 de septiembre de 1948, p. 2103-2113.

62A respecto, ver la importancia que tiene para Raúl Ampuero la contextualización de la acción del PSCh en el marco de la “pugna de los Imperialismos Ruso y Norteamericano”, y la participación de su sección sindical en la Central Interamericana de Trabajo que aglutinaba a sindicatos “no comunistas” desde Canadá hasta Chile y Uruguay. En defensa del partido y el socialismo, Imprenta Victoria, Santiago, febrero de 1948, p. 1-33; PSCh, Fundamentación teórica…, op. cit, p. 1-21.

63La Voz del Partido Socialista, n.º 12, diciembre de 1946, p. 1-6; Federación Juvenil Socialista, Barricada 1, 2da Epóca, Santiago, 25 de octubre de 1947.

64Sesión 49, 15 de septiembre de 1948, op. cit, p. 2239-2240.

65José Manuel Fortuny, por ese entonces, dirigía de manera pública uno de los partidos políticos que protagonizaban la revolución guatemalteca: el Partido Acción Revolucionaria (PAR). Y también, desde 1947, dirigía una tendencia clandestina al interior de ese partido, que a la postre se desprendería para dar cuerpo al Partido Guatemalteco del Trabajo. Julieta C. Rostica, Los intelectuales y la violencia revolucionaria. El sentido de 1954 en Guatemala, Taller (Segunda época) 2:2, Buenos Aires, 2013, p. 63-64.

66“Un sobre conservado entre la papelería personal del guatemalteco testimonia varios obsequios de materiales políticos y teóricos del más tarde presidente Allende. Una de sus dedicatorias manuscritas fechada en Santiago en 1944 dice: “Para Juan José Arévalo con fe en los destinos de Guatemala democrática”. Roberto García F., “Sumida en las tinieblas”: Guatemala, Octubre de 1954, Revista de Historia de América Núm. 149, México, 2013, p. 177.

67Allende defiende constantemente la relevancia de Acción Democrática y sus liderazgos a nivel continental. Por ejemplo, cuando, a razón del asesinato de un obrero socialista de Lota a manos -supuestamente- de un militante comunista, enrostró a Guillermo Guevara que los comunistas venezolanos, en su lucha decidida contra la “izquierda democrática”, habían apoyado las Dictaduras de López Contreras y Medina Angarita, de lo cual se habría enterado en boca de Rómulo Betancourt durante su exilio en Chile. Sesión 7, Senado de Chile, 11 de diciembre de 1946, p. 266-312.

68El diputado conservador Héctor Correa Letelier señaló que las mujeres guatemaltecas, y las de otros países, tenían derecho a voto “por disposición legal que complementa la Constitución”, lo cual le fue corregido por el diputado comunista Godoy Urrutia, ya que le explicó que en Guatemala el voto femenino era un derecho político consagrado en la Constitución de 1945 y no una ley complementaria, en tanto su carácter de avanzada permitía votar a hombres y mujeres, fuesen alfabetos, analfabetos, o indígenas. Sesión 18, Cámara de Diputados, 15 de diciembre de 1948, p. 730-733.

69Esta protesta popular convocada por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) en contra del alza de los pasajes de la locomoción colectiva se verificó los días 17 y 18 de agosto de 1949. Fue reprimida por las Fuerzas Armadas con un saldo de tres muertos y más de doscientos detenidos. Viviana Bravo, Reflexiones para una historia de la protesta urbana. Santiago de Chile. 1940-1990, Con-temporánea 7, México, 2007.

70Según Immanuel Holger, esta información había sido enviada por el Embajador de Chile en París. Cabe precisar que el silencio del socialista Rossetti (ya no diputado, sino que Ministro de Justicia), es uno que otorga, ya que secundó y profundizó las indicaciones de Holger, enrostrándole a Salvador Allende que hace tan solo tres años habían convocado, en conjunto, al Congreso Americano de Partidos Socialistas a fin de “preservar la continuidad en América la continuidad de los gobiernos libres”, y que juntos habían advertido a Rómulo Gallegos de que el comunismo “estaba buscando un soldado” para derrocar su Gobierno. Sesión 25, Senado de Chile, 17 de agosto de 1949, p. 829-838.

71Drake, op. cit, p. 254.

72Partido Socialista, Pleno Nacional. Informes y resoluciones, Santiago, abril de 1952, Imprenta San Diego, p. 1-94.

73Allende señaló esto al condenar la intervención que los truts cupríferos establecían en la política chilena para mantener el metal rojo desnacionalizado y desregulado, y también a los actores políticos locales que se prestaban para aquello, lo cual se habría cristalizado en el convenio firmado por el Gobierno de González Videla y en la praxis de su Ministro de Economía. Sesión 23, Senado de Chile, 11 de marzo de 1952, p. 972- 977.

74Sesión 14, Cámara de Diputados, 23 de junio de 1952, p. 632-637. Eduardo Rodríguez Mazer, abogado, fue fundador del PSCh y diputado por el partido en dos ocasiones (1941-1945 y 1949-1953). A raíz la división del partido de 1948, se quedó en el PSCh, y no dejó de estar allí una vez fueron depurados sus segmentos más anticomunistas en 1951.

75Ulianova, op. cit, p. 238-260.

76Fernández, Nacionalismo y marxismo… op. cit, p. 29-30.

77Por ejemplo, en el caso de la discusión del voto femenino, el diputado Astolfo Tapia Moore defendió el derecho a votar de las mujeres dando ejemplos de cómo éstas habían contribuido a la Historia de la humanidad. Entre sus referencias podemos encontrar a las mujeres de la “Gran Revolución Francesa”, a Nadezhda Krúpskaya, Rosa Luxemburgo, Alejandra Kolontay, Clara Zetkin, Juana de Ibarborou, Alfonsina Storni, Juanita de Aguirre Cerda, Gabriela Mistral, María Curie, Dolores Ibarburú, Eleanor Roosevelt -compañera “del más grande Presidente y guía de nuestro continente,(…) reconocido campeón de la Buena Vecindad, de la política popular en su país y del anti-imperialismo en la política internacional”-, pero no a las mujeres de la revolución guatemalteca. Sesión 18, Cámara de Diputados, 15 de diciembre de 1948, op. cit, p. 733-736. En otras temáticas de discusión, la tendencia es similar. Sesión 25, Senado de Chile, 17 de agosto de 1949, op. cit, p. 844-849; Sesión 23, Senado de Chile, 11 de marzo de 1952, op. cit, p. 951-1087; Sesión 14, Cámara de Diputados, 23 de junio de 1952, op. cit, p. 592-600.

78En este documento firmado por Clodomiro Almeyda y Felipe Herrera Lane, la única referencia ajena a Chile alude a la central sindical norteamericana CIO. Se sostiene la definición de apelar a su “solidaridad clasista”, y a la de los “obreros americanos en general”, para paliar los efectos de la crisis del cobre, proponiéndoles que se opongan a que se “reestablezca el impuesto de internación al cobre extranjero” en su país. Partido Socialista Popular, Comité Central Ejecutivo, Departamento Nacional de Estudios Técnicos, Boletín n.º 2, Santiago, abril de 1950, p. 1-55.

79Drake, op. cit, p. 264-272.

80Ulianova, op. cit, p. 242-245.

81El PSA existió entre 1944 y 1949, aunque la mayoría de sus bases regresaron a su partido madre alrededor de 1946. En general, apostó por sostener alianzas con el radicalismo y el comunismo chileno. Jobet, El Partido Socialista de Chile, Tomo I.…op. cit, p. 200; Drake, op. cit, p. 248. Entre 1948 y 1949, perteneciendo al Frente Nacional Democrático, sirvió de fachada para que el comunismo ilegalizado pudiese obtener una diputación: la de Víctor Galleguillos Clett. Andrés Benavente, Partido Comunista y sindicalismo politizado: una estrategia de supervivencia, Estudios Públicos 11, Santiago, 1985, p. 294-295.

82Brecha n°1, Santiago, 19 de agosto de 1944; Brecha n.º 8, Santiago, 21 de octubre de 1944; Brecha n°9, Santiago, 1era semana de diciembre de 1944; Brecha n°11, Santiago, 4ta semana de diciembre de 1944.

83El primer documento está firmado por Asdrubal Pezoa y Guillermo Ovalle, como Secretario General y Secretario Político, respectivamente. Partido Socialista Auténtico, Pacto de acción política PSA-PCCh, 1946, p. 1-12. El segundo documento está firmado por el Secretario General Marmaduke Grove, donde se da cuenta de que los dos personajes recién mencionados fueron expulsados por “obedecer a mandatos extraños a los intereses del socialismo”, lo cual, al parecer, está relacionado con su cercanía al PCCh. Secretaría Nacional de cultura del Partido Socialista Auténtico, Sobre la unidad socialista, Santiago, mayo de 1946, Casa Amarilla, p. 1-15.

84Al respecto, véase que los incisos de índole internacional están mayoritariamente, aunque no exclusivamente, centrados en Estados Unidos y Europa, como, por ejemplo, la valoración positiva de la reelección de Roosevelt (el “Buen Vecino”), los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y la situación del socialismo francés e italiano. Brecha n.º 8, op. cit, p. 1-3; Brecha n.º 9, op. cit, p. 1-4; Brecha n°11op. cit, p. 1-4. Por último, tómese en cuenta que el periódico que aglutinó a Grove y a Domínguez con Bernardo Ibáñez sólo se refirió a dinámicas globales para manifestarse a favor del Pacto Militar entre EEUU y Chile, para dar cuenta de la represión vivida en la URSS y en el campo socialista, y para conmemorar a los mártires obreros de Chicago. Partido Socialista, Batalla, op. cit, p. 1-4.

85A propósito, ver que el documento firmado por Pezoa y Ovalle reclama que el Congreso Socialista Americano organizado por el PSCh responde a los intereses del imperialismo para con América Latina, en tanto invita a partidos “que ni siquiera son de filiación doctrinaria socialista” y, además, da cuenta de que la política del PSCh de “Solos contra Todos” ya fracasó en Italia, Francia y los países balcánicos. Partido Socialista Auténtico, Pacto de acción política… op. cit, p. 7. Véase también que, en el documento firmado por Grove, éste le reclama al PSCh haber excluido al PSA del Congreso Socialista Americano, lo que era lamentable porque Domínguez y él habían sido organizadores de su primera versión de 1940, cuestión que, según él, no sería pasada por alto ni por AD y ni APRA. Y por último que, a raíz de todo lo anterior, imputaba al PSCh ser aliado del peronismo argentino. Secretaría Nacional de Cultura del Partido Socialista Auténtico, op. cit, p. 1-15.

86Ciro Alegría, reconocido militante aprista y novelista, estuvo exiliado en Chile en la década del 30, y pasó la mayoría de la década del 40 en EEUU. A propósito de lo anterior, es muy posible que este artículo no haya sido escrito en Chile.

87En particular, el venezolano Medina Angarita, el brasileño Getulio Vargas y el cubano Fulgencio Batista.

88Brecha n.º 9, op. cit, p. 3.

89Hobswamn, op. cit, p. 18.

90Ulianova, op. cit, p. 240.

91Yopo, op. cit, p. 20-70.

92Sesión 49, Senado de Chile, 15 de septiembre de 1948, op. cit, p. 2241-2242.

93Drake, op. cit, p. 248.

94La reforma agraria guatemalteca, inspirada en el modelo mexicano e italiano, comprendió la expropiación indemnizada de tierras incultivadas de terratenientes extranjeros y nacionales, afectando 80.000 hectáreas de la UFCo. La decisión se legitimó a partir de la constatación de los resultados del Censo de 1950, los cuales arrojaron que el 2% de la población controlaba el 74% de la tierra cultivable, y con ello, redistribuyó cerca de 372.000 hectáreas de tierra entre 88.000 familias campesinas, llamadas a fortalecer y dinamizar el mercado interno por la vía de su constitución en pequeños propietarios. Puesto en conjunto, la totalidad de la tierra expropiada y redistribuida, de la cual un tercio pertenecía al Estado desde bastante antes, afectó al 4% de la totalidad de la tierra privada. Por su parte, las otras tres principales medidas de estas características buscaban acotar el control económico de los capitales extranjeros en las áreas neurálgicas del mercado interior y exterior para que, junto a la reforma agraria, fuese posible la industrialización, lo cual buscaba realizarse a través de que la intervención estatal en la economía hiciese efectiva las leyes de la competencia capitalista. En esa línea, comenzaron a construirse una Central Hidroeléctrica que compitiese con la norteamericana EGG y una Carretera Pública hacia Puerto Barrios que lo hiciese con las líneas de ferrocarril de IRCA, filial de la UFCo. Dunkerley, op. cit, p. 65-67.

95En este período la mayoría de las facciones de la clase media y sus partidos políticos (Frente Popular Libertador, Partido Acción Revolucionaria y Partido de la Revolución Guatemalteca), otrora dirigentes del Bloque Revolucionario, comienzan a neutralizarse frente a la agudización de la lucha de clases, o a pasarse derechamente a las filas de la contrarrevolución, lo cual tuvo como vector común el proceso de “aburguesamiento” al que fueron asistiendo a lo largo de la revolución. Lo anterior es causa y efecto de la autonomización relativa de las clases que otrora eran dirigidas por dichas facciones de la clase media, en lo cual es clave la vertebración de la Confederación General de Trabajadores de Guatemala (CGTG), la Confederación Nacional de Campesinos de Guatemala (CNCG), y también del comunista Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), que si bien tenía escaso peso institucional, sí estaba arraigado en la minoritaria clase obrera, en ciertos sectores del campesinado, a la vez, lograba extender cierta influencia sobre los militares revolucionarios radicalizados, de lo cual la mejor expresión es el coronel Jacobo Arbenz. Guerra-Borges, op. cit, p. 109-120.

96Ya desde el Gobierno de Arévalo los capitales norteamericanos se resistieron enérgicamente al proceso de reformas y apoyaron, de manera directa e indirecta, casi la totalidad de los complots armados que fueron reprimidos y desarticulados por el aparato de seguridad revolucionario. Así mismo, que desde el ascenso de Arbenz, y sobre todo, desde el despliegue de la reforma agraria, el Estado norteamericano se transformó en actor protagonista de la agudización de la lucha de clases, en tanto por intermedio del Gobierno de Eisenhower, del Secretario del Departamento de Estado John Foster Dulles, del Secretario de la CIA Allan Dulles, el Embajador de EEUU en Guatemala John Peurifoy, desplegaron ayuda de todo tipo a la reacción interior guatemalteca y la que se encontraba exiliada en Nicaragua y Honduras, haciéndose cargo del costo del entrenamiento militar de éstos últimos. Así mismo, su acción fue central en la coordinación de las oligarquías de América Latina para que diesen su voto positivo, en la X Conferencia Interamericana de Caracas de marzo de 1954, a la denuncia de la amenaza hemisférica que suponía la praxis de la revolución guatemalteca y a la necesidad de generar una respuesta continental, lo cual, a la postre, permitió crear el marco de oportunidad de la invasión desde Honduras de las fuerzas militares dirigidas por Carlos Castillo Armas. Susane Jonas, Guatemala: plan piloto para el continente, Costa Rica, Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), 1981, p. 33-127.

97 Aunque rechazamos su interpretación general del proceso de revolución y contrarrevolución, en tanto su matriz de análisis es más propagandística que científica, el minucioso trabajo de Carlos Sabino aporta a relevar el rol de la reacción interna en el derrocamiento de Arbenz y en la emergencia de la contrarrevolución. En efecto, es de todo interés que se ocupe de dar cuenta del cómo ciertas personalidades y agrupaciones que pertenecían a la facción moderada de la revolución fueron pasando hacia las filas de la reacción, en lo cual habría sido decisivo, al menos en el caso de ciertos segmentos del Ejército, el deceso de Francisco Javier Arana en 1949. Así mismo, es valiosa la constatación de que la oposición de masas al Gobierno de Arbenz recién pudo organizarse en 1953, encarnada en grupos juveniles que saboteaban líneas férreas y otros objetivos tácticos y, sobre todo, en el rol la Iglesia Católica y su Obispo Mariano Rossell y Arrellano. En suma, Sabino aporta a comprender que las filas del Movimiento Democrático Nacionalista (MDN), bajo el que la Dictadura de Castillo Armas intentó unir a la clase dominante guatemalteca, no se engrosaron de la nada. Carlos Sabino, Guatemala, la historia silenciada (1944-1989). Tomo I. Revolución y Liberación, Ciudad de Guatemala, Fondo de Cultura Económica de Guatemala, 2008, p. 121-268.

98El excelente trabajo de Susane Jonas ha demostrado ampliamente que, mientras duró la Dictadura de Castillo Armas, los costos de la “ayuda” que fluyó desde EEUU hacia Guatemala son equiparables a los de todos los países latinoamericanos puestos en conjunto. En esa línea, la autora sostiene que EEUU intentó convertir a Guatemala en una “vitrina anticomunista” que combinase la coerción con cierto reformismo modernizante, y que, pese a su fracaso rotundo, su despliegue fue un antecedente fundamental en la configuración de la estrategia de la Alianza para el Progreso como contramodelo de la revolución cubana en la década del 60. Jonas, op. cit, p. 145-285.

99Casals, op. cit, p. 24-79

100Con el concepto no nos referimos al pueblo norteamericano, sino a sus capitales monopólicos y a su Estado.

101Debe recordarse que se ha sostenido que, en este período, al interior del PSP había dos tendencias, una mayoría nacionalista y populista, y una minoría marxista ortodoxa, la cual, según Drake, promovía una especie de “comunismo nacionalista”. Drake, op. cit. p. 265-266.

102Aniceto Rodríguez Arenas, abogado de profesión, fue un destacado líder del socialismo chileno en las décadas del 50 y el 60. En este período fue miembro del Comité Central del PSP desde 1950 y Secretario General entre octubre de 1953 y noviembre de 1955. Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo II...op. cit, p. 14-15.

103Este discurso de Rodríguez se dio a razón de la discusión de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, en la cual el diputado sostuvo enérgicamente que su derogación era uno de los elementos principales que habían producido la “revolución democrática” que había llevado a Ibáñez de Campo al poder. Las naciones nórdicas “bien constituidas” a las que nos hemos referido son: Suiza, Suecia, Holanda, Noruega, Bélgica, “y otros”. Sesión 3, Cámara de Diputados, 25 de noviembre de 1952, p. 166-173.

104Ortega, op. cit, p. 152-164.

105Sesión 3, Cámara de Diputados, 25 de noviembre de 1952, op. cit, p. 170.

106Ibid, p. 171.

107Ulianova, op. cit, p. 235-265.

108Alejandro Chelén Rojas, obrero periodista, y parlamentario por el socialismo chileno entre 1949 y 1965. Entre octubre de 1953 y 1955 fue parte del Comité Central del PSP. Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo II...op. cit, p. 14-15.

109A propósito, Chelén precisó que en Guatemala imperaba un “sistema democrático”, cuyas “conquistas democráticas y económicas”, como la reforma agraria, le asociaban a la lucha de “todos los países dependientes y coloniales del mundo”, y de manera muy especial, al “creciente movimiento de liberación nacional centroamericano” que, a “paso firme”, anunciaba la inminente “liberación de América Latina del imperialismo”. Para el diputado, en ningún sentido esas características eran melladas por el hecho de que el comunismo guatemalteco tuviese en el parlamento “dos representantes”. A su vez, afirmó también, a partir de su lectura de un libro del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, que el hilo conductor de la acusación de dicha radio se explicaba a razón de su fidelidad al imperialismo norteamericano y a la campaña internacional que, bajo la “bandera del anticomunismo”, ese actor político protagonizaba en pos de encubrir las maniobras de la -igualmente fiel- Organización de Estados Centroaméricanos (ODECA) para aislar e invadir a Guatemala, cuyos intentos insurreccionales habían sido legítimamente reprimidos por el Gobierno guatemalteco a través de sus FFAA “hace pocos días”. No está demás agregar que Chelén indicó que esa campaña había sido iniciada con las declaraciones del personero Spruille Branden, del cual señaló su vinculación con los truts cupríferos y su rol en el ataque al régimen peronista argentino. Sesión 8 (Extraordinaria), Cámara de Diputados, 14 de abril de 1953, p. 261-263.

110Heriberto Alegre Araya, abogado y militante del socialismo chileno desde la fundación del PSCh, fue jefe de la bancada parlamentaria del socialismo popular en este período: https://www.bcn.cl/historiapolitica/resenas_parlamentarias/wiki/Heriberto_Alegre_Araya

111En particular, se daba cuenta de que el Senado de Chile había homenajeado a Betancourt. Y también que el parlamento costarricense había decidido no asistir a la instancia interamericana, a la vez que el de Guatemala, y parte del uruguayo y el mexicano habían condenado fuertemente a la Dictadura de Marcos Pérez Jiménez, al igual que habían hecho la prensa boliviana y la principal central sindical de ese país. Sesión 19 (Ordinaria), Cámara de Diputados, 14 de Julio de 1953, p. 898-899.

112Al parecer, recién en diciembre de 1953 fue de conocimiento público que la instancia interamericana sería utilizada para precipitar la caída de la revolución guatemalteca. Lo que sucede en Guatemala, El Siglo, 1 de diciembre de 1953, p. 3.

113Drake, op. cit, p. 275.

114Henry Wallace, líder del ala izquierda del Partido Demócrata, fue Vicepresidente de Estados Unidos durante el Gobierno de F. Delano Rossevelt. Posteriormente, en 1948 fue candidato presidencial, y su candidatura alimentó varias polémicas, en tanto postulaba suturar la alianza con el bloque soviético, terminar con la desigualdad racial, y mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. https://www.alainet.org/es/active/53429.

115Sesión 22 (Extraordinaria), Cámara de Diputados, 24 de noviembre de 1953, p. 1119-1124.

116El concepto pertenece a Eugenio González. Sesión 41, Senado de Chile, 12 de mayo de 1954, p. 2176-2186.

117Los conceptos pertenecen a Eugenio González. Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, p. 176-180.

118Sesión 12, Cámara de Diputados, 22 de junio de 1954, p. 604-607.

119Sesión 29, Cámara de Diputados, 14 de Julio de 1954, p. 1353-1355

120Sesión 41, Senado de Chile, 12 de mayo de 1954, op. cit, p. 2176-2186; Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, op. cit, p. 176-180; Sesión 12, Cámara de Diputados, 22 de junio de 1954, op. cit, p. 604-607; Sesión 29, Cámara de Diputados, 14 de Julio de 1954, op. cit, p. 1353-1355.

121Sesión 41, Senado de Chile, 12 de mayo de 1954, op. cit, p. 2176-2186.

122Sesión 12, Cámara de Diputados, 22 de junio de 1954, op. cit, p. 604-607.

123Sesión 29, Cámara de Diputados, 14 de Julio de 1954, op. cit, p. 1353-1355.

124Federico Klein Reidel, abogado vinculado al socialismo desde sus primeros años, fue Embajador de Chile en Centroamérica entre abril de 1953 y octubre de 1954. Hizo uso de las facultades de su cargo para proteger a 75 asilados guatemaltecos una vez triunfó la contrarrevolución. García Ferreria, “Sumida en las tinieblas” … op. cit, p. 174-180.

125En este documento Klein Reidel, sin dejar de señalar el protagonismo del imperialismo norteamericano en ningún momento, destaca también el rol de ciertas capas de la burguesía guatemalteca en la emergencia de la contrarrevolución, como, por ejemplo, el diario “El Imparcial” y los “elementos del anticomunismo” local que se articularon con el norteamericano Peurifoy. Ibid, p. 182-183.

126Sesión 53, Cámara de Diputados, 12 de enero de 1955, p. 3628-2629.

127Sesión 106, Cámara de Diputados, 26 de abril de 1955, p. 6379-6381.

128Sesión 7, Senado de Chile, 7 de noviembre de 1956, p. 200-202.

129Eugenio González Rojas, filósofo y escritor, participó en la fundación del PSCh y, además, redactó el Programa Político de 1947. También fue Secretario General del PSP entre 1948 y 1952. Jobet, El Partido Socialista de Chile, Tomo Iop. cit, p. 77-213.

130“Desde que se estableció el régimen democrático en Guatemala, a la caída de la dictadura de Ubico, (…) se manifestó naturalmente, la resistencia de los sectores reaccionarios de aquel país, que habían vivido beneficiándose a la sombra del régimen depuesto, y surgió, a la vez, la presión de los intereses extranjeros, representados especialmente por la gran compañía denominada United Fruit, (...) Los elementos reaccionarios del interior, unidos a los agentes de estos intereses, han mantenido desde entonces la campaña sistemáticamente difamatoria del régimen democrático”. Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, op. cit, p. 176-177.

131Sesión 16, Cámara de Diputados, 1 de Julio de 1954, p. 875-880.

132Sesión 41, Senado de Chile, 12 de mayo de 1954, op. cit, p. 2176-2186

133Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, op. cit, p. 176-180; Sesión 12, Cámara de Diputados, 22 de junio de 1954, op. cit, p. 604-607. Sesión 16, Cámara de Diputados, 1 de Julio de 1954, op. cit, p. 875-880; Sesión 29, Cámara de Diputados, 14 de Julio de 1954, op. cit, p. 1353-1355.

134Sesión 41, Senado de Chile, 12 de mayo de 1954, op. cit, p. 2176-2186.

135Sesión 12, Cámara de Diputados, 22 de junio de 1954, op. cit; p. 604-607; Sesión 29, Cámara de Diputados, 14 de Julio de 1954, op. cit, p. 1353-1355; Sesión 36, Cámara de Diputados, 12 de Julio de 1956, p. 2052-2057; Sesión 17, Senado de Chile, 14 de Julio de 1956, p. 821-822

136Fernández, Nacionalismo y marxismo… op. cit, p. 41-43.

137Oscar Waiss, Nacionalismo y Socialismo en América Latina, Santiago, Prensa Latinoamericana, 1954, p. 89-116.

138Ibid, p. 159-164. Respecto de los actores y las ideas detrás de la contrarevolución de 1954, ver: Manolo Vela C. “Guatemala, 1954: las Ideas de la contrarevolución”, Foro Internacional, N° 1, Vol. XLV, México, 2005, pp. 89-114.

139Fernández, Nacionalismo y marxismo… op. cit, p. 41.

140Acerca de la recepción del PCCh en particular, ver: Letelier, op. cit, 11-40.

141Ulianova, op. cit, p. 254.

142El diputado Armando Mallet utilizó estos conceptos al fundamentar su posición de que Chile no asistiese a la Conferencia de Caracas. Sesión 48, Cámara de Diputados, 6 de enero de 1954, p. 2244-2247.

143El diputado Mallet usó estos dos conceptos al defender la legitimidad de que Guatemala expropiase tierras a la United Fruit Company, y a que adquiriese armas para defender su soberanía. Sesión 3, Cámara de Diputados, 1 de junio de 1954, p. 84-89.

144Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, op. cit, p. 169.

145Sesión 72 (Extraordinaria), Cámara de Diputados, 24 de marzo de 1954, p. 3435-3436; Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, op. cit, p. 168-170; Cámara de Diputados, 12 de Julio de 1956, op. cit, p. 2048-2049; Sesión 1, 4 de Senado de Chile, diciembre de 1954, p. 568-569.

146Juan José Arévalo, Embajador sin sede definida, visitó Chile en esta fecha. En esta sesión, Allende dio cuenta de la totalidad de la trayectoria intelectual y política de esta personalidad. Sesión 40, Senado de Chile, 11 de mayo de 1954, p. 2115-2216.

147Los conceptos pertenecen al discurso de Salvador Allende al momento en se verificó la invasión de las tropas de Castillo Armas al territorio guatemalteco. Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, op. cit, p. 170. Lo mismo se observa en: Sesión 3, Cámara de Diputados, 1 de junio de 1954, op. cit, p. 87.

148Sesión 53, Cámara de Diputados, 12 de enero de 1955, op. cit, p. 3621-3623; Sesión 7, Senado de Chile, 7 de noviembre de 1956, op. cit, p. 200-202.

149Sesión 72 (Extraordinaria), Cámara de Diputados, 24 de marzo de 1954, op. cit, p. 3436.

150Sesión 46 (Extraoridnaria), Cámara de Diputados, 5 de enero de 1954, p. 2164-2165; Sesión 48, Cámara de Diputados, 6 de enero de 1954, op. cit, p. 2244-2247; Sesión 50 (Extraordinaria), 7 de enero de 1954, p. 2244-2247; Sesión 72 (Extraordinaria), Cámara de Diputados, 24 de marzo de 1954, op. cit, p. 3434-3437; Sesión 3, Cámara de Diputados, 1 de junio de 1954, op. cit, p. 84-89; Sesión 53, Cámara de Diputados, 12 de enero de 1955, op. cit, p. 3621-3623.

151Cámara de Diputados, 24 de marzo de 1954, op. cit, p. 3434-3437; Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, op. cit, p. 161-180; Sesión 8, Senado de Chile, 16 de junio de 1954, p. 364-366.

152Cámara de Diputados, 24 de marzo de 1954, op. cit, p. 3434-3437; Sesión 53, Cámara de Diputados, 12 de enero de 1955, op. cit, p. 3621-3623; Sesión 36, Cámara de Diputados, 12 de Julio de 1956, p. 2046-2051.

153Sesión 46 (Extraordinaria), Cámara de Diputados, 5 de enero de 1954, p. 2164-2165; Sesión 48, Cámara de Diputados, 6 de enero de 1954, op. cit, p. 2244-2247; Sesión 50 (Extraordinaria), 7 de enero de 1954, p. 2244-2247; Sesión 72 (Extraordinaria), Cámara de Diputados, 24 de marzo de 1954, op. cit, p. 3434-3437; Sesión 40, Senado de Chile, 11 de mayo de 1954, op. cit, p. 2115-2216; Sesión 3, Cámara de Diputados, 1 de junio de 1954, op. cit, p. 84-89; Sesión 4, Senado de Chile, 2 de junio de 1954, op. cit, p. 161-180; Sesión 8, Senado de Chile, 16 de junio de 1954, p. 364-366; Sesión 53, Cámara de Diputados, 12 de enero de 1955, op. cit, p. 3621-3623; Sesión 36, Cámara de Diputados, 12 de Julio de 1956, p. 2046-2051.

154Sesión 36, Cámara de Diputados, 12 de julio de 1956, op. cit, p. 2046-2051; Sesión 17, Senado de Chile, 14 de Julio de 1956, op. cit, p. 823.

155Sesión 4, Cámara de Diputados, 19 de octubre de 1955, p. 378-380; Sesión 36, Cámara de Diputados, 12 de Julio de 1956, op. cit, p. 2046-2051; Sesión 38, Cámara de Diputados, 18 de Julio de 1956, p. 2254-2260.

156Sesión 29, Cámara de Diputados, 14 de Julio de 1954, p. 1351-1353; Sesión 74, Cámara de Diputados, 16 de septiembre de 1954, p. 3491-3496; Sesión 12, Cámara de Diputados, 3 de noviembre de 1954, p. 790-791; Sesión 34, Cámara de Diputados, 30 de noviembre de 1954, p. 2102-2107; Sesión 7, Cámara de Diputados, 7 de junio de 1955, p. 265-272. Sesión 31, Cámara de Diputados, 15 de Julio de 1955, p. 1321-1328. Sesión 32, Cámara de Diputados, 16 de Julio de 1955, p. 1334-1335; Sesión 70, Cámara de Diputados, 11 de septiembre de 1956, p. 4537-4539.

157Klein Riedel analiza en profundidad todas las dificultades del régimen emergente para mantener y proyectar su poder, en tanto no existía un proyecto común entre las capas que sostenían a la dictadura, la dependencia respecto al apoyo de EEUU era total, y también, los escándalos derivados de la corrupción se habían transformado en un sello de la contrarrevolución. García Ferreria, “Sumida en las tinieblas” … op. cit, p. 181-193.

158Partido Socialista Popular, Boletín del Comité Ejecutivo n.º 6, mayo y junio de 1956, p. 1-2; Partido Socialista Popular, Boletín del Comité Ejecutivo n.º 13, diciembre de 1956, p. 2-3.

159Sesión 23, Cámara de Diputados, 29 de abril de 1958, p. 1339-1344; Sesión 17, Senado de Chile, 14 de Julio de 1956, p. 823.

160Sesión 12, Cámara de Diputados, 24 de junio de 1958, 944-951; Sesión 17, Senado de Chile, 8 de Julio de 1958, p. 716-728; Sesión 7, Senado de Chile, 7 de noviembre de 1956, op. cit, p. 200-202.

161Sesión 19, Senado de Chile, 19 de agosto de 1959, p. 1107-1121.

162Jonas, Guatemala: plan piloto… op. cit, p. 33-127; Sabino, op. cit, p. 121-268; Rostica, op. cit, p. 75; Torres-Rivas, op. cit, p. 33-37.

Este artículo forma parte de los proyecto de investigación FONDECYT N° 1171042: “Características y dinámicas históricas del conflicto político en Chile (1912-1952)”.

FONDECYT N° 11161095

Recibido: 04 de Enero de 2020; Aprobado: 22 de Abril de 2020

 

Pablo Letelier-Marinovich - Chileno. Estudiante Magister, Instituto de Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, Chile. Mail: pletelierms@gmail.com

Claudio Pérez-Silva - Chileno. Académico Instituto de Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, Chile. Mail: claudioperezsilva@gmail.com