OTRO MUNDO ES POSIBLE, UN MUNDO SOCIALISTA
El Partido Socialista
en el Frente Popular
(1932-2010)
Desde sus inicios el Partido Socialista tuvo como una de sus tesis políticas centrales el fortalecimiento de la democracia chilena a partir de la ampliación del electorado, la inserción de los sectores sociales marginados y el fortalecimiento de sus organizaciones de base, fomentando su representación al interior del sistema político chileno, en la medida que eso permitiera abrir un proceso de revolución social.
Siguiendo esa línea, desde su II Congreso Nacional realizado en 1934, el Partido Socialista comenzó a perfilar su política de alianzas estratégicas con la finalidad de unificar a la mayoría de los sectores de izquierda: primero, para formar la oposición al segundo gobierno Arturo Alessandri Palma (1868-1950); y luego, para impedir el crecimiento del fascismo y el nacionalsocialismo en el país.
La unidad política comenzó a consolidarse con el denominado "Block de Izquierda" (1934-1936), alianza que agrupó a la Izquierda Comunista -sector de tendencia "trotskista" que se había separado del Partido Comunista-, el Partido Radical Socialista -escindido del Partido Radical-, el Partido Democrático y el propio Partido Socialista. Esta coalición de partidos y grupos de izquierda revolucionaria tuvo la finalidad de unificar ideas y acciones con respecto al desarrollo de una revolución social y democrática en el país y tuvo como ejemplo la política de frentes populares en Europa. El Block de Izquierda se mantuvo vigente como alianza parlamentaria hasta 1936, cuando la Izquierda Comunista y algunos militantes del resto de partidos y agrupaciones decidieron ingresar formalmente a la militancia del Partido Socialista (Jans, Sebastián. El desarrollo de las ideas socialistas en Chile. Santiago: editorial no identificada, 1984, p. 228-229).
En su III Congreso Nacional (1936) los socialistas comenzaron un proceso de discusión que se dividió en dos posturas disímiles: por una parte, el grupo que defendió la tesis del Frente Popular como estrategia electoral y de lucha contra el autoritarismo, en alianza con sectores medios y parte de la oligarquía; y, por otro, la tesis del Frente Único de Trabajadores que buscó la autonomía de la clase trabajadora a partir de la unificación de las fuerzas en un solo partido, teniendo como meta final la revolución socialista (Jobet, Julio César. El Partido Socialista de Chile, tomo I. Santiago: Ediciones Prensa Latinoamericana, 1971).
Los acercamientos y conversaciones de los partidos Radical y Comunista permitieron que al interior del socialismo se posicionara ganadora la tesis del Frente Popular, abriéndose un proceso de convergencia entre diferentes fuerzas que no estuvieron exentas de conflictos, y donde radicales y socialistas disputaron la dirección del Frente, conformándose finalmente en mayo de 1936 bajo la dirección del Partido Radical.
El primero conflicto al interior del Frente Popular fue el ingreso de tres militantes radicales al gabinete del gobierno de Arturo Alessandri Palma en septiembre de 1936. La postura del radicalismo fue asegurar con ello la democracia y evitar una nueva crisis política antes del término de ese gobierno, posición criticada fuertemente por los partidos de izquierda. Esto se resolvió luego de declaraciones públicas de los partidos Socialista y Comunista, quienes entendieron el problema como una maniobra del sector de derecha del radicalismo que se oponía a la formación del Frente Popular, aunque igualmente se exigió a los líderes radicales que se expresaran abiertamente sobre la unidad de la coalición. Finalmente, parte del radicalismo de derecha terminó abandonando el partido tras dicha crisis política (Milos, Pedro. Frente Popular en Chile. Su configuración: 1935-1938. Santiago: LOM, 2008, p. 110-154).
El siguiente conflicto que enfrentó a los partidos Radical y Socialista fue la definición del candidato presidencial único. Por un lado, la propuesta del radicalismo fue Pedro Aguirre Cerda (1879-1941), mientras que los socialistas levantaron la candidatura de Marmaduke Grove (1978-1954). Luego de intensos debates internos del Partido Socialista, donde se puso énfasis en que sin el apoyo de los radicales el triunfo presidencial sería muy difícil, Grove declinó su candidatura en pos de mantener la alianza política y de que el radicalismo no llevase un programa independiente o se uniera con la centro-derecha. A cambio, el Partido Socialista exigió que sus propuestas fueran integradas en el programa final del Frente Popular, las que influyeron en el área de la planificación económica y el incremento de la industria, el fortalecimiento de los sindicatos, la ampliación de la educación gratuita en todos los niveles, el impulso de una reforma agraria profunda, la defensa de la democracia y las instituciones frente al peligro del fascismo, entre otros.
Durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, el Partido Socialista logró participación ministerial, diplomática y parlamentaria, cuestión que dividió a sus militantes ya que entre un grupo de estos creció el descontento por la participación de un "partido revolucionario" al interior de la democracia oligarca-burguesa chilena. Lo anterior produjo la primera división del partido, formándose el Partido Socialista Popular (1948-1957), que retomó la idea del Frente Único de Trabajadores. La presencia socialista disminuyó en los dos gobiernos radicales siguientes, a la par con el crecimiento de las fuerzas reaccionarias del radicalismo de derecha y la represión creciente en contra del Partido Comunista durante el gobierno de Gabriel González Videla (1898-1980), que tensionó aún más las relaciones al interior del Frente Popular.
En 1940, una facción del Partido Socialista se alineó con la idea de que el Partido Comunista ponía en riesgo la estabilidad política del país, debido a su discurso crítico por la lentitud de las reformas sociales e institucionales, a la pasividad de los socialistas frente al avance de la derecha y del populismo encarnado en Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960) y al acercamiento del Partido Radical con la centroderecha.
Al respecto, en un folleto publicado ese año por militantes socialistas, se determinó que el comunismo chileno era peligroso para la existencia del Frente Popular y que actuó de manera oportunista para ganar popularidad entre los trabajadores, apuntando además que "no han respetado los acuerdos, no han acatado las resoluciones, no se han sometido jamás a la disciplina unitaria que impone la disciplina de los partidos aliados. (…) El Partido Comunista ha desprestigiado al gobierno del Frente Popular (…) mediante una política de sabotaje, tanto en los centros de trabajo, como en los conflictos que han promovido para hacer agitación por agitación", esto último en alusión al levantamiento de manifestaciones públicas, protestas y paros en las faenas productivas para presionar al gobierno (Los comunistas y el Frente Popular. En Witker, Alejandro. Historia documental del PSCH: 1933-1993: signos de identidad. Concepción: IELCO-CHILE, 1993, p. 285).
Esta postura del Partido Socialista permitió y favoreció la implementación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, discutida desde 1937 y promulgada el 3 de septiembre de 1948, que proscribió al Partido Comunista. Su promulgación dio como resultado la persecución y encarcelamiento político de sus militantes. Del mismo modo, la subordinación socialista frente al radicalismo, hizo disminuir su injerencia en el gobierno y permitió que el ala derecha del Partido Radical terminara liderando el proceso y gobernando incluso con ministros de los partidos de derecha.
El historiador socialista Julio César Jobet (1912-1980) realizó un análisis crítico respecto a la intervención del Partido Socialista en el Frente Popular, señalando que "aunque fue decisiva su participación en la creación de la CORFO, con el objeto de proceder a la electrificación y al desarrollo industrial del país y, a la vez, formuló un amplio programa de reformas para modernizarlo y superar las condiciones de vida de las masas, atendiendo los aspectos de la educación, salubridad, habitación, colonización y progreso agrario, en definitiva no pudo impedir el predominio de la burguesía radical en la orientación del régimen, ni logró imponer una política realizadora en beneficio del pueblo. Fracasó en su colaboración ministerial y no se retiró de su infecundo compromiso. Sus sectores dirigentes se burocratizaron y se alejaron de sus principios doctrinarios y revolucionarios, divorciándose a menudo de los intereses de las masas" (Jobet, p. 49).
* Memoria Chilena - Biblioteca Nacional de Chile