OTRO MUNDO ES POSIBLE, UN MUNDO SOCIALISTA
Los orígenes: La República Socialista y la fundación del Partido Socialista de Chile
El movimiento obrero apareció tardíamente en Chile, las primeras protestas tuvieron lugar en la zona minera del salitre, en Atacama, en donde las condiciones del trabajo eran muy duras. Las compañías extranjeras explotaban sus minas sin atender ninguna de las reivindicaciones de los trabajadores, las huelgas y otras formas de lucha fueron reprimidas de forma brutal, como los sucesos acontecidos en Santa María de Iquique. Las primeras organizaciones fueron sociedades de ayuda mutua, hermandades, siguiendo el modelo general en el proceso de desarrollo del movimiento obrero y de clase, como había ocurrido en Europa.
Ideologías como el anarquismo se expandieron por los centros urbanos, en especial entre los artesanos, formando grupos de resistencia que acabaron transformándose en un movimiento sindical organizado.
Las ideas socialistas fueron desarrollándose gradualmente a partir de posiciones liberales progresistas y antioligárquicas, expresadas de muy diversa forma, que finalmente terminaron confluyendo con el movimiento obrero. En este sentido podríamos mencionar la creación del Partido Democrático en 1887, de ideología liberal progresista. Fue el primero que intentó sumar bajo sus filas a los empleados de Santiago y de Valparaíso, y a los mineros del norte y el sur. Esta tentativa no estuvo exenta de conflictos entre los dirigentes de clase media de las ciudades y los que representaban los intereses de los trabajadores. Ante la dificultad de lograr acuerdos duraderos y estables, el sector formado exclusivamente por la clase obrera fundó en Iquique en 1912 el Partido Obrero Socialista, (POS), liderado por Luis Emilio Recabarren. Esta sería la primera organización propiamente socialista y el primer partido exclusivamente de la clase obrera.
Una nueva aportación la constituye la llegada de las ideas marxistas procedentes de Europa y éxitos revolucionarios como la Revolución Rusa de 1917, lo que supone un impulso para el movimiento obrero. En Chile en esta época se suceden movilizaciones sociales y laborales lideradas por la Federación Obrera de Chile (FOCH) y la Federación de Estudiantes (FECH), a los que hay que añadir la participación de sindicatos anarquistas, de algunos sectores del Partido Democrático, y del Partido Liberal.
Pero sin duda la organización sindical más importante fue la Gran Federación Obrera de Chile, que se había creado en 1909. Los primeros años desarrollaron una política de tipo mutualista, sin embargo Recabarren, el fundador del primer partido obrero de Chile, vio el gran potencial que ofrecía y comprendió la necesidad de construir una federación obrera que representara al conjunto de la clase trabajadora, sin divisiones por sectores, actividad o lugar de trabajo. Una única organización que se rigiera por principios de clase y que se plantease como objetivo de lucha la transformación de la sociedad y de las relaciones de producción. El proceso culminó en 1917: la nueva organización tomó el nombre de Federación Obrera de Chile (FOCH).
El fin de la primera guerra mundial sumió a Chile en una situación económica de crisis como consecuencia directa de la paralización de las exportaciones. Muchos obreros perdieron su trabajo, y las posibilidades de recuperación aparecían tan lejanas que se originó un movimiento reivindicativo amplio: huelgas, reuniones, concentraciones, en donde las dos centrales obreras dirigieron la acción, por un lado la FOCH, muy vinculada al POS, por otro, la International World Workers (IWW), de orientación anarquista, y que había sido creada en 1919.
Para luchar contra la oligarquía se formó la Asamblea Obrera de Alimentación (1918-1920), que reunió en un frente único a los trabajadores, organizados en distintas federaciones, en defensa de sus intereses de clase.
“La generación del año 20” fue un movimiento que se desarrolló en el seno de la clase obrera y de la izquierda en general, integrado por intelectuales, escritores o artistas cercanos a la FECH y a la revista Claridad. El grupo había recibido la influencia del movimiento que logró la reforma universitaria en la ciudad argentina de Córdoba en 1918. Este grupo se aglutina en torno a ideas que enlazan con el humanismo, el pacifismo y el socialismo.
El 2 de enero de 1922 el POS declaró su adhesión a la IIIa Internacional y adoptó formalmente el nombre de Partido Comunista de Chile. En la práctica significaba la aceptación de las “21 condiciones” que ponían de manifiesto la dirección y el control del movimiento comunista internacional por los soviéticos. Esto condicionaría notablemente la evolución de la izquierda chilena y determinaría las relaciones posteriores con los socialistas e incluso su propia definición como partido.
La década siguiente y la crisis a nivel mundial empeoraron la situación en Chile, que asistió primero a la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo y después a su destitución, siendo sustituido por Juan Esteban Montero. El movimiento obrero procedía a su reorganización en torno a las centrales sindicales: la FOCH, ligada a la internacional comunista, y el sindicato Confederación General de Trabajadores (CGT), en el que participaron antiguos cuadros de la IWW.
El único partido marxista y revolucionario que existía era el Partido Comunista, que se vio afectado por los problemas que se vivían en Moscú, de ahí que el partido quedara escindido en dos fracciones, la que se mantuvo fiel a Stalin y la que apoyaba a Trostki.
El trotskismo aparece como tendencia en el seno del PC desde 1924, provocando conflictos entre los comunistas chilenos. La dirección del PC, siguiendo directrices de Moscú, adoptó la línea del “Tercer Periodo” y se aisló de otros grupos de izquierda, se negó a participar en alianzas y posteriormente a apoyar la República Socialista. Por el contrario el sector trotskista apoyó la creación de “Frentes únicos” por considerarlos necesarios en la lucha revolucionaria.
La fundación del Partido Socialista fue el resultado de la existencia de unos “grupos socialistas” que se habían ido conformando desde 1931, con una orientación revolucionaria que pretendía ocupar el espacio que había dejado vacío el POS cuando se convirtió en PC y siguió los mandatos de la Komintern. Esa nueva fuerza había de tener un carácter marxista y revolucionario y debía evolucionar de forma autónoma de cualquier organismo internacional. Algunos de estos grupos fueron: la Nueva Acción Pública (NAP), uno de cuyos dirigentes más destacados fue Eugenio Matte, la Acción Revolucionaria Socialista (ARS), dirigida por Óscar Snacke, el Partido Socialista Marxista, el Partido Socialista Unificado y la Orden Socialista, que encontraron su órgano de expresión en la revista Claridad que dirigía Matte, Manuel Eduardo Hubner y Luis Mesa Bell.
Otro de los componentes del socialismo inicial es el que se relaciona con la masonería que había evolucionado desde posiciones ideológicas más identificadas con liberales y radicales hacia una interpretación en clave social de los problemas que aquejaban a Chile. Sus objetivos eran la modernización de las estructuras productivas incidiendo en la industrialización y la necesidad de que las capas más bajas de la población tuvieran acceso a la educación. Muchos de los principales líderes del socialismo chileno eran masones: Matte, que llegó a ser Gran Maestre a los 33 años, Grove o el propio Allende, entonces un joven dirigente estudiantil.
También incidió en la formación del PS la existencia de un grupo de militares politizados, oficiales jóvenes, que estaban insatisfechos por la situación general chilena, entre ellos destaca la figura de Marmaduke Grove, uno de los líderes más significados del socialismo y con un gran carisma ante el pueblo. Todos ellos estaban dispuestos a participar activamente en los cambios sociales que consideraban inaplazables.
Pero tal vez el hecho que más influencia tuvo en la creación del Partido Socialista sea la República Socialista de 1932. La destitución de Ibáñez había llevado a la presidencia de la República a Juan Esteban Montero, que era el instrumento que utilizaba la oligarquía para conseguir sus fines. Un gobierno poco efectivo e inoperante, que tenía que sufrir continuos intentos de ciertos sectores “ibañistas” que querían ver de nuevo a su líder en la dirección del país. A esto habría que añadir el descontento generalizado de las masas populares, que dio la oportunidad a los dirigentes socialistas, sobre todo a Eugenio Matte Hurtado, a preparar una insurrección revolucionaria para derrocar a Montero.
Los factores desencadenantes pueden encontrarse en la crisis de 1929. Chile era un país monoproductor de salitre que se vio afectado por la producción de salitre sintético, lo que se traduce en una bajada de las exportaciones que repercute de forma negativa en la economía. A lo que hay que añadir la presencia cada vez más importante de capitales norteamericanos. Las consecuencias sobre la población fueron graves, un número cada vez mayor de parados que emigraban a la capital, la inflación, salarios bajos y precios altos, y una situación de agitación social que se prolongó durante una década, contribuyendo al desarrollo de una mayor conciencia de clase.
Se formó un Comité Revolucionario del que formaron parte el propio Matte, Óscar Schnake, Carlos Martínez, Alfredo Lagarrigue, Eugenio González Rojas, Óscar Cifuentes Solar, Fernando Célis Zegarra, Luis Barriga Errázuriz, Rolando Merino Reyes, Zacarías Soto y René Frías Ojeda. Este comité tomó contacto con los militares descontentos con el gobierno de Montero, entre los que cabe destacar al coronel Marmaduke Grove Vallejos. El día 4 de junio de 1932 desataron una revolución que instauró la República Socialista de Chile que inició un programa ambicioso que pretendía resolver los problemas económicos del país teniendo en cuenta los intereses del pueblo. Así, se promulgaron decretos en los que se abordaban acciones económicas inmediatas como la recuperación de las explotaciones mineras de manos del capitalismo extranjero, y el reconocimiento de la inviabilidad del liberalismo para superar las diferencias económicas y sociales. Su lema “Alimentar al pueblo, vestir al pueblo y domiciliar al pueblo” deja bien a las claras cuales son sus objetivos.
La República Socialista apenas duró 12 días. Un nuevo pronunciamiento militar acabó con la experiencia y los líderes fueron represaliados. Los dirigentes más significados, Grove y Matte entre otros, fueron desterrados a la Isla de Pascua.
Tras un periodo en el que se sucedieron varios efímeros gobiernos dictatoriales se convocaron nuevas elecciones a la presidencia de la República el 1º de octubre de 1932. Grove se presentó como candidato a presidente y Matte a senador, aunque desde el destierro no pudieron participar en la campaña. Aun así, ambos consiguieron un magnífico resultado, el primero quedó segundo detrás de Alessandri y Matte obtuvo su plaza de senador.
La experiencia de la República Socialista será determinante en la creación del Partido Socialista. Había contado con un apoyo popular entusiasta que no secundó la política practicada por el PC, que tuvo un comportamiento crítico con el gobierno revolucionario y hasta le desafió con la toma de la Universidad Central. Tras estos acontecimientos los líderes de la República Socialista pensaron que sería posible crear un partido socialista y revolucionario que ocupara el espacio político, que por su dependencia de Moscú, no podía ocupar el PC, y que conectara con las reivindicaciones propias de la realidad chilena. Las medidas que se tomaron durante el efímero gobierno fueron: la suspensión de los lanzamientos de arrendatarios deudores que vivieran en habitaciones por las que se cobrara un arriendo inferior a doscientos pesos, la implementación de un plan para solucionar el problema habitacional, amnistía para presos políticos, autonomía universitaria, la orden de devolver, sin pago previo, las herramientas de trabajo empeñadas como máquinas de coser, instrumentos musicales o máquinas de escribir. Todas estas acciones llevadas a cabo por los líderes republicanos calaron hondo en la ciudadanía que se transformó en la base electoral del Partido.
Los grupos socialistas existentes decidieron fusionarse y formar un partido más fuerte, la sesión de constitución tuvo lugar el 19 de abril de 1933. Adoptaron el nombre de Partido Socialista, allí había representantes de la “Orden Socialista”, del “Partido Socialista Marxista”, de “Acción Revolucionaria Socialista” y de la “Nueva Acción Pública”. El Comité Directivo estaba integrado por un Secretario General Ejecutivo, Óscar Schnake, un Líder, Marmaduke Grove, y otros miembros: Mario Inostroza Rojas, Víctor López Trigo, Zacarías Soto Riquelme, Albino Pezoa Estrada, Augusto Pinto, Eugenio Matte Hurtado, Guillermo Herrera, Luis Grez Pérez, Carlos A. Martínez, Enrique Mozó Merino, Eduardo Rodríguez Mazer, Eduardo Ugarte Herrera, Luis Latorre, Miguel Aranguiz Aranguiz, David Jiménez Gibson, Arturo Bianchi Gundián, Luis de la Barra, Justo Venero y Juan Díaz Martínez.
El partido estaba formado por sectores de la clase trabajadora, de la pequeña burguesía, artesanos e intelectuales. La crisis económica había radicalizado a los sectores de la pequeña burguesía y a las clases medias que encuentran en el PS un vehículo capaz de representar sus reivindicaciones. Los grupos que formaron el nuevo partido mantenían posiciones ideológicas diversas: socialdemócratas, masones, anarquistas, trotskistas y marxistas, un espectro amplio en lo social y lo político que podría estar en la base de las continuas fracciones y conflictos existentes desde sus orígenes y que han sido una de sus señas de identidad. También en cuanto a la acción política existían diferencias notables entre ellos ya que desde el inicio se debatían entre la participación en las elecciones y las instituciones unos, y los que apostaban por la vía revolucionaria, empleando la violencia, los otros.
El partido en sus documentos proclama que utiliza como método de interpretación de la realidad el marxismo, entendido no en un sentido rígido o dogmático, sino adaptado a las distintas sociedades en evolución constante y a la particularidad nacional chilena y latinoamericana. Su objetivo será alcanzar un régimen económico socialista en el que la propiedad privada pase a ser colectiva. Su carácter será internacional y apoyará la unidad económica y política de los pueblos de Latinoamérica hasta llegar a una Federación de las Repúblicas Socialistas del Continente que desarrolle una política económica antiimperialista, tal como quedó recogido en su primera Declaración de Principios de 19 de marzo de 1934.
Un rasgo característico del PS en sus momentos iniciales es la relevancia que adquieren sus líderes, que a menudo son más importantes para las masas populares que el propio programa político. Sucedió con Grove, un héroe para la mayoría de la población a nivel nacional, pero este modelo se reproducía también a nivel local o regional. Para algunos autores el comportamiento del nuevo partido en sus inicios puede calificarse de populista. El propio Grove goza de una gran popularidad entre la clase trabajadora, pero también entre las clases medias, debido a que las condiciones económicas y sociales favorecían el desarrollo de un amplio movimiento populista de izquierda por los efectos que la gran depresión había tenido sobre la economía y, por consiguiente, entre la mayoría de la población, y además el sistema de partidos estaba muy desarticulado tras la dictadura de Ibáñez. Lo que explicaría el éxito, efímero, de la República Socialista.
En cuanto a la organización adoptaron un modelo semejante al de los partidos comunistas, aunque menos centralizado, en la línea de los partidos socialistas, siendo el órgano de mayor capacidad de decisión el Congreso General, al que asistían delegados territoriales y que se reunía de forma periódica. En el se trazaban las directrices políticas a seguir, y en ese marco se elegía al Secretario General y al Comité Central, los máximos representantes del partido. En la base estaban los núcleos, que agrupan a militantes de un mismo barrio, de una misma profesión, a estudiantes o sindicalistas. Al menos dos núcleos formaban una estructura superior que era el seccional, que a su vez daban lugar a los regionales. La estructura se complementaba con congresos regionales, generales y extraordinarios, y con los ampliados.
Entre los miembros de la organización se planeaban tareas de estudio y discusión, lecturas de los autores marxistas más destacados, con la finalidad de preparar políticamente a sus militantes y conseguir la unidad ideológica. Se editaban boletines como “Núcleo”, un semanario, “Barricada”, y una revista, “Rumbo”.
En relación al movimiento sindical todavía no se había logrado la unidad, las organizaciones estaban divididas: por un lado la Federación Obrera de Chile, FOCH, que en 1931 se convierte en la Confederación de Trabajadores de Chile, CTCH; por otro los anarquistas, la Industrial Workers of the World, la Federación Obrera Regional de Chile (1926); y en tercer lugar la Confederación Republicana de Acción Cívica (CRAC), fundada por Ibáñez en 1929, de carácter amarillo.
Del block de Izquierdas al
Frente Popular 1934 - 1945
Este periodo de apenas once años está marcado por los primeros pasos de un partido socialista contradictorio, ambiguo en alguna de sus actuaciones y con serias discrepancias en su interior que acabarían en rupturas, las primeras que se produjeron en su seno, pero que no serían las últimas. Los motivos que llevaron a estos enfrentamientos, en ocasiones irreconciliables, fueron la conveniencia de realizar alianzas estratégicas interclasistas o, por el contrario, mantener sus alianzas exclusivamente con partidos de clase, rechazando la confluencia con radicales o demócratas al considerar que sus objetivos nunca podían coincidir con los del movimiento obrero.
Uno de los momentos más críticos fue el vivido tras la constitución del Frente Popular, que terminaría en una confrontación abierta entre los partidarios y los no partidarios de integrarse en sus filas. No obstante, los primeros años de andadura socialista desde 1933 estuvieron marcados por unas políticas revolucionarias y antioligárquicas, lo que conectó extraordinariamente bien con los sectores populares y permitió la expansión de las ideas socialistas a todo el país, así como la obtención de apoyos entre la pequeña y mediana burguesía.
Hasta la constitución del Frente Popular en 1936 el PS apostó por el desarrollo de una política auténticamente de clase y revolucionaria. Para ello impulsó el “Block Parlamentario de Izquierdas” (1934) formado por radicales-socialistas, demócratas, socialistas e Izquierda Comunista, una agrupación escindida del PC por su carácter trotskista y su afiliación a la IV Internacional. Esta política fue de exclusión del PC, su objetivo, alcanzar el poder a través de la participación electoral, pero sin olvidar el trabajo a desarrollar en los centros de trabajo, en las poblaciones o entre el campesinado, por ello su base social estaba formada por trabajadores, obreros, campesinos, pequeña burguesía e intelectuales.
En el segundo Congreso General celebrado en diciembre de 1934 en Valparaíso, se planteó una nueva política sindical dirigida a conseguir la unidad y el desarrollo del movimiento obrero nacional; y en lo político, como ya hemos dicho, se aprobó la formación del bloque parlamentario de izquierdas, que debía ser un movimiento opositor y alternativo al gobierno de Alessandri a la vez que se imponía como tarea principal la incorporación de los sectores populares a la lucha política como único medio posible de alcanzar el poder.
En cuanto a la organización se aprobaron los nuevos Estatutos, el núcleo se consideraba la base fundamental para la militancia. Se acordó la autonomía de la Federación de la Juventud Socialista. Se resolvió la creación del Socorro Socialista, con un fin solidario en sintonía con lo que debía ser la moral socialista, y también se decidió constituir los Tribunales de disciplina. Una particularidad fue la creación de Brigadas, entre las que podemos destacar la femenina, que llevó a la formación de la Acción de Mujeres Socialistas, las Brigadas Universitarias alrededor de la Federación de Juventudes Socialistas, las Brigadas Sindicales y de Defensa, y la de Profesores. De las Brigadas de Defensa derivarían las Milicias Socialistas, respuesta partidaria a las Milicias Republicanas de la derecha y a las tropas de asalto del nacional-socialismo. Su misión, defender a la clase trabajadora de los ataques de la derecha y del fascismo.
El contexto internacional a partir de 1934 cambió debido a la amenaza que suponía el nazismo. El PC dio un viraje en su política y propuso la creación de Frentes Populares, alianzas políticas de amplio espectro, que pudieran frenar desde el gobierno el avance de los totalitarismos. Los socialistas prefirieron continuar con su política del block, ya que integrarse en la coalición frente populista significaba abandonar sus ideales revolucionarios y participar en políticas democrático-burguesas y reformistas. Pero tanto el momento histórico internacional, como en concreto, la necesidad de frenar el ascenso del fascismo, y la gestión que estaba realizando Alessandri, de talante muy autoritario, y que estaba desarrollando una política económica claramente de apoyo a las oligarquías y un control político sobre la oposición muy represor, obligaban a un cambio en sus planteamientos. Pero no todos en el partido estaban de acuerdo, en 1935 surgió una importante disidencia interna, la denominada Oposición Revolucionaria Socialista, un grupo que era partidario de la revolución proletaria y contrario a las alianzas con partidos pertenecientes a la burguesía como el Radical. Ante su pertinaz insistencia fueron expulsados del partido y tomaron el nombre de Izquierda Socialista. Esta sería la primera fractura en el interior del partido.
El PSCH para no quedar aislado y a pesar de la fuerte controversia interna, decidió entrar a formar parte de la coalición frentepopulista en la que se encontraban radicales, socialistas y comunistas, que obtuvo el triunfo en las elecciones de 1938 con Pedro Aguirre Cerda como candidato. Resulta sorprendente que la formación socialista, la mayor fuerza popular del país terminara apoyando la candidatura del radical Aguirre Cerda, cuando era probable que su candidato Grove hubiera obtenido resultados muy positivos. Varios socialistas participaron en el gobierno como ministros, entre ellos Salvador Allende.
El propio Allende, en una intervención parlamentaria, y en un momento de intenso debate en el interior del partido sobre la conveniencia de continuar o no apoyando el Frente, clarificó las tareas y los objetivos de los socialistas en el gobierno. Defendió que el PS era un partido de clase y marxista, y que estaba resuelto a conquistar el poder para los trabajadores manuales e intelectuales, a implantar un régimen socialista y a luchar contra el latifundio y el imperialismo. Por eso, según él han empleado diversas tácticas, antes el block de izquierdas, ahora el Frente Popular, pero en ningún caso debe confundirse un gobierno socialista con un gobierno frentista, que está concebido para defender la democracia en contra del fascismo. Argumentó que el programa del FP estaba basado en la aceptación de puntos comunes en el plano económico, político y social de las fuerzas que lo integran, se trataría de una “barricada defensiva” donde se protegían las fuerzas democráticas. En el discurso nombró también las políticas más significativas defendidas desde el gobierno: la lucha contra el latifundio y la necesidad de realizar una reforma agraria; resolver el problema campesino, dado que muchos se habían quedado sin trabajo y se habían visto obligados a emigrar a las ciudades con sus familias. Insistió en la posición que defendía el partido con respecto a recuperar las fuentes de materias primas para el Estado, planteando como medida transitoria la supervisión por parte del Estado de las empresas extranjeras y la explotación de los recursos nacionales; dejando claro que la única solución era la nacionalización. Si lograban esta independencia económica, habrían conquistado la segunda independencia. En este discurso Allende pretendía demostrar que a pesar de formar parte de un gobierno demócrata-burgués los objetivos del socialismo no se habían abandonado y se trabajaba para lograr mejoras significativas para los más desfavorecidos.
Sin embargo, la participación en la coalición primero y en el gobierno después, no apagará la encendida polémica que en todo este periodo se debatirá entre la participación en la institucionalización del Estado y la vía electoral, y la opción revolucionaria, un conflicto siempre presente en la vida del partido. Las circunstancias internacionales y el viraje de la Komintern habían obligado al PS a colaborar en el Frente Popular si no querían quedar aislados y perder también sus apoyos en las bases. La mayoría acabó aceptando la participación, pero la discusión en el interior del socialismo no se cerró. Durante el primer año del gobierno de Aguirre Cerda los críticos comenzaron a operar como fracción con el nombre de No Conformistas.
El movimiento obrero en este periodo logró dar un paso adelante con la unificación sindical integrada en la Confederación de Sindicatos de Chile, que aglutinaba a todos, excepto a los anarquistas. Para el socialismo, el sindicalismo fue un frente más de lucha y por eso participó en la citada organización desde 1936.
Lógicamente la política del Frente Popular no podía ser en toda su esencia la política que hubiera desarrollado el PS, como defendía Allende en esa intervención parlamentaria citada, pero sí se puede decir que desempeñó un importante papel en el impulso de unas políticas económicas de izquierda, cuyo objetivo era la modernización de la industria, la articulación de un mercado nacional y la distribución más equitativa de las rentas. Se proponía un sistema de planificación nacional, la revisión de la política impositiva, el control de las actividades de las empresas extranjeras, y una reforma agraria que lograra satisfacer el hambre de tierra, así como mejorar las condiciones laborales de los campesinos jornaleros. Este plan de modernización de la industria utilizaría como herramienta básica la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO, que se creó en 1939. Sin embargo, y a pesar del empeño del gobierno en llevar a cabo estas medidas, la mayoría parlamentaria de derecha lo evitó siempre.
Políticamente el Frente Popular tampoco resultó ser un remanso de paz. Los conflictos entre socialistas y comunistas, y entre los propios socialistas, eran frecuentes. Los socialistas participaron en el gobierno, los comunistas no, muy condicionados por la política internacional.
En el Congreso ordinario del PS de 1939 se enfrentaron las dos corrientes contrapuestas. Por un lado la de quienes defendían la permanencia en la coalición hasta conseguir algunos de los objetivos que se habían propuesto; por otro, la inconformista o no conformista, que mostraba su desacuerdo como consecuencia de la inoperancia de los socialistas en el gobierno ya que no tenían capacidad para desarrollar sus propias políticas. De esta manera resaltan los peligros de asociarse con “fracciones enemigas del pueblo” que llevarían al PS al reformismo y por tanto a la pérdida de apoyos populares.
Aunque la mayoría se inclinó por continuar en el gobierno, la corriente inconformista continuó actuando de forma fraccional hasta que se expulsó a sus dirigentes, que a su vez fundaron el Partido Socialista de los Trabajadores en 1940. Su principal dirigente será César Urrutia Godoy, de orígenes anarquistas y un convincente orador, que aboga por la revolución proletaria y que reprocha al PS “haber perdido su cuño de los tiempos de guerra y de oposición, hasta terminar dando la espalda a la doctrina, olvidando la experiencia del proletariado (…) para asimilarse a las formas de la social-democracia, de la colaboración de clases antagónicas y de la capitulación más vergonzante”.
Las discusiones en el seno del partido continúan y en 1940 Schnake, en un discurso pronunciado el 15 de diciembre, hace hincapié en las diferencias de los socialistas con el PC, que había manifestado una posición muy crítica con el gobierno como consecuencia de su sometimiento a los dictados de la IIIa Internacional, y que ahora se veía en una difícil situación política debida al pacto germano-soviético, que no solo ponía en peligro la política del Frente Popular, sino que la dejaba sin sentido de cara a las masas populares. El PS pidió en consecuencia que el PC abandonase la coalición, pero sus peticiones no fueron asumidas por el resto de partidos por lo que tuvieron que concurrir en solitario a las elecciones de 1941 en las que obtuvieron un relativo éxito.
El fallecimiento de Pedro Aguirre Cerda, y la necesidad de elegir a otro presidente, provocó nuevos desencuentros entre las corrientes enfrentadas. La mayoría del partido apuesta por la presentación en solitario de una candidatura encabezada por Óscar Schnake. El candidato socialista pretendía la constitución de un Bloque Nacional de Izquierda en el que no estuvieran ni radicales ni comunistas. Finalmente el PS no presentó a su candidato y apoyó al radical Juan Antonio Ríos, con el pretexto de frenar el triunfo de Carlos Ibáñez, y eso a pesar del poderoso arraigo popular socialista, que sin duda fue un valor para el triunfo del político radical.
El nuevo gobierno de Juan Antonio Ríos reabrió el enfrentamiento entre los partidarios de continuar en el gobierno, opción representada por sus líderes más conocidos como Schnake o Grove, y la de los que se oponen, para los que la prioridad era cohesionar el partido y retomar la vía revolucionaria, opción defendida por el dirigente de la Federación de la Juventud Socialista, Raúl Ampuero. Se impuso la primera opción, pero a pesar de la nueva mayoría parlamentaria de izquierdas en el Congreso Nacional, el partido no logró sacar adelante el programa de reformas que se había propuesto ya que el Partido Radical obstaculizaba sistemáticamente aquellas que hubieran conducido a la transformación económica y social del país.
El debate en el interior del partido, lejos de cerrarse, se mantiene vivo y abierto, incentivado por las polémicas políticas de Ríos cada vez más próximas al Partido Liberal. Los militantes socialistas críticos son silenciados por la dirección hasta el congreso de Rancagua de 1943, en el que de nuevo se enfrentarán corrientes encontradas, pero con unas consecuencias mayores para la unidad del socialismo. Por un lado, el Comité Central con Grove a la cabeza, que defendía la necesidad de continuar en el gobierno a pesar de todo; por otro, la llamada “corriente de recuperación”, mantenida por algunos delegados regionales, que fue la que al final se impuso. Grove, tras la votación, reaccionó abandonando el congreso provocando con ello una escisión. Se eligió como nuevo Secretario General a Salvador Allende, que se retiró del gobierno.
En el Congreso Extraordinario de Valparaíso de agosto de 1943 se reafirmaron en estas decisiones y el propio Allende efectuó una autocrítica en la que condenaba el trabajo desarrollado por el partido, afirmando que había mantenido unas prácticas que eran más propias de los partidos burgueses. Como justificación alegó que lo ocurrido no era debido únicamente a la colaboración con el gobierno sino porque “éramos y somos un partido poco duro, demasiado joven (…)”
La disolución de la IIIa Internacional en mayo de 1943 introdujo un escenario político nuevo entre los dos principales partidos marxistas: la posibilidad de confluir en la formación de un “Partido Único”. La propuesta surgió del PC, liderado en ese momento por Carlos Contreras Labarca, quien sugirió la creación de un solo partido de la izquierda en el que tendrían cabida los radicales, los comunistas y los diversos grupos socialistas. En el PS existía una tendencia que podríamos definir como anticomunista, cuyo liderazgo lo ejercía Schnake y Bernardo Ibáñez, sindicalista expulsado del PC y que llegaría a ser secretario general de la CTCH.
Una vez superada esta oposición en el partido, los socialistas reaccionaron con cautela, ya que sin mostrarse completamente en contra plantearon que para llegar a ese punto de entendimiento era necesario coincidir en la política y en la práctica diaria. Allende, como secretario general socialista, respondió por escrito, mediante una carta, a su homólogo comunista el 1 de diciembre de 1943. Ya desde el preámbulo estableció
la necesidad de “dilucidar por escrito, con precisión y claridad, cuáles son los puntos divergentes y convergentes que ambos partidos tenemos sobre estas materias”: la posición socialista en cuanto a que la acción política debía satisfacer las necesidades de los trabajadores manuales e intelectuales y la apuesta por un socialismo científico, enriquecido y renovado por la experiencia histórica contemporánea. Le propuso que todos los contactos para la discusión política se realizaran únicamente en el marco de “comités de enlace” integrados por militantes delegados directamente por los dos Comités Centrales, su labor sería confluir en un plan de acción política común en el plano parlamentario, sindical y electoral. Se reafirmaban en la defensa de una política de unidad con los pueblos de Latinoamérica frente al imperialismo de los círculos norteamericanos y financieros de Wall Street. Para él la acción conjunta socialista - comunista debería encaminarse a lograr los siguientes objetivos:
⦁ Conseguir la racionalización de la producción y que ello repercutiera en una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores.
⦁ En política internacional, cooperación con la Sociedad de Naciones, y la realización de una política continental.
⦁ En la política nacional conseguir el fortalecimiento de la Alianza Democrática, y que, al margen de intereses electorales, se satisficieran los problemas de los trabajadores. En esta Alianza no tenían cabida partidos que solo tuvieran un interés en participar de forma oportunista y electoralista.
⦁ En el ámbito parlamentario proponer la creación de un Consejo de Economía Nacional y un Banco del Estado, impulsar reformas sociales que culminaran con la elaboración de un Código del Trabajo, la necesidad de promover una reforma agraria, una ley que abogara por la alfabetización, fortalecer el trabajo sindical y en el terreno electoral planteaban que podían presentarse en coaliciones pero sin abandonar ni romper la Alianza Democrática.
Estos son los puntos que el Comité Central del PS propuso como base de discusión.
Orlando Millas, presente en una de las reuniones mantenidas entre los dirigentes de ambos partidos, explicó que la posición de Allende, que tenía muy meditada, era que si bien rechazaba la fusión de los partidos comunista y socialista, sí era partidario de actuar estratégicamente de forma coordinada en lo que él mismo llamó “unidad socialista-comunista”, un término que él mismo acuñó.
En el X Congreso General Ordinario celebrado en Talca en el mes de julio de 1944, una nueva escisión hará presa en el PS. El objetivo de la reunión era precisamente reforzar el partido y reparar los daños sufridos por años de discusiones y fraccionamiento, pero mientras los delegados debatían las ponencias, Marmaduke Grove dirigía un congreso paralelo en Santiago que culminó con la creación de un nuevo partido, el Partido Socialista Auténtico. A este hecho se une otro de especial significación: la fusión del Partido Socialista de los Trabajadores con el PC. Según Jobet, “el socialismo chileno entró en un periodo de anarquía y desintegración”. Lo que quedó demostrado en las elecciones parlamentarias de marzo de 1945 en las que experimentó un considerable retroceso, que algunos atribuyeron también al desgaste por haber participado en gobiernos burgueses.
Ampuero y el nuevo PS
1945 - 1964
En 1945 el Partido Socialista estaba muy dañado como consecuencia de las luchas internas. Ese año el Presidente Ríos enfermó, por lo que fue sustituido por Alfredo Duhalde, el cual formó un gabinete al que llamó “Tercer Frente” muy discutido por algunos socialistas como Ampuero, que no veían con buenos ojos una participación socialista en el nuevo gobierno. Muchos sectores críticos consideraban que esta participación terminaría por perjudicar la imagen del partido.
En el V Congreso Extraordinario celebrado en 1945 se había acordado la llamada “Línea del Pueblo”, que pretendía desarrollar una política independiente frente al Gobierno y al PC y cuyo objetivo era conectar con los sectores populares. El PS ya no se centraría exclusivamente en la política parlamentaria. La última participación electoral había demostrado la pérdida de apoyos, solo obtuvieron el siete por ciento de los votos. Esta política de Frente del Pueblo dirigida solo por socialistas trataría de contrarrestar la “Unidad Nacional” propugnada por el PC. Apenas ocho meses después de adoptar esta línea, el PS acepta formar parte del gabinete de Duhalde, y eso cuando ya había mostrado su carácter represivo en la plaza Bulnes. Dos razones parecen explicar el cambio: la brusca bajada de los socialistas en las elecciones y la fuerza creciente que mostraba el PC.
En las elecciones presidenciales de 1946 el PS presentó su propio candidato, Bernardo Ibáñez, mientras que PC y PR apoyaron a González Videla, que fue el que triunfó. Ibáñez obtuvo los peores resultados de la historia del PS. Para algunos socialistas era la consecuencia de las políticas de colaboración con el PR y con sectores de la burguesía; pero Ibáñez tampoco era el mejor candidato posible, un hombre al que podía identificarse con los aspectos más negativos de la política de Duhalde, entre los que se contaban la corrupción y el oportunismo político. El PS perdió influencia en los sectores más populares y fue castigado en las elecciones por sus bases tradicionales. “Terminó la primera etapa del socialismo chileno en medio de un completo desastre, culminación de innumerables desviaciones políticas y desviaciones internas”
Para algunos autores la participación del PS en el Frente Popular fue negativa, ya que durante ese tiempo el poder siguió estando en manos de la burguesía. Este hecho desorientó a la clase trabajadora, que había visto como sus condiciones de vida empeoraban. La IIa Guerra Mundial y la crisis del capitalismo tradicional habían empujado al Frente Popular a colaborar con una política económica de sustitución de las importaciones por bienes de producción nacional. El PS desde el Ministerio de Tierras y Colonización, y a pesar de su programa, había frenado la organización del campesinado y no pudo o no quiso dirigirlo revolucionariamente.
De entre las cenizas surgió una figura formada en las Juventudes Socialistas, se trataba de su secretario general Raúl Ampuero Díaz. En octubre de 1946 se convocó el IX Congreso General Ordinario en Concepción, donde concurrieron dos corrientes claramente diferenciadas: la oficial o colaboracionista, representada por Bernardo Ibáñez y Juan Bautista Rosetti, responsables de la dirección y de la colaboración con el gobierno de Duhalde, y la de la oposición o revolucionaria, que pretendía imprimir un nuevo carácter al PS, leal con lo que era y había sido la ideología socialista, liderada por Ampuero. La resolución del congreso optó por la posición revolucionaria y eligió secretario general a Raúl Ampuero. El partido proclamó su independencia política y apostó por un programa que condujera al desarrollo industrial, a la realización de una reforma agraria y a la emancipación de los campesinos. El momento es complicado pues el secretario general es consciente de la situación en la que se encuentra su partido: dividido, desmoralizado después de tan tremenda derrota y con poca conexión con los sectores populares. Pero de lo que no cabe duda es de que se abre un nuevo periodo, ya que lideran el PS una generación de dirigentes jóvenes, lo que para Jobet supone la entrada en el segundo periodo o la segunda etapa en la historia socialista. La etapa en la que, como se ha indicado anteriormente, se trabaja por lograr la unidad y por desarrollar políticas coherentes y uniformes, y trasladar la imagen de un partido cohesionado que actúa de forma colegiada. En este sentido se hace un esfuerzo por conseguir que la formación socialista sea más fuerte y más disciplinada.
En 1947 se designó una Comisión de Programa para redactar un documento que había de ser el marco de actuación de los socialistas, tarea que se encomendó a Eugenio González Rojas. En 1947 se produjo un periodo de difícil relación con el PC, que entró a formar parte del nuevo gobierno radical: enfrentamientos en el ámbito sindical y presiones de los comunistas a los socialistas, que según Oscar Wais respondían al objetivo comunista de que no hubiera más que un partido obrero. Esta etapa terminó con la retirada del PC del gobierno de González Videla como consecuencia de la Guerra Fría. En este nuevo contexto la diplomacia estadounidense presionó al gobierno chileno para que persiguiera al PC, de esta época es la “Ley de defensa permanente de la democracia”, que dejaba a los comunistas en la ilegalidad.
Las diferencias en el PS persisten y terminan con una ruptura en 1948, la cuarta que sufre el partido. Rosetti e Ibáñez, a pesar de liderar el sector minoritario y anticomunista, consiguieron quedarse con el nombre oficial y los símbolos, así las siglas PSCH les corresponderán a ellos y el grueso del partido liderado por Ampuero y en el que estaban Allende y Eugenio González tendrá que adoptar el nombre de Partido Socialista Popular (PSP).
En la Declaración de Principios incluida en la introducción del Programa que había elaborado Eugenio González se definía el socialismo como la “continuidad orgánica” de la cultura que posibilitaba el desarrollo de las potencialidades del ser humano. Se identificaban los términos de socialismo y democracia ya que solo logrando la mayoría social, respetando las minorías, el disenso, y la aceptación del pluralismo se podrá alcanzar el socialismo. Se afirmaba que ninguna forma de violencia estatal era compatible con el ideal socialista, el socialismo nunca debía ser dictatorial, su ideal era la “República Democrática de Trabajadores”, pero se insiste en su voluntad revolucionaria y transformadora de la sociedad capitalista “(…) el socialismo siempre es revolucionario porque se propone cambiar fundamentalmente las relaciones de propiedad y de trabajo como principio de una reconstrucción completa del orden social”.
En el año 1948 se planteó un nuevo conflicto como consecuencia del apoyo que debían prestar los socialistas a los candidatos en la elección presidencial. El PSP quería apoyar la candidatura de Carlos Ibáñez del Campo, a lo que se oponían Allende y Tomás Chadwick. Fue en el congreso de 1952, celebrado en Chillán, y al que asistió Ibáñez, cuando parece resolverse la cuestión, pues Ibáñez tras hacer suyos los planteamientos del programa del PSP logró su apoyo. Sin embargo, un grupo de la dirección entre los que estaban Allende y José Tohá, disconformes con la resolución, abandonaron las filas del PSP para integrarse en el PSCH, desde donde consiguieron impulsar una alianza con el PC y otras fuerzas políticas. El resultado fue la constitución del “Frente del Pueblo”, cuyo candidato a la presidencia en 1952 será Salvador Allende. Para Allende no había posibilidad de hacer la revolución sin el PC, ya que consideraba que era la única forma lógica de actuar de los partidos marxistas, algo que mantuvo durante toda su vida. Ibáñez triunfó en las elecciones y el PSP participó en el gobierno durante nueve meses. Dos de sus militantes ocuparon puestos de responsabilidad, Clodomiro Almeyda fue ministro de Minería y Trabajo y Carlos Altamirano, fue subsecretario de Hacienda.
El segundo mandato de Ibáñez estuvo marcado por su alejamiento de las políticas a las que se había comprometido cuando logró el apoyo del PSP a su candidatura. En este periodo se incrementó la actividad sindical y es de destacar el protagonismo ejercido por la Central Única de Trabajadores (CUT) y de su líder, Clotario Best. Se desarrolló el movimiento obrero, y los partidos de izquierda adquirieron una gran relevancia. Será el resultado de un proceso de aproximación en el movimiento sindical que a través de una Comisión Nacional de Unidad Sindical convocó a un congreso nacional para constituir la Central Única de Trabajadores en febrero de 1953. Su objetivo era claro: lograr la unidad del movimiento obrero sin distinción de ideologías.
En 1953 el PSP celebró su XV Congreso Ordinario en el que se eligió secretario general a Aniceto Rodríguez. En sus resoluciones se criticaba la complicidad de los socialistas y del PC con la derecha y con el gobierno que la representaba. Se diseñó una estrategia que se basaba en la unidad de todas las fuerzas populares en torno a la línea “República Democrática de Trabajadores” que será la base de un sistema socialista.
La situación económica del país, la inflación cada vez más alta, las huelgas y la represión conducen al gobierno a lo que llamará “Plan de rectificación económica”, que se basaba en el ahorro forzoso, la congelación salarial y la restricción de derechos salariales, lo que avivará el clima de protestas y la consiguiente respuesta autoritaria del Presidente. El gobierno contrató la Misión Klein-Sacks, formada por un grupo de consultores llegados de Estados Unidos, que insistían en la necesidad de reducir el gasto público y el número de empleados estatales, en la restricción del crédito, en la disminución de la intervención del Estado, el control de los salarios y la eliminación de subsidios y controles de precios. El reajuste recayó sobre los más desfavorecidos.
Estas políticas incentivaron la actividad sindical: la CUT llamó a paros nacionales que fueron secundados por los trabajadores, el PSP obtuvo representantes en la Conferencia Nacional de la CUT y su presencia entre los trabajadores fue cada vez mayor. A pesar de la unidad sindical conseguida, en la dirección de la CUT existían discrepancias ideológicas, por un lado, quienes consideraban que su lucha debía llevarse a cabo “dentro de las normas democráticas”, los comunistas, los socialistas de Chile, falangistas y radicales apoyaban esta opción; por otro, quienes apostaban por los “cambios revolucionarios”, posición defendida por socialistas populares y anarcosindicalistas.
La postura del PSP tiende a la radicalización, y en su XVI Congreso Ordinario realizado en 1955, lanza su propuesta de Frente de los Trabajadores, en la que se daban por terminados los pactos con partidos burgueses, adoptando la consigna: “revolución o miseria”. La tesis del Frente de Trabajadores, formulada a mediados de los 50, estaba influida por las ideas trotskistas sobre la naturaleza de la revolución en los países atrasados, rechazando que la burguesía nacional tuviera que jugar algún papel en el proceso. En este caso, la burguesía local era débil y estaba sometida a la oligarquía terrateniente, por lo que según este punto de vista difícilmente podría desempeñar un papel relevante.
La estrategia resultaba difícil de llevar a cabo, ya que una formulación de esas características declarando a la burguesía el enemigo de clase y aceptando la vía revolucionaria como válida para conseguir su derrota, dejaba poco espacio para la vía electoral y el parlamentarismo, algo a lo que el partido nunca renunció, siempre convivió con esa especie de esquizofrenia que le permitía representar dos papeles a la vez.
Los socialistas populares mantuvieron que la experiencia de los frentes con los partidos burgueses estaba agotada y que había llegado el momento de llevar a cabo una lucha revolucionaria liderada por los partidos obreros y la CUT, un auténtico Frente de Trabajadores, para alcanzarlo consiguieron un pacto con el Partido Democrático del Pueblo. El PC por el contrario, era partidario de alianzas amplias en las que participaran socialistas, demócratas, radicales y socialcristianos, en la dirección del “Frente de Liberación Nacional”.
La puesta en práctica de las medidas aconsejadas por la Misión Klein Sacks, tuvieron un efecto reactivador de la lucha en el sindicalismo y en los partidos de izquierda. La CUT llamó a una “Protesta nacional” por los atropellos del gobierno a los sindicatos y por las políticas de austeridad que perjudicaban básicamente a los trabajadores. No obtuvo el éxito deseado, pero estimuló de forma notable el movimiento popular hasta desembocar en lo que supuso un avance histórico en la unidad de la izquierda, ya que el 1º de marzo de 1956 el Partido del Trabajo, comunista; los dos partidos socialistas (PSCH y PSP); el Demócrata del Pueblo, y el Democrático, firmaron la constitución del Frente de Acción Popular (FRAP) eligiendo como presidente del mismo a Salvador Allende. El FRAP pretendía la unidad de acción en el campo parlamentario, el sindical y el electoral con un programa “antiimperialista, antioligárquico y antifeudal”. Dentro del FRAP coexistían las dos concepciones que socialistas y comunistas tenían de la política: la más excluyente, reducida a la clase obrera a un nivel social y económico de los primeros, y la de amplios consensos de los segundos.
El FRAP se caracterizó por aunar las fuerzas políticas decididas a luchar por un programa “antiimperialista, antioligárquico y antifeudal” y por crear un amplio movimiento popular que respaldase la creación de un nuevo régimen político y económico, que condujera al país a la emancipación económica, al desarrollo industrial y a la racionalización de la actividad agraria, la planificación del sistema productivo y la satisfacción de las necesidades básicas de la población trabajadora.
Según Jobet, la formación del FRAP supuso un éxito de la política defendida por el PSP ya que en la práctica se trataba de: “(…) crear un poder político fuerte (…) con el propósito de establecer una república democrática de trabajadores orientada hacia el socialismo (…) es decir a conseguir la transformación de la estructura económica y social del país.” Es por ello que el PSP fue uno de los principales impulsores de esta alianza.
En abril de 1956 el PC realizó un congreso tras el histórico XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y, según las nuevas resoluciones que se derivaban de éste, aceptó la posibilidad de una vía pacífica al socialismo por medio de la participación en las elecciones parlamentarias. Para Luis Corvalán Márquez esto anticiparía la convergencia que más tarde se daría con Allende. En este congreso quedaba reconocido que el camino al socialismo podía ser diferente en cada país de acuerdo con sus características, el personalismo estalinista había de ser sustituido por una conducción colectiva de acuerdo con los principios leninistas. Así pues, el nuevo escenario surgido permitía formular una nueva política de confluencia con el PC, hasta el punto de que a fines de 1956 el secretario general del PSP propone la constitución del Partido Único Revolucionario de los Trabajadores, ambos partidos estaban de acuerdo en abrir un debate que debía culminar en la unidad.
Durante los últimos meses de 1956 la situación económica era cada vez peor: recesión, desempleo y crisis general tensan la situación. El descontento popular desembocará en un estallido o revuelta popular el 2 de abril de 1957 que será duramente reprimida por las fuerzas armadas, causando varios muertos y heridos. Las elecciones parlamentarias no fueron un éxito para el FRAP pero los acontecimientos de abril promovieron una mayor cohesión de la izquierda, ya que para Ampuero lo que se había vivido en las calles demostraba dos hechos: en primer lugar el potencial revolucionario de las masas populares y en segundo lugar, que no había una vanguardia que ejerciera la dirección revolucionaria.
La situación política estaba muy polarizada. La unidad de acción de la izquierda era más necesaria y la línea del Frente de Trabajadores así lo proclamaba: la república democrática burguesa solo representaba los intereses de la burguesía, la dictadura del proletariado era legítima y una necesidad para los trabajadores, de ahí la importancia de un frente de clase. En este sentido era una prioridad conseguir primero la unidad socialista, que debía ser sólida y coherente para evitar nuevas divisiones. Desde agosto de 1956 el comité central del PSP programó tareas que consiguiesen la unidad, estas culminaron en el XVII Congreso celebrado en Santiago, que se conocerá como el “Congreso de Unidad”, donde se eligió secretario general a Salomón Corbalán y cuyo voto político priorizó reforzar el FRAP. En la práctica supuso la reagrupación socialista y la elaboración de un programa que hacía hincapié en la importancia del trabajo sindical con un sentido revolucionario, la nacionalización de las empresas mineras en manos de capitales extranjeros, un control, por medio de comités, de los bienes de consumo que evitase la especulación, la nacionalización de la Banca privada y la puesta en marcha de la reforma agraria como puntos más destacados.
Sin embargo, las tensiones en el interior del FRAP continuaron, el PC no aceptaba el Frente de Trabajadores, su apuesta era un Frente de Liberación Nacional en el que se pudiera dar una alianza de clases. Esta posición estaba en relación con el viraje político que había supuesto el XX Congreso del PCUS. En su X Congreso el PC de Chile y en palabras de su secretario general Galo González, argumentó sobre la vía pacífica, la cual consideraba factible para la conquista del poder. Estas posiciones no eran aceptadas por los socialistas ya que consideraban que el objetivo prioritario no era la democracia sino la instauración del socialismo, y que el problema principal era la falta de unidad en la clase obrera y no una hipotética confluencia con la pequeña burguesía. Durante la Convención Nacional del Pueblo, celebrada a mediados de 1957, se eligió candidato para las próximas elecciones presidenciales a Salvador Allende, a la citada convención asistieron delegados del FRAP y de diversos organismos populares, su consigna: “un camino nuevo, un candidato popular y un programa de lucha”
La campaña presidencial de 1958 que ofrecía al pueblo “casa propia” y que suponía la vuelta de la izquierda a la lucha social y a la toma de tierras, terminó siendo un éxito para la izquierda y, en concreto para la coalición socialista-comunista, que se convirtió en una alternativa para las masas populares. A pesar del poco tiempo del que dispusieron para preparar la campaña y de los escasos medios a su alcance, el FRAP estuvo a punto de ganar las elecciones, Alessandri obtuvo la victoria por muy poco.
En realidad en los tres primeros recuentos que ofreció el gobierno siempre estaba Allende a la cabeza, las masas populares lo vieron como ganador e incluso salieron a las calles a festejarlo. Pero en los últimos datos ofrecidos y ya definitivos, Alessandri ocupaba el primer lugar. Sin embargo ocurrió algo que define con toda claridad el carácter y el talante político de Salvador Allende. Ibáñez el Presidente y rival enconado de la familia Alessandri, envió al general Gamboa, el jefe de plaza, a ofrecerle a Allende el poder por supuestas irregularidades en el recuento de los votos. Este se negó rotundamente e incluso mostró de forma airada su enfado por haber dudado de su integridad democrática.
Este resultado electoral dejaba en muy buena posición a la izquierda, reforzada por los apoyos obtenidos que la convertían en una alternativa real de gobierno, y quedaba demostrada también su vinculación con los movimientos populares. No es de extrañar, que después de las elecciones de 1958 lo que más interesaba a los servicios de inteligencia de los EE.UU. era acentuar las líneas de fractura en el interior del FRAP, pero también incentivar el enfrentamiento nunca resuelto completamente en el interior del PS. Salvador Allende, presidente del FRAP, mantenía la idea de que un entendimiento con los comunistas era necesario para avanzar, Raúl Ampuero era por el contrario partidario de mantener una estrategia política independiente. El acuerdo entre los partidarios de una y otra posición era tan improbable que la realización de un nuevo congreso tuvo que aplazarse hasta poder llegar a entendimientos básicos.
El PS en su Congreso de Valparaíso de 1959 abordó estas diferencias estratégicas que le separaban del PC, a la vez que intentó cohesionar al partido en su defensa de la línea del Frente de Trabajadores. En sus resoluciones afirmó la vigencia de esta opción y expresó la necesidad de fortalecer el Frente de Acción Popular en especial en torno al eje PC-PSCH, así como el impulso de la discusión política en el interior de la alianza y extender el debate político a las organizaciones de obreros y campesinos para que tomaran conciencia de su papel revolucionario. La alternativa de izquierda cobró impulso durante el gobierno de Alessandri, que seguía las pautas dictadas por la Alianza para el Progreso y el Fondo Monetario Internacional, con lo que la situación de la clase obrera empeoraba. Se produjeron múltiples protestas, a las que el ejecutivo respondía con una represión desmesurada, como la Masacre de la población de José María Caro. El terremoto de 1960 en el sur del país acentuó las dificultades y la tardía reacción del gobierno no hizo sino agudizar el conflicto. El FRAP avanzaba en los frentes de masas y participaba activamente en paros nacionales, lo que llevó a un aumento de la militancia y a una mayor presencia en el trabajo sindical. Podría decirse que en este periodo la lucha de la coalición y de los partidos que la integran, adquiere una doble condición, pues sin abandonar la lucha por las instituciones a través de la línea parlamentaria, realiza un trabajo en las bases con acciones en los centros de trabajo y en las poblaciones que tendría como objetivo profundizar en la vía revolucionaria y en la formación de la conciencia de clase.
Militantes socialistas y comunistas, en este contexto de aumento de las movilizaciones, se plantearon convertir el FRAP en un único partido, lo que Allende veía con buenos ojos, pero un sector del PS, entre los que estaba el Secretario General, Salomón Corbalán, rechazaba esta posibilidad. El PC tomó la iniciativa enviando una carta en la que proponía la fusión de las dos organizaciones en un único partido, pero el PS no aceptó argumentando que había divergencias ideológicas que lo hacían inviable. Se evidenciaban una vez más las diferentes posturas que en el seno del PS se mantenían en relación al PC, entre los que sobresalían los sectores trotskistas que se oponían a cualquier alianza partidaria, además de que parece haber un empeño del PS por mantenerse siempre a la izquierda de los comunistas.
La movilización de los mineros por un proyecto de nacionalización de la industria extractiva del cobre en 1961 contó con el apoyo de dirigentes significativos del PS como Allende y Altamirano, que formaron parte de la comisión encargada del proyecto. El FRAP conectó con las reivindicaciones populares y comenzó a percibirse como una alternativa de poder, hecho que provocó una reacción de la burguesía que inicia un proceso de cohesión entre el Parlamento, la Banca, las grandes compañías de sociedades anónimas y los empresarios agrícolas y mineros. En un Pleno del PS se insistió en esta cuestión y así queda reflejado en el informe del Secretario General, Salomón Corbalán, que volvió a insistir en la línea revolucionaria frente al gobierno de Alessandri a través del Frente de los Trabajadores, que había demostrado su eficacia hasta ese momento y también se había mostrado como la única fuerza capaz de ofrecer una solución a los problemas de los trabajadores y del país, ya que solo la toma del poder por éstos garantizaba su emancipación.
En el XX Congreso celebrado en Los Andes en 1961, ante la nueva convocatoria electoral, se proclamó candidato presidencial a Salvador Allende, se acordó realizar un Pleno Nacional que discutiera y elaborara un proyecto de programa presidencial para proponerlo al FRAP. La reunión de la comisión política del FRAP celebrada en Las Vertientes, aceptó presentar un único candidato a las elecciones presidenciales, así como elaborar un programa sobre la base del de 1958 que estuviera vinculado a las luchas políticas y los frentes de masas.
El debate en torno a reforma o revolución estaba lejos de estar resuelto, ni en el FRAP ni en el PSCH. Raúl Ampuero era consciente de este antagonismo en el seno del movimiento obrero. Para él uno de los grandes vacíos del análisis de los socialistas lo constituía “el insuficiente desarrollo” del contenido político del Frente de Trabajadores en relación a los métodos de lucha. Mantenía que si se usaban los medios que ofrecía la democracia, debía hacerse a fondo, puesto que una contienda electoral era una batalla de un gran valor táctico en la medida que, aunque no resolvía la cuestión de fondo, en su desarrollo “enseñamos, aprendemos y elevamos la conciencia de clase”. Según él, las condiciones objetivas que se daban en Chile, inoperantes instituciones políticas y jurídicas, la estructura de la propiedad agraria o el dominio extranjero de las fuentes de riqueza, permitían pensar en un escenario revolucionario, pero para ello era imprescindible una conciencia de clase revolucionaria y un partido conductor que ejerciera de “agente de la transformación”. Una vanguardia que lograra la acción conjunta de todos los partidos de clase.
La revolución cubana tuvo mucho eco entre un sector de militantes que entendía que el Frente de Trabajadores y su alianza limitada al PC perdía vigencia. El modelo cubano abría, según ellos, otras expectativas y era factible llevarlo a cabo en Chile. Entre estos militantes estaban Carlos Altamirano y Erich Schnake.
Otros dirigentes socialistas defendieron otra posición. Salvador Allende, planteaba que la revolución cubana afectaba a la izquierda chilena, pero en un sentido contrario del que hablaban sus compañeros, ya que estaba convencido de que ese golpe asestado al imperialismo hacía difícil, si no imposible, que en Chile pudiera ocurrir lo mismo, por lo que la vía pacífica ofrecía más posibilidades de triunfar. Sin duda resultó determinante el caso cubano en el comportamiento de la derecha chilena y el apoyo prestado por los EE.UU. como más adelante tendremos ocasión de comprobar.
En el seno del FRAP de nuevo se produjo un enfrentamiento entre socialistas y comunistas por la misma cuestión, mientras los comunistas seguían insistiendo en la vía pacífica, los sectores más radicales del PS, con Ampuero a la cabeza, tachaban de revisionista su actitud.
En diciembre de 1962 el Presidente del Partido Demócrata Cristiano (PDC) Renán Fuentealba intentó un acercamiento al FRAP, ya que en la democracia cristiana había un sector que preconizaba una vía de desarrollo no capitalista, y el propio Fuentealba se consideraba de izquierda. Esta posible confluencia no fue mal vista por el PC, pero el PS reaccionó inmediatamente, Ampuero convocó un comité central y rechazó esta posibilidad. Verdaderamente para el FRAP cada vez era más difícil marcar diferencias claras con la DC, ya que existían algunos puntos de contacto, sobre todo a partir de la doctrina social de la Iglesia que denunciaba la injusticia, la desigual distribución de la riqueza y la necesidad de realizar cambios estructurales profundos. La DC se presentaba con ideas nuevas que podían resultar atractivas para el movimiento popular.
Sin embargo, la progresiva polarización y la fuerza ascendente de los movimientos populares provocaron que las fuerzas de la burguesía vieran como un objetivo prioritario organizar un frente común para frenar al FRAP. Un hecho parece ser determinante en este sentido: en 1964 falleció el diputado socialista Oscar Naranjo y en las elecciones para sustituirlo triunfa su hijo, llamado Oscar Naranjo Arias, el naranzajo, evidenciaba el tirón electoral con que contaba la coalición de izquierda en este momento. Este hecho incomodó a la derecha que veía peligrar sus resultados, y temía que se produjera en las presidenciales, por lo que inició una estrategia dirigida a recuperar apoyos entre la población. Ante la próxima elección, los candidatos presidenciales eran: Julio Durán, del Frente Democrático, Salvador Allende, del FRAP, Eduardo Frei, de la DC y Jorge Prat, representante de la extrema derecha. Durán dimitió, aunque luego se sumó de nuevo a la contienda, en la derecha se produjeron movimientos encaminados a “aceptar cualquier fórmula democrática que signifique la derrota del marxismo (…) (y) que asegure la supervivencia de los valores fundamentales de la civilización cristiana”. Frei consiguió el apoyo del Partido Liberal y del Conservador que en abril retiró la candidatura de Prat. La polarización de fuerzas llegó a su máxima expresión. El imperialismo, que no estaba dispuesto a tolerar otra Cuba, aportó medios y dinero, y colaboró activamente en una campaña de terror psicológico, las empresas norteamericanas financiaron visitas de personajes que pudieran hablar mal del comunismo, como la de la hermana de Fidel, Juana Castro.
Frente a esta reacción tan desmesurada el FRAP adoptó tácticas defensivas, volvió al reformismo, y cayó en el juego de la derecha, se trataba de no asustar a nadie. Pero también era posible pensar que una política más reformista podría rescatar apoyos en sectores donde tradicionalmente la izquierda obtenía buenos resultados y lograba apoyos considerables.
Ampuero, secretario general del PS, valoró negativamente el papel del partido y de la coalición en el desarrollo de la campaña electoral. La Asamblea Nacional del Pueblo había proclamado a Salvador Allende como su candidato en 1963, y según el secretario general del PS, la campaña cambió de signo, pues su dirección la asumió personalmente Allende y sus colaboradores, que sellaron una alianza con el PR, algo en lo que estaba en total desacuerdo. Reprocha a Allende esta alianza, por lo que según su punto de vista, la campaña perdió su cariz de izquierda, aprovechando un utilitarismo político que relegaba la posición de izquierda que se había defendido en la campaña anterior, y que en la práctica fue una desventaja que acabó propiciando su derrota, “finalmente entre dos revoluciones (el hombre común) prefirió la más barata, la que ofrecía Frei”.
La radicalización del PS
1964 - 1970
Comienza la tercera etapa en la evolución del partido, la más radical, pero que a pesar de las resoluciones congresuales y de las declaraciones de sus dirigentes, mantiene la doble personalidad del partido. Junto a las proclamas revolucionarias conviven las contiendas electorales, hasta la de 1970 en la que la Unidad Popular conquistó la presidencia en la persona de Salvador Allende. Tampoco este hecho tan trascendental y único terminaría con esta práctica partidista que se mantendría con matices diferentes hasta el golpe de Estado. El congreso realizado en La Serena en 1971 imprimió un nuevo carácter a la organización. Un grupo de jóvenes dirigentes, procedentes de las juventudes y en algunos casos de los “elenos”, ocupó puestos de responsabilidad en el comité central y en la comisión política, lo que supuso una auténtica renovación en la cúpula. Se significaron por su adhesión inquebrantable a la figura del presidente Allende.
El Congreso de Concepción se celebró en febrero de 1964. En él se trató el régimen interno del partido y se adoptaron medidas que eliminaran la desorganización en los diferentes ámbitos, que evidenciaban situaciones conflictivas en su seno. Algunas de esas medidas se orientan a garantizar la “lealtad” de los militantes, así como a regular como había de ser su labor en la seccional o el núcleo, asegurándose el cumplimiento del centralismo democrático.
Sale reelegido Ampuero como secretario general, pero lo más interesante de este congreso fue la actividad de un grupo de jóvenes dirigentes que son críticos con la política desarrollada por su partido. Ya en 1963 un sector de las juventudes de Concepción liderado por Miguel Enríquez y Bautista Van Schowen funda el periódico Revolución. Defienden la necesidad de formar una organización verdaderamente revolucionaria y manifiestan la imposibilidad de permanecer en el PS para alcanzar ese fin. El XX Congreso era el lugar escogido para hacer públicas sus aspiraciones y conseguir que una parte de la militancia les acompañara en la nueva organización, sin embargo Ampuero informado de lo que pretendían, expulsa a Miguel Enríquez y a sus compañeros, que en el documento “Insurrección Socialista” hacen públicos sus planteamientos políticos. Finalmente se alejan del PS y constituyen una nueva organización que un año después constituirá el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Su propuesta era la creación de un partido revolucionario que se constituyese en la vanguardia de la clase obrera.
En este congreso de Concepción se acordó el rechazo a cualquier alianza entre clases para la próxima contienda electoral, la línea que defendía el partido era la del Frente de Trabajadores, integrado exclusivamente por la clase obrera y el campesinado. Esto implicaba la utilización de métodos de lucha que no solo se centraran en la participación electoral, sino que debían ser utilizados también otros más directamente relacionados con la actividad sindical o de movilización de masas: trabajo en la CUT, apoyo a las luchas campesinas y organización de los movimientos de pobladores.
El candidato presidencial seguía siendo Allende que, como se lamentaba Ampuero, había terminado por dirigir personalmente la campaña presidencial que debía celebrarse en septiembre de 1964, desatendiendo las líneas establecidas por el congreso. El candidato realizó una campaña que estaba muy en consonancia con lo que él siempre había defendido, la alianza interclasista y la confluencia con el PR, disputando así los espacios de centro a los demócrata-cristianos, dado su programa y su implantación popular. Frente a él toda la derecha acabó por alinearse con la DC, considerada un mal menor ante el avance del marxismo.
Durante la campaña hubo falta de entendimiento, según Ampuero, que llega a afirmar que el Comando Nacional no dirigía, sino que todo acabó en manos de Allende y sus íntimos colaboradores. Denuncia que a espaldas de las autoridades socialistas de la campaña visitó al cardenal, se entrevistó con el Serenísimo Gran Maestre de la Masonería y se vio también con el senador Durán, y logró una alianza FRAP-PR “alejada de concomitancias peligrosas, incruenta, aséptica y cristiana”.
El programa del FRAP apuntaba a una reducción de los desequilibrios estructurales en la economía chilena, propugnaba cambios impositivos que implicaran la redistribución de la riqueza, hablaba de una reforma agraria con compensaciones para los propietarios que fueran expropiados, nueva legislación sindical, educación gratuita. En contraposición el programa del PDC, se estructuraba en torno a unos ejes denominados comunitarismo, como vehículo para evitar los excesos del capitalismo y del comunismo; promoción popular, que acentuaba el desarrollo económico y luchaba contra la pobreza; la chilenización, que promovía que la nación fuera socia en la producción y comercialización del cobre en detrimento de las grandes compañías norteamericanas, Kennecott y Anaconda. La campaña, como se ha comentado anteriormente, fue muy agresiva con respecto al programa del FRAP, intentando influir en la población a partir del miedo a una acción política demasiado revolucionaria, las mujeres se sintieron especialmente predispuestas a apoyar a Frei, y se ha podido comprobar también el apoyo recibido de la administración americana para financiar los actos de propaganda electoral, no siempre en el marco de la lealtad.
Tras la victoria del PDC en las elecciones, la dirección del PSCH convocó un Pleno Nacional en 1964 con el fin de analizar los resultados obtenidos. En su informe el Comité Central realizó una autocrítica y expuso cuales eran, según sus criterios, los errores cometidos, el principal de los cuales fue que la campaña no había sido auténticamente revolucionaria, ni había seguido la línea del Frente de Trabajadores. Esa falta de definición, y los equívocos que había generado, se habían traducido en una pérdida de votos. La clase trabajadora no reconoció durante la campaña un programa que la representara, los esfuerzos realizados por la candidatura por no mostrarse marxista-leninista, significaban una ruptura con lo que se había dicho en la campaña de 1958, se consideraba pues un “error táctico esencial” no mostrarse claramente definidos ante la DC. Incluso las posiciones conciliadoras respecto a la DC, reconociendo sus propuestas como progresistas con el dudoso fin de conseguir su apoyo, se habían vuelto en contra del FRAP. Tras la derrota se produjo un giro a la izquierda en un intento por ocupar posiciones en las bases obreras y campesinas, con un programa y un accionar político claramente de izquierdas que pusiera en evidencia la verdadera cara de las políticas desarrolladas por la DC.
En el Congreso de Linares celebrado en junio de 1965 se ahondó en esta línea política que pretendía conectar con las masas y radicalizar las acciones partidarias, a la vez que tomaba un carácter normativo que se desarrollará posteriormente en una Conferencia Nacional de Organización. En el voto político se afirmó con rotundidad que la violencia revolucionaria era legítima y la única que conducía a la toma del poder, que las formas legales de lucha, reivindicativas y electorales no conducen por si mismas al poder y de nuevo se hace hincapié en la composición de clase del Frente de Trabajadores.
Sin embargo una nueva crisis se está gestando en el mundo socialista, que acabaría en división en 1967. A pesar de la apuesta revolucionaria del congreso se eligió secretario general a Aniceto Rodríguez, un líder moderado, alineado con las posiciones más electoralistas del partido. Según Arrate lo que ocurrió fue que se formó una mayoría contraria a Ampuero, integrada por los trotskistas, liderados por Adonis Sepúlveda y los cercanos a la experiencia cubana, cuyo representante más conocido era Carlos Altamirano, a los que habría que sumar los moderados de Allende.
De acuerdo con las resoluciones del Congreso, el Comité Central se orientó en tres direcciones: mejorar el funcionamiento interno, realizar una actividad política encaminada a recuperar las señas de identidad propias del PS y vincular al PS con otros movimientos revolucionarios del continente. Así, en el congreso se abre una vía internacionalista que pretende promover la solidaridad entre los pueblos de América Latina que luchan por su liberación. Se envió una delegación a la Conferencia Tricontinental de La Habana, en la que se aprobó la convocatoria de la Ia Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Se consagró la lucha armada como la fundamental en su enfrentamiento contra la burguesía y el imperialismo.
En la Conferencia Nacional de Organización celebrada en agosto de 1966 se redefinen los principios orgánicos, se modifican los Estatutos y se planifican las tareas para convertir el partido en la vanguardia revolucionaria. De acuerdo con las decisiones tomadas en el congreso se fortalece el trabajo en los distintos frentes de masas: el sindical a través de la CUT, la organización y participación en la Conferencia Nacional de Pobladores y entre el campesinado. Se tiene la idea de convertir al PS en un partido de cuadros, preparados para realizar una política de masas. Se define al partido como homogéneo social e ideológicamente, formado por trabajadores manuales e intelectuales, disciplinado, en el que se aporta críticamente por medio de la democracia interna, pero en el que está presente la autoridad y la disciplina.
Durante la preparación del Congreso de Chillán se escenificará la nueva crisis en el socialismo que venía gestándose desde Linares. Raúl Ampuero fue expulsado del partido por no acatar la representatividad en los congresos que se había adoptado en el Pleno de Organización, así como Tomás Chadwick. A ellos se unió un grupo de militantes con los que se formaría una nueva organización, la Unión Socialista Popular (USOPO), que desapareció en 1973 tras el golpe de Estado. El episodio fue muy poco transparente y esconde un trasfondo político que podría estar relacionado, como reconocen Arrate y Rojas, con la intransigencia mostrada por Ampuero en torno al Frente de Trabajadores, que podría ser un obstáculo para la conformación de una alianza electoral más amplia que la que ofrecía el FRAP. Parece evidente que a pesar de las declaraciones sucesivas de radicalidad y apuestas por la lucha armada revolucionaria, los sectores del partido más identificados con la participación electoral piensan ya en la nueva contienda de las presidenciales, y Allende y sus seguidores, entre otros sectores del partido, continúan con la idea de construir un frente amplio e interclasista que les permita llegar a La Moneda. Sin duda las tesis defendidas por Ampuero tras la derrota del 64 y su inflexibilidad con respecto a ellas, influyeron de forma determinante en su marginación y posterior exclusión.
En el congreso de Chillán, celebrado en 1967, el voto político incide en este discurso radical-revolucionario, declarando que la violencia revolucionaria es inevitable y legitima y que es la única que conduce a la toma del poder, tal vez como consecuencia del empuje revolucionario que había supuesto la revolución en Cuba, tan cerca de los Estados Unidos, y que demostraba en la práctica la viabilidad de esta opción. Además la muerte de Ernesto Che Guevara un mes antes conmocionó profundamente a la izquierda y contribuyó a desencadenar la urgencia por emprender la lucha armada. Por primera vez se habla de la formación de un partido marxista-leninista. Nunca hasta ese momento se había hecho una definición así, pero aunque se rechace la vía electoral como forma de acción política, se apoyó una nueva candidatura de Allende en la coalición del Frente de Trabajadores, que excluía al Partido Radical. Se inicia así una etapa marcada por la conflictividad dentro del partido y la inconsecuencia entre lo acordado y el accionar diario, empezando por la misma elección de su secretario general, por una amplia mayoría, en la persona de Aniceto Rodríguez, el representante del sector más reformista, los “guatones”.
A mediados de 1968 en el seno del PS emerge casi de forma clandestina el Ejército de Liberación Nacional (ELN), a sus integrantes se les conocía como los “elenos”. El objetivo era crear un grupo de apoyo al Che en la guerrilla boliviana. Entre ellos podemos citar a Elmo Catalán, Tirso Montiel, Arnoldo Camú, Walterio Fierro, Carlos Gómez y Fernando Gómez, a los que se unirían después Félix Vargas, Paulina Weber, Celsa Parrau, Félix Huerta, Eduardo Carvallo y Beatriz “Tati” Allende.
Este grupo debía organizar en territorio chileno un lugar donde apoyar a la guerrilla en los planos del avituallamiento y descanso. Una retaguardia estratégica, ya que no estaba previsto que grupos guerrilleros actuaran en Chile. Quienes formaron parte de los “elenos” lo hicieron muy sigilosamente, eran militantes formados políticamente, cuadros, y algunos también habían recibido instrucción militar en Cuba, en el conocido campo de “Punto Cero”.
Sin embargo no sería este el único “grupo militar” surgido en el seno del PS. A raíz de la Reforma Agraria llevada a cabo por el gobierno de la DC, se había formado un Sindicato de Empleadores Agrícolas que controlaba los salarios, lo que desencadenó una huelga general en 1968 que terminó con la ocupación del Fundo San Miguel en la comuna de San Esteban. Participó la Comisión Nacional Agraria, (CONAS), socialista, con el apoyo de estudiantes de la Brigada Universitaria Socialista, (BUS). Tras unos días de resistencia fueron reducidos y detenidos quienes participaron, que decidieron crear una organización clandestina dentro del partido a la que llamaron La Organa. Esta organización extendió su influencia entre campesinos, estudiantes o pobladores, recibían instrucción militar en la escuela de Guayacán en el Cajón del Maipo, o en Chaiuín. Finalmente el ELN y La Organa se fusionaron tomando el nombre de Heroico Ejército de Liberación Nacional del Che (ELN chileno). Muchos de estos hombres pasarían a formar parte del Grupo de Amigos del Presidente (GAP) durante el gobierno de la Unidad Popular e incluso armaron el aparato militar del partido socialista.
Estos grupos actuaron al margen de las directrices del partido y no se extendieron a toda su organización, eran clandestinos dentro y fuera del propio partido y aunque no fueran mayoritarios ni su organización reconocida como tal, es indudable su significación en un momento en el que la lucha guerrillera era altamente valorada por los jóvenes identificados con el Che y la revolución cubana. Tras la llegada de Allende a La Moneda no solo participaron en la escolta presidencial, sino que se convirtieron en unos de sus más fieles seguidores y en un apoyo incondicional a su persona y a su programa.
El partido enfrentó su enésima crisis ante la elección presidencial que se acercaba, una crisis que no solo se extendió a las alianzas posibles y su marca electoral, sino también a la elección del candidato de los socialistas y de la coalición. Finalmente, y en contra de los pronósticos hechos por unos y otros, y del supuesto desgaste de Allende, este obtuvo una victoria histórica para la izquierda chilena en general y para los socialistas en particular, pero ni ese hecho tan significativo fue suficiente para conseguir la unidad de acción partidista y el apoyo incondicional a su Presidente.
Anna Blasco Rovira. Máster en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid y Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Valencia con una especialización en Historia Contemporánea
OTRO MUNDO ES POSIBLE, UN MUNDO SOCIALISTA
Los orígenes del Partido Socialista de Chile
Introducción
Los partidos políticos nacen como expresiones de necesidades y aspiraciones económicas, sociales y de todo orden que fluyen de los estratos, capas y clases que se generan en las sociedades. Lo efímero o duradero de una entidad política estará en relación directa a su capacidad de identificarse con los problemas y aspiraciones de los sectores que intenta representar.
Sin embargo, no es suficiente la carencia de una expresión política en determinados estamentos sociales para que cualquier intento o proyecto cubra el espacio existente. Se puede, en cualquier momento, "inventar" un partido, pero el enraizamiento en radios profundos de la estructura social no se alcanza por actos políticos voluntaristas o meros propósitos doctrinarios o intelectuales. Por muy honesta y luminosa que sea la iniciativa, si ella obedece sólo a móviles coyunturales, accidentales o de liderazgos personales, se proyectará fugazmente en la sociedad. Es necesario que el proyecto calce oportunamente con necesidades económicas y sociales históricas y concretas de los sectores que pretende representar, que haga suyas sus exigencias y esperanzas y las convierta en su que hacer para que aquellos asuman como propia la nueva entidad y la anuden a su destino.
Orígenes
El Partido Socialista de Chile surgió respondiendo a estas características. Se identificó con los trabajadores y sectores oprimidos por el sistema capitalista, expresó su inquietudes, sus intereses y su idiosincrasia. Sus fundadores más ilustres, continuadores de luchas por el Socialismo que devenían del siglo pasado, meses antes del acto fundacional, junto a algunos militares revolucionarios se tomaron el Poder el 4 de Junio de 1932 para establecer una República Socialista "para el pueblo, por el pueblo y con el pueblo". El intento caló hondo en los trabajadores. Sus líderes fueron endiosados por el Pueblo. De ahí que, la concreción de un Partido por los mismos actores, calzaría con una necesidad social e introduciría a los socialistas al tejido social de Chile.
El intento fracasó. Sus conductores fueron derrotados por un Golpe militar de derecha, encarcelados y deportados. Pero tuvo la virtud de dejar la simiente de la insurgencia social y de excitar las aspiraciones de bienestar, justicia y libertad de las grandes mayorías explotadas y oprimidas. Los trabajadores chilenos llevaban décadas de cruentas luchas por su liberación, la Revolución del 4 de Junio los dejó con la inteligencia de que sus ideales eran alcanzables. Su posibilidad encontró una perspectiva de realización con la fundación del Partido Socialista, el 19 de Abril de 1933, que dio continuidad y organicidad al ideario socialista en Chile, ya con años de luchas e intentos orgánicos.
Pero no sólo la experiencia del 4 de Junio inspiró a los fundadores. Su nacimiento fue producto de persos elementos del proceso social de ese período, tanto nacional como internacional. En primer lugar, del desarrollo y concreción de las ideas socialistas en el mundo; del triunfo de la Revolución Socialista en la Rusia de los Zares; de la crisis económica y la situación política inestable del país. Al momento de la fundación ya se había desarrollado el burocratismo en el Estado Soviético y un sector del Partido Bolchevique y de los partidos comunistas del mundo había sido expulsado de sus filas. Por su parte los partidos socialistas y socialdemócratas, aún inculpados de traición al socialismo, continuaban su inserción en la institucionalidad burguesa; no aparecían como alternativa para América Latina. A la vez, el Partido Comunista de Chile, escindido y jibarizado por los problemas conductuales al interior de la URSS e incapaz de interpretar al pueblo chileno por su incondicionalidad a políticas extrañas dictadas desde Moscú, tampoco era solución para los trabajadores del país.
Esta situación fue generando agrupaciones socialistas que buscaban un camino propio para la lucha por el Socialismo, que afloran públicamente después de la caída de Ibáñez en 1931. En este marco confluyen a la fundación del Partido Socialista, Acción Revolucionaria Socialista, ARS; Nueva Acción Pública, NAP; la Orden Socialista; el Partido Socialista Marxista y Partido Socialista Unificado, todos pequeños grupos organizados en Santiago con muy débiles ramificaciones en provincias. De su unificación surge una identidad con características propias, autónoma de la corrientes socialistas y comunistas del mundo y de Chile, Asume lo mejor de esas tendencias pero resolviendo por sí misma, democráticamente, sus principios y su carácter, programa y su quehacer político.
Liderizado por Marmaduke Grove, Eugenio Matte, Oscar Schnacke,Eugenio Gonzalez, Carlos Alberto Martinez y otros, los mismos que 10 meses antes habían estado a la cabeza de la Revolución del 4 de Junio, le dieron vida y alma a una organización revolucionaria, autónoma, altiva y orgullosa, conformada por trabajadores manuales e intelectuales para luchar por la liberación del pueblo chileno, de América Latina y del mundo.
A 68 años de fundación, en la medida que el Socialismo está vigente, sigue siendo una necesidad social. Se trata de adecuarla a las condiciones y exigencias actuales de la lucha social sin renegar de su pasado.
Principios fundacionales
El clima ideológico y político nacional e internacional de esa época, en cuyas características influía notoriamente la Revolución rusa de 1917, a pesar de sus deformaciones burocráticas iniciales, desviación no valorada por el entusiasmo hacia tal acontecimiento, conjugado con otros elementos ya mencionados anteriormente, determina la identidad de la nueva organización: nace como un partido de trabajadores sustentado en una concepción marxista revolucionaria muy propia, que aporta nuevos elementos a esta teoría anticipándose en más de medio siglo a formulaciones críticas actuales.
Efectivamente, en el punto uno de la Declaración de Principios de 1933, se establece que se acepta el marxismo como método de interpretación de la realidad, enriquecido y rectificado por todos los aportes científicos del constante devenir social. Con esta definición primordial el Socialismo Chileno selló su carácter antidogmático y no sectario y se pertrechó de una visión amplia, abierta y autónoma para analizar los fenómenos económicos y sociales. Los acápites siguientes aceptan la lucha de clases, el carácter clasista del Estado y comprometen al Partido con una transformación revolucionaria del sistema, ya que no sería posible la vía pacífica para alcanzar el Poder, afirmando, a la vez, la necesidad transitoria de una "dictadura de los trabajadores". Culmina con una definición latinoamericanista que pregoniza la Unión de Repúblicas Socialistas de América Latina como etapa de la Revolución mundial.
Es importante analizar tales postulados. Estas explícitas formulaciones tienen como característica que, sin mencionar las polémicas teóricas surgidas alrededor de la Revolución Rusa, ellas se encuadran en la concepción de Lenin en la interpretación del marxismo. En su polémica con la socialdemocracia, especialmente con su líder Kausky, Lenin afirmaba que para ser marxista no era suficiente reconocer la lucha de clases, era necesario reconocer también la "Dictadura del Proletariado"; y este punto fue lo que motivó la separación entre la Socialdemocracia y la Internacional Comunista, porque la primera se declaró "democrática" y contra toda dictadura y la segunda habló de la "democracia socialista", concepto que, ampliando profundamente la democracia y la participación de los sectores populares, limitaba los derechos de las clases poseedoras desplazadas del Poder.
¿Cómo concluyeron en estas definiciones revolucionarias nuestros fundadores cuando tales concepciones eran materia de discusión en los círculos ideológicos europeos?
En ese período, la interpretación leninista del marxismo no estaba consagrada como "Marxismo Leninismo", en primer lugar, porque había muchos teóricos socialistas de distintos países que sostenían posiciones coincidentes con las de Lenin, que no significaban más que la recuperación del sentido revolucionario del marxismo y su naturaleza no dogmática. Estas concepciones fueron abandonadas por los dirigentes socialdemócratas después del desaparecimiento de Carlos Marx y Federico Engels, que sobrevivió al primero por 12 años, aunque ambos alcanzaron a criticar las desviaciones del principal partido adepto a sus ideas, el Socialdemócrata Alemán. Lo que asentaron nuestros fundadores en su Declaración de Principios, entonces, fue, ni más ni menos, que la concepción revolucionaria del Marxismo en cuya clarificación y restitución Lenin sí fue su principal sostenedor. Años después de la muerte de éste, Stalin, convertido en Jefe del Partido Comunista, y como una manera de afianzarse en el Poder, convertiría en un fetichismo el "Marxismo Leninismo" del cual se declararía su principal cultor, utilizándolo a su manera, para su beneficio y como arma contra los discrepantes de su política a los cuales estigmatizaba como "enemigos del Pueblo" por no aceptar su personal interpretación de tal concepción.
A medida que el dominio de Stalin degeneraba el régimen soviético convirtiéndolo en una dictadura personal, cruenta y asesina, el "marxismo-leninismo" pregonado desde el Kremlin se convirtió en la antítesis de las ideas de Marx y Lenin. Quienes han abandonado en estos tiempos el Marxismo, concibiéndolo como la máscara horrorosa y sangrienta del estalinismo, han cometido un error de lesa ignorancia histórica junto con demostrar un desconocimiento de la historia del Partido Socialista, que supo, en sus orígenes y después en su política concreta, sustentarse en la esencia del pensamiento de aquellos pensadores, interpretándolos libremente; a la vez que supo criticar y distanciarse del estalinismo sin confundirse con la crítica de la burguesía cuyo régimen de explotación de los trabajadores, no le daba autoridad para convertirse en rector de la sociedad.
El Partido Socialista puede estar orgulloso de haber sido uno de los pocos partidos del mundo, que sin abandonar el sentido revolucionario de su accionar nunca cayó en la visión dogmática y utilitaria del estalinismo. Si en un momento determinado de su curso histórico se declaró Marxista leninista lo hizo explícitamente en el sentido de interpretar libremente las ideas de Marx y de Lenin.
Es por eso que el Partido Socialista de Chile, con su identidad transformadora, buscó alcanzar el Poder para construir el Socialismo, utilizando los métodos de lucha que fueran necesarios en cada oportunidad, tarea concebida como de largo plazo que llena su existencia, por lo menos hasta 1973.
Su Trayectoria
Enmarcado en estas concepciones, como toda empresa de acción de humanos en el medio humano, el PS desarrolló su personalidad portando virtudes y debilidades, incurriendo en aciertos o en severos errores, cruzando etapas de pujante unidad y otras de dolorosas escisiones, pero siempre inserto en el proceso social. Durante toda su existencia, fraccionado o no, ocupó un espacio de rebeldía social en el espectro político nacional y de solidaridad con las luchas de los pueblos del tercer mundo por su liberación, cualesquiera que fueran los métodos de luchas que ellos emplearan.
En sus inicios, imbuído del doctrinarismo clásico de ese período, sostiene una posición clasista y de aspiración de Poder fervorosas. En 1934, trata de construir un Frente de Trabajadores, (el Block de Izquierda) con Marmaduque Grove a la cabeza, su líder carismático, que en las elecciones presidenciales anteriores había obtenido la primera mayoría en Santiago y Valparaíso y que electrizaba a las multitudes con su palabra sencilla pero candente. Desarrolla un movimiento de protesta social que ofusca al gobierno derechista del momento y termina persiguiendo y deportando a los líderes socialistas. El partido debe trabajar en la ilegalidad.
En esa etapa, el Partido Comunista de Chile, rechazaba todo entendimiento con los partidos de izquierda conforme a las órdenes que recibía de Moscú. Pero nuevas instrucciones lo llevan a cambiar de postura, no sólo en Chile sino en todo el mundo. De su extremismo infantil pasa al otro extremo y busca constituir un "Frente Popular" incluso con la burguesía nacional. Pasa a entenderse con el Partido Radical a quien ofrece la hegemonía en la constitución de la novísima alianza.
Inicialmente, el PS rechaza la línea de Frente Popular, opuesta a su concepción de mantenerse independiente de los partidos representativos de las clases dominantes. El radicalismo arrastraba una historia de alianzas con el liberalismo y otros sectores de la derecha. Pretendía acercarse a la izquierda para liderizar el movimiento popular emergente y alcanzar la Presidencia de la República. El Partido Socialista termina por ceder: retira la postulación de Grove y la Izquierda, encabezada por el Radical Pedro Aguirre Cerda, obtiene su primer triunfo nacional en 1938; el PS pasa a ser la segunda fuerza del Gobierno del Frente Popular. Transcurrirían tres décadas antes de que fuera hegemónico en la Izquierda con Salvador Allende como su líder.
El Partido asume responsabilidades superiores y juega un papel de primer orden en el desarrollo económico y democrático del país. Sin embargo, a pesar de sus grandes realizaciones, el gobierno no cumple su programa y los sectores obreros, campesinos y medios se sienten frustrados. Se produce el descontento social y la militancia socialista exige cada día con más vigor el retiro de sus ministros del Gabinete. Se agudiza la lucha interna. El aparato dirigente partidario se ha engolosinado con las granjerías gubernamentales y se niega a independizarse. El PS sufre su primer gran cisma en 1940.
El quinquenio siguiente es de más quiebres y dispersión. Se llega al Congreso General Ordinario de 1946 donde la militancia joven, más la vieja guardia revolucionaria, desplazan a los equipos burocratizados que han abandonado sus concepciones revolucionarias.
Para entender este cambio hay que registrar que la FJS (Federación de la Juventud Socialista) había llegado a ser a fines de la década del 30 una sólida y disciplinada organización con una militancia de más o menos 10.000. militantes, formada políticamente en las concepciones revolucionarias del Partido. De ella surge la llamada "Generación del 38" que aporta a lo largo de la vida socialista 5 Secretarios Generales y una destacada plana mayor de dirigentes de los cuales algunos aún perduran. Mencionamos a los Secretarios Generales Raúl Ampuero, a Aniceto Rodríguez, Salomón Corvalán, Clodomiro Almeyda, Carlos Briones y entre los dirigentes históricos, Adonis Sepúlveda, los Palestro, Carmen Lazo, Eduardo Osorio, Ramón Silva Ulloa, Belarmino Elgueta. Es esta generación, liderizada por Raúl Ampuero Díaz y la participación de viejos fundadores que conservaban su espíritu revolucionario, (Eugenio Gonzalez, Carlos Alberto Martínez, Manuel Mandujano, Augusto Pinto, Ramón Sepúlveda Leal, entre otros) los que recuperan los valores del Partido, su independencia y su espíritu de lucha.
El primer fruto de esta recuperación sería la Conferencia de Programa de 1947, de la cual surgió un Documento de trascendencia histórica y cuyo texto definitivo fue elaborado por la brillante pluma de Eugenio González.
Su aporte teórico sobre el carácter de la Revolución Chilena y Latinoamericana, que le dio un sólido fundamento al quehacer partidario, tuvo gran incidencia en el triunfo del movimiento popular del país en 1970. Veamos algunas de sus formulaciones:
"Nuestro partido representa en Chile el impulso histórico del verdadero Socialismo y la auténtica doctrina socialista que recoge para superar -y no para destruirlos- todos los valores de la herencia cultural como un positivo aporte a la nueva sociedad que deberá erigirse sobre el mundo capitalista."
"Es necesario que los militantes del PS y el pueblo comprendan plenamente la significación histórica y humana del socialismo, la justeza de su posición revolucionaria frente a los problemas de la época y las perspectivas nacionales y mundiales de su acción política . Dialécticamente generado por el Capitalismo, el Socialismo constituye su necesaria superación... corresponde en el momento actual a los partidos socialistas y afines de la América Latina llevar a término en nuestros países semi coloniales las realizaciones económicas y los cambios jurídicos que en otras partes ha impulsado y dirigido la burguesía. Las condiciones anormales y contradictorias en que nos debatimos, determinadas por el atraso de nuestra evolución económico-social en medio de una crisis, al parecer, decisiva del capitalismo, exigen una aceleración en el proceso de la vida colectiva: tenemos que acortar las etapas mediante esfuerzos nacionales solidarios para el aprovechamiento planificado del trabajo, de la técnica y del capital que tengamos a nuestra disposición."
"El progreso material en naciones más favorecidas, ha sido el efecto del espontáneo juego de fuerzas vitales y sociales en tensión creadora . Entre nosotros, tendrá que ser el resultado de una organización de la actividad colectiva, hecha con un criterio técnicoy dirigida con un propósito social. El giro de los sucesos mundiales y la urgencia de los problemas internos no dan ocasión para esperar. Por ineludible imperativo de las circunstancias históricas, las grandes transformaciones económicas de la Revolución democrático burguesa -reforma agraria, industrialización, liberación nacional- se realizarán en nuestros países latinoamericanos, a través de la Revolución Socialista."
"Una política de esta naturaleza, que tiende al aprovechamiento intensivo de nuestros recursos naturales, exige la movilización completa del potencial humano por medio de las organizaciones de trabajadores, la nacionalización de las industrias básicas y las reformas del régimen agrario, el manejo estatal de los servicios públicos, especialmente de los de Seguridad, Salubridad y Educación, la convergencia, en fin, de todas las fuerzas sociales creadoras en un propósito de superación nacional. El estado mismo tiene que ser rehecho en su estructura orgánica de acuerdo con la realidad geográfica y económica de la Nación."
"Sólo la voluntad de la clase trabajadora puede llevar a efecto esta empresa cuya urgencia se hace sentir tan fuertemente en este período de transición que estamos viviendo. Sobre ella no actúan las inhibiciones que se derivan de los intereses creados ni gravita el lastre de los prejuicios tradicionales. Únicamente ella está en condiciones de dar a la sociedad chilena la superior integración e impulso constructivo que la coloquen, de nuevo, en la avanzada del movimiento continental."
Estas breves citas del Programa de 1947, aunque extensas para el objetivo de este trabajo, entregan los elementos fundamentales del pensamiento político que animaría al Partido Socialista hacia adelante. Están en ellos la base de la Línea de Frente de Trabajadores que sustentaría el Socialismo Chileno casi por un cuarto de siglo, hasta el triunfo de la Unidad Popular que ubicaría al partido y al movimiento popular nacional en la antesala del Poder. Qué nos dice esta teoría. Veamos el informe de Raúl Ampuero al XX Congreso del Partido en el año 1964:
"Cada vez con mayor resolución comenzamos a sostener una concepción nueva, que negaba a la burguesía chilena, como clase, toda posibilidad real de conducir la lucha anti imperialista y anti feudal y, aún, de participar en ella con lealtad consecuencia. El desplazamiento de los jefes radicales hacia posiciones derechistas, su ingreso al círculo de los grandes negocios y su incorporación al aparato de explotación del capital extranjero, no eran entonces meros síntomas de corrupción personal o de degradación política, sino índices evidentes de que entre la burguesía y los terratenientes, entre la burguesía y el imperialismo no existían oposiciones fundamentales de intereses. El Partido Radical, bajo dominio de tales dirigentes, dejaba de ser el brioso líder de la pequeña burguesía reformista para adscribirse paulatinamente a posiciones más y más conservadoras.
"Entonces, ¿qué clases eran las llamadas a protagonizar la lucha contra el viejo orden? ¿Cuál era el carácter del proceso revolucionario que nos permitiría desatar nuevas y pujantes fuerzas de progreso? Las respuestas se abrieron lentamente camino, pero se impusieron al fin: únicamente los trabajadores, los explotados, las capas sociales no comprometidas, estaban en condiciones de dar la batalla histórica contra un sistema caduco y en descomposición; sólo una revolución popular y democrática de clara tendencia socialista podría edificar una sociedad de nuevo tipo. Desaparecería la barrera hasta entonces inviolable entre la revolución democrático burguesa y la revolución socialista, para integrarse ambas en un proceso unitario y continuo, que comienza removiendo los grandes obstáculos opuestos al desarrollo -la dependencia imperialista y el régimen semi feudal vigente en la agricultura- para coronar su obra con el establecimiento de relaciones socialistas cada vez más avanzadas."
Es decir en 1964, se ratifica la teoría desarrollada en el programa de 1947 por Eugenio González convirtiéndola en un quehacer político.
Desde esa fecha, con avances y retrocesos esta teoría se desarrolla y se concreta, alianzas y programas que perfilan la perspectiva de alcanzar el Poder a través de coaliciones de partidos representativos de los trabajadores y sectores sociales oprimidos por el sistema con proyectos que buscaban la transformación y el cambio económico y social, al frente de los cuales estarían también hombres de las propias filas populares. Así se constituye el Frente de Acción Popular (FRAP) y después la Unidad Popular de las cuales sería su abanderado nuestro camarada Salvador Allende.
La concepción del Frente de Trabajadores, entonces, no fue una improvisación ni una política accidental o coyuntural. Fue madurando largos años dentro de partido y materializándose con la propia experiencia partidaria, por las frustraciones provocadas por políticas débiles y claudicantes, por la esterilidad de la participación en gabinetes ministeriales que resentían a los trabajadores y por la enseñanza que entregaban la colaboración con sectores políticos de la burguesía que siempre fueron incapaces de romper sus vínculos de clase, su compromiso con los intereses de las clases dominantes. La experiencia que se había vivido con el Gobierno de Ibáñez en 1952, repitiendo el error frente populista, había endurecido a la militancia, que no estaba dispuesta a tolerar nuevas debilidades. En adelante, las pugnas internas estarían entre los más o los menos consecuentes con la política revolucionaria de Frente de Trabajadores.
Por tibiezas en este plano sería desplazada la Dirección de Raúl Ampuero en el Congreso de Linares de 1965, asumiendo un nuevo equipo, encabezado por Aniceto Rodríguez, Carlos Altamirano, Adonis Sepúlveda, Erich Schnake, Rolando Calderón y otros que radicalizarían de nuevo las posiciones del Partido.
Incluso, el Congreso de Chillán, de 1967, llevaría a algunos extremos que no correspondían a la situación concreta de Chile, privilegiando la lucha armada, en un país donde se daba un movimiento de masas desarrollado fundamentalmente por socialistas y comunistas, profundamente politizado y combativo, que buscaba cambios revolucionarios.
La realidad nos conduciría a introducirnos con más fuerza en el proceso social; constituir una alianza que no fuera sólo un entendimiento electoral, sino un frente que se dispusiera al cambio económico social.
El llamamiento que socialistas y comunistas harían a las demás fuerzas de izquierda para constituir la Unidad Popular tendría ese sentido. El programa que se aprueba previo a la designación del candidato Presidencial diría lo siguiente:
"La única alternativa verdaderamente popular y por lo tanto, la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí, es terminar con el dominio de los imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del Socialismo."
Es decir, la concepción del Frente de trabajadores sintetizada pero expresa: cumplir tareas democráticas y socialistas a través de un Gobierno compuesto por representantes de los partidos de trabajadores. El Presidente Allende llegaría hasta incluir en su Gabinete a los representantes máximos de la CUT, los compañeros Luis Figueroa y Rolando Calderón.
En este análisis de la trayectoria del Partido Socialista quedan. naturalmente, grandes lagunas e interrogantes. Pero sí se desprenden de sus grandes trazos una imagen constante de un partido revolucionario. Sus pisiones, contrariamente a lo que se afirma que se debieron a caudillismos, fueron, en gran medida, de carácter doctrinario.
Tenemos la certeza que el pensamiento del Partido Socialista penetró en vastos sectores populares y fue un elemento fundamental para el triunfo de 1970. Si efectivamente otras fuerzas aportaron a ese proceso, no es menos cierto que la política socialista de alcanzar el Poder pleno ayudaron a desarrollar un movimiento social fuertemente radicalizado y de alta combatividad. Como lo dijera Salvador Allende, su millón de votos correspondía a un millón de conciencias políticas.
El intento del Gobierno Popular, analizado en sus grandezas y debilidades lleva la impronta particular de Salvador Allende y también del Partido Socialista, igualmente con aciertos y errores. Cualquiera que fuera su conducción, el movimiento popular desarrolló fuerzas sociales que llevaron a la antesala del Poder. Naturalmente, la reacción de las clases dominantes correspondería a la histórica postura de impedir por todos los medios ser despojados de sus privilegios. Nunca han entregado el Poder pacíficamente. Por eso, antes de que Allende asumiera su cargo, asesinaron al Comandante en Jefe del Ejercito, René Schneider, por no querer participar en un golpe de estado. No había "excesos" ni atropellos a la Constitución, pues aún no estábamos en el Gobierno. La violencia la desataron ellos y la aplicaron ellos. Ciertamente, la aplicación del Programa de la Unidad Popular, repartido por cientos de miles en la campaña electoral de la UP, desató las iras y la virulencia en las clases dominantes, volaron decenas de torres eléctricas, sabotearon la producción, asesinaron no solo trabajadores sino al Comandante Araya, de la Marina, que era Edecán del Presidente y empujaron en todas formas la intervención de las fuerzas armadas. Así se fue conformando el dilema al borde del enfrentamiento: o Revolución o Contrarrevolución. No fuimos capaces de consumar el proceso. Triunfó la más cruel y sanguinaria Contrarrevolución habida en el Continente.
El Partido Socialista y el movimiento popular, el pueblo entero inició el 11 de Septiembre de 1973 el pago de sangre por su intento de cambiar el régimen. No fueron los "excesos" ni los errores, mayores o menores, que los hubo, lo que condujo a la intervención armada. Fue la aspiración de realizar la utopía socialista como se le llama hoy día.
La derrota sacudió profundamente al pueblo chileno y el Partido sufrió su propio martirio. Fuera de sus miles de mártires, ha vivido la peor crisis de su historia. No es para menos, fracasó en el intento de cumplir sus sueños.
Dispersado en múltiple grupos, el pueblo socialista logró la unidad. El Congreso Salvador Allende inició la difícil tarea de reconstruir el Partido, en nuevas condiciones nacionales e internacionales. Un Programa nuevo debe definir qué pensamos ahora, cuáles son nuestros principios en este presente con sus dinámicos cambios de todo orden: teóricos, científicos, tecnológicos y entregar a la militancia las nuevas alternativas. Lo obrado hasta ahora en esta materia aún no resuelve este problema. Abiertos al futuro, hay que asentar el despegue para hacer realidad las aspiraciones de aquellos que ofrendaron la vida por el Socialismo.
* Adonis Sepúlveda Acuña
El PS: sus origenes, su historia y las razones de su actual vigencia
La revolución socialista del 4 de junio de 1932 es el acto de mayor trascendencia política. Es un violento impulso dado al pueblo para orientarlo hacia su unidad de mira y la voz de orden para realizar su unidad de acción. Son las grandes líneas de esta revolución las que abren cauce. Los trece días de junio -el junio de Grove y Matte- nacen de la unión conjunta de un comité de intelectuales y obreros; hombres que vienen de sindicatos revolucionarios, de la Universidad, de la clase obrera y la media. A lo largo del país se moviliza la fe entera de un pueblo sobre esta base de trabajadores manuales e intelectuales que amasan con fervor una acción unida de clases medias y obreras contra la oligarquía nacional y contra el capitalismo extranjero que impera y domina en nuestro país. Queda así lanzada la gran consigna: Unión de todos los que trabajan en el campo, en la fábrica, la escuela, la oficina, la unión de los sectores sociales que hasta ayer permanecieron aislados, sujetos por prejuicios, sectarismo, divisionismos personalistas. El pueblo se incorpora a la política activa del país, halla su cauce en una acción clara, revolucionaria, contra la oligarquía latifundista, bancaria y financiera nacional, aliada del gran capitalismo extranjero que nos estrangula. Frente a él se levantan como signos negativos los partidos históricos con su cortejo de corrupción y traición al país y a su pueblo...
La revolución de junio despierta en la masa las consignas de verdadera unidad: unidad de propósitos (lucha contra el imperialismo y la oligarquía nacional), unidad de sectores zonales hasta ayer separados, unidad de acción encarnada en un caudillo y que demuestra un hecho trascendental como es la desorganización política de las masas. Falta un instrumento político eficaz, que resuma las esperanzas y la fe del pueblo. El pueblo necesita un partido que por su organización, por los hombres que lo dirijan y su voluntad de unión sea garantía de su nuevo destino político. Es el Partido Socialista que nace como depositario de su unidad de propósitos y llamado a realizar su unidad de acción. Nace como una necesidad y por eso es recibido como el Partido del pueblo...
El Partido Socialista no es un partido más en el juego de la política chilena. Es el único Partido nuevo. Nuevo por la composición social de sus bases, nuevo por su orientación, nuevo por sus métodos de lucha, nuevo por su organización.
Las bases del Partido provienen de la clase obrera y los sectores medios. Campesinos pobres, pequeños agricultores, profesores, técnicos de todas las actividades, pequeños industriales, pequeños comerciantes, universitarios, es decir, todos aquellos que viven exclusivamente de su trabajo y cuyo bienestar depende del salario, jornal, sueldo o pequeña renta, forman nuestros cuadros de militantes y simpatizantes, Es la realización de la consigna de verdadera y sólida unidad social y política de la clase obrera, sectores campesinos y clase media del país; unidad eficaz de grupos sociales que tienen un interés común en liberarse de la explotación económica y política del gran capitalismo internacional y de la oligarquía nacional; unidad social capaz de formar una República libre y soberana enfrentada a toda potencia política o económica más fuerte que Chile para hacer una democracia en que imperaren el bienestar económico y la libertad económica. Nuestro Partido es el resumen de todo un pueblo unido en su propósitos de liberar el país, la República y todos los trabajadores del predominio imperialista. Es la unidad de un pueblo forjando su historia, haciendo su destino. No es una unidad política circunstancial para propósitos efímeros. No se viene a nuestro Partido porque sea intelectual u obrero; se viene porque se ha adquirido la conciencia revolucionaria del actual momento histórico. Por eso luchamos contra la demagogia, la mentira de hacer creer que sólo los intelectuales podrán salvarnos, o que sólo los obreros son los revolucionarios. Por eso es un atentado a la unidad de nuestro Partido el divisionismo mentiroso de obrerismo e intelectualismo, y quien atenta contra la unidad del Partido Socialista atenta hoy con el futuro del pueblo, pretendiendo destruir su instrumento de liberación.
«Nuestra orientación es profundamente realista, Pretendemos conocer la realidad chilena, interpretarla en su mecanismo económico y social y hacer del Partido un instrumento capaz de cambiar esa realidad. Pretendemos movilizar al pueblo entero hacia una acción de segunda independencia nacional, de la independencia económica económica de Chile. Queremos poner todo lo bueno de nuestra tradición histórica, política y social al servicio de esa acción: despertar la sangre, los gustos, los afectos, despertar lo heroico que ha fecundado estas tierras latinoamericanas para darle un valor moral traducido en voluntad, espíritu de sacrificio y solidaridad a nuestra acción. Vamos impulsando la acción de todo un pueblo, el movimiento de un pueblo hacia su liberación. Por eso queremos darle un contenido nacional que abarque nuestra manera de trabajar, gozar, sufrir y sentir, para hacer un pueblo nuevo en todas sus facetas. Somos los instrumentos de la revolución que Chile necesita para hacer su historia dentro de la historia de Latinoamérica y de la humanidad en estos días preñados de un futuro grandioso...
La influencia anarquista es significativa en la formulación del ideario del socialismo chileno -en diálogo con el avance de los sectores medios y populares en la conformación de su propia identidad cultural desde comienzos del siglo XX-, a tal punto que sin su consideración resulta imposible comprender la vocación libertaria de los socialistas. Se manifiesta en sus orígenes en un planteamiento distintivo de la idea de libertad y de la cuestión de la autonomía individual. En una oposición críticas a los idearios liberales y mercantiles individualistas, el socialismo chileno descarta la acción de los individuos aislados y el egoísmo propio de la codicia como motor de la actividad humana. Funda su perspectiva, en cambio, en un énfasis en la organización y la lucha social, con énfasis técnico y planificador, en la cual la participación de los trabajadores en su gestión deviene condición relevante de la democratización de la sociedad en su conjunto.
Óscar Schnake, «No somos un partido más» (1938)