PRINCIPIOS ORGÁNICOS DEL
PARTIDO SOCIALISTA DE CHILE (1967)

 

Principios orgánicos del PS aprobados por Congreso de Chillán de 1967

 

 

El sistema capitalista se sustenta en la explotación y dominio de la burguesía sobre la clase obrera. Los capitalistas se apropian de la riqueza producida por los trabajadores y con ellos generan el antagonismo irreconciliable entre explotados y explotadores: La lucha de clases.

El desarrollo de la economía capitalista agrava las contradicciones insolubles que corroen al sistema, profundizando y ampliando la lucha de las masas hasta culminar inevitable y necesariamente en la conquista del poder y la instauración del socialismo.

El marxismo, junto con descubrir las leyes que rigen la economía capitalista, expresa que en el cambio de la sociedad capitalista le corresponde a la clase trabajadora, especialmente al proletariado, la misión de derrocar a la burguesía dominante y construir una sociedad socialista terminando para siempre con la explotación del hombre por el hombre. En esta lucha contra el orden establecido los trabajadores necesitan construir su propio partido de clase como instrumento organizador y guía de su acción revolucionaria.

Marx y Engels, uniendo sus concepciones teóricas a la práctica revolucionaria, determinaron las características generales que debía poseer el partido vanguardia de los trabajadores.

Lenin, organizador del primer partido que fue capaz de derribar el sistema capitalista e iniciar la construcción de una sociedad socialista, sistematizó y desarrolló el papel dirigente del partido en la lucha de clases y fundamentó sus principios orgánicos y normas de vida interna. El conjunto del pensamiento de los fundadores del Socialismo Científico y el aporte legado por el conductor máximo de la Gran Revolución Socialista de Octubre constituyen la ideología Marxista-Leninista, base teórica y práctica de la lucha de los trabajadores por su liberación económica y social.

Los principios orgánicos del Partido Socialista tienen sus raíces en todo este legado del movimiento obrero y en la experiencia histórica de los partidos de la clase trabajadora de todo el mundo.

La base fundamental de sustentación de la organización del partido es de orden político. Su fuerza orgánica está en relación directa a su capacidad de expresar y representar correctamente los intereses históricos y las aspiraciones concretas de la clase obrera y demás clases explotadas de Chile. La aplicación de una política consecuente con los principios y con el programa partidario es un elemento esencial para su desarrollo y afianzamiento organizativo. Difícilmente se logrará una alta cohesión interna, una firme disciplina y un gran espíritu de lucha, si la política y la vida partidarias son fuentes de frustraciones de los militantes y de los propios trabajadores. Por el contrario, se estimulará la organización si en las múltiples facetas de la lucha política y en las grandes y pequeñas acciones partidarias se manifiesta su carácter de auténtica Vanguardia Revolucionaria de los trabajadores.

No obstante lo dicho, es indispensable la organización, es decir, la estructuración y sistematización de la vida interior y exterior del partido para alcanzar una mejor eficiencia en la acción y fines partidarios. La organización es el único medio de hacer efectiva la lucha del partido.

 

 

El Partido Socialista, de acuerdo con su doctrina, sus principios marxistas-leninistas y sus objetivos políticos es una organización revolucionaria que expresa y representa los intereses históricos de la clase obrera y de las masas explotadas de Chile. En tal condición más que una simple agrupación de personas que aceptan una doctrina, es un organismo vivo de acción que une dialécticamente el pensamiento, la voluntad y la actividad de sus miembros para impulsar la transformación violenta de la sociedad capitalista chilena.

El Partido Socialista es la Vanguardia Revolucionaria de la clase obrera. En tal condición, su tarea es organizar y conducir la acción de los trabajadores para derribar el régimen vigente, conquistar el poder y construir una sociedad socialista. Como Vanguardia de las clases explotadas, es su destacamento más avanzado, resuelto, dinámico y consciente en la conducción y desarrollo de las luchas diarias y permanentes de las masas contra el sistema actual.

 

 

Los objetivos que persigue el Partido Socialista y la aceptación y utilización integral de la ideología marxista para alcanzarlos, determinan su naturaleza orgánica, esencialmente revolucionaria.

Debe dirigir la lucha contra el orden establecido y las clases que defienden ese orden; contra los instrumentos e instituciones creadas por esas clases para mantener su sistema opresor (Estado y partidos burgueses, ejército, policía, Iglesia, etc.), y también contra la influencia ideológica de la burguesía que, como clase dominante, impone su filosofía egoísta de la vida, de la sociedad y de las relaciones entre los hombres. Concretamente, el Partido Socialista tiene que enfrentarse contra el sistema de explotación y miseria existentes y a la vez luchar por incorporar a los propios trabajadores a la acción contra el régimen que les oprime material y moralmente. Debe educar a las masas desarrollando su conciencia de clase y revolucionaria para que sean capaces de conquistar su liberación.

En consecuencia, es un partido que tiene una teoría y una doctrina revolucionarias; métodos y acción práctica igualmente revolucionarios. Su sola existencia le da tal carácter: se constituyó para destruir el orden existente y construir una nueva sociedad. Es una organización en sí misma revolucionaria.

 

 

La simple aceptación intelectual de los principios del partido no basta para ser militante, si esa disposición no va unida a la actividad socialista. La tarea histórica de hacer triunfar el socialismo no puede ser realizada por un partido cuyos miembros no se integren efectivamente al quehacer socialista.

El partido no cumple su misión si tolera que sus miembros no hagan vida política orgánica regular y permanezcan ajenos a las luchas de masas. Sólo una organización en la cual cada militante conozca y acepte cabalmente sus principios, su programa y su política y esté dispuesto a ejecutar las tareas, obligaciones y sacrificios que imponga la lucha, puede considerarse realmente la Vanguardia de la clase obrera.

El Partido Socialista, para ser capaz de llevar a los ,trabajadores al poder y al socialismo, debe esforzarse por tener miembros verdaderamente activos, poseedores de una férrea y consciente disciplina, de una alta conciencia política, de un gran espíritu de lucha y sacrificio y de una intachable honestidad personal.

Por lo tanto, para ser militante del partido con plenos derechos, es indispensable e ineludible: cumplir las formalidades de ingreso, hacer vida regular en un organismo de base; pertenecer a un frente de masas; desarrollar la actividad que los organismos determinen y cumplir los deberes y obligaciones que establezca en particular el Estatuto.

 

 

El trabajo tendiente a financiar la actividad y el desarrollo del partido constituye un deber orgánico fundamental.

Actualmente, las fuentes de financiamiento del partido son: las cuotas de sus militantes; la ayuda de algunos amigos del socialismo y, fundamentalmente, el porcentaje descontado a la dieta de los parlamentarios.

Con estos aportes, provenientes en su gran mayoría de asalariados de bajos ingresos, el partido no está en condiciones de atender obligaciones como la profesionalización obligada de sus cuadros dirigentes nacionales, medios y de base; la mantención de activistas; la propaganda, las publicaciones, escuelas de educación política, etc.

Debe agregarse que en el partido no hay conciencia cabal de que el financiamiento de su actividad es una tarea política de primer orden que exige una preocupación esencial. El partido y sus organismos directivos, de arriba hacia abajo, tiene que ubicar entre sus obligaciones políticas primordiales el financiamiento de la actividad partidaria.

En cuanto a los militantes en particular, deben comprender que el aporte económico es una tarea consustancial a la militancia.

Mirado así el problema, no se puede aceptar que el militante entregue sólo aquello que le implica poco o ningún sacrificio. Mayor fuerza tiene este punto de vista para quienes tienen ingresos más altos.

La militancia del partido es un honor que impone sacrificios de todo orden. El estímulo para una política de esta naturaleza debe partir de los niveles representativos partidarios.

Por ejemplo, algunos cargos que logran determinados militantes en la lu-cha social (parlamentarios, regidores, dirigentes gremiales, funcionarios, asesores, profesionales, etc.), conducen involuntariamente a quien los desempeña a situaciones de privilegio. Y posibilitan la asimilación a ciertas formas de vida burguesa. El partido, junto con velar por la integridad revolucionaria de estos militantes, debe lograr que esa nueva situación no los coloque en una posición privilegiada. En este sentido, las rentas que se perciban por la condición de mandatarios, por honorarios profesionales obtenidos directamente a través del partido y algunas ventajas que puedan derivarse de la condición de dirigente gremial, deben considerarse como bienes del partido y, por lo tanto deben ser percibidos por la organización, entregando ésta a cada cual lo que le sea efectivamente necesario para desenvolver su actividad.

Por lo tanto, las cotizaciones regulares, la realización obligada de campañas económicas anuales, la instalación de empresas y toda iniciativa que tienda a permitir un financiamiento partidario, deben considerarse como problemas fundamentales del partido y no sólo una materia contingente a una secretaría de finanzas.

 

 

Los partidos marxistas han buscado una síntesis entre el derecho y la libertad de cada cual para exponer y luchar por sus puntos de vista personales y la necesidad de centralizar y coordinar esas posiciones individuales haciéndolas converger a una acción común homogénea y eficaz. Este es el principio fundamental de las relaciones internas llamado Centralismo Democrático. Es una fusión de la centralización jerárquica de la actividad partidaria y de la democracia interna.

La centralización es la entrega y concentración de la autoridad en organismos superiores para que dirijan la organización, la representen, dispongan la forma de aplicar los acuerdos.

La democracia interna es el derecho del militante de intervenir, exponer y luchar por sus propios juicios en la determinación de todos los objetivos y cuestiones del partido. Su esencia consiste en «que en todos los asuntos del partido participen directamente o a través de sus representantes todos los afiliados con plena igualdad de derechos y sin excepción alguna; además, todos los funcionarios del partido son electivos, rinden cuenta periódicamente y se renuevan» (Lenin). La democracia interna conserva el derecho inalienable del militante de exponer y defender su propio pensamiento a través de la discusión interna, desarrollada de acuerdo con las normas establecidas para ejercer esos derechos.

Concretamente, pues, el Centralismo Democrático significa:

-elección de todos los organismos dirigentes de abajo hacia arriba;

-rendición de cuentas de los organismos dirigentes a quienes le entregaron su mandato;

-estricta disciplina; obligatoriedad de los acuerdos de los organismos superiores para los inferiores;

-subordinación de la minoría a la mayoría y respeto mutuos.

Una vez resuelto mayoritaria o unánimemente el problema en cuestión, acordado el camino a seguir, se entregará a los organismos dirigentes, también designados por los militantes, la responsabilidad de ejecutar los acuerdos tomados.

Desde ese momento corresponde obedecer y cumplir el mandato y las instrucciones emanadas de las autoridades políticas del partido. Ningún militante, cualesquiera que sean sus razones, su antigüedad, los cargos representativos que haya alcanzado en la jerarquía que anteriormente pudo tener en el partido, podrá actuar por encima de los organismos partidarios.

La conjugación de los conceptos antagónicos que conforma el Centralismo Democrático (el derecho individual y la acción impositiva colectiva) surge como una necesidad imperiosa de enfrentar consciente y cohesionadamente el inmenso poder de las clases opresoras dominantes. Para derribar el régimen clasista de la burguesía, los trabajadores no cuentan con más fuerzas que sus organizaciones de clase, de las cuales el partido es la más combativa y consciente. Esta magna tarea exige la unidad de acción y el aporte individual sin limitaciones, aun de aquellos que en un momento determinado pudieron no coincidir con la mayoría.

La práctica del Centralismo Democrático exige una alta conciencia política de los militantes que les permita desprenderse de sus tendencias anárquicas, personalistas o caudillistas que distorsionan y debilitan la acción partidaria. Por otra parte, una justa aplicación del Centralismo Democrático debe impedir la deformación de sus conceptos, convirtiéndose en el dominio de un aparato dirigente sobre la masa militante. Sólo una amplia y profunda democracia interna que permita oportunamente la discusión sobre los problemas que atañen al partido y una actividad permanente común, podrán impedir la deformación de este principio y el desarrollo de una burocracia dirigente y despótica. En todo caso serán las condiciones concretas las que determinen el juego de los factores constitutivos del Centralismo Democrático. En determinados momentos prevalecerá el centralismo sobre la democracia interna; en otros será a la inversa. Por ejemplo, en condiciones de lucha ilegal y clandestina, no será posible siempre utilizar todos los derechos democráticos internos. Por el contrario, en un régimen de legalidad burguesa que permita el funcionamiento normal de la organización, no habrá razones para no realizar las discusiones que sean necesarias para resolver los problemas.

 

 

Otro principio de la organización socialista es el concepto de la disciplina. Es la decisión voluntaria y consciente de acatar las resoluciones mayoritarias y cumplir las órdenes que emanen de los organismos superiores emitidas en el ejercicio de su mandato.

La aplicación del Centralismo Democrático genera la atribución de mando de los organismos dirigentes y la subordinación de los inferiores. Es una consecuencia de la elaboración de una voluntad común de acción lograda en la discusión interna. Cada militante u organismo tiene el deber de obedecer y cumplir lo que mayoritariamente se ha resuelto. Por lo tanto, la disciplina socialista no es sometimiento ni obediencia ciega. Es una consciente disposición de fundirse a la voluntad colectiva.

La autoridad y disciplina podrá ser ejercida y aplicada en la medida en que el partido utilice justos procedimientos de relaciones internas y de selección de cuadros dirigentes; que políticamente estimule y motive al militante; que la dirección mantenga contacto directo y trato fraternal con la base; que las actitudes de dirigentes y representantes sean ejemplarizadoras. Una convivencia interna de este orden posibilitará, evidentemente, la subordinación plena y creadora.

 

 

Son los principios de vigilancia revolucionaria y superación del trabajo y de la organización partidarias, la crítica es el derecho de manifestar su desacuerdo con lo dispuesto o realizado por un militante, dirigente u organismo. La autocrítica es el reconocimiento individual o de un organismo del incumplimiento de sus obligaciones o de errores cometidos en el desarrollo de la actividad partidaria.

La crítica debe ser ejercida en los organismos correspondientes, en forma desapasionada, fraternalmente, sin buscar herir personalmente ni ofender. Dentro de este espíritu sólo debe ser ejercida cuando haya razones que la justifiquen. La autocrítica, en cambio, que debe hacerse el propio militante u organismo, debe ser una obligación ineludible, que busca siempre mejorar el trabajo realizado. Debe ser un balance que ayude a superar el trabajo y a terminar con el militante omnisapiente, personalista o caudillista, incapaz de reconocer errores y por lo tanto propenso a reincidir en ellos. La critica y la autocrítica permiten, pues, el desarrollo de la disciplina, de la educación socialista y hacen de las relaciones internas una escuela de mejoramiento de la vida y de la acción del partido.

 

 

La vida interna debe organizarse de tal manera que permita a todos sus miembros participar colectivamente en la elaboración de la política; en su aplicación práctica y en la dirección de la misma. El partido, de acuerdo con sus principios, debe tender a desarrollar una conciencia colectivista en sus militantes y, por lo tanto, sólo la práctica sistemática del trabajo colectivo y una educación socialista tendiente a formar una conciencia de ese carácter en sus cuadros, permitirán también hacer efectivo el principio de la Dirección Colectiva, cuya práctica debe hacer desaparecer de raíz el caudillismo y el personalismo.

La aplicación de este concepto es fundamental para terminar interiormente con los resabios burgueses individualistas que generan grupos a base de personas, desarrollando fuerzas centrífugas que debilitan al partido, provocan luchas internas y, por último, lo desacreditan ante las masas. Los dirigentes de los organismos no deben considerárse por sobre éstos sino sus elementos ejecutores y coordinadores. Debe desterrarse definitivamente el concepto de «jefe» de los distintos organismos partidarios, concebido como el militante que resuelve por y para el organismo, para dar paso al principio de la Dirección Colectiva en todos los niveles, entendida ésta como un proceso de análisis, estudio, planificación y ejecución que fusiona la experiencia individual y colectiva para llegar dialécticamente a objetivos superiores. Esto no excluya las responsabilidades personales, sino que las singulariza en función del trabajo común.

 

 

Nuestro trabajo socialista es la acción diaria en la lucha social en sus distintos aspectos. El partido cumplirá su cometido en la medida en que la organización transforme el pensamiento revolucionario en hechos políticos propios de las masas a través de la actividad partidaria en el seno de ellas. La labor cotidiana por extender la influencia socialista en las organizaciones de lucha de los trabajadores, no puede ser aislada, anárquica y sin objetivos precisos. Debe planificarse la acción a desarrollar, programar y controlar su ejecución. Una organización científica no sólo debe disponer que se realice tal o cual medida, sino que debe comprobar si su instrucción se ha hecho efectiva, analizar sus resultados y de acuerdo con sus conclusiones programar las nuevas actividades. El control implica la fijación de metas. No se puede controlar lo que no se ha proyectado ni determinado en el tiempo.

El control dentro del partido implica la vigilancia política de la acción militante. La hoja de vida del militante debe registrar los hechos positivos y negativos que comprueben los organismos respectivos. Los organismos partidarios deberán permanecer atentos a la fidelidad con que los cuadros superiores e inferiores cumplan sus obligaciones y ejecuten las tareas que les correspondan por derecho y por disciplina. El abandono de responsabilidades concretas, debe registrarse en las cuentas o informes que deben motivar todas las acciones de arriba a abajo y de abajo hacia arriba. La cuenta escrita debe ser una obligación ineludible en todos los niveles partidarios.

 

 

Nuestro trabajo político consiste fundamentalmente en preparar y organizar las luchas de los trabajadores en todos los frentes. Los militantes no adquieren la capacidad para desenvolverse en el seno de las masas por el sólo hecho de ingresar al socialismo. Por otra parte, los cuadros dirigentes no pueden improvisarse. Es indispensable darles una formación ideológica y práctica y desarrollar una política de selección de los mejores valores probados en su capacidad, lealtad, honestidad y espíritu de lucha.

Si consideramos al partido como la Vanguardia Revolucionaria de los Trabajadores, debe estar conformado por sus elementos más activos y conscientes. Por lo tanto, la militancia en sus filas debe ser alcanzada como un alto honor sólo por aquellos que demuestren sus condiciones de luchadores revolucionarios. El crecimiento orgánico debe obtenerse, entonces, de un proceso selectivo, cualitativo y no por el aumento masivo incontrolado.

Considerando que la fuerza de un partido de cuadros revolucionarios reside en una profunda ligazón con la clase obrera y las masas en general, su desarrollo debe planificarse conscientemente, determinando específicamente sus zonas de penetración. Si el partido pretende impulsar la lucha por derribar el sistema capitalista, sólo logrará su objetivo si es capaz de conducir a la toma del poder a las masas, especialmente al proletariado industrial.

Debe entenderse que son los trabajadores, dirigidos por el partido, los que enfrentarán el orden burgués y no el partido solo. Esta conducción hacia la revolución no se logra desde fuera, con una política simplemente agitativa, sino desde adentro, fundidos a las masas, siendo cada uno de sus militantes, guía y conductor en el frente de masas donde actúa.

Por lo tanto, no importa crecer en general, como crece en influencia de manera decisiva en aquellos sectores vitales para el desarrollo de la lucha revolucionaria. Por ejemplo, considerando que el proletariado es la clase revolucionaria que juega el papel fundamental en la producción y que a través de la apropiación de los medios de producción provocará el cambio de una economía capitalista a una de carácter básicamente socialista, el partido debe tender a profundizar su influencia en su seno, sin que esto signifique menospreciar el papel que pueden y deben jugar los campesinos y la pequeña burguesía asalariada. Profundizar la influencia socialista significa a la vez afianzar el carácter de clase de la organización, formar cuadros obreros de alto nivel dirigente, ligados indisolublemente al partido y a la clase.

La selección de cuadros no sólo debe significar la conquista de los mejores luchadores para el partido, sino que también su permanente educación política. Se debe convertir la educación militante en uno de los aspectos básicos de la vida orgánica partidaria.

Hasta el presente, los cuadros dirigentes se han generado espontáneamente, y desde luego, ellos han surgido de los niveles que intelectualmente estén más aptos para darse una formación política o para desenvolverse políticamente . Debe provocarse un proceso de transformación de la inquietud revolucionaria en los sectores medios y de la conciencia de clase de los trabajadores en conciencia socialista y revolucionaria. Debe provocarse la conversión del luchador social en un luchador marxista. Una formación ideológica y práctica de este orden impedirá que trascienda al interior del partido la deformación de la conciencia que provoca la sociedad clasista actual, con todo su fárrago de egoísmo, individualismo, prejuicios y alienaciones.

Los cuadros dirigentes del partido, sus representantes públicos, los hombres que destaque en los frentes de masas, deberán ser productos de la educación política y de la selección interna. Podrán llegar a los niveles de dirección y a desempeñarse en cargos de alta representación popular, sólo aquellos militantes que hayan probado su capacidad práctica e ideológica en la escuela de acción que es el partido mismo.

Concebida así la educación política debe convertirse en obligación fundamental e ineludible de la Dirección del partido, crear las escuelas seccionales, regionales y nacionales; elaborar textos y disponer todas las medidas que signifiquen formar los cuadros socialistas.

 

 

La divulgación del pensamiento del partido, la orientación a los militantes y a los trabajadores, el desarrollo de la propia organización y gran parte de su actividad misma, están unidos al mantenimiento de un periódico, verdadera fuente sistemática de información y educación política de la clase y foco irradiador del quehacer del partido y de su desenvolvimiento concreto.

Con la existencia del periódico habrán tareas permanentes que realizar, distribuirlo, estudiar sus artículos y organizar la acción que se desprenda de su orientación. Si en un sector determinado no hay partido, el periódico deberá ser uno de los medios para construirlo.

Nada más decidor sobre esta materia que el pensamiento de Lenin: «A nuestro juicio, el punto de partida para la actuación, el primer paso práctico hacia la creación de la organización deseada y, finalmente, el hilo fundamental al que podríamos asirnos para desarrollar, ahondar y ensanchar incesantemente esta organización, debe ser la creación de un periódico político.

Sin él seria imposible desarrollar, de un modo sistemático, una propaganda y agitación fieles a los principios y extensivas a todos los aspectos, que constituye la tarea constante y particularmente vital en los momentos actuales, en que el interés por la política, por los problemas del socialismo, se ha desarrollado en las más extensas capas de la población».

«La misión del periódico no se limita, sin embargo, a difundir las ideas, a educar políticamente y a atraer aliados políticos. El periódico no es sólo un propagandista colectivo y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo».

Por el carácter de frente de combate y vínculo ideológico directo con las masas que tiene la prensa del partido, el militante debe hacer de ella un instrumemo permanente de su propia actividad, uno de cuyos aspectos consiste, precisamente, en la difusión del periódico.

En este aspecto, los esfuerzos realizados en diversos períodos han terminado en el fracaso, porque no ha habido una concepción política organizativa que implique la obligatoriedad de esta actividad y porque no ha existido en los cuadros partidarios la conciencia política necesaria que permita hacer del mantenimiento, adquisición y difusión del periódico un acto vital del partido y de la condición de militante.

La mantención y desarrollo de la prensa partidaria no es entonces una cuestión que sólo competa a la Dirección, sino una tarea propia y obligatoria del partido. Ella debe concebirse no sólo como la existencia del periódico político central, sino como el desarrollo de una acción orgánica que lleva al partido a expresarse en distintos niveles y zonas.

 

 

Sin perjuicio del principio expresado en el párrafo anterior, el partido deberá usar todas las formas de propaganda y agitación revolucionaria que permitan la difusión y penetración de su pensamiento y de su acción ofensiva y orientadora de la lucha, de manera que alcance a las más amplias capas de la población.

Para estos efectos utilizará ampliamente la prensa diaria y la radio, tendiendo en este aspecto a poseer sus propios medios de expresión, como igualmente la televisión, grabaciones, teatro y toda forma de divulgación que ayude a plasmar y unificar la conciencia de los trabajadores tras los objetivos del partido.

Sin dejar de hacer uso de todos los medios modernos y técnicos de publicidad, la propaganda y la agitación que realice el partido, debe también considerarse como una actividad política partidaria permanente y, por lo tanto, desde la simple acción de persona a persona con los familiares, vecinos o compañeros de trabajo hasta la participación en las luchas vecinales, sindicales, en la tribuna o en la prensa, tendrán siempre el contenido político revolucionario que sustenta el partido.

La acción propagandística del partido deberá abarcar no sólo los frentes específicos de la lucha de los trabajadores, sino que deberá penetrar en todos los poros del régimen capitalista haciendo más evidente su descomposición social, debilitando los organismos que lo sustentan hasta lograr su derrota final.

Entendidas así la propaganda y la agitación política, se convierten no sólo en la necesidad de celebrar actos aislados o esporádicos, sino en la realización orgánica y permanente de un trabajo socialista fundamental para el desarrollo de la fuerza política del partido.

 

 

No puede haber una forma inmutable de organización del partido. Sin embargo, el carácter y objetivos del socialismo determinan su estructura básica. Tanto la lucha en el seno de las masas, como la acción contra el orden capitalista exigen determinadas características. Llevar a la práctica la condición esencialmente revolucionaria del partido significa organizarse propiamente para el trabajo ilegal y la actividad clandestina y ser capaz de pasar de la acción legal a la ilegal en cualquier momento y oponer a la represión, la organización y acción en el nuevo terreno. No podrá tener el partido una organización para la acción en el medio democrático y otra para la ilegalidad. (Debe ser una adaptación y no una nueva organización). Aquí encuentran su fundamento la organización nuclear y la centralización. El pequeño núcleo, constituido en todas las actividades nacionales, en todos los frentes, junto con preservar al conjunto de la organización de los provocadores y agentes de la policía, es un nervio vital en la masa. Los enemigos podrán destruir un núcleo, diez o cien, pero no podrán destruir miles y miles de pequeños grupos; y, por último, aquellos que pudiesen ser destruidos tienen la posibilidad de reconstruirse y reiniciar la lucha.

Quizás no podría expresarse mejor este aspecto que lo formulado en la Tesis de Organización, elaborada por Lenin: «Todo partido revolucionario legal debe saber prepararse de la manera más enérgica a la necesidad de una existencia clandestina y estar particularmente armado para sublevaciones revolucionarias. Por otra parte, cada partido revolucionario ilegal debe utilizar todas las posibilidades del movimiento obrero legal para hacerse, por medio de un trabajo político intensivo, el organizador y verdadero guía de las grandes masas revolucionarias. La dirección del trabajo legal y del trabajo ilegal debe ir constantemente unida entre las manos de la misma Dirección Central del partido».

«En los partidos legales como en los partidos ilegales se concibe frecuentemente el trabajo ilegal como la organización y el mantenimiento de una organización cerrada, exclusivamente militar y aislada del resto de la política y de la organización del partido. Esta concepción es perfectamente errónea. En el período prerrevolucionario, la formación de nuestra organización de combate debe ser principalmente, por el contrario, el resultado del conjunto de la acción revolucionaria del partido. El partido, en su conjunto, debe hacerse una organización de combate para la revolución».

«Para un partido ilegal es una cosa evidentemente de la mayor importancia evitar siempre que sus órganos y sus miembros sean descubiertos: hay que evitar, pues, que sean entregados por las listas de inscripción; por imprudencia en la distribución de materiales y el pago de las cotizaciones. Un partido ilegal no se debe servir en la misma medida que un partido de formas abiertas de organización para fines conspirativos. Sin embargo, debe procurarse cada vez más que pueda hacerlo».

Es decir, debemos estructurarnos para una lucha que, en determinados momentos, cambia de forma. Nosotros nos mimetizamos de acuerdo a la situación concreta y no debemos necesitar darnos una nueva estructura. La formación ideológica de los militantes, la preparación práctica que debemos darle para la lucha, la decisión y la valentía que implica la condición de socialista, deben permitir a la organización salir adelante en todas las emergencias.

Que el partido sea en sí toda una organización de combate, no niega la necesidad de las medidas de autodefensa y la creación de los organismos que sean necesarios para resguardar individual y colectivamente al partido, de los fascistas o de grupos reaccionarios creados para destruir a las organizaciones de la clase obrera.