PLENO DEL COMITÉ CENTRAL DEL
PARTIDO SOCIALISTA DE CHILE
LA HABANA CUBA 1975

 

El presente Documento es la expresión política de los miembros del Comité Central del Partido reunidos en Pleno en la ciudad de La Habana. Es la resultante de un debate amplio y esclarecedor en el que estuvo representado el conjunto de la Dirección. Sus conclusiones constituyen la línea política oficial del Comité Central. En consecuencia la obligación es aplicarla.

En un marco de análisis de la situación internacional y de la coyuntura nacional este documento perfila el quehacer político partidario, para combatir y derrocar el fascismo y, por esta vía, reemprender la marcha hacia el socialismo.

Plantea también los problemas generales del partido, cuya vigencia histórica enfatiza. No intenta este documento abordar en profundidad la autocrítica de la experiencia partidaria antes y durante el gobierno de la UP, ni tampoco resolver de manera tajante y definitiva las cuestiones que emergen de la práctica revolucionaria de este proceso.

Sobre estos problemas, hubo consenso en que el Partido no puede dar por agotada la discusión de una materia que concita la preocupación de todo el pensamiento ideológico y político actual. El proceso de esclarecimiento de los problemas de la revolución chilena, su experiencia y su proyección histórica, constituyen un capítulo trascendente que obliga al Partido a estudiarlo en profundidad.

En este sentido, el Documento elaborado en Marzo por la Dirección Interior , como el aporte del Secretario General, compañero Carlos Altamirano «Reflexiones críticas sobre el proceso revolucionario chileno», al igual que otros documentos y estudios partidarios, constituyen materiales utilizables en el proceso de esclarecimiento de estos problemas.

El que se promueva orgánicamente el estudio de ellos, no altera la obligación militante de acatar y aplicar el pensamiento y la política que el Comité Central ha trazado ahora.

LA HABANA, CUBA, mayo de 1975

 

 

Una de las deficiencias más graves del movimiento revolucionario en nuestro país, de la Unidad Popular y nuestro Partido en particular, ha sido la poca atención que tradicionalmente hemos prestado al análisis de la coyuntura internacional y a sus efectos sobre la lucha de clases en Chile. La más seria manifestación de este error fue en el pasado la apreciación bastante difundida, de que el gobierno de Nixon y el imperialismo norteamericano podrían aceptar la supervivencia del Gobierno Popular, al menos por el tiempo que durara su mandato constitucional.

Las revelaciones recientes acerca de las actividades de la CIA, sobre su aporte de considerables cantidades de dinero para elegir a Frei en 1964 y sobre la decisión de Henry Kissenger, adoptada ya en Septiembre de 1970, de impedir el ascenso del presidente Allende y, de ser posible, derrocar al Gobierno Popular, han venido a confirmar lo errado de la mencionada concepción. Los hechos se han encargado de demostrarnos cómo el imperialismo movilizó toda su fuerza al servicio de ese objetivo. El modelo insurreccional puesto en práctica en nuestro país es el más completo que conoce la historia de nuestra América Latina. Incluyó el trabajo político y militar, la agitación de masas y la preparación armada, el cerco diplomático y el boicot económico, el espionaje tradicional, el control de los medios de comunicación de masas y la guerra sicológica.

Ya en declaraciones realizadas el 14 e Septiembre de 1970 – sólo diez días después de las elecciones – Kissinger definía el significado estratégico trascendental que atribuía al Gobierno Popular : « Es bastante fácil predecir que si Allende gana, hay muchas posibilidades de que se establezca durante un período de años una suerte de gobierno comunista. En este caso no tendríamos un gobierno de este tipo en una isla que no tiene una relación tradicional ni impacto en América Latina, sino un gobierno comunista, unido, por ejemplo a Argentina, que ya está profundamente dividida, con la que tiene una larga frontera ; unido a Perú, que se ha estado moviendo en dirección que dificulta tratar con él, y unido a Bolivia que también ha avanzado en una dirección más izquierdista, contra los Estados Unidos, incluso sin ninguna de estas características. Así que yo creo que no debemos engañarnos con que la subida de Allende al poder en Chile no nos presente problemas masivos a nosotros y las fuerzas democráticas y favorables a los Estados Unidos en América Latina y, por cierto, a todo el hemisferio occidental. Lo que pueda suceder a la Junta de defensa del hemisferio occidental o a la Organisación de Estados Americanos es extremadamente problemático…es una de esas situaciones poco afortunadas para los intereses norteamericanos »

 

Hoy resulta fácil para todos comprender que representábamos no solamente una importante amenaza para el imperialismo con efectos irradiadores en América Latina, sino una posible base de operaciones para movimientos revolucionarios, una amenaza para sus designios geopolíticos de control antártico y un ejemplo, un « laboratorio » en pequeña escala de futuras alianzas de comunistas y socialistas en Italia y Francia.

La solidaridad internacional con nuestra lucha se alimenta del repudio que causa la brutalidad desatada por la Junta, pero principalmente se sostiene por lo que representábamos como proyecto político, como factor de unidad de las fuerzas obreras y populares en los distintos países del mundo.

La determinación y persistencia, así como la masividad de recursos utilizados para derribarnos, son advertencia suficiente para desvanecer ilusiones de que las fuerzas populares podrán retornar al poder aprovechándose de una eventual liberalización política sugerida o impuesta por el imperialismo. Si bien no debemos descartar la posibilidad de un intento de relevo de los cuadros dirigentes de la dictadura, no debemos ilusionarnos sobre el contenido democrático de dicho recambio.

 

Vivimos una étapa histórica caracterizada, fundamentalmente, por el tránsito hacia el socialismo a escala mundial y por el enfrentamiento entre dos sistemas económico-sociales cuya contradicción es irreconciliable. El socialismo-actor determinante de nuestra era se convierte en la fuerza principal e impone la vigencia de los principios de la coexistencia pacífica entre regímenes sociales opuestos y de la política de la distención en las relaciones internacionales, sin que signifique morigeración de la lucha de clases en sus diferentes formas.

Las fuerzas del socialismo de nuestros días se expresan en la existencia, desarrollo y expansión del campo socialista, en el desarrollo de las luchas de liberación nacional que adquieren una clara perspectiva socialista y en el avance del movimiento obrero a escala internacional.

El desarrollo del campo socialista no es solamente económico. También empieza a evidenciarse su superioridad militar. En el plano tecnológico, científico y cultural, comienza a cuestionarse la superioridad capitalista. En estos propios países, el marxismo gana posiciones cada día. El curso de la historia universal empieza a ser determinado en los países socialistas, en estrecha alianza con la lucha de los trabajadores y pueblos esclavizados del mundo.

Constantemente nuevas naciones establecen relaciones con el campo socialista. Cambia así la correlación de fuerzas en el mundo colonial, neo-colonial y dependiente, lo que adquiere expresión en el movimiento de los países no alineados y en las organizaciones internacionales, particularmente en la Naciones Unidas. A vía de ejemplo cabe mencionar las resoluciones adoptadas por la Asamblea General de este organismo en el sentido de incorporar la representación de la Organización de la Liberación de la Palestina y de exigir el restablecimiento de los derechoshumanos en Chile. Las fuerzas del progreso se hacen mayoritarias y procuran asegurar la paz mundial, el desarrollo de la democracia y el avance del socialismo, como aspiración cada vez más compratida por toda la humanidad.

 

 

En el terreno económico y social, el mundo capitalista concluye en 1966 el ciclo de crecimiento iniciado después de la Segunda Guerra Mundial. Las crisis económicas vuelven a convertirse en el aspecto dominante del funcionamiento de ese sistema. El desempleo, la inseguridad, la pérdida de enormes capacidades productivas, la anarquía, la criminalidad, el racismo, la inestabilidad política ocupan nuevamente el lugar principal en la escena del mundo capitalista desarrollado.

Durante su ciclo expansivo el capitalismo internacional alcanzó un alto grado de integración bajo la hegemonía norteamericana, apoyado en un nuevo nivel de desarrollo del capitalismo internacional y de su expresión celular, las compañías transnacionales. En el nuevo período de crisis general iniciado en 1967, es previsible una inversión de esta tendencia. Desde fines de 1973 hasta nuestros días, la crisis asumió la forma de una depresión económica muy aguda que recién se empieza a superar.

La alta tasa inflacionaria y las tasas desusadas de desempleo a que llevó la depresión actual, demuestran, sin embargo, que esta recuperación inmediata tendrá vida corta y no logrará superar la crisis económica general del capitalismo iniciada hace ocho años. Enfrentada a una situación de aguda depresión económica, la burguesía de los países desarrollados, en especial la de su centro hegemónico, los Estados Unidos, se ve obligada a adoptar una posición más defensiva. Al disponer de menores recursos para la agresión, vuelca sus esfuerzos políticos hacia la contención de sus contradicciones internas, agravadas por las inquietudes de un proletariado organizado y cada vez más desilusionado de los « milagros » económicos y de las ventajas del capitalismo « popular », de « bienestar » de consumo de masas y de otros disfraces ideológicos que adoptó durante la etapa de prosperidad de la post-guerra.

La crisis general del capitalismo y la actual depresión económica, que llega ahora a su punto más bajo, se manifiesta también en la decadencia de la capacidad hegemónica de los Estados Unidos, en la desintegración coyuntural de las relaciones económicas intenacionales y, en un renacimiento del proteccionismo y del nacionalismo burgués en el plano económico.

Este nacionalismo burgués se expresa en una creciente hostilidad al libre movimiento de capitales, particularmente hacia las corporaciones transnacionales. Las luchas inter-imperialistas se acentúan con el surgimiento del polo japonés y un polo europeo, orientado a conformar la unidad del continente a fin de negociar en las mejores posiciones con la potencia norteamericana y también con la URSS. Al asumir formas muy agudas, los conflictos inter-imperialistas favorecen a los movimientos nacionalistas y, en muchos casos, al desarrollo de movimientos revolucionarios.

Esta lucha nacionalista se manifiesta en importantes pasos en favor de la recuperación para el dominio nacional de las riquezas básicas y en una política de precios concertados entre los países productores de materias primas, a través de carteles, entre los cuales el principal ejemplo es la OPEP. En esta nueva situación, el precio de las materias primas pasa a ser regulado no solamente por las condiciones del mercado, sino también, por la capacidad política de los países productores.

La actual depresión provocó una baja generalizada de precios de las principales materias primas a partir de mediados de 1974. La recuperación que posiblemente se iniciará en la segunda mitad del año en curso, tenderá a provocar una nueva bajada de los precios, entre ellos, el cobre. Este incremento debería favorecer, en el próximo año, a los países dependientes y entre ellos, a Chile.

El aumento de los precios del petróleo se inscribe en este ciclo histórico y no puede, de ninguna manera, ser considerado como la causa de la depresión que presenciamos.

El imperialismo creó mecanismos para canalizar los recursos financieros generados por los aumentos del precio del petróleo (los petrodólares) hacia sus bancos privados u organismos internacionales bajo su control. Políticamente, intentó dividir a los países productores y compradores de petróleo del llamado Tercer Mundo para hacerlos enfrentarse entre sí. La lucha por apoderarse de esos enormes  excedentes financieros (70 mil millones de dólares) ha creado también nuevas contradicciones imperialistas.

No puede dejarse de anotar, desde otro punto de vista, que los extraordinarios excedentes financieros generados por el petróleo crean posibilidades de utilización regional de los mismos en el ámbito de los países subdesarrollados y dependientes.

 

En resumen, las caracteríticas de la crisis general del capitalismo aumentan las pugnas inter-imperialistas, fortalecen los movimientos de reivindicación nacionalista, intensifican la confrontación en torno a los precios y colocación de las materias primas y conducen a un cambio en las formas en que se establecen las relaciones entre los países dominantes y los productores de materias primas. En este contexto, el odio contra los agentes principales de la dominación imperialista, las corporaciones transnacionales, se intensifica, creando condiciones para el desarrollo de un amplio frente de fuerzas anti-imperalistas en América Latina y aún a nivel mundial, como lo ha sugerido recientemente el P.C. cubano.

Esta situación favorece un amplio programa de luchas anti-imperialista y disminuye, en este período, la vigencia y apoyo que pueden lograr regímenes esencialmente dóciles como la dictadura chilena. La propia dictadura brasileña, iniciadora continental de un modelo económico pro-imperialista, retrocede en sus posiciones entreguistas y empieza a aceptar la necesidad de introducir restricciones a los intereses extranjeros. Por cierto, influye en esta posición el fracaso de su « milagro » económico, corroído por la inflación creciente, los déficitis en la balanza de pagos, la deuda externa gigantesca y la disminución del ritmo de crecimiento. Desde el punto de vista político, la clara derrota de los candidatos del gobierno en las elecciones de Diciembre de 1974, realizadas dentro de una muy restrictiva apertura, si bien no amenaza al sistema de poder, revela el caracter inestable e ineficaz de una política y un modelo económico tan antipopulares.

A pesar del alivio que pueden producir ciertos momentos de recuperación económica, como el que se produjo entre Septiembre de 1971 y Septiembre de 1973, el imperialismo ve desarrollarse a escala mundial la fuerza de un movimiento obrero cada vez más radical en los centros dominantes, con creciente apoyo de amplios sectores pequeño-burgueses. También es un factor positivo en la situación mundial el hecho de que los partidos de la Segunda Internacional hayan abandonado, en gran parte, las tésis del período de guerra fría. Esto se ha traducido en una política de mayor diálogo con los países socialistas y, en algunos casos, con los partidos comunistas, y en la aceptación programática de objetivos socialistas abandonados por muchos años. Otro elemento importante lo constituye la tendencia de algunos de esos partidos a distanciarse de la política reaccionaria norteamericana. En especial merece destacarse su posición, manifestada colectivamente a través de la Segunda Internacional, de condena franca al golpe y a la Junta militar chilena, actitud que se ha reflejado en la decisión de algunos gobiernos socialdemócratas de negarse a participar en las conversaciones del Club de Paris para la renegociación de la deuda exterior chilena. También es observable en este contexto el desarrollo doctrinario de ciertos sectores del liberalismo norteamericano que denuncia las acciones imperialistas del actual, así como de los anteriores gobiernos de ese país y que se solidarizan con las luchas democráticas y de liberación. No es imposible esperar que los trabajadores norteamericanos se despierten del sueño reaccionario de la « América liberal y democrática » para descubrir su verdadero caracter imperialista y aliarse así a la corriente socialista que une a los demás trabajadores del mundo.

 

En el momento actual se está llegando al punto más bajo de la depresión iniciada en Octubre de 1973 y asistimos a una ofensiva internacional de las fuerzas populares que no puede dejar de asombrar y desesperar al gran capital.

Esta ofensiva se ve coronada por los siguientes hechos : la correcta respuesta política y militar del gobierno portugués a los intentos golpistas en el país ; la afirmación de la liberación y el establecimiento de los gobiernos revolucionarios de Mozambique, Guinea, Bissau y Angola ; la pacificación del Irak con la liquidación de la reaccionaria posición Kurda; la liquidación del Imperio Etiope, la afirmación de derechos del pueblo Palestino en las Naciones Unidas ; las múltiples manifestaciones de unidad anti-imperialista de los paises no alineados y su actuación sistemáticamente progresista en las Naciones Unidas, entre las cuales se destacan la aplastante votación en favor de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, presentada por el Presidente de Méjico, Luis Echeverría ; las conquistas democráticas recién realizadas por el pueblo griego ; la creciente rebelión de los trabajadores y del pueblo español contra la dictadura y los frentes de partidos de izquierda que se constituyen en Europa, con programas cada vez más progresistas.

Dentro de este programa alentador se destaca con relieves particularmente significativos el maginífico triunfo popular anti-imperialista culminado brillantemente con la liberación de Phom Penh por las Fuerzas Armadas de Liberación de Camboya. Saludamos calurosa y fraternalmente la victoriosa gesta del heroico pueblo camboyano, conducido acertadamente por el Frente de Unidad Nacional de Camboya.

De la misma manera, la histórica victoria del pueblo vietnamita y la derrota imperialista en el Sudeste asiático, cambia el mapa político de ese inmenso continente. Tendrán proyecciones en Tailandia, Malasia, Filipinas y otros países asiáticos y, seguramente , en Corea del Sur. Erosionan aún más el prestigio internacional de los Estados Unidos y están destinadas a producir graves efectos en la política norteamericana. La victoria tiene una proyección extraordinaria, difícil de evaluar en toda su dimensión transcurridas tan sólo pocas horas desde su culminación.

En América Latina constituyen expresiones de este avance el restablecimiento de relaciones con Cuba acordado por varios gobiernos y el fracaso del boicot económico en contra de este país ordenado por los Estados Unidos ; la crisis irremediable de la OEA, como dispositivo de hegemonía imperialista en el hemisferio ; la iniciativa de constituir una sociedad económica latinoamericana (SELA) ; la lucha del pueblo venezolano por posesionarse de la producción, comercialización y transporte de su petróleo y otras riquezas básicas ; la lucha del pueblo ecuatoriano por el respeto de sus 200 millas de mar territorial ; la del pueblo por el derecho de dominio y propiedad sobre el Canal de Panamá; la del pueblo puertorriqueño por su independencia ; la de los chicanos, hispano-parlantes y negros norteamericanos por lograr la igualdad de derechos en los Estados Unidos ; las posiciones progresistas del gobierno peruano ; las luchas democráticas de los mineros bolivianos y de los obreros de la industria pesada argentina ; las múltiples formas de resistencia de los trabajadores latinoamericanos contra las dictaduras de Brasil, Uruguay, Haití y Bolivia.

Elemento importante en el descrédito de la política norteamericana en el continente y en la crisis del sistema interamericano tradicional, ha sido la constatación pública en el ámbito, no sólo hemisférico, sino mundial de la intervención abierta, por un lado de las compañías transnacionales lesionadas por la política nacionalizadora del Gobierno de la Unidad Popular ; y por otro, de la CIA, en la vida política chilena, como promotores, orientadores y financiadores del golpe fascista, todo bajo la bendición del Secretario de Estado como lo han confesado las propias autoridades de la CIA y el mismo Presidente de los Estados Unidos.

La promoción de la « desestabilización » política, como instrumento de intervención para debilitar y derrocar a los gobiernos que no agraden a los Estados Unidos, ha lesionado notoriamente la imagen norteamericana en el continente y ha provocado la airada reacción no sólo en los pueblos latinoamericanos, sino incluso en los gobiernos burgueses liberales del continente.

 

Sin embargo, es necesario tomar en consideración las amenazas crecientes del imperialismo en contra del movimiento popular en ascenso( amenazas de invasión a los países árabes, a Portugal, a Venezuela y hasta de intervención en Italia).

Dentro de esta política agresiva del imperialismo, América Latina ocupa un papel esencial por su importancia estratégica vital para los Estados Unidos. Ricamente dotada de una gran variedad de recursos naturales, es una gigantesca bodega de materias primas y una parte inseparable de la economía norteamericana. Su ubicación y características geográficas le confieren, además, una significación decisiva para las ambiciones geopolíticas del imperialismo. Es por ello que los Estados Unidos han transformado a la región en una vasta zona operacional, estableciendo cerca de 100 bases militares, navales y aéreas. Así como centros destinados al estrenamiento personal de las FF AA de los países latinoamericanos, para que sirvan como fuerza de choque en la represión de los movimientos de liberación nacional de nuestros pueblos. Muchas han sido las críticas tanto de liberales como de ultraderechistas en contra del abandono en que dejó Kissinger la región por sus veleidades europeízantes. Muchos son los que proponen considerar el caribe como área estratégica de los Estados Unidos y América del Sur como su entorno. Este renovado interés, todavía no traducido en una política coherente de Estados Unidos por América Latina tiene su origen en la retirada que le impone el avance incontenible del movimiento de liberación nacional en otras latitudes y, muy especialmente, las derrotas aplastantes que han experimientado en el sudeste asiático, a manos de las fuerzas patrióticas vietnamitas, camboyanas y laosianas.

 

En este contexto, debemos analizar las repercusiones de la actual coyuntura sobre la lucha política en Chile.

En primer lugar, es dable esperar que, por lo menos en un futuro próximo la Junta Militar continue apareciendo todavía como un « anacronismo » en relación con las tendencias democráticas crecientes. Las elecciones del próximo año en los Estados Unidos impedirán que se manifiesten públicamente las posiciones projuntistas de los reaccionarios. No podemos estar tan seguros de que ello persista cuando el capitalismo presente señales más nítidas de recuperación.

Por otra parte la imagen negativa de la dictadura chilena en el ámbito internacional tenderá a disminuir, sobre todo si no hay significativas manifestaciones de resistencia en el interior de Chile.

En una primera etapa, el trabajo político-diplomático externo ha sido predominante. En una segunda, sin embargo, independientement de nuestra voluntad o actividad, él deberá ser un complemento de la lucha en el interior de Chile.

En la etapa transcurrida hasta ahora, el campo socialista, los países más progresistas del mundo no alineado y las democracias liberales más avanzadas de Europa, han constituído el bloque que ha condenado más decidida y firmemente a la dictadura militar. A pesar de sus debilidades en el plano externo e interno, el fascismo chileno ha encontrado su soporte en el imperialismo norteamericano y en los gobiernos más reaccionarios de América Latina. El cerco establecido ha tenido, hasta ahora, su mayor intensidad en el terreno político y diplomático, y una menor en el plano económico y financiero. Son los propios personeros del régimen dictatorial quienes reconocen, en mémorandum confidencial de Diciembre de 1974, los efectos mencionados : « Las votaciones producidas en los organismos internacionales nos dejan gravemente expuestos a que las credenciales de nuestras delegaciones a la Asamblea de la ONU o a cualquier otra reunión sean objetadas, como se hizo en Sudáfrica ; o bien a que se acepte como observador al movimiento allendista constituído en movimiento de liberación nacional. Más adelante agrega : « En el momento actual, la situación internacional que ha logrado crearnos el marxismo ha dificultado la renegociación de la deuda externa, cerrando fuentes tradicionales de financimiento en Europa, deteniendo el deseado proceso de inversiones extranjeras y, aún, dificultando gravemente nuestras adquisiciones en armas y equipamiento militar ».

Frente al movimiento de solidaridad internacional, la Dirección de nuestro Partido, en un documento del Comité Central emitido en marzo de 1974, expresó : « esta solidaridad constituye un aporte de primera importancia para el desarrollo de la resistencia popular contra el fascismo, porque crea las condiciones para el aislamiento político, económico y diplomático del régimen militar ». Es preciso reconocer, en todo caso, que la acción internacional de la propia Junta Militar ha ayudado eficazmente al avance del movimiento solidario. El mundo ha condenado no sólo su política económica destinada a despojar a las grandes masas trabajadoras, sino también su política exterior pro imperialista y ajena a los intereses de los pueblos de América Latina y del mundo subdesarrollado. A estas alturas, sin embargo, esos errores cometidos por la dictadura, están en vías de corrección. El presente año ha sido definido por la Junta como un período de contraofensiva internacional para romper el cerco. El régimen golpista se apresta invertir cuantiosos recuros en la implementación de la nueva política exterior, a revisar y reforzar sus cuadros diplomáticos y a proyectar una imagen diferente, orientada a engañar a los pueblos y gobiernos con el fin de inducirlos a modificar las posiciones condenatorias en su contra. Dicha política procura ofrecer una apariencia diferente aunque, en esencia, siga siendo y representando lo mismo interna y externamente. La Junta intenta abandonar la trinchera pro imperialista y sus excesos antisociales. Se propone acercarse a la política de no alineación, presentando a Chile como un pequeño país que se debate frente a la incomprensión de las grandes potencias socialistas y capitalistas y que comparte y hace suyos los problemas de las naciones dependientes.

En lo concreto, se plantea iniciar una fuerte contraofensiva diplomática en las áreas del caribe británico, Africa negra y los países árabes, con el fin de ir modificando, por esa vía, la correlación de fuerzas decididamente desfavorable que enfrenta en el ámbito internacional.

 

En otro terreno, el bajo precio del cobre deberá mantenerse durante los próximos meses, siendo posible que experimente una recuperación a partir del segundo semestre de este año o en el próximo. Paralelamente, una recuperación económica del capitalismo podría facilitar la entrega de créditos y despertar un mayor interés del capital extranjero en analizar posibilidades de futuras inversiones. Para impedirlo, nuestras tareas en el exterior seguirán siendo decisivas.

Desde el punto de vista político, el grupo conservador dominante en el ejecutivo norteamericano, tiene interés en mejorar la imagen política de la Junta Militar y aceptaría complacido una alternativa burguesa que pudiera substituirla sin amenazar la dictadura de clase en general. La ausencia de una alternativa bien constuída y bajo pleno control y la resistencia de los propios componentes de la Junta y sus secuaces, les crea graves dificultades para una transmisión pacífica del poder en el marco de un sistema de fuerzas más amplio. A pesar del aislamiento internacional de la Junta, hay que considerar por otro lado que las fuerzas fascistas han aumentado su poder y capacidad de agitación en los últimos años, como consecuencia de las dificultades del capitalismo para controlar democráticamente sus contradicciones internas.

Asimismo, debemos considerar con atención las noticias recientes que revelan una actitud favorable a la Junta por parte de Egipto, Jordania, Arabia Saudita e Israel, traducida incluso en importante ayuda militar. Los viajes de los militares argentinos a Chile, la reunión con la Presidente de Argentina y el acuerdo con Bolivia, revelan también cierta área de maniobra.

 

La suerte de la dictadura depende también de las tendencias del cono sur, Brasil, Uruguay, Bolivia y Paraguay presentan una situación general desfavorable. Estas dictaduras padecen de una creciente inestabilidad política, pero aún son débiles las señales de una ofensiva popular de consideración. En Argentina, el grupo de la derecha peronista, actualmente en el poder, persigue y asesina a nuestros compatriotas, además de imponer un régimen de terror en su país. En todo caso hay que considerar que este grupo, está cada vez más aislado y concita en contra suya la movilización de sindicatos, militares liberales, sectores de la burguesía y pequeña burguesía y del movimiento izquierda (peronista, radical y marxista).

Hacia el norte, en Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, Costa Rica, Honduras, Guyana, Jamaica, Trinidad Tobago, se puede observar la formación de un amplio frente de afirmación nacional y democrática que, sin rebasar los marcos capitalistas, admite suficiente flexibilidad como para aceptar una mejor relación y hasta colaboración con Cuba socialista. Dentro de esta tendencia, la decisión del gobierno de Méjico de romper con la Junta adquiere el carácter de una clara definición anti-fascista y de reafirmación de la autonomía de su política exterior.

El conjunto de este cuadro, a pesar de no ofrecer una base sólida para la revolución, representa un avance político importante y supone condiciones particularmente favorables para desarrollar un movimiento de solidaridad continental con el pueblo de Chile.

Más radicales que los gobiernos las masas latinoamericanas revelan en todas partes un fuerte sentimiento de solidaridad hacia nuestro país. Al mismo tiempo, se desarrollan fuerzas de izquierda cada vez más amplias al interior de los partidos populistas tradicionales. Se constituyen además nuevas agrupaciones desprendidas de esas viejas corrientes o que reúnen las fuerzas de izquierda revolucionarias, dispersas luego del fracaso del movimiento guerrillero a fines de la década pasada.

Los partidos comunistas de la región han mantenido su firme solidaridad y apoyo a la resistencia chilena. La causa de Chile cuenta así con más amigos que enemigos, con más posibilidades que dificultades; la fé y el optimismo revolucionario deben sobreponerse a la desesperación y al pesimismo.

Es indudable que esta corriente de apoyo internacional que reúne al campo socialista, a la mayor parte de la socialdemocracia, a la izquierda liberal norteamericana, a la casi unanimidad de los no alineados y a los más amplios movimientos de masa, es un instrumento fundamental de la resistencia que se mantiene y desarrolla en el interior del país. Cualquier debate sobre nuestra lucha, sobre la correlación de fuerzas y sobre la estratégica y táctica revolucionarias, debe considerar explícitamente estos antecedentes.

 

 

a) La situación económica :

La política económica del régimen militar está destinada a servir un diseño estratégico de la burguesía monopolista y el imperialismo. Tal diseño intenta, por una parte, evitar que se reproduzcan los supuestos sociales, económicos y políticos que determinaron el surgimiento de la experiencia de la Unidad popular y por otra, aumentar la viabilidad del esquema de dominación de la burguesía monopólica, esta vez apoyada en una base económica ampliada.

El objetivo de restaurar y fortalecer el sistema de dominación burgués va acompañado de la intensificación del régimen de explotación capitalista, debido a la necesidad de ampliar el proceso acumulativo modernizando su base institucional. Sin embargo, dado que la restauración burguesa va necesariamente acompañada de altísimos costos sociales que involucran el abandono y destrucción de numerosas instituciones del capitalismo de estado, ella está destinada a provocar-en el doble plano de las relaciones económicas y políticas- considerables tensiones en el frente de la dictadura. Además, siendo las clases medias de menor significación para el modelo económico y político de la Junta Militar, ellas están destinadas a ver significativamente debilitados sus tradicionales puntos de apoyo en la estructura burocática del estado y disminuídas sus funciones de mediación entre el gran capital y el resto de la sociedad

Los objetivos estratégicos perseguidos por el gran capital, enmascarados tras el disfraz desorientador de la « economía social de mercado », son varios.

En primer término, alterar la tendencia histórico-estructural predominante en los últimos 40 años hacia la diversificación del aparato productivo, fundamentado en la industrialización sustitutiva de importaciones. Habiendo fracasado en su intento de consolidar su dominio de clases sobre la base de la industria dirigida hacia el mercado doméstico, la burguesía intenta ahora redefinir la base estructural de la acumulación, orientándola hacia las exportaciones, en subordinación estricta con respecto al capital imperialista. Para ello, se plantea como segundo objetivo estabilizar la economía, buscando crear las condiciones favorables a la atracción del capital extranjero.

Por último intenta crear las condiciones económicas iniciales favorables a una rápida concentración del sector industrial y financiero, destinada a hacer posible un nivel superior de acumulación sobre la base de ganancias monopólicas.

Dichas opciones estratégicas implican anular o reformular las reformas estructurales democráticas del pasado, de acuerdo con los intereses del gran capital y el desmantelamiento de las instituciones económicas, sociales y políticas vinculadas al « estado intervencionista ». De acuerdo a lo anterior, los objetivos de la política económica en su fase actual de jerarquizan en torno a dos orientaciones básicas. Por una parte, lograr la estabilidad de precios y el restablecimiento del equilibrio externo, y por la otra, facilitar la concentración del capital y la remodelación del patrón de funcionamiento de la economía con propósitos de acumulación reforzada e integración activa a la división internacional del trabajo definida por las corporaciones multinacionales.

 

La política estabilizadora – núcleo central de la política económica de corto plazo – descansa en una peculiar interpretación de las causas del fenómeno inflacionario. De acuerdo a dicha interpretación, la inflación tendría su origen fundamentalmente en la expansión monetaria desmedida, efecto a su vez de la sobre extensión de un sector industrial insuficiente, excesivamente protegido, apoyado en estructuras estatales, también sobre extendidas, destinadas a atender demandas sociales y económicas desproporcionadas con respecto al grado de desarrollo alcanzado y que responden a exigencias políticas de consecuencias disgregadoras y paralizantes. Siendo ésta, en lo básico, la interpretación de la inflación, los criterios e instrumentos de la política de estabilización, en los diversos planos, quedan definidos por referencia a las orientaciones básicas anteriormente mencionadas (facilitar la concentración con miras a una acumulación reforzada y romper el círculo de origen y propagación del fenómeno inflacionario).

Así, por ejemplo, junto con reprivatizar sectores importantes de la actividad económica – especialmente industriales – lo que restablece y amplía el ámbito de la propiedad de la gran burguesía, se eliminan los controles de precios de la mayor parte de bienes y servicios, bajo la explicación de que los precios deben reflejar la « realidad económica interior y exterior del país », esto es, deben manifestarse libremente en un mercado limpio de restricciones arbitrarias. La libertad de precios y la interrupción de los mecanismos tradicionales de reajuste de remuneraciones, está orientada a producir una elevación sustantiva de las tasas y márgenes de ganancia en la actividad industrial y comercial oligopolizada. Ello ha de permitir financiar la expansión de su espacio económico a través de la adquisición de nuevas propiedades, acciones y otros activos y la realización de ganancias adicionales de caracter especulativo. Por otra parte, la política de remuneraciones complementada, como queda dicho, por la destrucción y neutralización temporal de la capacidad de defensa de la clase obrera y la eliminación de consideraciones políticas o sociales en la determinación del nivel de los salarios, disminuyen considerablement el costo de la fuerza de trabajo. El resultado tangible es un desface de consideración entre el aumento de los precios y el crecimiento de los salarios, conformando una situación de superexplotación brutal de la fuerza de trabajo, caracterizada tanto por una disminución de los salarios reales como por la prolongación forzada de la jornada laboral, sin compensación alguna.

Como veremos más adelante, al analizar los resultados de la política económica de la Junta, la destinación del excedente generado por disminución del consumo asalariado y la superexplotación de las fuerzas de trabajo no es el aumento del ahorro con fines productivos – sino la elevación de las importaciones suntuarias y especulativas y el aumento desmesurado de los gastos militares.

 

Un elemento importante dentro de la filosofía económica neo-liberal que inspira la política económica de la Junta, está constituído por el rol asignado en ella al comercio exterior. El mercado externo estará llamado a suministrar, a través de los precios, un nivel de referencia objetivo al cual debería tender la pèroducción nacional. Ello explica el hecho de que la libertad de importaciones sea la piedra angular de la política de comercio exterior, sintetizada en el propósito de « abrir la economía hacia el exterior ». En los hechos, esto implica enfrentar bruscamente la débil industria nacional no monopólica a una competencia para la cual no está preparada. Simultáneamente y, en línea con la necesidad de tender al equilibrio en las cuentas externas, evitando presiones inflacionarias, se elimina en lo sustantivo el régimen de subsidios fiscales a las exportaciones.

Toda la concepción anteriormente descrita se ve reflejada sintéticamente en la solución del problema de la tasa de cambio la que, de múltiple y diferenciada para diferentes tipos de importaciones y exportaciones, pasa a ser la única, reflejo e instrumento de la política económica general impulsada por la burguesía monopólica.

El resultado de la libertad de comercio y, más específicamente, el abaratamiento relativo de las importaciones prescindibles en condiciones de ingresos en divisas acrecentados, con redistribución regresiva del ingreso y en fase de depresión aguda, implica favorecer el consumo conspicuo en detrimento del consumo popular y la inversión.

 

Es en el dominio de la política de remuneraciones donde se manifiestan con mayor claridad el espíritu represivo y de clase de la política económica implantada por la Junta Militar. En lo esencial, ella ha significado una disminución apreciable sin precedentes por su magnitud e intensidad, de los salarios reales de empleados y obreros y del nivel de vida de vastos sectores de la población asalariada. No estando contrarrestada dicha disminución por un aumento del empleo, el resultado ha sido una violenta contradicción del ingreso real de los trabajadores y de su participación en el ingreso nacional.

Consideramos útil exponer dos de los cálculos hasta ahora conocidos acerca de la evolución de los ingresos de los trabajadores. Ellos revelan, en cifras sintéticas pero expresivas, el drama del pueblo chileno. Los cálculos mencionados se refieren a la evolución del poder adquisitivo de los ingresos reales mínimos y de los promedios de empleados y obreros entre octubre de 1972 – fecha del último reajuste compensatorio total de remuneraciones bajo el Gobierno Popular y diciembre de 1974. Las cifras hablan por sí solas. Los ingresos reales mínimos (constituídos por el salario mínimo, las asignaciones familiares, asignación para locomoción, colación y compensaciones esporádicas, una vez consideradas las variaciones del Indice de precios al Consumidor) bajaron desde un nivel igual a 100 en octubre de 1972 a un nivel igual a 78,3 en diciembre de 1973 y a 68,0 en octubre de 1974. Ello significa que los trabajadores sujetos al régimen de salarios mínimos vieron disminuídos sus ingresos reales en un 32% en quince meses de dictadura. Llamamos la atención sobre el hecho de que el cálculo anterior ha sido realizado sobre la base de utilizar los aumentos en el IPC admitidos por la Junta, y que habrían alcanzado a 107,6% entre octubre y diciembre de 1973. Otro cálculo, basado en el índice de precios liberados de las groseras manipulaciones por parte de los servicios económicos del régimen y que supone una inflación de 315% durante el mismo período, arroja una pérdida ligeramente superior al 60% del poder adquisitivo del ingreso real mínimo sólo entre octubre de 1972 y octubre de 1974.

Si consideramos ahora los ingresos reales promedios de empleados y obreros (obtenidos por deflactación de los ingresos nominales promedios según el Indice de precios aceptados por la Junta) la pérdida de poder adquisitivo entre octubre de 1972 y octubre de 1974 asume proporciones escalofriante, llegando a un 66%.

 

Los efectos desastrosos de la política económica sobre el nivel de vida de las masas han sido reforzadas por los niveles sin precedentes alcanzados por el desempleo abierto y el subempleo durante el año y medio de dictadura. Aunque las estimaciones al respecto difieren todo parece indicar que el empleo abierto no debe ser inferior al 15% de la fuerza activa (alrededor de medio millón de trabajadores) en tanto que el sub-empleo de diversos tipos debe situarse en el rango de medio millón de personas. Si se considera que dichos beneficios constituyen aproximativamente el 15% del ingreso neto mínimo, ello proporciona una idea de la deducción brutal ejercitada de sobre los magros ingresos de un grupo importante de trabajadores remunerados en promedio a un nivel de subsistencia.

Esto termina de completar un cuadro de contornos dramáticos, que amenaza con deteriorarse aún más por la perspectiva de despido de cien mil funcionarios públicos durante 1975, lo que representa un 3% de la fuerza de trabajo. Como consecuencia de estos hechos, la participación de empleados y obreros en el producto nacional ha descendido desde un 62% en 1971 a aproximadamente un 35% en 1974. La redistribución ha resultado tanto más violenta cuanto que el crecimiento del producto interno ha sido nulo.

 

El fracaso de la política económica de la Junta Militar en su objetivo central, la estabilización, ha sido rotundo. Dicho fracaso resulta especialmente significativo y paradojal si se pasa revista a las condiciones particularmente ventajosas en lo financiero imperante durante 1974, las más favorables que haya conocido gobierno chileno alguno en mucho tiempo. Por añadidura, la implementación de la política económica ha tenido lugar bajo condiciones de monopolio total del poder por parte de sus ejecutores, esto es en ausencia de toda limitación de tipo socio-político o institucional, situación habitualmente deconocida por sistemas de gobierno basados en el consenso.

Demos paso una vez más a la expresividad de las cifras. Los efectos de la política estabilizadora debían manifestarse, luego de un ajuste inicial realizado en octubre de 1973, con mayor claridad y permanencia en 1974.

El resultado de las acciones iniciales de la política económica significó un violento salto en el nivel de los precios, el que de un 193% de aumento entre enero y septiembre de 1973, llegó a un 508% entre enero y diciembre del mismo año, medido por el IPC. Esta última cifra, suministrada por los servicios económicos de la Junta, ha sido sometida justificadamente a críticas, estimándose que el aumento efectivo de los precios al consumidor durante 1973 habría sido de 1.071%. Si se considera que el aumento medido por el IPC al por mayor fue todavía más considerable (1.147%), ello configura una responsabilidad sin atenuantes de parte del régimen militar por el desencadenamiento de la hiperinflación en Chile.

La dictadura se habría fijado la meta para el año recién pasado, de un incremento en el nivel de precios al consumidor de entre un 50 y un 100%. El resultado final que reconoció fue a la postre de un 375%, mientras el banco Mundial lo estima realistamente en un 600%.

Dada la concepción acerca de los origenes y mecanismos de propagación del fenómeno inflacionario anteriormente mencionada, las autoridades económicas de la dictadura concentraron su atención sobre el sub-objetivo de frenar la expansión monetaria, la que debía ajustarse al incremento porcentual de los precios, las expectativas de inflación y el crecimiento del ingreso previsto. Cualquier exceso de oferta monetaria había de traducirse en presiones de demanda que reactivarían el proceso inflacionario. La contención de la oferta monetaria – de acuerdo a esta versión estrictamente monetaria de la inflación – había de descansar en la disminución apreciable del déficit fiscal, la restricción crediticia al sector privado y en la política cambiaria, para neutralizar los efectos inflacionarios de superavit esperado en la Balanza de Pagos.

 

Para 1974 la Junta fijó el déficit fiscal en un 22% del gasto, lo que había de significar un descenso considerable con respecto al déficit de 1973, año en que había alcanzado un 35%. A pesar de las alzas importantes de precios, el aumento global del Gasto en moneda nacional fue sólo de un 28%. Pero el esfuerzo de restricción presupuestaria no fue uniforme, los gastos en defensa y Seguridad (excluídas las remuneraciones) aumentaron en un 48% en términos reales. Los gastos en divisas destinados a defensa fueron, sin embargo, de mayor cuantía elevándose – según la Junta – a 113 millones de dólares, pasando así, de un 2% de la inversión pública y un 9% del gasto público en divisas ( promedio para 1960/70) a un 7% y 22% respectivamente. Sin embargo, según el mencionado informe del Banco Mundial, dichos gastos militares se habrían elevado a la cifra descomunal de 500 millones de dólares.

Todos estos hechos contribuyen a explicar que la meta prefijada en materia de déficit fiscal fuera sobrepasada largamente, llegándose a un 33%. Este habría sido mucho mayor de no haberse reducido considerablemente los gastos sociales y productivos del Estado. Los primeros ( salud, educación, previsión y vivienda) que había alcanzado un 36% del gasto fiscal ( promedio durante 1971/72), bajaron a un 11%. Estas cifras revelan claramente el sentido profundamente anti-social de la política fiscal. La violenta reducción ( 55% en términos reales) de los gastos productivos del estado ha tenido un efecto depresivo considerable sobre la actividad productiva general.

Estos resultados ilustran de manera resumida el abandono, por parte del estado, de su tradicional rol de agente dinamizador del sistema económico y de regulador de la distribución del ingreso, la que ha pasado a ser determinada principalmente por las fuerzas del mercado. La política fiscal, desde el punto de vista de los ingresos públicos, ha pasado a descansar en la substitución de fuentes internas de tributación por fuentes externas y en el desplazamiento de la base tributaria desde los impuestos directos hacia los impuestos indirectos ( 66,6% del total recaudado en 1970/ 73 a 81,8% en 1974). Ello, unido a la disminución de la tributación indirecta a la exportaciones, indica que el Estado se ha financiado por tributación al consumo lo que, indudablemente tiene efectos regresivos que se superponen a los producidos por la libertad de precios, los reajustes desfasados e incompletos de los salarios y la disminución del empleo.

 

La política monetaria proyectada no ha podido conseguir su objetivo central, es decir, la disminución de la expansión del circulante. Las razones básicas del fracaso ha sido el comportamiento especulativo de los sectores monopólicos y el desmesurado nivel de los gastos públicos no productivos.

El crédito del sector privado, proyectado originalmente para experimentar un incremento del 15% en términos reales, aumentó en un 14% solamente entre enero y mayo de 1974. Esta fuerte expansión del crédito al sector privado se concentró en las grandes empresas, precisamente las más favorecidas con la libertad de precios.

La incapacidad de la dictadura para cumplir los objetivos de la política monetaria en una situación de control estricto de las remuneraciones y del empleo, así como de restricción notable de los gastos sociales y productivos del estado, tiene su origen en los rasgos del modelo político y en sus determinaciones de clase. Ello se advierte en el hecho de que la política monetaria es desbordada por la expansión inaudita de los gastos improductivos en defensa y por la incapacidad a poner freno a la utilización improductiva y especulativa del excedente extraordinario por parte de la burguesía monopolista.

 

La dictadura ha manifestado sus intenciones de proseguir tenazmente la línea central de su política estabilizadora ( La reducción del déficit fiscal) ésta vez, a través de la reducción del gasto fiscal en un 30% con respecto al nivel de 1974, en términos reales. Puesto que el gasto público, aunque reducido en su nivel, genera aproximadamente un 40% del Producto Nacional Bruto (PIB), una reducción del 30% equivale a un 12% en el nivel de la actividad económica, provocando un caída del empleo y del ingreso real de los asalariados. La consiguientes disminución del consumo popular está diseñada para hacer recaer sobre los trabajadores el peso de la restricción de importaciones impuestas por la disminución de la capacidad para importar, originada en un menor retorno de exportaciones, la acumulación de pagos al exterior y la anunciada prosecusión de la carrera armamentista. Por ello, cabe esperar una ulterior reducción del rol del Estado en la economía, tanto en el proceso de empleo como de mantención del nivel de actividad. Esta reducción constituirá el eje de un severo tratamiento de choque anti-inflacionario.

En lo relativo a la inversión pública sin duda deberán ser revisados los planes ambiciosos que para 1974 consideraban la elevación de la tasa de inversión al 20% del PNB. Esta como se sabe, terminó situándose en un modesto nivel cercano al 10%.

La persistencia del desequilibrio externo obligará a seguir devaluando periódicamente y, por esta vía, alimentando las presiones inflacionarias de costos. En todo caso, la Junta deberá contar con la comprensión de las entidades financieras internacionales para renegociar su deuda externa y/o conseguir nuevos créditos si desea apegarse, con una mínima probabilidad de éxito, a su programa de estabilización.

Las perspectivas del sector externo son francamente alarmantes. Todas las estimaciones realizadas, si bien difieren en el monto del déficit en balanza de pagos resultante, coinciden en señalar que éste sería considerable, aproximadamente igual a tres veces el de 1974 y superior a la suma de los déficits de 1971 a 1973.

Contempladas diversas alternativas probables de precios y producción de cobre, del valor de las importaciones (incluídos alimentos y combustibles) considerando un nivel de consumo popular y un nivel de actividades todavía más disminuído, estimado el flujo neto de remesas al exterior (incluyendo intereses de indemnización ilegales a las compañías del cobre e ITT) y el movimiento de capitales autónomos ( que incluye al servicio de la deuda externa en diferentes condiciones de pago, nuevos créditos y entradas netas de capital extranjero) el déficit en balanza de pagos habrá de variar entre un mínimo de 771 millones de dólares y un máximo de US 1.029 millones, siendo el valor más probable a financiar de US 900 a 1.000 millones.

Estas cifras reflejan de manera sintética la dimensión abrumadora de la crisis de la economía nacional agravada, sin duda, por factores circunstanciales de origen externo ( crisis mundial, aumento de precios de petróleo y alimentos) pero, en lo esencial, producto del caracter mismo de la política económica implementada, de la irresponsabilidad criminal de sus ejecutores, de la corrupción pública y privada de los detentadores del poder y de su entreguismo al capital extranjero.

Dada la enorme magnitud del déficit y las dificultades inherentes a su financiamiento, el régimen militar se ve enfrentado claramente a la disyuntiva de disminuir el volumen de las importaciones. La alternativa de expandir el nivel de las exportaciones no cupríferas se ve obstruída por la situación aún depresiva de la economía mundial y por la no disponibilidad de capacidades adicionales en el corto plazo. Igualmente problemáticas, se presentan las posibilidades de aumentar considerablemente el endeudamiento externo que ya alcanza proporciones grotescas, alimentado por las importaciones superfluas y los ingentes gastos en armamentos.

En medio de este inmenso desastre, resaltan, como uno de los aspectos más expresivos del irrealismo de las clases y grupos dirigentes, los escúalidos resultados y perspectivas en materia de inversiones extranjeras, a pesar de los incentivos y facilidades leoninas diseñadas con tal fin.

En el contexto de la filosofía económica liberal de la Junta, reafirmada enfáticamente con motivo de la crisis ministerial que señala el comienzo de una verdadera dictadura económica, el método utilizado para producir la disminución de las importaciones, sin abandonar la libertad de comercio, habrá de consistir en sucesivas devaluaciones con sus habituales secuelas, en términos de activación de presiones y expectativas inflacionarias. Por otra parte, la adaptación violenta de la demanda global a la oferta disminuída en virtud de las menores importaciones, acarreará una caída violenta del consumo popular, del gasto público y la inversión privada, agudizando las tendencias recesivas a un grado difícil de imaginar. La combinación de aumentos del ritmo inflacionario con la estagnación de la actividad productiva agravará aún más, hasta límites intolerables, las condiciones de vida de las clases asalariadas y capas medias, acarreando simultáneamente, un deterioro adicional en la ya difícil situación de los empresarios medianos y pequeños ligados a la demanda doméstica.

Dado que, concomitantemente los empresarios monopólicos gozarán de ventajas indiscutibles en el acceso a las escasas divisas disponibles a precios especulativos, todo llama a predecir un nuevo impulso hacia la monopolización y la intensificación de las contradicciones e intereses entre las distintas fuerzas sociales que apoyaron unidas en sus inicios el golpe fascista.

 

b) La situación Política y social

Profundo impacto ha causado en la comunidad internacional la brutalidad de la represión desatada por la junta militar. Pinochet no sólo ha hecho tabla rasa de todas las tradiciones democrático-liberales de Chile, suprimiendo las libertades públicas sin excepción, sino que se ha propuesto el exterminio del pensamiento progresista mediante el asesinato en masa, la prisión o la expulsión del país de cientos de miles de compatriotas. Hasta hoy, la dictadura ha asesinado a más de 30 mil chilenos, ha arrastrado a prisión, en uno u otro momento, a más de cien mil y ha obligado al exilio a una cantidad de 150 mil personas. En su siniestra tarea no ha respetado a las mujeres y ni siquiera a los niños. Ha instaurado un sistema cada día más cruel y sofisticado de tortura, estableciendo a lo largo del país numerosos campos de concentración, aparte de las cárceles atestadas de prisioneros políticos. Durante un año y medio ha sometido a la población de las principales ciudades a las imposiciones del « estado de guerra » y del estado de sitio y del « Toque de Queda ». Ha reprimido implacablemente todo intento de expresión del pensamiento libre y ha conculcado casi toda manifestación destinada a reivindicar derechos sociales y políticos.

En su primera etapa, la represión puede caracterizarse como masiva e indiscriminada. Las ejecuciones sumarias afectaron, en muchos casos, a grupos completos de trabajadores. Otros, fueron encarcelados con el sólo fin de intimidarlos y escoger arbitrariamente a los que serían más tarde asesinados.

A medida que los mecanismos de información de la dictadura se fueron perfeccionando, que la asesoría extranjera introdujo nuevas modalidades y que la técnica represiva se modernizó, la represión adquirió un caracter más selectivo. Pero al mismo tiempo, dadas las recientes contradiccionesque han ido surgiendo entre los distintos sectores sociales y la dictadura, se hizo también más extensa, tocando ahora a capas de la población anteriormente indemnes. De este modo, la represión es hoy selectiva pero extensa. resulta de interés anotar que este proceso represivo afecta crecientemente a los sectores progresistas y aún vacilantes de la DC.

La liberación de algunas destacadas personalidades de la izquierda chilena, registradas en los últimos meses, no corresponde a una supuesta liberalización del régimen. Constituye un intento de la dictadura por reconstruir su imagen pública, debido a la presión del movimiento de solidaridad internacional, manifestado en condenas de la Asamblea General de la ONU, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, de la OEA, de la OIT, la UNESCO,

Amnistía Internacional, Cruz Roja, Consejo Mundial de Iglesias, Comisión de Investigación de los crímnes de la junta militar, Tribunal Russel II, Consejo Mundial de la Paz, Comisión Internacional de Juristas, Asociación Internacional de Juristas Democráticos; FSM, CMT, CIOLS, FMJD, UIE Y UUSI ; Internacional Socialista, Unión Interparlamentaria Mundial, Parlamento Europeo y Parlamento Latinoamericano, Buró Político de los No Alineados y, de todos los gobiernos y personalidades políticas, intelectuales y científicas progresistas del mundo. Mientras se adoptan medidas de apariencia liberalizadoras, no sólo se continúan manteniendo los campos de concentración colmados de prisioneros, sino que aumenta cada día su número.

El salvajismo de la ola represiva Ha privado a las organizaciones populares de muchos de sus mejores cuadros dirigentes, creando un clima de terror que impacta a las masas, las ha obligado a u repliegue táctico que en lo fundamental, todavía continúa.

 

La gran burguesía ligada a las empresas monopólicas nacionales e imperialistas es el principal punto de apoyo de la dictadura, así como la beneficiaria directa de su política económica. Entre ella y diversos sectores del amplísimo segmento social denominado « capas medias » surgen contradicciones que tienden a modificar la correlación de fuerzas sociales existentes al momento del golpe.

El conflicto se plantea desde los momentos inmediatamente posteriores al 11 de septiembre de 1973, cuando la Junta deja en evidencia su estrecha asociación con los grupos más retardatarios del país y desalienta la esperanza de quienes le suponían un caracter transitorio. La posterior evolución de los acontecimientos ha acentuado las pugnas interburguesas. Las políticas desarrolladas en los distintos ámbitos de la economía, empiezan a dañar, en grados distintos, a casi todos los sectores de la mediana y pequeña burguesía. Se suman a ello las discrepancias y contradicciones ideológicas entre los planteamientos y la acción de la Junta Militar y aquellos sectores con mayor adhesión a las tradiciones democráticas liberales chilenas.

La política cultural cavernaria, la orientación fascista de los medios de comunicación, el deterioro internacional de la imagen de Chile , son todos factores que alimentan las contradicciones entre el Gobierno Militar y los grupos mencionados.

La conjugación de estos distintos factores crea un clima general adverso para los diferentes sectores de profesionales, estudiantes e intelectuales. No obstante, es la pequeña burguesía comercial y propietaria la más frustrada en sus aspiraciones. Además del deterioro objetivo de su situación, los pequeños comerciantes y empresarios han debido soportar toda una campaña orquestada para trasladar sobre ellos la principal responsabilidad por el proceso inflacionario e incluso estos antagonismos se han manifestado entre las organizaciones empresariales industriales y los representativos del alto comercio. De esta manera, la Confederación de la Producción y el Comercio, máximo organismo de la burguesía mediana y grande - unidas hasta este momento – se ve amenazada por la ruptura, reflejando los efectos diferentes que en cada sector empresarial tiene la política económica de la Junta.

La modificación del sistema impositivo dió la oportunidad de comprobar el grado de deterioro de las relaciones entre los pequeños comerciantes y la dictadura, la que amenazó con la prisión a sus dirigentes, otrora los principales instigadores del golpe fascista.

Indiscutiblemente estos conflictos y contradicciones deben inscribirse dentro de la situación general del país producida por una gestión inspirada en intereses substancialmente ajenos a los de los pequeños industriales e intermediarios.

Frente a los profundos efectos de la crisis dichos sectores presentan una gran vulnerabilidad. Su clientela está constituída fundamentalmente por familias de ingresos medios y bajos, que han sido el blanco principal de la política económica restrictiva. Por otra parte, los proveedores de mercancías o insumos son generalmente los grandes monopolios, capaces de condicionar las ventas, determinar los precios, imponer exigencias en las formas de pago y, en fin, establecer requerimientos tales para el abstecimiento, que terminan por transformar a los pequeños y medianos empresarios en meros recaudadores de sus ganancias.

Sujetos a tales restricciones, estos grupos, carentes del capital de trabajo necesario para hacer frente a una reducción en el nivel de las ventas y a la continua alza en los precios de los productos que deben adquirir, se ven avocados a una situación crítica. El problema se agrava debido a las severas restricciones crediticias establecidas por la junta Militar. En estas circunstancias, las pugnas entre pequeños y grandes empresarios se tornan practicamente inevitables.

A lo anterior es preciso agregar las contradicciones, más bien secundarizadas, entre los sectores empresariales medios y grandes, traducidas en declaraciones abiertamente opositoras a la política económica de dirigentes de los organismos representativos de la mediana industria.

Por su parte, la pequeña burguesía funcionaria, adherida a los apartos de la administración Pública, sufre al igual que el resto de los trabajadores, las consecuencias de la política estabilizadora de la junta. El alza desenfrenada de los precios y los reajustes parciales se traducen en un deterioro permanente de su poder de compra real. Al mismo tiempo, se redimensiona el sector público, se disminuyen sus gastos y se lanza a la cesantía a un numeroso contingente de funcionarios.

Finalmente, los campesinos son afectados por una brutal represión cuyas dimensiones exactas aún se desconocen. Las medidas destinadas a destruir la reforma agraria del Gobierno Popular los golpea duramente. Durante los primeros ocho meses de su gobierno, la Junta había restituído un millon y medio de hectáreas de tierras de primera calidad a sus antiguos propietarios, en tanto que, durante los 16 primeros meses, sólo se entregaron 150 mil hás de tierras semi-desérticas a 391 familias campesinas. Tal estado de cosas impulsó a la Unión Nacional de Organizaciones Sindicales Campesinas a plantear su malestar por la situación existente en el campo y para denunciar la existencia de 3.501 predios en litigio y las irregularidades cometidas en la devolución de tierras.

 

El PDC en forma practicamente unánime, adoptó una posición durísima frente al Gobierno Popular, contribuyendo a crear las condiciones propicias al golpe fascista. Sectores de ese Partido fueron más lejos aún participando directamente en la programación y ejecución del golpe y prestándose, más tarde, para asumir tareas de gobierno. No obstante, al cabo de pocas horas del asesinato del Presidente Allende, comienzan a manifestarse al interior de la DC contradicciones que tenderán con el tiempo a agudizarse. El único elemento en que los DC siguen coincidiendo hasta hoy es en su crítica a la UP y en responsabilizar al gobierno de Allende del desenlace ocurrido, posiblemente con el objeto de minimizar su propia participación en la creación de condiciones políticas que dieran luz verde a la entronización de la tiranía. Pero incluso este elemento ha tendido a debilitarse este último tiempo, manifestándose un mayor sentido autocrítico y grandes diferencias de énfasis.

La agudización de las contradicciones señaladas tienen su origen en la diversidad y antagonismo objetivo de los intereses existentes al interior de la DC. Aunque su rol histórico haya sido esencialmente el de representar un compromiso entre los intereses imperialistas y monopólico-burgueses y amplios sectores medios y sub-proletarios, le es imposible superar las divergencias que surgen de una base tan diversa como el espectro social del país.

Las condiciones actuales la enfrentan a una situación crítica. El fascismo, al provocar un proceso de pauperización de los sectores medios, tiende a polarizar la sociedad chilena, limitando el campo de acción para el centrismo pequeño burgués. En estas circunstancias las mediaciones ideológicas se debilitan y las contradiciones en el plano de los intereses de clases y de grupos tienden a trasladarse más abiertamente al plano de las definiciones políticas. Ello asume la forma de un cuestionamiento creciente del liderazgo pro-burgués y pro-imperialista y la búsqueda de expresiones y actitudes partidarias que interpreten más fielmente a sus sectores mayoritarios, golpeados por la política de la Junta. Por otra parte la DC ha sido privada de varios de los instrumentos esenciales a la actividad política de un partido de su naturaleza. No dispone de un manejo suficiente de medios de comunicación de masas, ni tiene acceso a los mandos medios y bajos del aparato estatal. carece, en consecuencia, de dos de los elementos básicos para nuclear y cohesionar sus filas. Además, al intentar plantearse como una alternativa de conducción política para el país, acentúa las contradicciones con la Junta Militar. Si avanza más en este enfrentamiento corre el riesgo de la represión a la que no está en condiciones de resistir activamente sin someter a una dura prueba – tal vez de consecuencis irreparables – la ya difícil cohesión interna. Si soslaya el enfrentamiento, aquellos sectores de su base cuyos intereses han sido impactados con más violencia por la dictadura, amenazan con dispersarse o iniciar movimientos utónomos.

Dentro de este cuadro tan complejo, las actitudes adoptadas por el fascismo frente a la DC han ido repercutiendo, dialécticamente, en su situación interna.

Esta se verá, sin duda, afectada por la ofensiva dirigida en las últimas semanas por la Junta contra la DC. Ella ha coincidido con la reanimación en los círculos gobernantes de la idea de estructurar un movimiento civil de apoyo.

Manifestaciones de esta ofensiva han sido la expulsión del destacado freísta Andrés Zaldivar, de la presidencia del SINAP, la exoneración del alcalde de Concepción, Alfonso Urrejola, militante DC, la dimisión del director de Presupuesto al negarse a renunciar a la DC, el arresto domiciliario del General ® Mahn por mantener contactos políticos con un partido en receso. La destrucción de los pliegos ya umpresos de un libro del periodista DC Claudio Orrego no obstante

sus conocidas posiciones reaccionarias, la suspensión por 10 días de las transmisiones de Radio Balmaceda y la amenaza del Ministro del Trabajo a los sindicalistas de « un partido en receso que tratan de sabotear la política laboral de la Junta ». La acción no sólo afecta a los sectores freístas, sino, también al otro extremo del abanico DC, transformando a Radomiro Tomic en blanco de violentos ataques. Histéricamente, Leigh lo ha acusado de mantener una actitud «innoble, descabellada y anti-patriótica » y lo ha amenazado con quitarle la nacionalidad. Paralelamente la prensa controlada por la dictadura lo califica a él y a la izquierda de su Partido como « desconformados cerebrales».

Todos estos acontecimientos parecieran apuntar hacia una definición por parte de la dictadura para provocar la desarticulación definitiva de la DC como fuerza organizada, o cuando menos para intentar su neutralización y debilitamiento. Seguramente, éste se estima como una condición previa a la posibilidad de estructurar un movimiento de apoyo civil, llamado a captar parte importante de la base DC.

Hasta la fecha, los militares dispusieron del respaldo prestado por el oficialismo DC sobre la base de combinar el diálogo, la negociación y la amenaza porque, de alguna manera, ello les permitía controlar indirectamente a todo el Partido y forzar, incluso a sus sectores más recalcitrantes, a un entendimiento con la disctadura. En el momento actual, dicha fórmula parece haber perdido valor en la medida en que las tendencias a la conformación del mencionado movimiento cívico de apoyo han ido ganando terreno dentro de la cúpula militar. Las nuevas condiciones podrían por lo tanto, generar en los próximos meses importantes definiciones.

 

La Iglesia católica tiene más importancia como núcleo aglutinante de los sectores cristianos. En su seno se han distinguido diversas corrientes, desde la más decidida oposición al régimen fascista hasta las actitudes obsecuentes y reaccionarias. Estas tendencias se han visto agudamente enfrentadas por el carácter dramático que asume la evolución de la sociedad chilena bajo la bota de la tiranía. Es preciso destacar, sin embargo, que ella no ha escapado a la represión, siendo numerosos los casos de sacerdotes que por permanecer al lado de su pueblo en estas largas horas de agonía han sido asesinados o arrastrados a las cárceles para someterlos a infamantes torturas y vejaciones.

Desde el punto de vista institucional, la posición de la Iglesia se ha expresado a través del Cardenal y de la Conferencia Episcopal. La línea adoptada por esta jerarquía frente a la dictadura ha sido más bien vacilante y no carente de contradicciones. Inicialmente, el Cardenal evitó emitir cualquier pronunciamiento y adoptó una actitud fundamentalmente orientada al desarrollo discreto de actividades con fines humanitarios. Rompió esta línea, con posterioridad, a través de diversas declaraciones formuladas en el exterior, destinadas, de alguna manera, a aminorar la imagen represiva que existía respecto de la Junta Militar.

Hoy, por el contrario, se manifiestan indicios inquietantes contenidos en declaraciones atribuídas recientemente a Monseñor Carlos Camus, Secretario de la Conferencia Episcopal, quién habría expresado que « el clima de terror que supuestamente había en Chile en 1974 ha desaparecido en parte », formulando al mismo tiempo un llamado a « poner fin a las acciones de bloqueo económico internacional contra la Junta ».

A pesar de ello, es justo dejar constancia de la trascendental tarea realizada por la alta jerarquía en relación a los derechos humanos, tarea para la cual obtuvo incluso apoyo del Vaticano. Particularmente importante ha sido la contribución prestada por la Iglesia a miles de compañeras y compañeros que han sido víctimas del aparato represivo, a través del Comité de Cooperación por la Paz en Chile, constituído conjuntamente con los representantes de las iglesias protestantes y Judía. Lamentablemente la ardua y valerosa tarea realizada por el Arzobispo Fernando Aristía en ésta organización le significó ser trasladado a cumplir funciones sacerdotales a la ciudad de Copiapó.

La Santa Sede, por su parte, ha demostrado comprensión hacia el drama que enfrenta el pueblo chileno. Antes de haberse cumplido un mes desde la instalación de la dictadura, el Papa denunció ante la conciencia internacional las graves arbitrariedades y violaciones a los derechos humanos que se estaban cometiendo en nuestro país y existen diversos indicios de que ha seguido con cierta atención los sucesos posteriores. La audiencia privada que concedió a las compañeras Hortensia de Allende e Isabel Allende, a comienzos de este año, constituyó un hecho de amplias repercusiones en la opinión pública nacional e internacional.

 

En el transcurso de 18 meses de dictadura, se han observado contradicciones, dicrepancias y pugnas en las FF.AA. A las criminales acciones represivas llevadas a cabo entre sus propias filas desde antes del golpe y, durante los días 10 y 11 de septiembre de 1973, se han seguido continuas reestructuraciones, desplazamientos y purgas. Un alto porcentaje de los oficiales superiores han sido llamados a retiro en las tres ramas y en carabineros. En el Ejército, de los 26 generales en servicio activo el 11 de septiembre de 1973, se mantiene sólo un número disminuído.

Las declaraciones iniciales acerca de una eventual rotación de la jefatura de la junta entre los representantes de las distintas armas se ha desvanecido. En una primera etapa, Pinochet se estabiliza en la jefatura, define las funciones del colectivo y delega tareas de supervisión en los otros tres miembros de la Junta. En una segunda etapa se autodeclara Presidente de la República, debilita las atribuciones colectivas y más recientemente, despoja a Merino de sus responsabilidades en el sector económico, traspasándolas al civil Jorge Cauas.

Por una parte, Pinochet parece consolidar su absoluto control del Ejército. Por la otra, reafirma la supremacía de éste sobre las restantes ramas. Síntomas inequívocos de fisuras y pugnas internas se han manifestado tambión en la represión contínua de los elementos que sostenían posiciones constitucionalistas, por temor a cuya influencia la Junta Militar dispuso el asesinato del general Carlos Prats, los contínuos desplazamientos de mando, las diferencias entre representantes del gobierno que en algunas oportunidades han señalado personeros de la Iglesia Católica, las pugnas, las pugnas que culminan en « accidentes » como el de Bonilla, la reticencia , el temor, la decepción y el agobio que se expresa entre los militares constituyen otros tantos síntomas de esas disidencias. Estas se manifiestan aún en las actitudes de solidaridad y colaboración presentada a los prisioneros y representantes de la izquierda por personal de la tropa, suboficiales y hasta oficiales.

A pesar de todo, cabe señalar que las FF AA mantienen hasta ahora plena cohesión institucional en su respaldo a la dictadura.

 

La mayoría de los chilenos y muy especialmente su clase trabajadora, se encuentran sometidos a una dictadura cuya brutalidad no tiene precedente en América Latina, no obstante el negro y nutrido prontuario que exhiben los regímenes dictatoriales en nuestro continente.

A pesar de ello, ya entre noviembre y diciembre de 1973 tuvieron lugar los primeros movimientos de protesta de los trabajadores y las huelgas en el metro de Santiago, en las minas de carbón de Lota, en el salitre y en Chilectra, entre otras. A pesar de haber sido ferozmente reprimidas, abrieron paso a acciones posteriores, tales como paros y conflictos producidos en diversas secciones de El Teniente, El Salvador y Chuquicamata, de Sumar, Deyco, Caupolicán, Chiguayante, Fensa, Mineral Algarrobo, Calzados Royle y otros que, sólo en los seis primeros meses de la dictadura, superaron la cincuentena. Dichos movimientos han sido valerosamente sostenidos por los trabajadores como única forma de enfrentarse a los despidos masivos, al incumplimiento de los contratos de trabajo, a los salarios de hambre y en fin, a la supresión de casi todas las conquistas logradas después de largos años de esfuerzo y sacrificio. En este tipo de lucha reivindicativa han participado incluso sectores de trabajadores cuyas direcciones sindicales mantuvieron una actitud opositora al Gobierno Popular. Tal es el caso de las declaraciones efectuadas por los sindicatos de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones en el mes de diciembre último.

Las organizaciones populares han iniciado la lucha contra la tiranía en todos los frentes. Desde comienzos de 1974 se inició la organización de pequeños actos de sabotaje de maquinarias y repuestos, de incendio de fábricas y fundos, circulaaión de propaganda clandestina, aunque todo de manera aislada y en pequeña escala. Las amenazadoras palabras proferidas por Pinochet hace pocos días en Chuquicamata en contra de « los que traen propaganda y la andan repartiendo » entre los trabajadores, así como la preocupación exteriorizada por Mendoza « ante la agitación campesina » hablan claramente de que el pueblo chileno no se ha dejado doblegar por el terror fascista. En vísperas del primero de mayo, nuestra clase trabajadora se apresta a celebrar su día desafiando la represión y el soplonaje por segundo año consecutivo. El anterior se expresó a través de la repartición de volantes y de múltiples reuniones clandestinas.

Muchas de las organizaciones sindicales existentes en el momento del golpe se encuentran ilegalizadas y la Junta ha procurado desmantelarlas impidiendo su funcionamiento. Ha intentado, también, imponer para ellas una nueva estructura de tipo facistoide contenida en el Estatuto Social de la Empresa, cuya aprobación se ha visto obligada a retrasar ante la absoluta indiferencia de los trabajadores. Se apresta, además, a someter a revisión todo el conjunto de normas contenidas en el Código del Trabajo. A pesar de las burdas tergiversaciones contenidas en las cifras proporcionadas por las autoridades de la dictadura, es posible concluir que, aproximadamente, el 75% de las organizaciones sindiciales existentes al 11 de septiembre de 1973 han sido puestas fuera de la ley. Tan sólo en la provincia de Santiago se canceló la personalidad jurídica a 719 sindiciatos industriales y a 570 sindicatos profesionales, sin contar el elevado número de sindicatos campesinos ilegalizados en la misma provincia. La Confederación de Trabajadores del Cobre, la Confederación de Empleados Particulares y la Unión de Organizaciones Sindicales Campesinas, controladas éstas por los demócratas cristianos, se cuentan dentro del reducido número de las organizaciones sindicales más importantes que lograron sobrevivir a la violenta represión sindical, aunque la mayor parte de los dirigentes elegidos por las bases han sido reemplazados por los elementos incondicionales de la dictadura. La Central Unica de Trabajadores, disuelta por la Junta Militar, se reorganiza en la clandestinidad. En ella, y en general en el movimiento sindical, la presencia socialista sigue siendo cuantitativa y cualitativamente importante.

Los partidos de izquierda avanzan en su reestructuración. Todos ellos en mayor o menor grado muestran su presencia en el interior del país y en las masas. Las actividades de la etapa se definen esencialmente como de reorganización y propaganda y de estructuración de un frente político más amplio que la propia Unidad Popular.

La izquierda en su conjunto, aún no afina, sin embargo, una definición más precisa del caracter de la actual etapa, de la alternativa que plantea y de la vía y formas de lucha para alcanzarla. la represión dificulta, sin duda, éstas y las próximas tareas. En nuestro caso, pese a los esfuerzos que realizan los heroicos miembros de la dirección en el interior del país, no ha sido posible imponer una coordinación central absoluta ni hacer llegar a toda nuestra militancia las orientaciones precisas que las condiciones rquieren.

En síntesis, se ha registrado un evidente progreso en el estado de ánimo de las masas y en la reconstrucción del movimiento popular, aunque él es aún muy insuficiente.

 

Precisamente en los días en que se escribe este informe se ha producido un cambio significativo en el gabinete de la dictadura. La recomposición ministerial es una expresiónn de los factores críticos que hemos anotado más arriba. Representa un cambio forzado por la erosión de sus propias fuerzas y el aislamiento internacional a que se ve sometida. Pero, por otra parte, demuestra cómo la Junta posee todavía una significativa capacidad de maniobra que le permite, transitoriamente, por cierto, aliviar las tensiones que se producen en el interior de su propio campo.

La solución de su crisis ministerial significa un retiro parcial de las Fuerzas Armadas de la dirección económica. Jorge Cauas, un civil demócrata cristriano del sector freísta, expulsado de acuerdo a las declaraciones de la dirección de su partido, ha sido provisto de las más amplias atribucuiones para enfrentar la crisis económica que él mismo contribuyó a desarrollar, desde su anterior cargo de Ministro de Hacienda. Las FF. AA. declinan así, o más bien, pretenden declinar, la responsabilidad ulterior por la gravísima situación económica en que han sumido al país.

El ascenso de Cauas formaliza la entrega de la dirección económica a los sectores más reaccionarios del imperialismo norteamericano. Declarado discípulo de las concepciones sustentadas, como doctrina, por el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, Cauas somete su línea de acción a la dirección de Arnold Harberger y Milton Friedman, ambos profesores de dicho centro académico, quienes viajaron recientemente a Chile. Milton Friedman es, reconocidamente el más reaccionario de los economistas norteamericanos. Asesoró a Harry Goldwater, candidato presidencial de la extrema derecha norteamericana en las elecciones de 1968. Posteriormente, se incorporó a tareas de asesoría durante el gobierno de Nixon, siendo en consecuencia, directo respèonsable de los graves errores de dicha administración en materia de política económica.

El nuevo gabinete, resultado de la catastrófica situación económica del país inagura una nueva etapa de la política económica Friedman-Cauas, caracterizada por la aplicación, todavía más dura y persisitente, de los criterios e instrumentos que se utilizaron hasta ahora. La doctrina de chicago confía ciegamente en las fuerzas del mercado y rechaza toda intervención estatal que pueda introducir lo que ella llama, califica como « distorsiones arbitrarias ». Su meta es garantizar el equilibrio de las cuentas financieras de un país, por lo que concentra su acción en la preservación del equilibrio presupuestario, en la restricción crediticia y en el control absoluto de la emisión monetaria. Las variables económicas cuyo comportamiento afecta más directamente a la población, tales como el desempleo y la producción de bienes de consumo, se subordinan a los desequilibrios financieros mencionados, dándose por establecido que en el largo plazo, las fuerzas intocables del mercado resolverán los problemas reales.

Para Chile, la continuación de la política Friedman-Cauas representará una más grande contracción de los sectores productivos, un aumento mayor aún del desempleo y el deterioro acelarado de los salarios reales. Además por lo errado de sus concepciones relativas al origen de la inflación chilena, dicha política está destinada a fracasar en su afán de controlarla definitivamente.

Causa está estrechamente vinculado a los sectores confesionales más reaccionarios, a grupos económicos monopólicos y al imperialismo norteamericano. Su carrera al servicio de éste último se inció durante el gobierno de Frei, en el que ocupó el cargo de Vice-Presidente del Banco Central. Pasó posteriormente a desempeñarse como jefe de Estudios del banco Mundial. Es, por lo tanto, un hombre que satisface a los sectores de derecha de los EE.UU, al Partido Nacional y a los grupos más reaccionarios de la DC y de la Iglesia Católica chilena.

Al mismo tiempo que realiza este cambio, Pinochet trata de mejorar su posición internacional, especialmente deteriorada después de su fracaso en la renegociación de la deuda externa. Con ello no logra impedir que Kissinger suspenda nuevamente su visita a Chile hecho que habrá que evaluar cuando se disponga de mayores antecedentes. Es evidente que la dictadura busca un disfraz internacional e incorpora a un grupo de civiles a la dirección del gobierno para conformar una nueva imagen. Las maniobras de Pinochet requieren toda nuestra capacidad para adaptarnos a cada circunstancia nueva, pero no deben hacer olvidar que no modifican ni el carácter de la sociedad chilena ni el de nuestro enemigo principal.

 

En síntesis, en el transcurso del año y medio la dictadura ha sumergido a Chile en la más profunda crisis económica que ha conocido su historia, sin otra perspectiva para encararla que la de descargar su peso, todavía más intensamente, sobre los trabajadores y las propias capas medias que contribuyeron a la creación de condiciones favorables para el golpe. En tales condiciones, las contradicciones interburguesas se han venido manifestando de manera cada vez más acusada dentro de las reducidas bases de apoyo a la dictadura, llegando hasta la polémica abierta entre algunos de sus personeros.

En el plano externo, la dictadura ha situado a Chile en condiciones de extremo aislamiento internacional. Hechos culminantes en este proceso de extraordinario impacto en la opinión pública nacional han sido la condena de la dictadura en N.U. por 90 votos contra 7, la ruptura de relaciones diplomáticas acordada por el gobierno de Méjico y la reciente negativa de una mayoría de países para discutir la renegociación de la deuda externa chilena en el Club de Paris. Hasta el propio imperialismo norteamericano mentor y sostenedor de la camarilla fascista, adopta sus precauciones.

Se abstiene en la votación de N.U. y su Congreso escatima la ayuda militar y económica a la dictadura. No obstante, es aconsejable no alimentar sobre estas bases conclusiones erróneas. Es políticamente peligroso desconocer o restar importancia a hechos como los mencionados, pero lo es también otorgarles un alcance que deforme su contenido objetivo.

Las fisuras políticas que provoca en su propio campo la dominación de la burguesía monopólica y el imperialismo debilitan a la dictadura y constituyen un factor favorable para aumentar las fuerzas que luchen por impedir la consolidación del fascismo. Lo mismo ocurre con el aislamiento internacional, que por lo demás parece haber alcanzado su punto máximo y que la dictadura pretende disminuir.

Pero ni las contradicciones internas, ni con la crisis económica, ni el aislamiento internacional, bastan por si mismos para provocar su derrocamiento. La táctica de nuestra lucha no puede descansar en las contradicciones interburguesas. esto equivaldría a ceder la iniciativa de las fuerzas revolucionarias, restringiendo su expresión resuelta y comprometiendo su unidad. En nuestro concepto, las expectativas de una renovación democrática de la dictadura constituyen una ilusión que sólo podrían realizarse sobre la base inalcanzables de la destrucción o resignación de las fuerzas revolucionarias. Contra una y otra pretensión se alzará implacablemente el Partido Socialista. En definitiva, sólo el desarrollo y fortalecimiento material de dichas fuerzas revolucionarias podrían forzar un intento de renovación democrática del régimen, pero, en tal caso precisamente para crear nuevas condiciones más propicias a la materialización de los objetivos revolucionarios.

El cúmulo innegable de contradicciones que arrastra la dictadura, tampoco puede alentar una táctica que vea en la relativa debilidad del enemigo la expresión de nuestra propia fuerza, todavía hoy considerablemente debilitada por la represeión.

No basta con querer luchar, hay que saber hacerlo.

 

El análisis de la coyuntura internacional y de la situación económica, social y política de Chile, constituye la base indispensable para establecer la línea política del Partido y precisar nuestras tareas.

Sobre el fundamento que conforman los antecedentes considerados hasta ahora, corresponde, por lo tanto, entrar a considerar las cuestiones estratégicas y tácticas que revisten mayor importancia para la definición de nuestro quehacer futuro.

 

No es la voluntad de los individuos o grupos la que define el carácter de la revolución, sino las características objetivas de la sociedad que se quiere transformar. Definir el caracter de la revolución chilena no equivale, por lo tanto, a expresar un deseo o formular una consigna, sino a extraer una conclusión del análisis científico de nuestra sociedad.

En Chile, el capitalismo ha desarrollado hasta alcanzar grados elevados de concentración monopólica y dependencia del capital imperialista en los sectores más dinámicos de la economía. Este sistema de producción surge combinado con el retraso que paralelamente subsiste en el resto de la economía. Tal desarrollo, en la interrelación con el capitalismo mundial, convierte el sistema económico nacional en una prolongación subsidiaria del sistema imperialista.

Estas condiciones imponen una transformación del sistema, necesariamente sobre la base de formas socialistas de producción y cambio,único camino para superar el retraso impuesto por la estructura actual. Por las mismas razones, la contradicción fundamental existente en la sociedad chilena es entre el proletariado y sus aliados naturales, por un lado, y el imperialismo y la burguesía por el otro. Las contradicciones existentes entre fracciones de la burguesía deben ser aprovechadas, no obstante, ellas tienen evidentemente un caracter secundario.

El golpe dado por las fuerzas fascistas no ha modificado el carácter del sistema económico chileno. Por el contrario, al representar la dictadura militar fascista los intereses de la alta burguesía y del imperialismo, ha puesto en evidencia con mayor fuerza su naturaleza. Son estos elementos objetivos los que determinan el caracter socialista de la revolución chilena.

El objetivo de la revolución chilena, en consecuencia, sigue siendo el socialismo, vale decir, la toma del poder por los partidos de la clase obrera y sus aliados, para destruir el capitalismo y su superestructura jurídico-política e ideológica y construir una sociedad socialista, con sus correspondientes formas de poder y de conciencia social.

 

El golpe de estado fascista ha abierto una fase distinta en la situación social y política del país. El fascismo ha significado, como en todas partes, la liquidación violenta de las instituciones democrático-burguesas ; el intento de suprimir por la fuerza a los partidos revolucionarios ; la decisión de aplastar el movimiento sindical y de impedir toda actividad política o de crítica al régimen vigente, amparado en una nueva legitimidad que coloca al desnudo su violenta naturaleza de clase. Tal carácter de la contrarevolución, que ha liquidado todas las formas de relaciones sociales democático-burguesas, ha conducido a un retroceso profundo a las fuerzas populares y, en consecuencia, al cambio radical de las condiciones de lucha y de las formas de acción a que se debe recurrir.

El objetivo principal inmediato para el movimiento revolucionario en estas condiciones es pues, el derrocamiento de la dictadura fascista.

La consecución de este propósito es condición necesaria, pero no suficiente para la continuidad del proceso revolucionario. parece así, la derrota del fascismo como el objetivo parcial de esta fase de la lucha de clases, en relación con la meta estratégica de instaurar el socialismo. ero la dictadura fascista no sólo entra en contradicción con la clase obrera y sus objetivos históricos, sino que oprime en diversas formas a vastos sectores de las capas medias, acentúa la explotación del subproletariado y lesiona los intereses de sectores de la burguesía pequeña y mediana. Crea pues, las condiciones, para que en torno al objetivo de la derrota del fascismo, y alrededor de la clase obrera y sus organizaciones, se constituya una amplia y fuerte conjunción de fuerzas representativas de la mayoría de los chilenos.

La línea divisoria entre el pueblo y sus enemigos ya no es la misma que ayer. Hoy esa línea divisoria separa a los usurpadores del gobierno, a los que lo instigaron, lo justifican y colaboran con ellos, de todos los que sufren las consecuencias de su política reaccionaria, criminal y anti-patriótica.

A nosotros nos corresponde ofrecer un cauce de lucha a la mayoría que se opone a la dictadura, hasta producir su derrocamiento. Esto constituye nuestro objetivo inmediato y principal.

La gravedad y amplitud de la crisis interna provocada por la política de la Junta y su evidente aislamiento internacional conforman un conjunto de condiciones objetivas claramente favorables para emprender una acción orgánica y política eficaz para lograr su derrumbabiento. Sin embargo, el retraso que se observa en las condiciones subjetivas, impone al Partido y a la izquierda en general, la tarea de concentrar sus esfuerzos en mejorar las condiciones sustancialmente, creando los instrumentos capaces de aprovechar y canalizar el descontento popular y la extraordinaria capacidad de lucha de nuestro pueblo. Ofrecer una alternativa popular a las grandes masas significa construir un frente unitario claro y definido en sus objetivos, que entregue una perspectiva y las tareas movilizadoras que eleven la lucha, desde su actual posición de reflujo a la consumación de su objetivo principal inmediato.

En estas condiciones el desarrollo consecuente del proceso revolucionario depende antes que nada, de nuestra capacidad para alcanzar este propósito y para desarrollar nuestras propias fuerzas en el transcurso de la lucha y mantener claridad y consecuencia sobre nuestras perspectivas estratégicas.

 

La política de alianza de la clase obrera debe materializarse en la constitución de un frente antifascista. Su objetivo básico es derrocar la dictadura. Considerando además, las actuales condiciones de nuestro país en que las instituciones tradicionales del Estado, en especial las FF AA, se despojaron de su apriencia legalista y democrática y pusieron al desnudo su carácter de clase – el Frente debe plantear una lucha abierta por una nueva institucionalidad democráticopopular que haga imposible el renacimiento del fascismo y erradique sus gérmenes de todo el cuerpo social, a la vez que constituya el marco adecuado para retomar el curso socialista de la revolución chilena.

Las nuevas formas de poder, en la medida que impidan por la fuerza el renacimiento del fascismo y reemplacen las instituciones que los sostienen, significa el establecimiento de una democracia revolucionaria.

Esta nueva institucionalidad debe asegurar el control efectivo de la dirección del Estado por parte de la mayoría del pueblo. Será necesario destruir las instituciones que el fascismo ha desarrollado y, sobre todo, convertir a las FF. AA. y policiales en instrumentos del pueblo. Sólo esta transformación garantizará en último término, el caracter genuinamente democrático de la nueva institucionalidad. De esta manera, en las nuevas condiciones del proceso chileno, la lucha por el socialismo pasa por la radicalización de la lucha antifascista, destinada a derrocar la dictadura y destruir las bases del poder que sirvieran de soporte a la contrarevolución y que aparecen ahora ante el pueblo, claramente comprometidas con el fascismo, y por lo tanto, suceptibles de ser atacadas y destruídas.

El desarrollo de los organismos de la clase obrera y su afianzamiento cada vez mayor en el seno de las masas, la movilización crecientes de éstas, su organización y unidad, deben conducir a la culminación de estos objetivos. En suma, depende de nuestra capacidad para implementar esa unidad, de su organicidad y del desarrollo de la conciencia revolucionaria de la clase obrera y sus aliados el que la lucha antifascista no se detenga a medio camino. En todo caso el avance del proceso que conduce a la derrota de la dictadura fascista genera a la vez las condiciones para su evolución irreversible hacia la instauración del socialismo. El Partido debe luchar y luchará porque la clase obrera sea la fuerza dinámica y conductora del frente, a fin de asegurar el más rápido tránsito hacia la sociedad socialista, única forma de resolver la profunda crisis nacional.

Acceder a estos propósitos depende fundamentalmente de nosotros, de la corrección de nuestra línea política, de la eficacia de nuestra organización, de la responsabilidad y disciplina de nuestros militantes, de nuestra capacidad para vincularnos realmente con las masas y percibir sus aspiraciones y formular oportunamente las tareas y consignas movilizadoras que las interpreten.

 

La unidad de la clase obrera es esencial para asegurar la hegemonía en el Frente Antifascista. Fue ayer y continúa siendo hoy, la piedra angular sobre la cual descansa todo el extraordinario desarrollo del movimiento popular chileno y del proceso revolucionario.

La unidad de la clase obrera exige en Chile la unidad socialista-comunista.

Una de las formas fundamentales para asegurar el rápido tránsito al socialismo es precisamente, el fortalecimiento de esta unidad. Para lograr este objetivo se precisa un entendimiento a niveles cualitativamente superiores entre los Partidos Socialista y Comunista. Los socialistas venimos luchando por su consecución desde nuestro Congreso de Unidad en 1957. Triunfamos en 1970 porque el grado de conciencia alcanzado fue suficientemente grande como para enfrentar con éxito la inmensa tarea propuesta. Fuimos, en cambio, derrotados en 1973 por carecer del nivel de entendimiento necesario e indispensable para enfrentar el gigantesco poderío de nuestros enemigos. Faltó coincidencia en las concepciones tácticas pero muy especialmente en las estratégicas. Esta debilidad se manifestó reiteradamente en la ausencia de una dirección política única, factor que contribuyó en forma decisiva a nuestra incapacidad para defender, al modo leninista, las posiciones alcanzadas.

La conducción única del proceso revolucionario debe asegurar la unidad de la clase obrera. Sólo en torno a ella puede construirse un sólido frente antifascista. Como hemos expresado, la unidad socialista-comunista debe profundizarse y elevarse a niveles cualitativamente superiores, imponiéndonos ambos exigencias aún más rigurosas.

Nuestro Partido piensa que para lograr estos propósitos es necesario cumplir con las siguientes bases :

1-Lograr una mayor y más amplia área de consenso tanto en las concepciones estratégicas como tácticas. Para ello es necesario, evitando todo equivocado espíritu conciliatorio, realizar un debate ideológico serio y extenso con vistas a lograr compenetrarnos profundamente de nuestras respectivas posiciones, disipar viejas desconfianzas, enriquecer nuestro acervo ideológico, corregir colectiva y fraternalmente, lo errores y desviaciones, construir una gran voluntad unitaria revolucionaria y socialista. Sólo de esa manera será posible convenir una política única, condición indispensable para construir una sóla dirección de los destacamentos revolucionarios.

Como forma práctica de llevar adelante estos propósitos debemos convenir un sistema de reuniones de trabajo conjunto de caracter períodico a nivel de las direcciones superiores.

2-Desterrar prácticas sectarias y divisionistas que anteponen los intereses partidarios a los superiores intereses de la revolución. Ninguno de los dos partidos puede sentirse único depositario de la verdad y cuando el otro no coincida, descalificar sus posiciones y atribuir sus decisiones a propósitos inconfesados.

Se hace necesario también, desterrar el perjudicial método de trabajo de promover sólo aquellas actividades que un partido tiene capacidad para controlar, oponiéndose o limitando las que escapan a esa posibilidad. Los socialistas somos partidarios de apoyar todas las iniciativas que tiendan a debilitar y aislar a la junta militar, aunque no se hayan originado en nosotros. Nuestros partidos deben luchar resueltamente en contra del sectarismo, poniendo término a la práctica negativa de asignar responsabilidades atendiendo exclusivamente a la militancia de los cuadros designados.

Deben ser los hombres o equipos más eficientes o idóneos los que ejecuten los trabajos en cada sector de la actividad, velándose, sin embargo, porque lo hagan bajo una línea correcta y una orientación justa.

3- Desarrollar un mutuo respeto a la identidad histórica de cada uno de los dos partidos, a sus gloriosas tradiciones de lucha y sus aportes valiosos y diferenciados a la causa y a las ideas revolucionarias.

Asimismo debemos erradicar de nuestras relaciones toda pretensión hegemónica expresada en un afán de imponer posiciones, ya sea, sin una discusión abierta y franca, destinada a lograr la reflexión y el convencimiento, ya sea mediante métodos administrativos o burocráticos.

4- Reconocer la necesidad de impulsar un reordenamiento orgánico de la izquierda, desarrollando la convergencia de concepciones políticas básicas que en un proceso de maduración permitan su confluencia en un número menor de partidos.

 

Nuestro Partido valoriza profundamente la decisiva participación que en la histórica victoria de 1970 y en las tareas posteriores, correspondió a las otras fuerzas políticas que concurrieron a integrar la UP : PC, PR, MAPU, MAPU-OC, IC. Su Aporte hoy es incluso más decisivo que ayer.

Por ello somos resueltos partidarios de fortalecer y elevar a un nuevo estadio esta coalición política.

Será una UP sólidamente establecida a todos sus niveles, cuya fuerza vital esté en la constitución de miles de comités de base, la que dará mayor impulso y organicidad a la resistencia contra la dictadura.

La creación del Frente Antifascista pasa necesariamnente por la unidad de los partidos y movimientos que componen la izquierda. Esta es el eje aglutinador ; sin él, las demás fuerzas o sectores que pudieran sumarse consecuentemente al combate contra la dictadura fascista carecerán de razones reales para constituir un frente común de lucha, o bien buscarán organizar frentes parciales y excluyentes.

Mientras no exista una verdadera unidad entre las fuerzas revolucionarias, entre las fuerzas de la iquierda chilena, no existirán posibilidades reales de constituir un frente más amplio que agrupe a todos los sectores antifascistas y democráticos ni de coordinar con éstos compromisos temporales.

Para hacer fuerte y efectivo este núcleo político central, sostenemos la necesidad urgente e imperiosa de que él se aboque a la elaboración de un programa que refleje los objetivos esenciales de las fuerzas que representa, que establezca las premisas necesarias para enfrentar la actual etapa de lucha contra el fascismo y que estudie nuevas formas de organización y funcionamiento con las exigencias impuestas por la lucha actual.

Somos partidarios de extender a toda la UP los supuestos necesarios ya señalados para un superior desarrollo de las relaciones socialista-comunistas.

 

En consecuencia, hemos sostenido y sostenemos la necesidad de convocar a todas las fuerzas y organizaciones de izquierda y concertar una acción orgánica y unitaria. Todos los partidos de la UP son testigos de nuestros esfuerzos en este sentido.

Con respecto al MIR, aunque discrepamos en muchas de sus diversas apreciaciones sobre el proceso chileno, hemos estimado y estimamos su necesaria integración junto a los otros partidos de la izquierda en un instrumento común de lucha contra la Junta. Vimos con satisfacción cómo en los meses siguientes al Golpe Militar, el MIR elaboró posiciones que consideramos viables para ir avanzando en un entendimiento con los partidos de la UP.

Desgraciadamente, en la etapa posterior a la muerte heroica del compañero Miguel Enríquez, observamos cómo cada día toman formas y métodos de plantear la lucha política e ideológica que dificultan seriamente todo intento unitario.

No obstante, estimamos necesario e indispensable continuar realizando la unidad del conjunto de las fuerzas de la izquierda chilena, tanto en el plano nacional como internacional. En ese sentido estimamos auspicioso el contenido de la carta pública del MIR al PC.

 

Existe amplia coincidencia en considerar que el éxito de la lucha contra la dictadura depende de la capacidad para organizar y movilizar a los más vastos sectores de la población chilena. La estructuración orgánica de la izquierda es vital para lograr este objetivo. De allí surge la necesidad de crear una amplia coalición que exprese a todos los sectores sociales y fuerzas democráticas y progresistas afectadas por la dictadura y opuestas a ella, terea en la cual la organización de la izquierda debe jugar un rol dinámico desde ahora.

Esto obliga a nuestro partido a señalar su posición ante la eventual participación de la DC en dicho frente.

La DC es un partido burgués reformista, sustentado especialmente en estratos pequeño-burgueses numéricamente mayoritarios en él y, trabajadores y subproletarios de la ciudad y del campo, liderados por un sector que expresa los intereses de la gran burguesía monopólica e imperialista.

La emergencia del fascismo en Chile patentiza la necesidad de la burguesía de recurrir a la dictadura violenta de clase, como única manera de detener el movimiento revolucionario. Significa, por tanto, una toma de conciencia contrarevolucionaria por los sectores del gran capital y por quienes le están subordinados política e ideológicamente.

Tal es el caso de los grupos representativos de la burguesía monopólica y del imperialismo que militan en la DC. Sin embargo el PS no es indeferente a la participación de la DC en el Frente de lucha contra la dictadura, toda vez que es deseable aunar la mayor cantidad de fuerzas sociales y políticas en su contra. Por ello, estimamos positiva la incorporación DC al vasto movimiento para canalizar la rebeldía popular en contra del régimen y sus aliados. Nuestra convicción es sin embargo,que no cabe esperar una consecuente actitud de lucha antifascista, en tanto dominen los sectores que expresan los intereses del gran capital y del imperialismo. Pensamos por ello que el FA debe ser impulsado con o sin la presencia de los DC. En la actual situación no cabe a los partidos de la izquierda otra actitud que no sea la de ofrecer desde ya a quienes se comprometan en la lucha, una causa para combatir a la dictadura fascista.

 

En un frente amplio como el que proponemos se hacen más vigentes que nunca los conceptos de unidad y lucha entre las fuerzas que lo componen, debido a la subsistencia de importantes contradicciones internas. De ahí, la necesidad de conservar la independencia de la clase obrera y la importancia de que sus partidos sean capaces de conducir el Frente.

En este respecto es necesario prevenir contra dos posibles desviaciones : Primero, el oportunismo de derecha, que plantea la unidad sin lucha con aquellos sectores que tienen contradicciones con el proletariado, creyendo que para atraerlos es peciso renunciar a la crítica de su conducta vacilante y , en algunos casos, claudicantes ; Segundo, el principismo de izquierda o el « purismo revolucionario » que sostiene que el frente es más revolucionario cuanto más reducido sea y acentúa el principio de la lucha hasta tal punto que hace imposible la unidad.

La política correcta es aquella que combina dialécticamente los principios de unidad y de lucha acentúando en este momento el primero, por cuanto es el que hace posible acumular fuerzas contra el enemigo principal. Unidad amplia y resuelta en todo aquello que conduzca al derrocamiento de la dictadura. Lucha contra en contra de las actitudes derrotistas, así como en contra de todas las vacilaciones y desviaciones que nos apartan de ese objetivo principal.

Unidad para defender y fortalecer las organizaciones y medios de expresión de las masas. Lucha en contra de las tendencias a capitular y a inhibir al pueblo en el uso de sus legítimos instrumentos de acción. Unidad para golpear en todas las formas a la dictadura y a sus agentes. Lucha en contra del pacifismo pequeño burgués y de las posiciones que signifiquen limitar al pueblo en sus posibilidades de combate. Unidad para movilizar decididamente a las masas tras el objetivo común. Lucha en contra de las acciones que pretendan realizarse a sus espaldas o prescindiendo de ellas.

 

Aunque la descomposición de las FF.AA. burguesas sólo será precipitada, en definitiva, por el desarrollo material de las fuerzas populares y revolucionarias, constituye un proceso frente al cual debemos mantener en todo momento un papel activo.

Entre el personal de tropa y sub-oficiales subsiste el arraigo de las convicciones democráticas que llevaron al sacrificio de sus vidas a los generales Schneider, Prats y Bachelet y, a tantos militares honestos que al desatarse el golpe prefirió morir a sumarse a la traición. Por las mismas convicciones otros afrontan ahora la prisión, la tortura, la persecución y el exilio. Nuestro Partido honra la memoria de los militares patriotas que han caído y mantiene su solidaridad con los que, como la heroica marinería anti-golpista, sufren la represión brutal de la dictadura.

Entre la tropa, suboficiales y oficiales de las FF.AA. crece la comprensión del carácter de los intereses cuya defensa criminal les ha sido impuesta. Aunque en medio de la crisis económica la dictadura hace desesperados esfuerzos por mantener las retribuciones del personal de tropa, éste no puede dejar de ressentir el rigor de las condiciones generales descargadas sobre sus familiares, relaciones y medio social. Los privilegios acrecentados y la corrupción de los oficiales superiores contribuyen a ahondar el malestar de los uniformados y socavan su disciplina. Sectores considerables de militares cuyo patriotismo ha sido engañado, no pueden permanecer impasibles ante el hecho vergonzosamente acreditado de un golpe instigado y financiado por una potencia extranjera : Los Estados Unidos. Tampoco puede conciliarse el patriotismo con la impúdica entrega del patrimonio nacional que la dictadura hace cada día al capital extranjero, ni con la aceptación sumisa de los designios imperialistas que imponen la represión al pueblo de Chile. Arrastrados a una guerra interminable en contra de los trabajadores y el pueblo y a condiciones extremas de aislamiento internacional del país, las FF.AA. han vulnerado gravemente la seguridad nacional. Esta situación hace más perentoria nuestra obligación de impulsar una verdadera concepción de seguridad nacional que erradique la independencia y soberanía de Chile en la identidad de los trabajadores y FF.AA., organizadas democráticamente, ajenas a intereses imperialistas y designios fraticidas.

A nosotros cabe, por otra parte, evitar la confusión de responsabilidades, discriminando claramente entre los uniformados a los culpables de la traición, la tortura, la represión y, señalando al mismo tiempo nuestra determinación de imponerles el castigo ejemplar que les corresponde.

 

Durante largos años prevaleció una concepción deliberadamente estimulada por los sectores más reaccionarios para mantener un profundo distanciamiento entre las masas cristianas y el movimiento popular, presentándolos en posiciones antagónicas. Sin embargo la agudización de las condiciones de miseria y explotación en los países subdesrrollados y dependientes, particularmente en nuestro continente latinoamericano, así como la madurez creciente de la conciencia de los pueblos para identificar a los verdaderos responsables de su situación de pobreza y sometimiento, son factores que no pudieron dejar de reflejarse en la evolución de las distintas concepciones filosóficas y teóricas. A la luz de ellas, comenzó a desarrollarse una progresiva confluencia entre el pensamiento cristiano y el pensamiento marxista, reflejada en la creciente aproximación de las masas cristianas a los movimientos populares.

El PS aprecia y valora en toda su magnitud la significación de esos aportes. Entendemos, por otra parte, que sólo la lucha del pueblo y su objetivo, la construcción de una sociedad socialista, abre las posibilidades de hacer realidad los ideales humanistas del cristianismo.

Hoy día esto es más cierto que nunca. La tiranía impuesta por un grupo minoritario y antipatriota determina que las masas de cristianos, arrastradas a las mismas condiciones dramáticas de casi la totalidad de los chilenos, adquieran clara conciencia de la urgente necesidad de aunar fuerzas para derribar la dictadura y expulsar definitivamente al fascismo de nuestro país. Se trata de fortalecer así la unidad del pueblo contra el enemigo común. Con todo, dentro del principio irrestricto de respeto que ha orientado siempre nuestras relaciones con la Iglesia, señalamos que constituye un deber ineludible hacer pública nuestra crítica y condena a los sectores que apoyan a la dictadura, así como también a toda actuación ambigua o contraria a los intereses del pueblo chileno.

 

Partiendo del supuesto de que en las condiciones chilenas actuales la lucha intransigente y radical contra el fascismo es la más adecuada vía para debilitar los soportes básicos de la sociedad capitalista - su aparato represivo y la institucionalidad comprometida con el fascismo – y, abrir así el camino hacia el socialismo, la plataforma del FAF destinado a unir a la mayoría de los chilenos y a aislar política y socialmente a la Junta, debe contemplar los siguientes puntos :

1- Defensa y garantía de respeto de los derechos humanos. Fin de los estados de emergencia y pleno restablecimiento de las libertades públicas y de los derechos políticos y sindicales. Castigo a los responsables de la subversión fascista y de la violación de los derechos humanos.

2-Defensa del nivel de vida de las masas, sobre la base de reajustes en los ingresos de los trabajadores, congelación de precios y medidas destinadas a eliminar el efecto de mercado del exceso de poder de compra en manos de los sectores sociales favorecidos arbitrariamente por el fascismo.

3-Creación de una nueva institucionalidad, que democratice efectivamente el poder e impida el surgimiento (re) del fascismo.

4- Defensa de la independencia y soberanía nacionales y retorno a una política internacional de paz, de relaciones con todos los países, con una orientación latinoamericanista y de vinculación con los países en desarrollo. Nulidad de los convenios que indemnizan a las compañías del cobre y revisión de todos los acuerdos llegados con el capital extranjero.

5- Recuperación por el Estado de los monopolios y grandes empresas que habían pasado en propiedad del área social y restitución a los campesinos o al estado de las tierras que les fueron arrebatadas, respetándose en todo caso la cabida mínima de hás básicas.

6-Reconocimiento y determinación de la contribución del área privada al desarrollo económico y fijación precisa de las reglas de juego estables a que quedará sujeta su actividad.

 

El golpe fascista constituyó el acto más extremo de la gran burguesía chilena y del imperialismo norteamericano para impedir el avance del pueblo al socialismo. El proceso revolucionario iniciado por la UP, imposible de contenerse a través de los mecanismos institucionales establecidos en la propia constitución burguesa fue sangrientamente interrumpido por las armas. La instauración de la dictadura militar más cruenta y sangrienta de la historia americana; la guerra declarada por las FF.AA a su propio pueblo ; la ocupación del territorio nacional, la calificación técnicomilitar de « enemigo » hecha a los marxistas y extendida a todos los individuos, grupos y fuerza opositores a la dictadura ; la supresión descarada de las libertades esenciales y la violación sistemática de los derechos humanos ; el uso de los medios más refinados de la tortura y represión determina el carácter armado de la estrategia revolucionaria para derrotar la tiranía fascista y avanzar en el camino a la construcción socialista. En las actuales condiciones, el proceso revolucionario sólo puede proseguirse por la vía armada. Es a la luz de esta definición estratégica que debemos plantearnos las formas de lucha más adecuadas a la situación concreta y que permitan al pueblo prepararse para dirimir el problema del poder.

Esta perspectiva armada es la que orienta a la dirección revolucionaria y al pueblo en su lucha de masas, en el combate político y en su superación orgánica.

Cualquier fórmula destinada a crear esperanzas en torno a una supuesta salida pacífica y democrática para la situación presente, no tiene más sentido que debilitar la decisión combativa del pueblo y la voluntad de prepararse de sus vanguardias políticas ; Ni los matices internos de la dictadura, ni sus movimientos tácticos ni las ilusiones de recambio deben engañarnos acerca de la verdadera esencia y designios criminales del fascismo. Estos objetivos nos obligan a una concepción más amplia de la organización de la resistencia y a una definición táctica adecuada para usar de manera flexible y correcta diversas formas de lucha contra la dictadura.

La definición del carácter armado del derrocamiento de la dictadura fascista, como rasgo sobredeterminante del proceso revolucionario, supone la exigencia de un vasto desarrollo de la lucha de masas y su dirección por las vanguardias políticas como elementos determinantes de la correcta inserción de la violencia revolucionaria en la culminación de la lucha antifascista y su prosecución en la edificación del socialismo.

Esto implica precisar que el centro de gravedad de la educación y organización de la clase obrera y la orientación del movimiento de masas deberá contemplar tanto las acciones por sus preocupaciones inmediatas como las correspondientes a la insurreccional, considerando que cualquiera errónea o apresurada acentuación de una u otra forma de lucha puede conllevar frustaciones que retrasen su creciente combatividad, como por ejemplo la precipitación de acciones violentas sin una estrategia insurreccional que sólo puede configurarse a medida que se desarrolla la movilisatión de las masas, cuyo fortalecimiento, amplitud y profundización constituyen la condición indispensable para la implementación de cualquier forma de lucha. Tampoco debemos olvidar que el propio hecho de haber colocado la reacción y el imperialismo a las FF.AA. al frente de la dictadura, permitirá que clases y soldados perciban claramente el caracter reaccionario de los intereses que sirven sus altos mandos, contribuyendo a provocar un proceso de descomposición interna en las FF.AA.

Dentro de esta estrategia general, el Partido debe estar dispuesto a usar todas las formas de lucha que van surgiendo en el curso del combate contra el fascismo, pero siempre teniendo muy presente que no son los individuos ni los grupos sino las masas las que hacen la historia.

Recordemos aquí las palabras de Fidel pronunciadas en su discurso del 28 de septiembre de 1973 : « Y una lección que hay que sacar del ejemplo chileno es que con un pueblo sólo no se hace la revolución : hacen falta también las armas y que con las armas sólo no se puede hacer la revolución : hace falta también el pueblo »

El Partido debe estar muy atento a la lucha que las propias masas vayan desarrollando de acuerdo a la extensión que va tomando el movimiento antifascista, o la mayor conciencia que van adquiriendo cada vez más amplios sectores del pueblo afectados por la represión política y la crítica situación económica. Debe ser sensible a los diversos procedimientos de defensa y de ataque que emejan de la iniciativa de las masas.

En este sentido, el movimiento popular no parte de la nada, y por lo tanto, no puede convertir la resistencia antifascista en una simple actividad conspirativa. La fuerza del movimiento de masas ha sido muy deteriorada, pero proporciona la base más sólida de la lucha contra la dictadura.

 

El Partido surge a la vida política chilena hace 42 años como una necesidad social, llenando un vacío direccional en el movimiento obrero del país. Sólo profundizando en la historia de la lucha de clases en Chile es posible comprender a cabalidad la naturaleza de nuestro Partido, su definición ideológica, su desarrollo hacia el marxismo leninismo y los perfiles revolucionarios que lo caracterizan.

La violenta irradiación de la revolución de Octubre estremece a la clase obrera mundial y a los instrumentos políticos que la representan. En Chile el Partido Obrero Socialista, fundado en 1912 se adhiere sin vacilaciones a la Tercera Internacional.

La lucha ideológica que origina la nueva organización internacional de los trabajadores, para arrancarlos de la influencia reformista. Adquiere formas sectarias y excluyentes que aislan al Partido Obrero de las masas y generan numerosas agrupaciones políticas que precipitan la fundación del Partido Socialista.

Esta nueva empresa política crece y se extiende vertiginosamente y se convierte en el cauce orgánico de vastos sectores de la clase obrera, del campesinado y de la intelectualidad revolucionaria. Sectores del antiguo Partido obrero Socialista se incorporan a sus filas, ligándolas con los origenes del combativo y clasista movimiento obrero del país. Por eso , es que, aunque fundado en 1933, no es un reflejo tardío del pensamiento de la socialdemocracia europea.

Por el contrario, contrastando con algunos otros congéneres de América Latina busca con ahinco definirse en forma peculiar y creadora, nutriéndose de la experiencia nacional e internacional y aplicando con independencia su pensamiento. Su característica voluntad revolucionaria y su vocación de poder constituyen su imagen inalterable, a pesar de los flujos y reflujos su larga trayectoria política.

La amplitud, la fuerza y la conciencia política que se desarrolla en el movimiento obrero chileno, conducen, tanto al Partido Socialista como al resto de las fuerzas revolucionarias y de izquierda, a una participación activa en la gestión política nacional. Desde 1938 hasta 1952 ora separadamente, ora en conjunto, los Partidos obreros y de izquierda colaboran directa o indirectamente en los gobiernos que se suceden en el país.

La larga experiencia de colaboración de clase que vive el Partido en ese período, provoca serios resquebrajamientos políticos y orgánicos que ponen en peligro su existencia misma. Sin embargo, a pesar de la heterogeneidad ideológica inicial, priman sus corrientes revolucionarias, las cuales son capaces de recuperarlo orgánica y políticamente para la revolución.

En efecto, ya en la Conferencia de Programa de 1947, asimilando su frustrante experiencia frente populista – tanto en lo que implicó el seguidismo disociante hacia la burguesía nacional como la propia impotencia y esterilidad de ésta para enfrentar el retraso y la dependencia del imperialismo – el Partido esboza las concepciones teórico-políticas que en forma progresiva fundamentarán y dinamizarán su accionar político y que justifican su vigencia histórica : su línea de Frente de Trabajadores. En resumen, ésta sostiene que, en general, en América Latina, corresponde a los partidos representativos de la clase obrera conducir la lucha por las transformaciones estructurales y jurídicas de las viejas sociedades oligárquicas y dependientes del capital extranjero, desarrollando un pèroceso revolucionario capaz no sólo de proyectar a esos regímenes a un stadio democrático burgués sino a formas sociales de organización económica y social, como única posibilidad de salir del retraso y la dependencia.

Tal supuesto de liberación del país compromete al PS en una empresa de envergadura histórica, que exige no sólo una clase obrera unida sino la capacidad de ésta de agrupar a su alrededor a un movimiento de masas : exige la unidad política de la clase. Supone también un Partido vanguardia consecuente y eficaz para organizar y orientar la lucha de las masas. El Partido está lejos de cumplir esta necesidad.

En 1957, con un mayor bagaje de experiencias, fruto de debilidades y frustraciones políticas que lo han arrastrado a nuevas excisiones, celebra su congreso de unidad, donde queda sellada una organización dialécticamente superior.

Desde allí, hasta su Congreso de Linares de 1965 y la Conferencia de Organización que se desprende de ese torneo, el Partido busca afanosamente convertirse en una real vanguardia obrera marxista leninista.

Desde ese congreso se traza como objetivo cristalizar su pensamiento político. La creación del Frente de Acción Popular y el movimiento social que éste genera a su alrededor y que posibilitan las postulaciones presidenciales del camarada Salvador Allende de 1958 y 1964, son la materialización de la línea del Frente de Trabajadores.

Si tal movimiento no alcanzó éxito en las urnas, creó condiciones de organicidad y conciencia política de las masas y la suficiente base de sustentación social para aspirar al poder en 1970 en un grado mayor de hegemonía obrera y de definición programática. La UP, constituída en 1969 consigna en su programa : « La única alternativa verdaderamente popular, por lo tanto, la tarea fundamental que el gobierno del pueblo tiene ante sí, es terminar con el dominio de los imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del socialismo ». Es decir, la iniciación del socialismo como tarea del Gobierno Popular, precedida, obviamente, por urgentes medidas democráticoburguesas, factibilzados estos propósitos por la fuerza creciente de la clase obrera en el movimiento popular, eran metas que comprendían lo esencial del Partido y a la vez, su aporte al proceso. Ya triunfante la UP, el Partido aporta lo mejor de sus hombres y su decisión inquebrantable de cumplir la misión histórica que empeña su voluntad política.

No es objetivo de este documento entrar en el análisis del papel del Partido durante el proceso revolucionario generado por el Gobierno Popular. No cabe al Partido, protagonista principal, cerrar apresuradamente un capítulo de balance y de crítica y auto crítica, de una empresa de tantas proyecciones históricas,sin perjuicio de reconocer ya, que al igual que cada una de las restantes fuerzas políticas y protagonistas, el Partido cometió serios errores. No obstante esto, su concepción global de la revolución y la estrategia partidaria para acceder al poder fueron correctas. Es la corrección general de los elementos teórico-políticos que sustentó el Partido durante estos últimos años los que fundamentan su vigencia histórica y proyectan con optimismo su misión hacia adelante.

 

A pesar de la brutal represión que liquida físicamente y encarcela a más de la tercera parte de nuestro Comité Central, así como a un alto porcentaje de nuestros cuadros dirigentes regionales. El Partido subsiste en Chile. Nuestras banderas son enroladas por un puñado de dirigentes encabezados por el compañero Exequiel Ponce. No obstante los problemas orgánicos, la masa de nuestros militantes continúa activa y expresa la presencia socialista en fábricas y minas, campos y ciudades, escuelas y hospitales.

Este ha sido y es el Partido Socialista en Chile. Su trayectoria revela una tenaz capacidad de superación, una identidad inconfundible, un arraigo popular indestructible. Todas las proposiciones políticas y orgánicas que contiene este documento deben ser consideradas a partir de estas constataciones. Por tal razón, las resoluciones que adoptamos en estas materias hallan su inspiración en la historia del Partido, que es una historia de definiciones, de avance y depuración, de superación ideológica y política.

 

Hemos llegado en nuestro camino a un momento dramático. Se nos ofrece la oportunidad histórica de iniciar una nueva etapa de la vida partidaria. En nuestras manos está derrochar vana e irresponsablemente el esfuerzo de quienes entregaron su vida por nuestro Partido para convertirlo en fuerza dirigentes de la clase obrera o, por el contrario, impulsar con decisión la tarea de reconstruirlo para enfrentar las nuevas condiciones impuestas por la dictadura.

Todos sabemos que la gran mayoría de nuestras concepciones teóricas correctas y, de nuestros análisis políticos certeros, se han visto lamentablemente frustrados por los graves defectos orgánicos del Partido y la insuficiente preparación ideológica de vastos sectores de la militancia. Junto a extraordinarias virtudes, evidenciamos vicios particularmente acentuados que no ha sido posible superar hasta el momento, tales como la limitada concepción leninista de la disciplina y la tendencia al fraccionalismo, al caudillismo y a la crítica destructiva. No es preciso enumerar exhaustivamente los defectos que en el pasado a veces neutralizaron los aspectos más positivos de nuestra línea de acción. En lo esencial, todos los socialistas concuerdan ciertamente en que existen y deben ser erradicados y que sólo de su decidida y acerada voluntad depende superarlos.

El gran desafío que tenemos por delante requiere desarrollar una línea política correcta y los fundamentos orgánicos que permitan hacerla realidad.

La Dirección plantea ahora la decidida voluntad que el PS se convierta en una organización disciplinada de cuadros revolucionarios que lleven a cabo su actividad sobre la base del respeto riguroso del centralismo democrático, lo que debe significar sometimiento de los organismos inferiores a los superiores y de las minorías a las mayorías, suprimiendo para siempre el fraccionalismo paralizante. Se hace necesario igualmente eliminar las graves deficiencias en la formación ideológica de nuestros militantes.

Dentro del partido existe la tendencia muy acentuada en algunos compañeros a situarse siempre a la izquierda de la izquierda ; a considerar que las medidas y métodos más radicales son siempre los más revolucionarios ; a plantear siempre el objetivo último como inmediato. Tan grave como esta desviación es la actitud de los críticos fáciles, impenitentes teorizadores que disparan contra todo y contra todos, sin construir nada, incapaces de comprometerse en tareas partidarias que les impongan deberes y obligaciones.

 

Este Pleno del Comité Central del Partido Socialista, de crucial importancia para el desarrollo de la justa lucha del pueblo chileno en contra de la dictadura impuesta por la burguesía monopólica y la dominación extranjera tiene lugar en momentos de conmemorarse el cuadragésimo segundo aniversario de nuestro Partido.

Tal coincidencia, de gran significación simbólica, reune los elementos cardinales que informan la sensibilidad y carácter revolucionario de nuestra militancia : el orgullo de pertencer a la gloriosa organización política fundada el 19 de abril de 1933 por Matte, Grove y Allende y la decisión de luchar infatigablemente por los intereses de la clase obrera y el pueblo.

Los méritos de nuestro Partido son destacados frecuentemente en eventos políticos de importancia internacional.Este reconocimiento a nuestra consecuencia, a nuestra especificidad, a nuestra indoblegable voluntad de luchar y vencer, explica la audiencia que hoy encontramos aún en sectores y fuerzas que no comparten nuestra ideología ni nuestros objetivos últimos.

Esta circunstancia, de gran trascendencia para la continuación de nuestra actividad, deben –como es natural – reforzar nuestro orgullo de socialistas.Pero deben, simultáneamente, obligarnos a desarrollar un gran sentido de autocrítica para superar nuestras debilidades y ser dignos de la enorme confianza que el pueblo y las fuerzas revolucionarias y progresistas han depositado en nuestras manos.

La tarea que el Partido y el movimiento popular chileno tiene por delante es inmensa. El enemigo de clase cuenta con una fuerza material sin precedente en nuestra historia y con el decidido respaldo de sus inspiradores y amos ; pero está cada día más aislado. Naturalmente su fin no es inmediato ni es inminente, ni carece de recursos para defender sus posiciones de poder.

De nuestro lado tenemos no sólo el imperio de la razón sino, además, la colosal fuerza moral y política constituída por el internacionalismo proletario, cuya significación y realidad apreciamos hoy tangiblemente. Las direcciones políticas y estatales de los países socialistas nos prestan y seguirán prestando su ayuda fraterna. Nuestra lucha es su lucha, nuestra victoria será su victoria. A ellos, a todos los hombres y mujeres que sueñan y combaten por un mundo mejor expresamos aquí, desde esta tribuna socialista levantada en el suelo hermano de Cuba, que sus nobles inquietudes han hallado y seguirán hallando gran receptividad en el Partido Socialista de Chile, cuyos militantes seguirán actuando con profunda fé en la victoria y con responsable y maduro sentido unitario. La izquierda chilena no defraudará las esperanzas de Chile y de la humanidad progresista. Estrecharán sus filas, superarán sus diferencias políticas y orgánicas y proseguirán resueltamente un combate sin tregua hasta extirpar de raíz y para siempre el horror del fascismo.

En ésta ocasión en que el CC del Partido examina el estado de su organización y discute los lineamientos básicos generales que han de orientar su combate futuro, recuerda con emoción a sus militantes y a los militantes de todos los partidos de izquierda caídos en la defensa de las conquistas populares y el porvenir socialista de la Patria. Los miembros del CC Arnoldo Camú, Luis Norambuena, Eduardo Paredes, Arsenio Poupin, Victor Zerega, cuyos nombres, sinónimo de entrega irrestricta al ejercicio del ideal, están grabados a fuego en nuestra memoria. Recordamos asimismo a José Tohá, el distinguido militante asesinado por mantener incólume la llama de la fidelidad en medio de la traición. Jamás serán olvidados.

La figura inmortal de Salvador Allende, el primero de entre los socialistas, se yergue entre ellos con gigantesca estatura. Su pérdida representó un duro golpe para el movimiento popular chileno y para nuestro Partido, Sin embargo su ejemplo inmortal nos ha insuflado nuevas energías. La imagen de Salvador Allende combatiente acompaña nuestras jornadas señalándonos el camino duro, preñado de dificultades y peligros, pero insoslayable para los verdaderos revolucionarios : el de la abnegación, el coraje y la lealtad al pueblo. El militante socialista, el leader, el compañero Presidente está hoy con nosotros, participa como en otros tiempos, con su pasión y su talento, de nuestros proyectos. La roja bandera del heroísmo y lealtad enarbolada en La Moneda por Allende. junto a la enseña tricolor seguirá ondeando en medio del fragor de los combates venideros. Ella guiará la lucha del Partido y del pueblo hacia la victoria final.

Pero esta bandera no pertence solamente al pueblo chileno, a su clase obrera, a su Partido. Ella pertenece a todos los hombres y a todos los pueblos con sed de dignidad y de justicia. En ésta ocasión, el PSCh ofrece con profundo orgullo pero con modestia, esta enseña gloriosa a todas las fuerzas progresistas y revolucionarias de latinoamérica, a todos los pueblos en lucha, al movimiento obrero y revolucionario mundial, en prenda de hermandad y compromiso inquebrantables.

Queremos igualmente dirigir un saludo fraternal y emocionado a los dirigentes de nuestro Partido y de la izquierda que yacen en las mazmorras y campos de concentración de la dictadura. En estos momentos cruciales, nuestros pensamientos se dirigen hacia los queridos compañeros del CC Alejandro Jiliberto, Gustavo Ruz, Carlos Lazo, Erick Schnacke, Fidelia Herrera, Uldaricio Figueroa, Adolfo Lara, Carlos Clemente, José Rojas, hacia nuestros dirigentes Sara Montes, Ariel Mancilla y tantos otros militantes que en la prisión, mantienen incólumne la fé socialista. Para los camaradas Luis Corvalán, Pedro Felipe Ramirez, Bautista Van Schowen, Leopoldo Luna, Anibal Palma y Fernando Flores nuestra solidaridad y admiración. En la entereza y fuerza moral de todos ellos seguiremos alimentando nuestra voluntad unitaria y nuestra vocación irrenunciable de vencer.

Por último, deseamos rendir un vibrante homenaje, militante y combativo, a los dirigentes del Partido que, reunidos en torno a la figura recia y proletaria del querido compañero Exzequiel Ponce siguen la huella de honor y lealtad que señalara Allende. En ellos, en los dirigentes de los demás partidos de izquierda que luchan en el interior, así como en los incontables héroes anónimos hombres y mujeres con y sin partido, que desafían diariamente la delación, la tortura y la muerte donde reside la vanguardia de combate contra la dictadura, por la salvación nacional y el socialismo. El Partido les expresa hoy su admiración y su confianza. Su ejemplo de dignidad y entereza no ha caído en el vacío. Su llamado ha sido respondido por un número creciente de patriotas, que llegarán un día no lejano a constituir la avalancha incontenible que sepulte a los traidores, a los verdugos y a sus colaboradores.

Los partidos, gobiernos y fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias en diferentes latitudes, están prestos a seguir entregándonos su solidaridad activa a la resistencia popular antifacista y confían en la madurez de nuestra conducción y en la certeza de nuestras previsiones.

Hemos llegado al momento decisivo en que se juega el destino de Chile. Estamos seguros de que los socialistas, desde los miembros de la Dirección hasta los modestos militantes de base, estarán a la altura de las exigencias que esta hora suprema impone, jalonando la trayectoria del Partido, con nuevos combates victoriosos. Es el momento de consolidar la unidad monolítica del Partido, de asegurar su cohesión ideológica y orgánica, de reafirmar su íntima ligazón con las masas. Hagamos de cada núcleo partidario una férrea unidad de combate, un instrumento perfeccionado y temible. La razón y la justicia nos asisten. Construyamos la irresistible fuerza popular que derribe la dictadura y abra para la clase trabajadora de Chile las grandes alamedas de la liberación y el socialismo.

PLENO DE LA HABANA, CUBA

PARTIDO SOCIALISTA DE CHILE