OTRO MUNDO ES POSIBLE, UN MUNDO SOCIALISTA

Perfil y vigencia del socialismo chileno
Clodomiro Almeyda Medina

 
Paul Niculescu Mizil y Clodomiro Almeyda
"Clodomiro Almeyda y Paul Niculescu Mizil en su visita Chile en 1971 uniendo a Chile y Rumania

 

1. Los origenes

La gran crisis mundial del capitalismo comenzada el año 1929 tuvo extraordinaria repercusión en las economías latinoamericanas. En esa época nuestros países eran absolutamente dependientes de la economía mundial, en la cual se insertaban como fuentes de materias primas baratas y mercado para consumir los productos manufacturados producidos por las economías metropolitanas.

Se entiende por tanto el por qué la depresión originada en los centros mundiales del capitalismo se tradujo en el subcontinente en la semi paralización de sus economías de nuestros países, con su secuela de cesantía, hambre y miseria. 

Esta situación afectó especialmente a Chile, donde la brusca cesación de las exportaciones de salitre y otras materias primas minerales nuestra casi única fuente de divisas en ese tiempo, trastornó radicalmente la economía del país y configuró un clima de descontento, desesperanza y rebelión que por vez primera en nuestra historia originó una situación pre revolucionaria.

Los gobiernos oligárquicos eran incapaces de dar una salida a la crítica situación, cuyas causas les era imposible detener. Por otra parte, las ideas socialistas, anarquistas y revolucionarias, en general se habían extendido profundamente entre los círculos obreros avanzados y entre la pequeña burguesía radicalizada y el estudiantado, de manera que la utopía socialista encontraba fértil campo para germinar en aquellos sectores sociales y convertirse en inspiradora de los descontentos y de las rebeldías populares. Por último, las fuerzas armadas chilenas habían experimentado en el transcurso de los años veinte una significativa transformación en su ideología y su conducta. Las jóvenes promociones de oficiales, movidas por ideales modernizadores y nacionalistas, habían irrumpido en la arena política el año 1924 exigiendo los cambiosprogresistas en la economía y en la sociedad, que la izquierda burguesa y tradicional había sido incapaz de llevar a la práctica, no obstante su victoria electoral en la elección presidencial del año 1920 con su caudillo populista Arturo Alessandri. A través del Gobierno de Ibáñez, habían intentado esas promociones militares llevar a cabo su proyecto modernizador, pero las limitaciones de su ideologíaenmarcada dentro de los limites del pensamiento burgués, su mentalidad autoritaria y sus prejuicios antimarxistas y anticomunistas les impidieron concretar en hechos sus propósitos renovadores, que salvo ciertos avances en la modernización de la administración estatal, quedaron simplemente en el papel.

Pero caído el gobierno de Ibáñez por los embates de la crisis econó-mica y del descontento popular y vuelto la oligarquía tradicional al poder con el Presidente Montero, la insatisfacción militar se mantuvo latente en algunos sectores avanzados del Ejército y se convirtió en fuente de inquietud e inconformismo en las filas militares.

La incapacidad del gobierno oligárquico para dar una salida a la crisis orgánica del capitalismo dependiente y semicolonial, debilitado y desacreditado por la crisis, produjo naturalmente en la coyuntura de 1932, una confluencia entre los afanes de este sector inconformista militar encabezado por el coronel Marmaduke Grove, con los liderazgos Populares que interpretaban los impulsos revolucionarios de las capas avanzadas del movimiento obrero y de los sectores más radicalizados de la pequeña burguesía, movidos e impulsados por el ideario socialista, aunque éste todavía inmaduro y permeado por influencias anarquistas y románticas.

El 4 de junio de 1932, hace ya 50 años, este conjunto de factores cristaliza en un concierto de estas fuerzas progresistas que condujo a la sublevación militar apoyada por los sectores más avanzados del movimiento popular. Fue derrocado así el gobierno reaccionario de Montero y las fuerzas victoriosas decidieron instaurar la República Socialista de Chile, proyecto político que durante 12 días conmovió profundamente la conciencia popular, creando las condiciones para que un año después, el 19 de abril de 1933, se fundara el Partido Socialista de Chile.

Durante 12 días se impulsaron desde el Gobierno de la República Socialista toda suerte de propuestas avanzadas y renovadoras en el campo de la economía y en otros ámbitos de la vida social. Pero la improvisación de muchas de esas medidas, la reacción de las clases propietarias, unido al temor de la mayoría de los militares por el peligroso rumbo que tomaban los acontecimientos y, sobre todo, la falta de un partido político que dirigiera y orientara a los trabajadores y demás capas populares progresistas, determinó el derrumbe de la efímera República Socialista. Sucumbió pues esta histórica iniciativa ante una conspiración oligárquica militar, estimulada por el imperialismo y favorecida por las propias insuficiencias y falta de conducción organizada de las fuerzas que sostenían al recién instalado Gobierno.

Derrocada la República Socialista, el impacto favorable producido en el pueblo por sus improvisadas y audaces medidas populistas ligadas a una perspectiva de transformación revolucionaria de la sociedad, se reflejó en el intento de los sectores, personalidades y grupos políticos que apoyaron a la República Socialista, en forjar un partido que sostuviera y promoviera sus ideales y que encarnara orgánicamente los esfuerzos por convertirlos en realidad.

Nace así como producto de estos empeños, el 19 de abril de 1933, el Partido Socialista de Chile. Nace como consecuencia inmediata de la experiencia del fracaso de la República Socialista implantada el 4 de junio de 1932, y como respuesta a la necesidad puesta de manifiesto en aquel episodio, de darle dirección y expresión política y orgánica al movimiento popular radicalizado y en ascenso, reflejando los intereses de los sectores obreros, capas medias e intelectuales progresistas, golpeados por la crisis y que buscaban resolverla en una perspectiva revolucionaria y socialista.

Con su nacimiento, el Partido Socialista prolonga en una nueva fase de su desarrollo la tradición originaria de¡ movimiento obrero revolucionario de principios de siglo en las salitreras y en los centros industriales, y lo vincula con el despertar y la radicalización de las capas medias, intelectuales y estudiantes, influidos por la Revolución Rusa, la Revolución Mexicana, la Reforma Universitaria de Córdoba y las luchas populares de año 1920, y con las promociones progresistas de las Fuerzas Armadas que se hicieron presentes en la arena política el año 1924 y que luego determinaron el alzamiento del 4 de junio de 1932.

Condición también determinante del nacimiento del Partido Socialista, lo constituyó la debilidad orgánica y política que a la sazón experimentaba el Partido Comunista de Chile y que le impidieron servir de matriz conductor y guía de las masas descontentas y rebeldes movilizadas por las consecuencias de la crisis. La desviación izquierdista y el sectarismo que en aquel entonces determinaban la conducta de ese Partido, lo distanciaban de las masas y le impidieron jugar el rol de conducción que aquellas requerían.

El historiador comunista Hernán Ramírez Necochea enjuicia en los siguientes términos la situación entonces de su partido: "La vigorosa energía de que daba muestras el movimiento obrero nacional, la visión de procesos similares aunque más intensos que tenían lugar en otras áreas del mundo, especialmente en Europa, el desarrollo triunfante de la Revolución Rusa y la consolidación del régimen soviético, originaron en el Partido (Comunista) la idea de que la revolución social como entonces se decía era inminente, que la clase obrera estaba en condiciones de capturar el poder político y establecer el régimen socialista; era cuestión de levantar la combatividad del proletariado para instaurar un Gobierno obrero de un solo golpe; en una sola batalla". Más adelante Ramírez Necochea enfatiza: "Al juzgarse que el régimen capitalista podía ser destruido hasta en sus cimientos en un plazo relativamente breve por la acción revolucionaria de la clase obrera, se forjó una ilusión que facilitó el desarrollo de un nocivo sectarismo".

César Cerda y Guaraní Pereda, en reciente ensayo reiteran el porqué no fue entonces el Partido Comunista el cauce fundamental que canalizara las rebeldías populares: "En suma dicen, el conjunto del Partido Comunista reducido entonces a no más de dos mil militantes se sectarizó, impidiéndole hacer de palanca unificadora y de guía de la mayoría de la clase obrera y de las amplias capas no proletarias volcadas hacia la izquierda".

Nacido en tales circunstancias, el Partido Socialista de Chile hereda y contiene la impronta de la coyuntura que determinó su aparición. La presencia entre sus fundadores de elementos provenientes de diversas vertientes ideológicas: anarquistas, marxistas dogmáticos, trotskistas, militares nacionalistas, y radicales avanzados, de estirpe masónica y espíritu romántico y jacobino, unido a prácticas caudillistas e individualistas en su quehacer cotidiano, le confieren al Partido en su etapa crucial dos rasgos característicos que en conjunto fueron razón de su debilidad y de su fuerza. En primer lugar, una gran heterogeneidad ideológica que le impidió concebir un proyecto político coherente y compartido por el conjunto de su militancia y lo predispuso a experimentar en su seno intensas luchas internas entre sus diferentes corrientes; y en segundo lugar, una gran potencialidad representativa de vastos sectores obreros, populares e intelectuales, hecho que luego va a expresarse en la práctica, en el extraordinario e impetuoso crecimiento que experimentó el Partido entre los años 1933 y 1938, llegando a constituirse en breve tiempo en la fuerza política popular revolucionaria más importante del país.

A su vez, la combinación de estos ingredientes de heterogeneidad ideológica por una parte y de vasta representatividad social, por la otra, van a engendrar en el Partido Socialista durante el primer período de su existencia una pretensión de contener e interpretar en su seno a todas las corrientes populares de orientación socialista y revolucionaria, en otras palabras, una conciencia de su autosuficiencia como expresión política socialista y revolucionaria, que lo llevaba a subestimar la importancia de las alianzas políticas y a generar en su interior, por tanto, una conducta excluyente y sectaria, la que sólo por la necesidad de conformar alianzas para enfrentar las coyunturas electorales pudo neutralizarse en ese período. A la larga, sólo un dilatado proceso de maduración política ha logrado vencer en lo esencial, esa pretensión de autosuficiencia, sin que pueda decirse que ha sido todavía definitivamente eliminada en el inconsciente de sus bases militantes.

 

2. Intento de periodización de la historia del Partido Socialista de Chile

Podemos distinguir a nuestro juicio en la historia del Partido seis periodos, en especial referido a su política de alianzas, como lo expondremos a continuación.

Primer Período. Desde su fundación hasta 1936. Desarrollo impetuoso del Partido.

En esta etapa el Partido se desarrolla vigorosamente, se extiende a lo largo del país, sin dejar prácticamente rincón alguno, desde Arica a Magallanes, donde no se proyecte su influencia. En el campo obrero se implanta fuertemente entre los ferroviarios, panificadores, gráficos, industrias del calzado, cervecerías y en las estancias y frigoríficos del extremo sur, y secundariamente entre los mineros, textiles y metalúrgicos, donde la influencia comunista permanece dominante. En el campo sólo se desarrolla con lentitud al igual que el Partido Comunista , aunque en sus aldeas y pueblos, los artesanos, profesores y ferroviarios y algunos profesionales le permiten lograr presencia en los medios semi-rurales. En los estratos pequeño burgueses, pasa a ser fuerza determinante en el magisterio, principalmente entre los profesores primarios y entre trabajadores de la salud. Con mayores dificultades penetra en la administración pública y semifiscal; y sólo débilmente entre los empleados particulares. En la Universidad pasa a ser en pocos años la fuerza mayoritaria dentro de los estudiantes, mientras reducidos aunque activos grupos de profesionales y artistas extienden su influencia en la élite cultural e intelectual del país.

En este período, el Partido menosprecia la política de alianzas y su ya referida conciencia de su autosuficiencia, estimulada por su acelerado crecimiento, sólo lo llevan a convenir acuerdos puntuales con las otras fuerzas de Izquierda para oponerse en conjunto al gobierno reaccionario de Alessandri en el llamado Block de Izquierda, y para enfrentar en mejor forma los eventos electorales.

Segundo Período. 1937 1941. El Frente Popular.

La proximidad de las elecciones parlamentarias de 1937, que de acuerdo con la ley electoral chilena favorecían las expectativas de las coaliciones de partidos, y la necesidad de concertar alianzas para vencer a la derecha en la elección presidencial de 1938, conducen al Partido a integrar junto con comunistas y radicales el Frente Popular, no sin la dura oposición de sectores de "izquierda" que se negaban a pactar con partidos burgueses léase los radicales , y se oponían a la tesis comunista del Frente Popular levantada después del Congreso de la Internacional Comunista, sosteniendo las conocidas tesis anti unitarias de los trotskistas, que encontraban a la sazón notoria influencia sobre todo en la juventud y en los círculos intelectuales del Partido.

La victoria del candidato del Frente Popular en las elecciones presidenciales de 1938, llevó al Partido Socialista a compartir importantes responsabilidades ministeriales y gubernativas, venciendo también entonces la dura oposición a esa colaboración de las corrientes de "izquierda", que visualizaban al Frente Popular como la entrega y la subordinación del proletariado y de sus partidos a la burguesía, que a mi juicio ellos identificaban erróneamente con el Partido Radical.

La colaboración del Partido Socialista en el Gobierno, si bien incrementó rápidamente la influencia del Partido y su penetración en la administración pública, favoreció el desarrollo de las tendencias de derecha en su seno, deformó burocráticamente al Partido y favoreció las desviaciones oportunistas de sus funcionarios y dirigentes, incluso del área sindical.

Este proceso de desviación a la derecha del Partido, coludido con las tendencias ultraizquierdistas, pero bajo la hegemonía de los primeros, condujeron a que el Partido Socialista en 1941 rompiera el Frente Popular e intentara aislar al Partido Comunista, debilitando con ello al conjunto de la Izquierda y favoreciendo la hegemonía de los sectores de derecha dentro del campo popular, lo que condujo a la elección presidencial de Juan Antonio Ríos en una alianza cuyo núcleo esencial lo constituían los radicales y un sector del liberalismo, apoyado por la Izquierda.

Tercer Período. 1941 1946. Debilitamiento y decadencia del Partido.

La primera escisión en el Partido se produjo durante la permanencia en el Gobierno del Frente Popular, cuando tendencias de "izquierda" se negaron a aceptar las resoluciones de un Congreso partidario que confirmaron la participación del socialismo en el gobierno, dando origen al llamado Partido Socialista de Trabajadores. Pero fue sobre todo después de la ruptura del Frente Popular, lo que trajo consigo el aislamiento del partido, cuando los factores de disgregación largamente acumulados, unido al oportunismo político que conllevó su participación gubernativa, precipitaron en nuestra colectividad a sucesivas fracturas orgánicas que lo debilitaron cada vez más. Una errada conducción política con evidentes desviaciones hacia la derecha, no sólo acentuó el aislamiento del Partido, sino que lo enfrentó al resto de la izquierda el año 1946 en las elecciones presidenciales, y promovió el quiebre de la Confederación de Trabajadores de Chile, todo lo cual condujo al Partido a una desastrosa performance en dichos comicios, en los que el candidato del Partido obtuvo sólo unos insignificantes 12.000 votos, evidenciándose claramente el repudio de las masas a la política antiunitaria y derechizante de sus direcciones, y su debilitamiento orgánico debido a los sucesivos fraccionamientos y a la progresiva perdida de prestigio público y de autoridad ante las masas.

Cuarto Período. 1946 1957. Recuperación ideológica y orgánica del Partido Socialista.

La derrota ignominiosa en las elecciones de 1946 marcaron el punto más bajo en el acelerado proceso de decadencia del Partido, que siguió a su crecimiento de sus primeros años de existencia y a su participación en el Gobierno del Frente Popular.

Frente a este descalabro, los elementos más conscientes y maduros del Partido, que habían mantenido una actitud critica y constructiva, pero dentro de sus filas, contra las desviaciones derechistas, el desquiciamiento orgánico y el abandono de la línea revolucionaria que lo inspiró al nacer, encabezados por la juventud del Partido, y bajo el liderazgo de Raúl Ampuero, iniciaron el proceso de recuperación del Partido, de su fortalecimiento orgánico bajo moldes leninistas y de reafirmación ideológica basada en su Declaración de Principios que había sido olvidada por las direcciones precedentes.

Este proceso de recuperación socialista y de renacimiento del Partido, que duró once años, no estuvo exento de contradicciones y conflictos, el principal de los cuales fue la escisión producida en 1951 cuando un sector minoritario se negó a aceptar el apoyo acordado por el Partido a la candidatura presidencial populista de Carlos Ibáñez del Campo, a través de la cual se expresaba el descontento popular frente a la progresiva inclinación de los gobiernos radicales hacia la derecha, proceso que culminó con la traición del Presidente González Videla, autor de la llamada Ley de Defensa de la Democracia que colocó al Partido Comunista fuera de la ley y lo persiguió implacablemente, sin lograr desde luego sus propósitos de destruirlo. Eran los ecos de la "guerra fría" que llegaban hasta Chile, cuyos gobiernos se asociaban al de los Estados Unidos en su intento de aislar y acorralar al mundo socialista.

El proceso de recuperación del Partido culminó el año 1957, con la realización del llamado Congreso de Unidad Socialista, en que se retorna ya definitivamente la línea revolucionaria del Partido, se reafirma su inspiración marxista, se acentúan sus rasgos de autonomía e independencia, y se avanza ya, superando infantiles sectarismos, por el camino de la unidad de todas las fuerzas populares y de la izquierda, sobre la base del entendimiento socialista comunista, firme roca sobre la que se cimenta desde entonces toda la política de alianzas del Partido.

Igualmente en estos años el Partido abandona en lo internacional su posición "tercerista", que planteaba una tercera posición entre el capitalismo y el campo socialista, y se decide definitivamente por colocarse del lado de las fuerzas que luchan por la paz, la democracia y el socialismo y abiertamente en contra del imperialismo norteamericano.

Sobre la base de este entendimiento de ambos partidos de extracción obrera y de orientación marxista, se constituyó ese mismo año el FRAP Frente de Acción Popular, junto a otras fuerzas de izquierda de diversas proveniencias, cuyo poderío y arraigo se pusieron de manifiesto en las elecciones presidenciales de 1958, donde el candidato del FRAP, Salvador Allende, estuvo a 30.000 escasos votos de la mayoría entre todos los postulantes en esa contienda.

Quinto Período. 1958 1973. La Unidad Popular y el Gobierno de Salvador Allende.

En el transcurso de los años 60, el grueso del Partido Radical se incorporó también a la alianza popular, a la que luego pasaron a integrarse igualmente los sectores de izquierda y de avanzada desprendidos de la Democracia Cristiana, bajo la denominación de MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), todos los cuales configuran en definitiva la coalición de fuerzas democráticas y antiimperialistas de orientación socialista que pasó a denominarse Unidad Popular.

La justeza y el arraigo de esta combinación política en el seno del pueblo y su amplia representatividad social se expresaron en la victoria de Salvador Allende en las elecciones de 1970. Desgraciadamente, un importante segmento de la Democracia Cristiana que apoyaba las posiciones de la Izquierda, pero que siguió a la candidatura de su partido, al permanecer alejada de la Unidad Popular, le restó fuerza a esta coalición de la Izquierda y luego después del triunfo popular, por razones que no es del caso detallar aquí, no pudo articularse tampoco con la coalición triunfante, debilitando con ello el apoyo popular al Gobierno, favoreciéndose así a las fuerzas contrarrevolucionarias que impulsaron y consumaron el golpe militar fascista.

El Partido Socialista experimentó en este período un extraordinario crecimiento, que aunque aumentó su poderío electoral hasta convertirlo de nuevo en la primera fuerza de la Izquierda, no fue seguido del consiguiente y necesario desarrollo y homogeneización orgánica y política, surgiendo en su seno antagónicas tendencias que, al neutralizarse entre sí, le impidieron al partido jugar el rol de partido eje del Gobierno, redundando todo ello en debilitar el apoyo social al Gobierno y resentir su eficacia y unidad de acción, factores todos que influyeron también en la creación de condiciones favorables al golpe militar.

Sexto Período. El Partido Socialista desde el golpe militar hasta la actualidad.

Nuestro Partido, como todo el resto de la Izquierda, y el pueblo organizado fueron duramente golpeados por la dictadura. No obstante ello, reconstruido el Partido en la clandestinidad y organizado en el exilio, se dio a la tarea de superar las carencias y debilidades que se hablan puesto en evidencia durante el Gobierno, y se empeñó en una lucha contra las corrientes liberalizantes y orientadas hacia posiciones social demócratas, por una parte, y las tendencias vanguardistas y ultraizquierdistas, por la otra. Ello junto con homogeneizarlo ideológicamente, y fortalecer su orgánica y su responsabilidad política, condujo a inevitables desprendimientos por el lado de la derecha y de la "izquierda", que lejos de debilitarlo, lo robustecieron. Estos desprendimientos fueron más significativos en el exilio que en el interior, donde las exigencias de la lucha contra la dictadura favorecían y favorecen a las posiciones unitarias, en el marco de una política de lucha de masas de carácter rupturista con perspectiva insurreccional, que aparece cada vez más compartida por el grueso de las organizaciones de Izquierda.

En este contexto, el Partido Socialista ha venido planteando la necesidad de superar a la Unidad Popular, tratando de corregir sus debilidades y carencias, profundizar el consenso entre sus integrantes, todo con la mira de alcanzar superiores niveles de unidad que permitan crear las condiciones para ir forjando una conducción única del movimiento popular, cuya tarea esencial es ahora lograr el derrumbe de la dictadura, la recuperación y la renovación de la democracia, y la apertura de condiciones para ir avanzando por esa vía hacia el Socialismo.

Esta superior forma de expresión de la unidad de las fuerzas democráticas de orientación socialista, es lo que nuestro Partido ha denominado Bloque por el Socialismo y que representa la fuerza propia socialista dentro de la más amplia coalición de sectores democráticos antifascistas, coalición que abarcando incluso a los demócrata cristianos y otras tendencias antidictatoriales, seguimos considerando necesario promover, para ir alterando la correlación de fuerzas en favor del pueblo, al calor de la lucha de masas contra la dictadura y asumiendo esta lucha formas cada vez más avanzadas y rupturistas en la medida que se logre movilizar políticamente a las más vastas capas. de la población y enfrentarlas al régimen militar.

En el decurso de este proceso, hemos podido constatar una significativa aproximación de los puntos de vista del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) al de los socialistas y comunistas, en la perspectiva de lo que hemos llamado lucha de masas rupturista. Asimismo, también hemos registrado recientemente una actitud de reticencia y reserva de los sectores moderados del resto de los partidos de izquierda, para compartir este enfoque del proceso político chileno, expresándose esta reticencia en una negativa a reconocer la significación de los partidos políticos como instancia conductora y dirigente del proceso revolucionario y en una resistencia al uso de todas las formas de lucha idóneas para conseguir nuestro objetivo fundamental, so pretexto de la persistencia en las masas de las condiciones originadas por el reflujo político e ideológico producido por el golpe militar en el pueblo y sus organizaciones. Nosotros pensamos que este reflujo durante los últimos meses, no puede considerarse como rasgo predominante en la situación chilena, ya que el fracaso de la dictadura en la implementación de su proyecto contrarrevolucionario, expresado en la profunda crisis económica, social que vive el país está abriendo ya un periodo de ascenso en las luchas populares y de urgente demanda de unidad y de conducción, que las fuerzas más maduras de la Izquierda tienen la obligación de recoger e interpretar.

Nos encontramos, pues, en un momento clave para el desarrollo, recomposición y renovación de la Izquierda; un momento en que existiendo las condiciones generales para la emergencia de una nueva alianza unitaria, más consciente y profunda que la Unidad Popular, todavía ello no logra cristalizar en nuevas formas orgánicas aunque en esa dirección se camina, empujados e impulsados por las exigencias objetivas del desenvolvimiento del movimiento popular.

 

3. Caracterización del Partido Socialista de Chile

El Partido se ha ido forjando en la lucha, aprendiendo de la experiencia, de los éxitos y de los fracasos y ha alcanzado este último tiempo un nivel de homogeneidad y organicidad, que permite a la vez que rescatar lo valioso de su pasado histórico, y los ingredientes que lo perfilan con caracteres propios en la política chilena, ensamblarlo y articularlo en la lucha con el resto de las fuerzas democráticas y revolucionarias en la perspectiva de un Bloque por el Socialismo.

En estas circunstancias, parece apropiado terminar esta exposición resumiendo los rasgos fundamentales que lo caracterizan y le abren un propio y promisor espacio para poder ejercer un rol importante en la conducción de la Izquierda, y aportar a ésta lo mejor que ha ido y está produciendo como una de las vertientes auténticas del movimiento, democrático revolucionario chileno.

En este sentido podemos singularizar a nuestro Partido en la siguiente forma:

Primero: Es un Partido obrero y popular.

El Partido Socialista surge como un Partido a la vez obrero y popular. Ello refleja las dos contradicciones básicas de la sociedad chilena de nuestra época; aquella contradicción fundamental que opone a la burguesía y al proletariado y aquella contradicción principal que expresa a la primera en el periodo, y que opone a las clases dominantes en su conjunto, al pueblo chileno, constituido por la clase obrera, masas trabajadoras en general y capas medias productivas y no productivas perjudicadas por el sistema social.

Históricamente, el Partido Socialista ha determinado su accionar en el marco de ambas contradicciones. Por una parte su profundo arraigo en la clase obrera y su inspiración ideológica en la teoría política de esa clase, lo confirman como un partido proletario, y por la otra, su vasta influencia en el conjunto de las masas trabajadoras, campesinas, pobladoras, intelectuales y estudiantes, lo convierten en un auténtico partido del pueblo de Chile.

Esta característica dual determina su carácter de partido obrero y popular, y por tanto condiciona su amplio espacio político, su fuerza potencial y su rol central dentro del movimiento popular orientado hacia el socialismo.

Segundo. Es un Partido revolucionario.

El Partido Socialista es revolucionario porque al aspirar a la representación de la clase obrera y del pueblo de Chile, lo hace asumiendo sus intereses, contradictorios e irreconciliables con las formas políticas e ideológicas con las que las clases dominantes mantienen un orden social, ilegítimo e inhumano, con el cual el Partido se encuentra totalmente descomprometido y cuya misión es destruir, para edificar sobre sus ruinas una sociedad socialista.

Tercero. Es un Partido nacional y latinoamericanista.

El Partido Socialista es un partido nacional, en cuanto aspira a representar al pueblo chileno, como comunidad nacional, afirmar su independencia y soberanía, prolongar su historia, defender su integridad territorial y su patrimonio económico y cultural, proyectando a la nación internacionalmente, todo lo cual antagoniza con el interés del imperialismo y de sus aliados domésticos, en mantener y acentuar nuestra dependencia económica, política y cultural

La vocación latinoamericanista del Partido Socialista que lo caracteriza desde su nacimiento, deriva de su carácter nacional y expresa la tendencia histórica de los pueblos latinoamericanos a unirse e integrarse entre sí en su lucha contra el común enemigo imperialista, sobre la base de su historia y rasgos culturales comunes.

Cuarto. Es un Partido internacionalista.

El Partido Socialista es esencialmente internacionalista, lo que deriva de su condición de partido obrero, y en consecuencia es solidario y convergente en sus objetivos finales con la lucha proletaria universal por el socialismo, reflejada en las inmortales palabras con que termina el Manifiesto Comunista: "Proletarios de todos los países. Uníos".

Quinto. Es un Partido autónomo.

El Partido Socialista es autónomo, porque determina su orientación y línea política con plena independencia y soberanamente, dentro del marco internacionalista que lo compromete con las fuerzas que luchan a nivel mundial por la democracia, la liberación nacional y el socialismo.

Sexto. Es un Partido de vocación unitaria.

El Partido Socialista, como producto de su experiencia histórica, valora singularmente la unidad de las fuerzas democráticas, y la unidad en especial de todas las fuerzas políticas de orientación socialista, como condición indispensable para promover en la arena política una correlación favorable para el avance del movimiento popular revolucionario y para construir en el decurso del desarrollo y profundización del proceso unitario, la fuerza dirigente de la Revolución Chilena.

Séptimo. Es un Partido marxista-leninista.

El Partido Socialista es un partido marxista leninista porque en su condición de partido obrero, revolucionario e internacionalista, orienta su accionar en la teoría de la clase obrera, el marxismo leninis¬mo, entendido como un instrumento de transformación social y de creación política, y por tanto no como un dogma distorsionador y empobrecedor de la realidad.

Tal es, amigas y amigos, la fisonomía histórica de nuestro Partido, el que se aproxima ya a los cincuenta años de existencia, en un proceso de incesante y conflictiva superación, e inspirado en la actualidad por su propósito de contribuir lo más eficazmente a la unidad de las fuerzas democráticas chilenas para hacer posible la derrota del fascismo y emprender en conjunto con ellas la reconstrucción democrática de Chile e impulsarlo luego por el camino del socialismo.