INFORME A LA XX CONFERENCIA NACIONAL DE LA FEDERACIÓN JUVENIL SOCIALISTA

 

Compañeros de la Juventud Revolucionaria Chilena, de las Juventudes Revolucionarias de los Países Socialistas y de los demás pueblos del mundo que están luchando por su liberación.

Inauguramos hoy la XX Conferencia de la combatiente y heroica Federación Juvenil Socialista.

Ella se realiza aquí, en la histórica ciudad de Concepción, teatro de tantas y tan memorables batallas de estudiantes, obreros y campesinos.

Se la dado cita esta noche lo más representativo de las juventudes revolucionarias de Chile, de América y de los pueblos colonizados y explotados del llamado Tercer Mundo. Su presencia realza el significado de esta Conferencia y su palabra y su ejemplo vendrán a enriquecer los debates y las conclusiones de ella.

Este magno torneo se realiza en circunstancias particularmente significativas, tanto en la vida de nuestro pueblo como en el contexto histórico mundial. Nuestro Compañero Presidente lleva el saludo cordial, solidario y revolucionario del pueblo chileno a los pueblos de Ecuador, Colombia y Perú.

En el último Pleno Nacional del Partido nos hemos dado tareas llamadas a tener grandes proyecciones en el proceso de cambio por el cual transita la nación chilena.

Por otra parte, América latina se ha visto conmovida por el enfrentamiento producido en la hermana República de Bolivia, entre fuerzas revolucionarios y fuerzas fascistas contrarrevolucionarias, estimuladas por intereses ajenos a los del pueblo de Bolivia y contrarios a los de las Repúblicas Latinoamericanas.

En el plano mundial, se ha derrumbado estrepitosamente el sistema monetario internacional, a consecuencia de la caída del dólar.

Nos referiremos en particular a cada uno de estos temas, por su importancia en el desarrollo del movimiento socialista mundial y en la lucha de liberación de los pueblos oprimidos de la tierra.

 

Como lo recordáramos en el último Pleno Nacional, el pueblo chileno obtuvo una histórica victoria el 4 de Septiembre de 1970. Este triunfo se vio ampliado y ratificado el 4 de abril pasado en la elección municipal. La Unidad Popular obtuvo más del 50% de los votos. Desde entonces hasta ahora hemos hecho mucho, pero queda mucho más por hacer.

La economía nacional ha experimentado una notable reactivación. Este año 1971, Chile tendrá la más alta tasa de crecimiento del producto nacional de toda su historia. El ritmo inflacionario se ha reducido a la mitad. La cesantía ha disminuido del 8,2% al 5,2%. El “boom” de crecimiento en la industria es espectacular. Se ha ampliado notablemente el área de la propiedad social. InnumerabIes monopolios, la banca privada, diversas industrias estratégicas, más de 1.100 latifundios, grandes yacimientos de carbón, hierro, salitre y cobre han pasado a poder del pueblo. Y se ha abierto una etapa, tal vez la más importante. en la larga ruta de la independencia nacional, cual es la “nacionalización del Cobre”.

Sin embargo, debemos consolidar y profundizar el proceso revolucionario.

Es imperativo acrecentar aún más el área de propiedad social; hacer más efectiva 1a participación de obreros y campesinos en el control y dirección del proceso, constituyendo un auténtico poder proletario y campesino; y por último es imprescindible expropiar todas las tierras que aún permanecen en poder del latifundio.

Para hacer posible estos objetivos es necesario adecuar cuanto antes la institucionalidad chilena a las transformaciones revolucionarias que están remodelando nuestra sociedad.

La actual Institucionalidad ha configurado un Estado de clases politicamente absolutista de carácter oligárquico, apto para cumplir funciones meramente administrativas —la más de las veces— incoherentes y desorganizadas; y para reprimir cualquier intento de subversión, del llamado orden público; pero en cambio, se ha revelado inepto para desarrollar una acción económica planificada, eficaz y enérgica y para incorporar a las grandes mayorías populares a la gestión del gobierno revolucionario.

Por otra parte, el actual Parlamento no es representativo de las mayorías nacionales y, por el contrario, se ha constituido en bastión de la resistencia reaccionaria. Debemos reemplazar el Parlamento anacrónico, remedo de una concepción liberal burguesa, por una Cámara Única. La generación de La Corte Suprema deberá modificarse de manera que deje de ser el reducto de un pensamiento clasista. La Administración Pública requiere adecuarse a las exigencias de una nueva economía y de un Estado Popular. Hay que promover una verdadera “revolución cultural” en la Administración Pública para liquidar el burocratismo indolente y egoísta, herencia del pasado.

El Partido Socialista reiteró, en ese evento nacional, una vez más, su decisión de mantenerse a la vanguardia de las masas para conducirlas disciplinadamente a la conquista del poder pleno, evitando así las acciones espontáneas, las cuales, en más de una ocasión, lejos de favorecer el proceso revolucionario, lo dificultan e incluso lo niegan.

También acordó fortalecer aún más la vieja e insustituible unidad Socialista-Comunista y en general estrechar los vínculos con todos los Partidos y Movimientos integrantes de la Unidad Popular.

En el plano internacional, nuestro Partido recomendó adoptar una posición más enérgica frente a las provocaciones imperialistas norteamericanas. Debemos ejercitar el derecho soberano, aprobado por la unanimidad de las fuerzas politicas, a nacionalizar la Gran Minería del Cobre, sin pago de indemnizaciones, en virtud de las deducciones legales contempladas expresamente en la Reforma a la Carta Fundamental. La última decisión del Eximbank en orden a negarnos un crédito para la adquisición de aviones Boeing, constituye una provocación más de los Estados Unidos en contra de los intereses superiores del Estado chileno.

También en este Pleno Nacional expresamos nuestra amplia solidaridad a la Asamblea Popular de Bolivia, hoy suplantada por la fuerza, por haber sido genuina expresión de la voluntad popular de esa nación. Por último, en este Pleno Nacional alertamos a todos los militantes acerca de la campaña divisionista y antipartido promovida por la reacción y el imperialismo desde que nos hemos constituido “en la primera fuerza política del país”.

Todos estos acuerdos los recordamos para que sirvan de pauta y guia a las deliberaciones de esta XX Conferencia de la Juventud Socialista y a las conclusiones que emanarán de ella.

 

En el ámbito continental ha ocurrido un hecho lamentable para las fuerzas progresistas y revolucionarias. Un golpe militar reaccionario ha puesto término a un proceso que se manifestaba auspicioso para el futuro del pueblo boliviano. El Gobierno de Juan José Torres había adoptado medidas antioligárquicas y antimperialistas, las que necesariamente concitaron la oposición de las clases retardatarias internas y del imperialismo.

En Bolivia la triunfado la fuerza bruta instrumentada por el imperialismo americano y por el Gobierno tiránico de1 Brasil, a pesar de que estudiantes, obreros y campesinos se batieron valerosamente. Sólo una represión criminal y bárbara, similar a la existente en otros paises latinoamericanos, logrará contener aunque sea momentáneamente el ansia de liberación y de justicia de los trabajadores bolivianos, hoy silenciados en un baño de sangre.

Nunca hemos albergado dudas acerca de las inmensas dificultades que depara la lucha revolucionaria por la liberación continental. Muchas batallas como ésta, se perderán en la gran marcha emprendida por los pueblos por la definitiva e irrenunciable independencia americana. Ayer fue Ernesto Che Guevara quien escribió una página de honor en la trágica y a la vez gloriosa guerra que libran los pueblos latinoamericanos.

La sangre no se derrama en vano cuando ella se vierte por una idea de justicia y de libertad humana. En ningún lugar de la tierra, ningún revolucionario ha muerto, ni ha sido torturado inútilmente, porque su ejemplo sirve de estímulo y de apoyo a la lucha que en estos mismos instantes están realizando los revolucionarios en Brasil o los Tupamaros en Uruguay, lucha que se hermana con la más grande y heroica de todas ellas, la guerra popular del pueblo de Vietnam en contra de la agresión criminal yanqui.

Cualquier batalla dada en cualquier escenario de la tierra, sea nacional, continental o mundial, conduce al mismo fin: la liberación del hombre, la descolonización de los pueblos, la construcción de la sociedad socialista y la paz universal.

La guerra revolucionaria de hoy a diferencia de las grandes guerras del siglo pasado y de comienzos de éste, libradas por las potencias occidentales por distribuirse los mercados de Asia, África y América, además de ser revolucionaria, ha adquirido un carácter esencialmente ecuménico y universal. En una palabra, la guerra revolucionaria es una sola. Se puede dar en formas y circunstancias distintas según sean las condiciones objetivas en que vive cada pueblo. Pero por sobre todo es la lucha revolucionaria de las clases oprimidas, del proletariado universal, de los pueblos colonisados, de las razas discriminadas, en contra de sus explotadores; en contra del capitalismo en su fase superior y última: el imperialismo.

Por eso, los héroes y los mártires caídos en la lucha por el socialismo y la liberación de los pueblos no tienen nacionalidad. Su pasaporte de revolucionarios los habilita como ciudadanos del mundo. No importa de donde vengan ni dónde combatieron, ni cuál sea el color de su piel: negra, blanca o amarilla.

Lenin, Patricio Lumumba, Ho Chi Minh, Che Guevara, combatieron por nosotros, murieron por el triunfo del Gobierno Popular en Chile. Así también nuestros muertos y nuestra victoria abonarán el camino de muchas otras victorias en la larga y sacrificada ruta por la construcción del socialismo en escala mundial.

América latina ha entrado en una etapa decisiva. Agudas tensiones y dramáticas convulsiones continuarán agitando por varios decenios el acontecer social y político continental. Pero ya se han producido ciertos hechos irreversibles: la victoria de Cuba, el triunfo de Salvador Allende, la lucha armada de los Tupamaros, la resistencia revolucionaria en Brasil y las batallas de guerrilleros urbanos y campesinos en diferentes puntos del continente.

Por otra parte, el profundo abismo existente entre una Iglesia católica apegada al viejo orden conservador y el nuevo pensamiento cristiano revolucionario, cuya máxima expresión se dio en el cura Camilo Torres, constituye otro síntoma de la inestabilidad del orden capitalista institucionalizado en América latina y demuestra cómo a veces la cruz también toma el fusil para defender la justicia y la dignidad humana herida y pisoteada.

Las fuerzas armadas de las Repúblicas Latinoamericanas también se han visto golpeadas por este nuevo clima de explosión revolucionario dominante en el continente. Así se explica el intento del General Juan José Torres de afirmarse, aunque tardÍamente, en las masas trabajadoras bolivianas y la orientación progresista impresa al Gobierno del Perú por el General Velasco Alvarado.

Ejército e Iglesia no son ya en términos absolutos instrumentos dóciles de los gobiernos civiles o militares reaccionarios para oprimir a sus pueblos.

Dado el carácter —esencialmente universal— que ha adoptado la revolución mundial, la solidaridad internacional de los pueblos colonizados y oprimidos es más necesaria que nunca y así como estamos dispuestos a exigirsela a otros países socialistas más poderosos y avanzados que el nuestro, también tenemos el deber irrenunciable de entregársela a quienes la están solicitando en el amplio escenario continental.

La presencia aquí en esta Conferencia de la Juventud chilena, de las Juventudes de China Popular, de la Unión Soviética, de la República Democrática Popular de Corea, de la R.D.A., de Cuba, de Argelia, Argentina, Uruguay y Brasil vienen a testimoniar el carácter profundamente internacionalista de la lucha de los pueblos.

Por eso, en esta noche, en recuerdo del Che Guevara, de Elmo Catalán, de Camilo Torres, podemos gritar: LA REVOLUCION BOLIVIANA NO HA MUERTO, VIVA LA REVOLUCION BOLIVIANA.

 

El señor Nixon ha anunciado al mundo medidas extraordinariamente drásticas para evitar la crisis de la economía norteamericana. Esta crisis se expresa en la caída del dólar. Pero no se trata como pudiera parecer a primera vista, sólo del derrumbe del sistema monetario mundial establecido hace 26 años en la Conferencia de Bretton Woods.

Ha caido el dólar y en su caida arrastra tras sí toda una concepción política, toda una filosofia de vida. Junto con el dólar cae estrepitosamente la política belicista norteamericana. La guerra de Vietnam está irremediablemente perdida. Estados Unidos no puede continuar gastando en ella 30.000 millones de dólares al año. Mantener toda una gigantesca red mundial de zonas estratégicas apertrechadas de armas nucleares apuntando especialmente hacia la Unión Soviética, se hace cada vez más difícil y costoso. Estados Unidos tendrá que reducir el contingente de 360 mil hombres que mantiene sobre las armas en la Europa Occidental. Pero esta reducción acarrea gravisimos problemas para los planes defensivos norteamericanos y para las economías de los países capitalistas europeos.

Además, la caída del dólar significa un durísimo revés para la política de los grandes conglomerados financieros e industriales norteamericanos, quienes han adquirido gran parte de las industrias europeas occidentales.

También, la crisis del dólar es expresión de la crisis por que atraviesa la política internacional norteamericana que se ha visto obligada a transar con China Popular, debiendo permitir su ingreso a las Naciones Unidas, y en cambio, pasar por la humillación de aceptar expulsar a sus títeres de Taiwán.

Por último, el colapso del dólar revela la difícil situación por que atraviesa la economía norteamericana: la inflación cada vez mayor, la cesantía en aumento, el estancamiento de la producción.

Durante años el fondo Monetario Internacional, dócilmente instrumentado por Estados Unidos, propugnó una política económica y financiera ortodoxa, en virtud de la cual nos imponía la normas absolutamente contrarias a las que hoy ha aplicado Estados Unidos. En ese entonces recibíamos la condenación del Fondo Monetario Internacional. Ahora este organismo no expresa una sola palabra de repudio hacia las medidas del gobierno norteamericano, el cual, atropellando flagrantemente los acuerdos de Bretton Woods, resuelve unilateralmente devaluar su moneda, establecer impuestos del 10% a las importaciones, y congelar salarios, precios y alquileres.

La conducta del Fondo Monetario Internacional, al igual que la de la OEA cuando Estados Unidos invadiera Santo Domingo, deja una vez más de manifiesto, cómo en el mundo continúa la ley de la selva, la Iey de la “FUERZA”.

Cuando hace un año Fidel Castro reconoció errores cometidos en el curso del proceso revolucionario cubano, la prensa del mundo occidental, especialmente la latinoamericana, tocó a rabiar las campanas del escándalo. Hoy, en cambio, se habla inocentemente de la “crisis del dólar” y no del fracaso estrepitoso de una política de guerra, que está desangrando económicamente a los Estados Unidos y desangrando físicamente a los pueblos agredidos y masacrados del mundo ; de una política comercial que ha entrado en seria pugna con países capitalistas como Alemania Federal y Japón; de una política que ha despilfarrado miles de millones de dólares en los vuelos espaciales, mientras un inmenso porcentaje de la humanidad gime en el hambre y en la miseria.

La crisis del dólar es un simbolo de la crisis de la sociedad norteamericana. Es la crisis de la política criminal y belicista yanqui. Es el principio del fin del imperialismo.

 

Chile vive un instante de suprema decisión. El tránsito de una sociedad capitalista a una sociedad socialista exige inmensa audacia, pero al mismo tiempo gran serenidad.

Por eso, hoy más que nunca, necesitamos una juventud revolucionaria para esta etapa revolucionaria por la cual transitamos. No se trata de una revolución futura, distante en el porvenir, de una revolución abstracta; sino de una revolución concreta, de ésta revolución, de la revolución chilena.

Para ello, deberéis librar una doble batalla: la batalla por la construcción de la sociedad socialista, y la batalla por liquidar definitivamente formas de vida, categorías culturales, usos y modas, impuestos por las Poderosas sociedades del universo capitalista.

El capitalismo contemporáneo, en particular el capitalismo norteamericano, ha experimentado profundas mutaciones, especialmente al transformarse en un “Capitalismo Monopolista de Estado”.

Los gigantescos conglomerados multinacionales, producto de la evolución del capitalismo, han ido conformando un nuevo tipo de sociedad llamada “Sociedad de Consumo”.

En la “Sociedad de Consumo” el individuo vale por los bienes que posee. El criterio de “necesidad” pasa a segundo plano. La producción no tiene por objeto fundamental satisfacer lás necesidades vitales y urgentes del ser humano, sino responder a un sistema de valores que estimula el consumo de bienes, en la medida que éste confiere status social y constituye símbolo de prestigio personal.

Chile, en cierta medida, también es víctima de este sistema monstruoso.

Nuestra burguesía y la clase media miran hacia los paises altamente industrializados para saber qué es lo que hay que consumir. Incurrimos así en un doble y gravísimo error: importamos necesidades artificiales propias de una “sociedad de consumo”, cuando constituimos apenas una “sociedad de subconsumo”.

Una vez más adquiere plena vigencia la afirmación del historiador Francisco Encina: “producimos como bárbaros y consumimos como civilizados”.

La publicidad en el mundo —de las grandes sociedades industriales—, se convierte en pieza decisiva del oscuro y siniestro mecanismo a través del cual se manipulan las motivaciones y aspiraciones tanto individuales como colectivas. El hecho de convertirse en un simple objeto, consumidor de mercaderías inútiles e innecesarias, provoca, en quien aún no ha caldo prisionero de estas deformaciones, un sentimiento de permanente inconformismo y de ciega frustración frente a esta realidad, muchos jóvenes han reaccionado a través de una protesta negativa, puesto que ella no apunta en contra del sistema propiamente tal.

El hippismo, el uso de drogas, el poder joven, el socialismo, obedecen a filosofÍas y actitudes, aparentemente contrarias al sistema de vida burgués, pero en último término, concluyen por acomodarse a él. Su respuesta se traduce en una especie de “conformismo rebelde”.

Estas actitudes, propias de una sociedad de consumo, aparecen enteramente extrañas a la realidad chilena. En nuestro país no hay “masas adictas de consumo”, sino por el contrario, “masas hambrientas por consumir lo básico,"

Los revolucionarios rechazan de plano el sistema causante de tan graves y profundas perturbaciones en el espiritu y en la conducta del ser humano.

Una de las batallas más importantes que debe librar el Gobierno Popular es aquella destinada a erradicar los mitos, vicios y valores importados de las sociedades capitalistas occidentales y, en consecuencia, extraños al proceso real de la sociedad chilena, de sus aspiraciones nacionales, de sus exigencias vitales.

Debemos hacer un gran esfuerzo para impedir se continúe impartiendo una educación y divulgando a través de los medios de comunicación de masas, un conjunto de ideas, costumbres y motivaciones absolutamente ajenas y reñidas con la etapa actual fiel proceso social y económico chileno y con las reales necesidades de un país en desarrollo.

La rica experiencia emanada del ciclo revolucionario que se inicia con la gloriosa Revolución de Octubre ha puesto en evidencia, que estas formas de convivencia social y motivaciones individuales, persisten durante décadas, aún en los procesos de cambios más radicales. Las revoluciones son procesos que no alcanzan plenamente sus fines sino en grandes períodos históricos. Por eso, mientras la revolución se desarrolla, especialmente en sus períodos de transición del capitalismo al socialismo, es decisivo mantenerse alerta para no dejarse derrotar por la fuerza de las viejas ideologías y costumbres que pugnan por sobrevivir en la conducta de los hombres habitantes de la nueva sociedad.

Contra estas fuerzas conservadoras que se mantienen y actúan aún después del desplazamiento de la burguesía por la clase trabajadora, se han generado las “devoluciones Culturales”, las que no son otra cosa que las renovadas batallas que los revolucionarios deben librar contra estos resabios negativos del pasado.

En este sentido la política seguida espcialmente por Cuba, la República Democrática de Corea, China Popular y la R.D.A. constituyen ejemplos extraordinariamente valiosos.

En esas naciones se han eliminado los residuos decadentes de la sociedad capitalista occidental, difundiéndose, en cambio, hábitos de laboriosidad, de trabajo, de austeridad, de disciplina social, de solidaridad colectiva, y de amor a los valores autóctonos, en intima correspondencia con las urgencias vitales impuestas por las distintas etapas del desarrollo.

 

Como lo afirmara el Secretario General de la Juventud, Gustavo Ruz, en una reciente conferencia de prensa, “necesitamos construir un partido proletario, revolucionario, homogéneo, disciplinado, ágil y critico; pero esencialmente operativo, que sea capaz de asumir su verdadero papel de vanguardia política”. Somos un Partido marxista, revolucionario, ameri canista y con raíces muy profundas en la tierra chilena. De ahí emana la importancia y el significado de nuestro Partido en Chile y en América latina. No obstante las debilidades, vicios y defectos que han dificultado nuestra larga lucha, hemos permanecido siempre fieles a nuestra vocación nacional, americanista y revolucionaria. Sin embargo, los Partidos. asi como los individuos, no se definen sólo por sus declaraciones verbales, sino —básicamente— por su praxis diaria. Nuestro Partido necesita estar a la altura —en los hechos— de los grandes objetivos históricos que se ha trazado: ser la auténtica vanguardia revolucionaria de la clase trabajadora chilena y ser un destacamento más en la gran lucha por la liberación continental.

Para lograr estos fines es necesario que cada una de estas palabras adquiera virtualidad y concreción.

Debemos llegar a ser un Partido, con un más amplio arraigo en el proletariado urbano y campesino y en el cual los trabajadores tengan una mayor participación en su dirección y en la elaboración de su estrategia.

Por otra parte, necesitamos un Partido homogéneo. donde se expresen libre y democráticamente las diferentes posiciones, pero una vez decidido el camino, todos sus militantes acaten disciplinadamente los acuerdos de la Dirección Superior, asi como la línea impues ta en sus Congresos.

Debemos —también estar prevenidos, porque en el seno del socialismo, como dentro de todas las vanguardias políticas revolucionarias, han surgido desviaciones de Derecha y de Izquierda, desviaciones socialdemócratas y desviaciones ultristas. El caso del diputado Jáuregui es una demostración de ello. Esto no debe sorprendernos. También ocurrió lo mismo en el partido bolchevique, así como en los movimientos revolucionarios de Cuba y de China.

 

Las desviaciones de Derecha, por lo general, llevan a adoptar posiciones conciliatorias y reformistas. En el fondo —quienes participan de ellas— pretenden soslayar el verdadero problema de la sociedad capitalista: el problema de la lucha de clases. Aspiran a superar las contradicciones a través de transacciones politiqueras y oportunistas. Rehuyen el entrentamiento, el combate en que se oponen dia a día, hora a hora, las clases antagónicas. Olvidan la verdad científica, ineludible, revelada por el materialismo histórico: la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases.

Quienes profesan estas desviaciones tienen la ingenuidad o la cobardía de creer que las transformaciones revolucionarios podrán alcanzarse a través de la colaboración de clases o por el camino del desarrollismo.

Constituye una grave falacia considerar —históricamente— el desarrollo, como producto de una operación tecnocrática rutinaria, el cual podría lograrse sin inmensos esfuerzos, sin una poderosa voluntad de sacrificio y sin la creación de un auténtico poder popular. Por lo general, ligados a estas desviaciones ideológicas de Derecha, se manifiestan vicios en la conducta de los militantes que dañan seriamente. a las organizaciones revolucionarias.

Es un hecho que hay quienes, apegados a las viejas prácticas de la sociedad burguesa, no quieren entender que se está viviendo un proceso de cambio profundo y que en este proceso es indispensable desterrar todos aquellos vicios tan en uso en las democracias parlamentaristas.

El caudillismo, el personalismo, el individualismo. del cual están impregnadas muchas de las actitudes de ciertos compañeros militantes, no son sino herencia repudiable del pasado y revelan desprecio por las masas, desprecio por el trabajo en equipo, desprecio por la organización partidaria.

Por esto nos atrevemos a afirmar que, tan importante como modificar la actual institución parlamentaria, es modificar la estructura mental parlamentarista de ciertos sedicentes revolucionarios chilenos. El “carrerismo político” conduce inevitablemente a alimentar ambiciones descontroladas, a asumir posiciones politiqueras y en definitiva a transformarse en elementos contrarrevolucionarios, puesto que estos vicios derivan de actitudes pequeñoburguesas, renidas con una auténtica conciencia revolucionaria y con una verdadera moral revolucionaria.

 

Otra forma de desviación pequeñoburguesa —radicalmente opuesta a la anterior, pero desviación al fin— arranca de un proceso de subjetivación, originada en la fa1ta de experiencia directa con las masas y de fe en ellas, la cual genera el ultraizquierdismo, la impaciencia juvenil, el infantilismo revolucionario. Aqui no hay ingenuidad ni cobardía; tampoco hay desconocimiento acerca de las leyes científicas que rigen el desarrollo de la sociedad de clases; en cambio sí hay impaciencia irracional y afanes exhibicionistas que obnubilan el intelecto, conduciendo a graves errores en la acción política, con serios perjuicios para la masa trabajadora y para el proceso revolucionario.

 

Antes de concluir quisiera decir algunas palabras acerca de la inmensa significación que tiene en estos momentos la Federación Juvenil Socialista.

La presencia de tan numerosas y destacadas delegaciones internacionales, proyecta aún más alto el quehacer de la Juventud Socialista y la obliga a asumir una mayor cuota de responsabilidad ante Chile y ante la revolución.

Constituye este acto magno de inauguración un rotundo mentís para aquellos que han tratado de dividir y debilitar al Partido y a la Juventud Socialista.

Por otra parte, esta Conferencia ha de significar la superación definitiva de aquellas etapas de deserciones, vacilaciones, falta de constancia en el trabajo y de disciplina en las tareas por cumplir.

Ahora, pese a las dificultades y a los vicios que aún persisten, hemos visto una juventud pujante, combativa, cohesionada como nunca al Partido y a su Dirección Nacional, con gran influencia en sus decisiones y dotada de una alta responsabilidad en el cumplimiento de sus compromisos. Las Brigadas Elmo Catalán han ejecutado con inmensos sacrificios y gran valor su trabajo de rayar por doquier los nombres y las consignas del Partido.

La juventud ha jugado un papel importante, no sólo en la elección presidencial, sino también en la elección de regidores y en la elección de Valparaíso. En suma, ha exhibido madurez politica y conciencia revolucionaria.

Todo esto el Partido lo valora; por lo tanto, felicita calurosamente al actual Comité Central, a los dirigentes medios y a todas sus bases y hace votos porque la nueva Dirección logre llevar a feliz término las tareas que ustedes han de elaborar en esta histórica XX Conferencia.

 

Estamos seguros de la victoria final. De la conquista plena del poder.

Pero para esto necesitamos mejorar nuestra organización, fortalecer y educar más nuestros cuadros, profundizar la conciencia revolucionaria, acerar la voluntad y por sobre todo, estimular un gran espíritu unitario.

No sólo llamamos a incorporarse a la lucha revolucionaria de nuestro pueblo a la Juventud Socialista, a las Juventudes de los partidos y movimientos que componen la Unidad Popular, sino a toda la juventud chilena, honestamente comprometida con los cambios. Llamamos a la Juventud de la Izquierda Cristiana.

Además, llamamos a la Juventud Socialista a mantener intransigentemente la disciplina partidaria, la cohesión ideológica, la unidad del socialismo. A no dejarse tentar por los vicios de la politiqueria tradicional: por el caudillismo individualista; por el personalismo, propio de concepciones liberales, a no sentirse atraídos por las carreras parlamentarias o burocráticas.

Llamamos, finalmente, a nuestra Juventud a mantener con intransigencia una politica de principios, firme y dura frente al imperialismo; a defender sin claudicaciones ni consideraciones oportunistas el internacionalismo proletario; a entregar todo su esfuerzo y solidaridad a la lucha revolucionaria continental; y por sobre todo, a sumarse con alma y vida a esta gran tarea nacional; construir el socialismo en nuestra patria y apoyar la liberación de los demás pueblos oprimidos de América latina y del mundo entero.

Patria y Revolución: SOCIALISMO