EL IMPERIO SOCIALISTA DE LOS INCAS

14.02.2019 23:31

HISTORIA CENSURADA

El Imperio Socialista de los Incas

El imperio de los incas había terminado en el momento culminante en que comenzaba a transformarse con el esbozo de castas sociales, por lo menos las de los militares y sacerdotes. Si Pizarro hubiera aparecido cien años después, el panorama social y económico del imperio habría sido distinto. Quizá los curacas y las castas sociales habrían extralimitado su poder sobre el pueblo. Pero el Tawantinsuyu no sólo vivió una vida brillante, sino que también tuvo una muerte oportuna, en un momento impresionante de su historia, sirviendo de ejemplo a los grandes soñadores socialistas, porque la conquista española lo sorprendió en pleno florecimiento de vida democrática, con justicia social, con pan, techo y vestidos asegurados para la masa del pueblo.

Luis Baudin califica al imperio de los incas como socialista, porque en él se nivelaron las condiciones de la existencia social; se admitió la propiedad individual en una débil medida y a título excepcional; se reglamentó la producción y el consumo por vía de autoridad y se realizó el equilibrio entre la oferta y la demanda por medio de la estadística y no por un mecanismo de precios. El imperio de los incas fue un imperio socialista, no como el de Platón, porque este filósofo no nivela las condiciones de la masa, sino las de la élite. Tampoco con el socialismo de Rusia, pues el país de los sóviet tiene moneda, mercados libres, impuestos, empréstitos y desigual remuneración. Baudin cita una frase de Keyserling , que dice: “El estado bolchevique es un sistema casi irracional, si se le compara con el de los incas”.

El noble afán peruanista del maestro de la Sorbona de catalogar como socialista al imperio de los incas es intensamente rebatido. Por distintos flancos se estudia actualmente la vida incaica, y nuevas luces científicas, en cuanto al método, permiten una mejor apreciación del problema. Pero el error viene solamente cuando se quiere aplicar fórmulas sociales modernas a realidades antiguas. En el Perú, el escritor José Carlos Mariátegui enfocó el problema en forma muy sugestiva, cuando escribió:

“El comunismo moderno es una cosa distinta del comunismo incaico. Esto es lo primero que necesita aprender y entender el hombre de estudio que explora el Tawantinsuyo. Uno y otro comunismo son producto de diferentes experiencias humanas. Pertenecen a distintas épocas históricas. Constituyen la elaboración de disímiles civilizaciones. La de los Incas fue una civilización agraria. La de Marx y Sorel es una civilización industrial. En aquélla, el hombre se sometía a la naturaleza. En ésta, la naturaleza se somete a veces al hombre. Es absurdo, por ende, confrontar las formas y las instituciones de uno y otro comunismo. Lo único que puede confrontarse es su incorpórea semejanza esencial y material de tiempo y espacio. Y para esta confrontación hace falta un poco de relativismo histórico .”

No solamente se ha dado una interpretación socialista al Imperio de los Incas, sino también comunista.

Con motivo de la novela de Augusto Aguirre Morales El pueblo del Sol, donde se impugna el comunismo incaico, Mariátegui escribió estas palabras: “La tesis de Aguirre, negando el carácter comunista de la sociedad incaica, descansa íntegramente en un concepto erróneo. Aguirre parte de la idea de que autocracia y comunismo son dos términos inconciliables. El régimen incaico –constata- fue despótico y teocrático, luego –afirma- no fue comunismo. Mas el comunismo no supone, históricamente, libertad individual ni sufragio popular. La autocracia y el comunismo son incompatibles en nuestra época; pero no lo fueron en sociedades primitivas. Hoy un nuevo orden no puede renunciar a ninguno de los progresos morales de la sociedad moderna. El socialismo contemporáneo –otras épocas han tenido otros tipos de socialismo que la historia designa con diverso nombre- es la antítesis del liberalismo, pero nace de su entraña y se nutre de su experiencia. No desdeña ninguna de sus conquistas intelectuales. No escarnece y vilipendia sino sus limitaciones. Aprecia y comprende todo lo que en la idea liberal hay de positivo; condena y ataca sólo lo que en esta idea hay de negativo y temporal”.

Brillante escritor socialista, Mariátegui no había penetrado en la entraña de nuestra historia cuando llamaba incaico al comunismo del antiguo Perú. Pero acertó cuando establecía el relativismo con que hay que apreciar la crítica actual sobre los hechos de un pasado remoto. Ese relativismo se pone de manifiesto aun entre escritores contemporáneos de prestigio. Así, frente a Mariátegui que califica de comunista la organización incaica, puede citarse la opinión de Uriel García, para quien el incanato como régimen político caminaba a pasos gigantescos hacia el feudalismo, después de haber destruido la libertad del pueblo con el ayllu primitivo. Por eso, en cierto modo el virreinato es una prosecución del sistema incaico, con agravantes y formas agudas. Luis Valcárcel dijo también que el virreinato fue un Incario sin Inca.

Tales ideas contradictorias en escritores peruanos de hoy, nos prueban que no ha concluido ni concluirá el interés apasionado del mundo por la interpretación de la organización incaica. No puede caber duda respecto al hecho de que esa organización se aproximó, como ninguna otra en el mundo, al ideal de justicia y bienestar a que aspiran los pueblos de la humanidad actual. Fue una sociedad donde el trabajo era obligatorio, donde se producían alimentos en la mayor proporción posible; donde cada familia natural, como miembro de la familia social o ayllu, tenía derecho a cultivar un lote de tierras suficiente para satisfacer sus necesidades. La previsión social funcionaba, cuando la comunidad tenía el deber de trabajar las tierras de los inválidos, sea por razón de edad avanzada, sexo, enfermedad o incapacidad, o por razón de estar prestando servicios en el ejército. En esa forma se consiguió que no hubiera mendigos ni desocupados, siendo castigada como un delito la ociosidad. Por lo tanto, no había familias demasiado ricas, ni gentes demasiado pobres como en la sociedad actual. El saludo del pueblo incaico: ama suwa, ama llulla, ama quella (no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas ocioso), no era un consejo de orden moral al vecino o amigo, sino una expresión que reflejaba el bienestar de una sociedad, donde no cabrían esas calamidades. En la actualidad sería ridículo saludar diciendo: no seas ladrón, cuando reina el hambre y la desocupación y la miseria.

La autoridad del Inca fue paternal. Recogía tributos en productos, pero las pirhuas o depósitos acudían en las épocas de escasez por calamidades climáticas o de otro orden, a cubrir los déficit de producción para el consumo de los ayllus. Por eso, cada marka tenía sus pirhuas o depósitos del tributo, cosa por lo demás realizada en Egipto –según la leyenda de José- con el trigo.

* Romero, Emilio (2006). Historia económica del Perú. Buenos Aires: Editorial Sudamericana