HÉROES Y MÁRTIRES DEL PARTIDO SOCIALISTA

Víctor Zerega Ponce
¡ Presente !

 

Oriundo de Iquique, Víctor Zerega Ponce se integró a muy temprana edad a las filas del socialismo. Al terminar sus estudios secundarios se trasladó a Santiago para cursar la carrera de Economía en la Universidad de Chile, en donde destacó por su activa participación en el movimiento estudiantil por la Reforma Universitaria, a fines de los ’60.

Marisol Bravo, actual militante socialista de Ñuñoa, por entonces también estudiaba economía en la vieja casona de calle República. “La Negra” recuerda nítidamente la intensidad de aquellos días, en los que pronto Zerega adquirió un protagonismo especial: “Era el año 1967 y a diario había asambleas en la sala de conferencias, en las que hablaban los representantes de los distintos partidos. Yo encontraba que todos hablaban tan bien que me parecía que todos tenían la razón. Todos queríamos hacer cosas. Las universidades sufrían los embates de los cambios y todo en ellas se cuestionaba. Y las luchas contra el imperialismo se abrían en todos los rincones del mundo. En esa época fue donde yo, como muchos, abrí los ojos al mundo: de repente sentí que era parte de un colectivo más amplio y que otros necesitaban de mí”.

La militante señaló que fue Víctor Zerega –hermano de una compañera de curso– quién le habló por primera vez en 1967 sobre la necesidad de luchar para “conseguir lo que uno quería”. En la realidad concreta de la Escuela de Economía, eso se traducía en la demanda por un Hogar Universitario Femenino, pues las alumnas de provincia no contaban con un pensionado propio en donde vivir. Víctor Zerega y Mario Felmer, como dirigentes socialistas del Centro de Alumnos, se pusieron a la cabeza de esa lucha, apoyados por un grupo de estudiantes entre las cuales estaban Ximena Miranda, Gilda Zerega, María Eugenia Lioi, Mónica Briceño, Norma Scheihing, Adriana Dantón, Myriam Chang, Patricia Barrientos, Teresa Fuentes y la propia Marisol Bravo.

En medio de asambleas y reuniones, la escuela de economía permaneció dos días paralizada en demanda del pensionado femenino. Víctor defendió una y otra vez la justeza de los argumentos en la asamblea en la que finalmente se votó el paro.

Era uno de los militantes más entusiastas del núcleo JS de la Escuela de Economía, que con el paso del tiempo sería bautizado “Quico Barraza”, en honor al joven desaparecido en 1970 en Chaihuin, en el sector selvático de la Provincia de Valdivia.

Convencido del papel del periódico como una herramienta de información y movilización, se puso a la cabeza de la edición del “Michimalongo”, boletín tipeado en una vieja Underwood de su propiedad. Eran dos hojas de oficio, dobladas al medio, en las que los jóvenes repudiaron la invasión soviética a Checoslovaquia, al mismo tiempo que contribuyeron al triunfo de Carlos Rojas, el candidato de los socialistas al Centro de Alumnos.

Un dirigente que trabajaba en la base

Según Marisol Bravo, Zerega tenía la especial capacidad de reclutar constantemente nuevos militantes para la organización, sin hacer distingos entre el trabajo de base y el dirigencial. Por esta misma época se estaba iniciando el trabajo de las Brigadas Elmo Catalán, cuyo nombre recordaba al periodista socialista muerto en la guerrilla del Che en Bolivia. Sin excusarse en su condición de dirigente, Víctor agarraba un tarro de pintura y era capaz de salir solo en las noches a pintar consignas en los muros. “Una vez llegó al Pensionado Femenino con todo un brazo ensangrentado porque tuvo que arrancar de la policía. Pero venía feliz porque no había soltado el tarro”, comenta Marisol.

También era activo en la Brigada Universitaria Socialista (BUS), que reunía a los estudiantes militantes de la Universidad de Chile, y junto con compañeros de la Facultad de Ingeniería implementaron un Departamento de Educación Política.

En 1969 fue electo como dirigente del Regional Santiago Centro de la JS, orientando su trabajo hacia el desarrollo del movimiento sindical. “El Negro” –como le apodaban sus amigos– integraba el Departamento Obrero del Centro de Alumnos y posteriormente fue el encargado del Departamento Obrero de la FECH. Marisol recuerda que, con otros estudiantes de la Escuela, apoyaban también el trabajo de la CUT Departamental de San Miguel.

En el tradicional local de MADECO, Víctor y sus compañeros imprimían volantes para las reuniones y los conflictos sindicales.

En el frente sindical

Por esos días, el trabajo del Departamento Nacional Sindical (DENAS) del PS se encontraba muy debilitado. En la sede del Comité Central del PS, en calle San Martín, éste ocupaba una modesta oficina coronada por un enorme retrato de Luis Emilio Recabarren. Víctor se hizo muy cercano de Guillermo Pedrero, un antiguo líder sindical que participaba en el DENAS. El viejo sindicalista era un verdadero maestro, y había tenido el honor de conocer a dirigentes obreros de la talla de Elías Lafferte y del propio Recabarren. Pedreros se quejaba de la escasa importancia que el PS le daba al trabajo sindical, análisis en el que coincidía Zerega, que frecuentemente planteaba que “un Partido sin Departamento Sindical no es un partido que defienda a los trabajadores”.

Marisol Bravo cuenta que “estuvimos formando núcleos en empresas de Maipú a través de contacto de dirigentes de las distintas empresas que se acercaban a nosotros”. La labor partidaria en las industrias de esa zona cristalizaría luego en la constitución del Cordón Industrial Cerrillos.

Luego del triunfo de Allende, Víctor prácticamente dedicaría todo su tiempo a la actividad política. En enero de 1971, en el Congreso de La Serena, resultó electo miembro suplente del Comité Central del PS y pasó a integrar el DENAS. A esas alturas, “El Negro” cursaba el 9º semestre de Economía, carrera que terminó abandonando para dedicarse por completo a sus nuevas labores.

A principios de 1970, el entusiasta grupo de jóvenes recibió en su local de la 9ª Comuna, en la calle Bascuñan, a un obrero de la Sección Maestranza de la textil Yarur, David Sepúlveda. Marisol Bravo recuerda que hicieron un duro trabajo, hasta que se logró formar un núcleo socialista en esa estratégica planta. Siempre bajo la entusiasta conducción de Zerega, se logró editar y distribuir el semanario “La Firme”, un periódico que se imprimía en la Escuela de Economía y cuyos dos mil ejemplares se repartían en los tres turnos de los trabajadores. La presencia socialista no pasó inadvertida, pues hasta entonces los obreros eran controlados por un sindicato “amarillo”, que no dudaba en amedrentar incluso con matones a todos los que se atrevieran a intentar un sindicalismo de izquierda. Además, relata Marisol, “hacíamos rayados afuera de la fábrica y en el local sindical. Corríamos por las callampas aledañas del Zanjón de La Aguada para arrancar de los matones y los carabineros”.

De la mano de Zerega y con el entusiasmo de aquellos jóvenes universitarios que optaron por el frente sindical, al cabo de un tiempo vino la recompensa a todo ese lento pero sistemático trabajo: venciendo el miedo, los trabajadores de Yarur eligieron a un socialista –Acuña– como nuevo presidente del sindicato, al tiempo que ya eran cinco los núcleos que funcionaban en la planta. Tiempo después de ese triunfo, en mayo de 1971, Yarur pasó al Área Social debido a la mala administración de sus dueños. Víctor llevó todas las conversaciones con los sindicatos de obreros y empleados de Yarur con el Comité Textil y en más de una ocasión hasta con el propio Presidente Allende.

Zerega destacó como profesor de cursos de Historia del Movimiento Obrero a través de la CUT, y participó en la Primera Escuela Nacional Sindical del PS con Marta Harnecker, Gabriela Uribe, Cristina Hurtado, Guillermo Pedreros, Sergio Cochín Muñoz, Pedro Guglielmetti, Eduardo Tambutti, y Armando Cassigoli. También fue director del periódico sindical “Trinchera Socialista”, del que fue su director; fue responsable del trabajo en Maipú, impulsando el Cordón Cerrillos, el primero en la capital, y cooperó en la difusión del diaporama “Historia del Movimiento Obrero”, de los cineastas Orlando Lubertt y Gastón Ancelovic. Por último, colaboró en la creación de la Comisión de Participación CUT–Gobierno y se dedicó a trabajar en temas económicos vinculados a los Comités de CORFO.

En un editorial de “Trinchera Socialista”, publicado con posterioridad a las decisivas parlamentarias de marzo de 1973, Víctor entregaba su visión respecto a la situación del país:

La extraordinaria demostración de fuerza que se puso en evidencia en la elección del 4 de marzo conduce a profundizar las transformaciones revolucionarias que se ha propuesto la UP a través del Gobierno, basado en un poderoso movimiento de masas.

A pesar de los problemas relativos al desabastecimiento de alimentos, ocasionado por la reacción a través del acaparamiento y el boicot permanente de las empresas del sector privado, la clase obrera y vastos sectores populares respaldaron el proyecto socialista de transformación de la sociedad, manifestado en el Programa de la UP.

Las condiciones favorables a la revolución, que se manifiestan en la desorientación y desesperación en el seno de las clases dominantes, además de la urgencia de resolver los problemas de la economía (inflación, desocupación, desabastecimiento, inversión, etc.) convergen hacia la superación cualitativa de lo que hoy se conoce como área social en sentido amplio (área reformada, banca estatizada, comercio exterior, distribución), en forma tal que permite ponerle una “camisa de fuerza” a las fuerzas del capitalismo.

Eso significa no sólo completar el área social a nivel industrial, sino fundamentalmente estructurar las empresas y servicios de forma tal que sea el Gobierno el que controle, dirija y oriente realmente la economía de este país. Lo anterior requiere de una ofensiva en el plano de masas para colocar al parlamento entre la espada y la pared. La clase obrera y las fuerzas populares no pueden aceptar el permanente boicot y el espíritu contrarrevolucionario de los lacayos del capital.

Esto se traduce también en una profunda discusión en el seno de las masas acerca de la forma real en que va a operar la participación de los obreros, técnicos y empleados en las decisiones parciales y generales de la economía. Ya se ha iniciado una extensa discusión al respecto, impulsada y orientada por la máxima organización de los trabajadores chilenos, la CUT. Necesariamente este movimiento de orden creador, crítico y autocrítico tiene que confluir en la estructuración de una suerte de organismo de planificación nacional, en que esté garantizada la activa participación de la clase obrera que se encuentra ampliamente capacitada para cumplir con esta responsabilidad de gran proyección política.

En definitiva, el choque frontal contra la burguesía y el imperialismo va a venir en torno a estas transformaciones revolucionarias de la economía, que amenazan derrumbar todo el edificio capitalista, para dar paso a la nueva sociedad, al Chile socialista.

En la clandestinidad

A pesar de las diferencias, afirma Marisol, “cuando mis dirigentes se fueron a las embajadas luego del golpe, y quedamos las bases sin saber que hacer, fue grato verlo”. En octubre de 1973 se encontró con Víctor. “Andaba muy tranquilo por la calle Estado. Me dio mucha alegría verlo y de ahí seguimos en contacto hasta que no llegó un sábado de junio a ver el partido de Chile con Alemania en el Mundial de 1974. Esa noche supimos que había caído. No dejamos la casa donde vivíamos pese a las instrucciones al respecto. Sabíamos que no nos delataría”.

Marisol Bravo rememora: “En esas épocas tan negras hablábamos bastante de nuestros sueños. De construir familia, de tener hijos. Víctor hablaba de sus gustos por Vinicius de Moraes y dejó un disco suyo en nuestra casa. Le gustaba además Serrat y la Caballería Rusticana. Me acuerdo que teníamos un par de gallinas en el patio. Víctor les hizo un gallinero para que no se mojaran. En la casa donde él vivía se preocupaba de regar los tomates y los porotos verdes. Lo recuerdo como si lo viera hoy explicándome las ventajas de la comida naturista. Amaba el mar y por sobre todo a Iquique, su ciudad”.

Después del golpe, Víctor se integró al trabajo de la dirección clandestina del PS, en donde le correspondió dirigir la rearticulación del movimiento sindical. En 1974 se incorporó a una directiva clandestina de la CUT, que se había logrado articular con representantes sindicales del PS, del PC y del MAPU OC, estrechamente vinculados a las estructuras de los partidos en la clandestinidad.

Francisco Mouat, que hasta el golpe ofició como responsable del Departamento Nacional Sindical de la JS, recuerda su trabajo político junto a Víctor Zerega: “El chico Ariel (Mancilla) me llevó a un punto y me puso a trabajar junto al Negro. Una de las primeras tareas que me dio estuvo vinculada al levantamiento de un informe de la situación del tema sindical. Mas tarde, me planteó que le ayudara en el tema de las relaciones políticas, particularmente con los dirigentes sindicales del PDC y el PC. Los primeros contactos con Manuel Bustos, por ejemplo, fueron a través de esa vía. Estuvimos trabajando de esa manera todo el mes de noviembre y de diciembre de 1973. Durante dos semanas sí estuvimos desconectados por un problema de seguridad que tuvo Zerega con algunos compañeros vinculados al Regional Santiago”.

Zerega también participó activamente del proceso de debate que dio como resultado la redacción del llamado Documento de Marzo de 1974. El grueso del análisis económico del polémico documento, emitido por la Dirección Interior, fue obra suya. El texto formulaba un crudo análisis autocrítico de la experiencia socialista y se fustigaban las “desviaciones” de “derecha” e “izquierda” que habrían tensionado ese proceso.

Fidelia Herrera, miembro del Comité Central, señala que en su departamento se reunió en más de una ocasión con él para discutir los apuntes de lo que sería ese informe. La dirigente acotó que ya a principios de 1974, las condiciones de subsistencia de los dirigentes que, como Zerega, estaban en la clandestinidad total eran extremadamente precarias: frecuentemente, Víctor ni siquiera tenía dinero para la locomoción y estaba extremadamente delgado.

La amenaza de la represión también se empezaba a sentir cada vez más cerca de los que militaban y luchaban “en las sombras” en contra de la dictadura. El 15 de marzo de 1974, en un departamento ubicado en Agustinas con Huérfanos, en un condominio del centro de Santiago, fue detenido Gustavo Ruz. Un vecino de otro departamento había advertido la presencia de extraños, y la posibilidad de una reunión de “subversivos” gatilló una rápida acción de un comando dirigido por el teniente coronel Edgar Ceballos, el jefe del Servicio de Inteligencia de la FACH.

Zerega estaba en el baño cuando los hombres de la SIFA ingresaron. Notó que Ruz los recibió y que intencionadamente subió la voz para intentar prevenirlo. Lo consiguió: se las ingenió para huir del lugar, descolgándose por la pequeña ventana del baño. Pero la buena estrella no sería eterna para él.

La represión estaba decididamente a la siga de Víctor. Uno de los que lo buscaba era Juan Muñoz Alarcón, un ex militante del Seccional Puente Alto, que había participado en el DENAS y que fue expulsado del PS por protagonizar una serie de denuncias públicas a propósito de un supuesto fraude en unas elecciones sindicales. De origen modesto y naturaleza resentida, luego de su expulsión encontró respaldo en sectores de la derecha dura que estaban en el centro de la conspiración contra Allende. De ahí a convertirse en uno de los encapuchados del Estadio Nacional –que identificaba desde el anonimato de una inquietante capucha a sus ex compañeros– y a ser colaborador de los servicios de seguridad de la dictadura había un paso.

Pancho Mouat fue testigo de ese acecho: “El Negro tenía la mala costumbre de hacer siempre una misma ruta para sus contactos: San Diego entre Avenida Matta y Alameda. Con una bolsa con verduras, como si viniera de la feria, hacía los ocho o diez puntos que tenía en un día. Muchas veces le dije que cambiara su ruta y su leyenda, ya que era muy posible que pudiera ser detectado. Yo fui a un punto con él, estaba leyendo los diarios en un kiosco, cuando de pronto apareció un furgón con Juan Muñoz Alarcón adentro, pero no alcanzó a reconocerme. Nosotros ya sabíamos de su colaboración con la dictadura. Eso fue en San Diego, a un par de cuadras de la Alameda, precisamente la ruta que solía hacer Zerega”.

A principios de junio de 1974, en una casa en Lynch Norte 320, fue detenido Alberto Zerega, hermano de Víctor, con otros dos militantes y dos jóvenes colaboradoras del PS. La captura de los jóvenes fue fruto de una delación de un militante de otra estructura socialista, vinculado antes del golpe al antiguo Regional Norte, que conocía ese domicilio, en el cual incluso alguna vez coincidió con Zerega y Ariel Mancilla. El equipo que actuó en esa oportunidad lo dirigía el oficial del Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR) Manuel Agustín Muñoz Gamboa, alias “El Lolo”.

Conducidos a los subterráneos de la Plaza de la Constitución, que el SICAR y la DINA ocupaban como recinto de detención y de tortura, los agentes interrogaron, infructuosamente, a Alberto sobre el paradero de su hermano. De la misma manera, Ana María Campillo -una de las jóvenes universitarias capturadas en el domicilio de Alberto- fue intensamente acosada para que entregara pistas que permitieran llegar hasta Víctor. Al igual que varios de los allí detenidos, ambos jóvenes fueron testigos de cómo uno de los cautivos era sacado frecuentemente por sus custodios, y del trato especial que estos le brindaban. Entonces lo ignoraba, pero ese detenido –precisamente el socialista del antiguo Regional Norte- estaba colaborando con los agentes del SICAR y de la DINA en el “poroteo”, práctica que consistía en sacar a las calles a un prisionero, para que éste contactara o identificara a sus ex compañeros.

Pronto, los responsables de ese centro de detención decidieron poner en libertad a todos los capturados en el departamento de Lynch Norte. Pero, en forma paralela, lograron que el mismo colaborador estableciera un punto “envenenado” con Víctor Zerega. Antes de ir al contacto, éste realizó una llamada para asegurarse que su hermano estaba bien. Como Alberto había sido puesto en libertad, el contacto al que llamó le dio la señal de normalidad.

Zerega se dirigió al punto, en donde resultó detenido el 23 de junio de 1974 por efectivos del Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR), el cual lo entregó a la DINA luego de torturarlo en los subterráneos de la Plaza de la Constitución. El Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación consignó que “testigos que lo vieron en este lugar indicaron que en una oportunidad fue muy golpeado, aparentemente por haberse tratado de escapar cuando concurría a un punto con sus captores. Una detenida señaló que el día uno o dos de julio se le informó que trasladarían a la víctima a Valparaíso”.

Uno de los verdugos de Víctor Zerega fue el oficial del SICAR Manuel Agustín Muñoz Gamboa, alias “El Lolo”, quien luego integró el Comando Conjunto, razón por la cual hoy se encuentra sometido a proceso por numerosos casos de secuestro. Su carrera continuó en los 80, con el grado de capitán, en la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (DICOMCAR), en la cual participó en el degollamiento de tres profesionales del PC, caso por el cual fue condenado a cinco años y un día, y en el asesinato –también por degollamiento– de Juan Antonio Aguirre Ballesteros.

El 4 de julio el cadáver de Zerega fue encontrado en las dunas de la Playa Los Lilenes, cerca de Con Con, donde fue ejecutado dos días antes. En el certificado de defunción se indica como la causa de la muerte el disparo de arma de fuego en la región torácica derecha con perforación del hígado y riñón derecho, caída al agua y ahogamiento final.

Tenía sólo 26 años.

¿En qué estaría hoy el Negro Zerega si no lo hubieran asesinado?

Quizás sea una buena pregunta como pretexto para recordarlo.

¿Sería acaso un parlamentario, un ejecutivo de una Empresa del Estado, un consultor privado? ¿Seguiría en la arena política, como probablemente lo piensan los que hace más de dos décadas eran sus camaradas, o acaso el devenir de los años de luchas y aprendizajes forzados, en un mundo que llegaría a darse una vuelta en 180 grados, lo habría puesto en una vereda más distante de la contingencia partidaria?

Lo cierto es que Víctor Zerega está en el recuerdo de los que lo conocieron y quisieron. Ahora sabemos que en la noche del 5 de julio de 1974 fue asesinado por agentes de seguridad en una solitaria playa de Viña del Mar. Su delito: insistir en reorganizar la actividad del PS, proscrito por el régimen militar.

Porfiado, inteligente y leal era el Negro. Así lo conocimos sus compañeros de estudios en República 517, la recordada sede de la Escuela de Economía de la Universidad de Chile, que en uno de los despojos nunca bien reparados en estos años se transformó en recinto vergonzante de un servicio de seguridad de la dictadura militar.

Eran días de silencio y de terror cuando Víctor pagó con su vida su coherencia, valentía y compromiso con las ideas que defendía con rigor y pasión.

La mayoría no se enteró de su detención y posterior asesinato. De los que supieron de su muerte, muchos tuvieron que retener los deseos de acompañarlo y despedir como se merecía a alguien que, a diferencia de sus ejecutores, siempre dio la cara con dignidad.

Por cierto que más allá de cualquier conjetura absurda acerca de lo que estaría haciendo hoy el Negro si no lo hubieran matado, me gustaría encontrarlo en la calle, darle un abrazo gigantesco y conversarnos un café o unos vinos por ahí.

Testimonio de Fernando Villagrán, periodista y exmilitante del MAPU OC.