SOCIALISMO Y MASONERIA

 

Desde su fundación en 1933, el socialismo ha albergado en su seno una parte de la pluralidad de Chile, expresada en grupos de opinión, de intereses y de identidades específicas. Así han sido parte de sus filas militantes y de su ámbito convocante distintas percepciones e interpretaciones de la fenomenología social, dlstintas escuelas del pensamiento; cada cual con su especificidad y su acento diverso. Ello, por cierto, declinó en aquellas circunstancias en que se tendió hacia el monolitismo y la superrelativización ideológica; pero siempre se ha recuperado cuando se ha retornado hacia su característica fundacional.

Uno de los exponentes de esa pluralidad es la vertiente racionalista laica, integrada por miembros de la Orden Masónica, que se han sentido convocados por el socialismo a través del tiempo, o que en las filas del socialismo han explorado el camino de la masonería. Entre ellos, sobresale con su brillo singular, la figura de Eugenio Matte Hurtado, sin dejar de lado las no menos relevantes personalidades de Grove, Bianchi, Martinez y González Rojas en el esfuerzo fundacional, y la de Salvador Allende en parte sustancial de la historla del Partido Socialista (PS).

Necesario es destacar al primero de los nombrados, por su trascendente significación masónica y socialista, que lo llevó a ocupar un lugar que aún no ha sido plenamente reivindicado por los historiadores. Matte, un sobresaliente tribuno republicano, ocupó el mas alto rango masónico — el título e Investidura de Gran Maestre a los 32 años de edad, una excepción en una lnstituclón donde el tiempo Jerarquiza por sobre las circunstancias, responsabilidad a la que renunció para actuar protagónicamente en el proceso politico que culminó con la fundación del PS.

No cabe duda que los veinte primeros años del PS están marcados por una participación masónica relevante, que comienza a declinar hacia los años 60, a medida que se produce, por un lado, la radicalización ideológica del socialismo, y por otro, por una tendencia de introversión institucional de la Orden Masónica.

Problemas de política interna, dentro de las luchas de poder direccional, determinaron que, en muchos momentos, la condición masónica fuera una anatema que condicionaba la calidad militante. Incluso, en más de una oportunidad se votaron mociones que buscaban una opción terminal obligatoria, donde el militante debía perder esa condición en el caso de mantenerse dentro de las filas de la francmasonería.

Allende, -destinatario directo de tales propuestas-, las enfrentó en una lucha doctrinal de alto vuelo que definió la naturaleza complementaria de ambos caminos, en tanto uno tocaba la condición individual —intrínsecamente personal— y el otro tenía que ver con lo colectivo —lo específicamente social— lo que fué sintetizado en su frase ya celebre: “Soy socialista porque soy masón, y soy masón porque soy socialista”.

Analizados ahora los factores que incidieron, en su momento, en tales actitudes antimasónicas, está claro que tuvieron mucho que ver en su configuración las luchas de posiciones dentro del partido y, en algunas ocasiones, los prejuicios propios del desconocimiento o por relaciones encontradas entre militantes masones y no masones, donde la cuestión de las identidades fué un canal de referencia para determinadas tomas de posiciones.

Uno de los factores que ha influido en la anatematización de que son objeto los masones es el desconocimiento de los elementos constituyentes de su condición. Muchas veces las imágenes que se han construido corresponden a reflejos distorsionados por diversas razones. ¿Cuáles son sus objetivos?, ¿cuáles son sus prácticas?, ¿cuáles son sus doctrinas?, son interrogantes que han ido construyendo mas mitos que realidades.

Especulación filosófica

La masonería —en tanto orden filosófica— ;surge a principios del siglo XV, en Inglaterra y Francia, principalmente, difundiéndose por Alemania, Italia, demás países europeos y EE.UU. Influyen en su conformación diversos elementos, pero el más relevante en términos de lo social, lo constituye el movimiento por la tolerancia religiosa, luego de cruentos períodos de persecuciones y de confrontaciones por la fe, entre los seguidores de la autoridad del Papa y el protestantismo. Allí se encuentra su acento anglo-escoses, proveniente de los gremios de constructores del Medioevo, en cuyas filas participaban hombres de distintas culturas, credos y nacionalidades, que les exigía un ambiente de tolerancia y fraternidad, Del afluente latino-francés proviene la tendencia laicista, que promueve la desvinculación de los clérigos de la cosa pública. Del afluente cultural de la humanidad se recoge el pensamiento y las prácticas de las escuelas iniciáticas, especialmente de las culturas mediterráneas de la antigüedad, con sus contenidos filosóficos, explayados en sus distintas disciplinas. Todo ello en función del perfeccionamiento del hombre, en tanto individualidad puesta al servicio de la superación social.

Si se pudiera hacer una síntesis global de “lo masónico”, tál vez podríamos decir que ello consiste en una especulación filosófica que pone acento en: la tolerancia, lo no dogmático, la libertad social e individual, la igualdad, la fraternidad humana y el laicicismo. No existen ni objetivos de grupo ni intereses mas allá de la proyección axiológica en la sociedad de los principios enumerados.

Cercanía genérica

Esto es lo que ha aunado a destacados chilenos en más de 150 años en torno a la institución masónica, sobre la base de la pluralidad ideológica, religiosa, política y de intereses específicos, desde la fundación de las primeras logias, que dieron vida a la Gran Logia de Chile, entidad reguladora de todas las logias constituidas en el país y, por lo mismo, su dirección superior.

La lucha por las leyes laicas y la participación en la Orden de prominentes políticos, profesionales, intelectuales, gobernantes, legisladores, miembros de la FF.AA., etcétera dieron prestigio e influencia a la francmasonería, que se ligó indisolublemente a la cotidianeidad republicana, reconociéndosele conducción ética en una serie de aspectos, en muchos de los cuales, por problemas de diversa concepción, se produjeron contiendas de influencia y competencia con la Iglesia Católica, especialmente a principios del siglo XX.

Uno de los hechos que se advierte en la masonería actual, es que una parte importante de sus componentes, en tanto individuos, muestran una simpatía o cercanía con el socialismo desde una percepción predominantemente genérica, que no se expresa aún en términos militantes. Seguramente esto tiene algunas causas que deben auscultarse con dedicación. Probablemente ello tendría relación con ciertas latencias del pasado, o con las propias consecuencias del largo período de división o con la falta de mensajes nítidos en relación con las especificidades masónicas o con la falta de imágenes representacionales. Es una cuestión que debe diagnosticarse para, en consecuencia, obrar en función de políticas que revaliden una parte vital del socialismo, tanto por lo que el mundo masónico significa en la pluralidad de Chile, como para resguardar un patrimonio de la propia pluralidad del PS.

Salvador Allende y la masonería

“Desde un punto de vista genuinamente teórico, la Orden Masónica es una institución perfecta Esencialmente aspira a una meta que carece de ubicación determinada en el tiempo y que, por los mismo representa un incentivo permenente del más alto nivel; la superación del hombre en si. Los métodos que sustenta para promover semejante proceso son inobjetables por su contenido y significación. En efecto, su sistema de gradación iniciática, sinonimo de esfuerzo, disciplina y constancia, etcétera, no puede merecer el más leve reparo. Su lenguaje simbolico, más allá de la belleza que encierra en si, ofrece la enorme ventaje de que las imágenes, que superan el frío significado preciso de los términos, ponen en vibración sugestiva y creadora todos los resortes de la imaginación interpretativa y de los sentimientos (...) La Orden, en sus aspiraciones de fondo, podría mirarse quizás si como la más acabada expresión de humanismo, ya que no incurre en dogmas -sinónimo de drama histórico- que singularizan las religiones. En su aspecto formal, la Orden también también reconoce principios de una vigencia indiscutible: genuina democracia, una indispensable jerarquización funcional de valores y una precisión nítida de las delimitaciones entre lo diversos órganos de la estructura. Obviamente, dentro de los talleres, se crea así una realidad que debería hacer de cada hermano un hombre libre, de buenas costumbres, apto para cultivar la igualdad, la fraternidad, la tolerancia y en suma, un ciudadano auténtico de la libertad integral. En la sociedad masónica y en el pueblo masónico nace, en cierto modo, un mundo que refleja el ideal de la estructura de la comunidad, no sólo ya en su carácter nacional, sino en la esfera universal,- integral.

En su incesante afán de superación humana, la Orden tiene, sin embargo, metas que son esenciales para que tal perfeccionamiento pueda alcanzarse. Se plantean como tales la igualdad, la libertad y la fraternidad y sus derivaciones. Algunos hermanos consideran estos elementos en una órbita exclusivamente abstracta y formalista, eludiendo toda consideración de sus aspectos reales en la convivencia y que aparecen como algo sine qua non para el imperio de estos principios. Puede argumentarse que la Orden, sí entra en estas actitudes temporales, pasaría rápidamente hacia su transformación en un partido político. Hay en esta apreciación un juicio simplista que exige análisis.

La Orden partió en su ruta actual bajo el imperativo de fortificar las instituciones políticas y sus estructuras. Es decir, fué reflejo de una etapa en que las condiciones predominantes restringían las posibilidades de los seres superiores a hacer más y más correctas las manifestaciones superestructurales y formalistas de la sociedad. Y nadie puede ignorar que semejante enfoque se abría sólo ante los espítus cultos y generosos de la burguesía y de la intelectualidad. Y, desde entonces, la Orden, para muchos hermanos, ha fincado su supervivencia en subrayar el carácter abstracto de su contenido. Me inquiero: ¿puede una institución mantener su fuerza y su vigor situándose al margen del devenir histórico y preocupándose solo de conceptos relativos?”

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Salvador Allende, en carta de junio de 1965, solicitando su retiro voluntario de la Orden por no compartir su rumbo general. La renuncia le fue rechazada y poco después Allende fue elegido jefe de su logia. SJ.