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El último combate de Salvador Allende junto al GAP
El ataque final sobre el Palacio de La Moneda empezó hacia las 11 de la mañana del 11 de septiembre de 1973. El asalto fue feroz y todo presagiaba una caída rápida del gobierno de Salvador Allende.
Pero no sucedió así. Medio centenar de hombres, entre escoltas, un grupo de médicos voluntarios, funcionarios, y unos 17 jóvenes entrenados en Cuba y Bolivia, llamado 'Grupo de Amigos Personales de Allende', resistieron el ataque por más de cinco horas.
"El GAP eran los verdaderos héroes de la protección del Presidente", dijo Juan Seoane, jefe de 16 policías escoltas del Presidente, que entonces tenía 44 años. "Tenían como promedio 20 años, estaban ahí, por ideal político, no cobraban sueldo... les daban, casa y comida porque vivían ahí (con el mandatario)".
Allende llegó temprano a La Moneda el día del golpe con varios asesores y 20 de sus amigos personales.
"Llegó con Danilo Bartulín (amigo y médico personal), con el casco que le pasó el capitán José Muñoz y con un AK-47", dijo Seoane que llevó pistolas, cuatro ametralladoras y una caja de balas. "Sé que era un AK exactamente igual a la que le regaló Fidel Castro, pero no me consta".
El mandatario pronunció dos cortos mensajes radiales y los jefes militares transmitieron su primer bando que lo conminaba a entregar su cargo. "El palacio era un hervidero de gente", dijo Seoane.
Tras el bando, Allende pidió que se fueran unas 50 personas, incluidas dos de sus hijas, funcionarios y el alto mando de los policías carabineros, ya destituido por los generales golpistas.
Se quedó con 16 amigos personales, 17 policías escoltas, algunos asesores y ocho médicos que también lo custodiaban. Las armas de mayor calibre, en su poder, eran ametralladoras punto 30 y RPG-7 lanzamorteros.
"Nos empezaron a distribuir inmediatamente los lugares de defensa que teníamos que tener", dijo Pablo Zepeda, conocido como "Ignacio", 22 años entonces y quien alcanzó a entrar a La Moneda antes de ser cercada. "A mí me tocó el segundo piso". Hacia las diez de la mañana, empezó el tiroteo entre resistencia y soldados, hasta que minutos después los tanques empezaron a disparar sus morteros, que hacían saltar las paredes en pedazos.
"El doctor me manda a llamar y me dice 'queda liberado del servicio', a lo que respondo 'me quedo''', dijo Seoane. "Yo sabía que se iba a quedar 'porque los viejos robles mueren de pie', me respondió". En esos momentos, Domingo Blanco, 'Bruno', jefe de seguridad personal de Allende, era detenido cerca de La Moneda junto con 7 amigos personales más y la secretaria del gobernante, Miriam Contreras, 'Payita', que iba con su hijo. Los policías cambiaron de opinión y dejaron pasar a 'Payita', que ese día vio por última vez a su hijo. Blanco, con 31 años, también desapareció.
El médico y ex ministro de Salud Arturo Girón quitó al mandatario de una ventana, "donde estaba tirado en el suelo disparando", dijo Seoane. "Lo pesca (atrapa) de los pies y lo saca arrastrando". "Nos tiran gases lacrimógenos y nos hacían mucho daño, pero con las máscaras nos íbamos turnando, porque éramos como cincuenta", dijo Seoane.
"El avión se cae"
A media mañana Pinochet, por intermedio del jefe del Estado Mayor de Defensa Patricio Carvajal, ofreció a Allende un avión para sacarlo del país con su familia. Carvajal le preguntó por radio: "¿O sea que se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país?".
"Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país, pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando", dijo Pinochet.
Antes del mediodía, dos aviones Hawker Hunter dejaron caer una veintena de misiles sobre La Moneda.
"Allende creía mucho en esos símbolos republicanos y pensaba que los militares no se atreverían a bombardear La Moneda", dijo otro de sus amigos personales, Milton Silva, o 'Rodrigo', con 22 años entonces.
Zepeda, que aún vive en Chile, dijo que "cuando empezó (el bombardeo), eso era un infierno abajo, porque cada proyectil que caía en el interior del palacio todo se remecía con la onda expansiva, nos levantaba del suelo... además empezó a quemarse todo el palacio".
El bombardeo no causó bajas pero sí gigantescos daños a La Moneda, que quedó a oscuras, y con lenguas de fuego que avanzaban rápidamente por sus cuatro costados. "Estábamos en el segundo piso y tuvimos que bajar al primero, el incendio empezó en el segundo piso", dijo Zepeda. "La situación era insostenible".
Ante la amenaza de proseguir el bombardeo y tras hablar con un par de asesores, Allende decidió rendirse para evitar un derramamiento inútil de sangre, dijo el jefe de policías Seoane.
El mandatario ordenó a sus leales formarse en fila en un pasillo que daba a la calle Morande, por donde entraban jefes de estado. "Da la instrucción de llevar una bandera blanca", dijo Seoane. "El doctor va a ser el último en salir".
La caída de la resistencia
Todos fueron tomados prisioneros, salvo los médicos que fueron liberados a excepción de Guijón, que fue llevado a una isla en el estrecho de Magallanes hasta diciembre. Luego fue llevado a Santiago, donde lo privaron del sueño por días, hasta que lo hicieron aparecer en TV para dar testimonio del suicidio de Allende.
Seoane fue llevado a las caballerizas junto al resto de los detenidos.
"Llegaron unos soldados... y empezaron a amarrarnos los pies y las manos a la espalda, con alambre y alicate", dijo. "Llegaron dos camiones y vinieron unos soldados de mayor graduación con una lista y empezaron a llamar por nombre, al que decía 'aquí', lo iban a buscar cuatro soldados y los tiraban adentro del camión".
Él y sus policías fueron liberados posteriormente por haber mostrado lealtad a su jefe derrocado.
Zepeda se salvó porque no fue llevado a las caballerizas y Silva se puso un abrigo largo para ocultar su uniforme verde oliva, se escondió en la residencia de Allende. Luego en una de las casas de seguridad del grupo y después se asiló en la embajada de Venezuela.
El resto de los grupos de amigos personales de Allende fueron llevados a unos terrenos del ejército en Peldehue, al norte de Santiago, donde los esperaba una gigantesca fosa común. Los pararon en la orilla y los acribillaron, para enseguida dinamitarlos, según estableció una investigación judicial.
Cinco años después, algunos soldados removieron los restos y los lanzaron al mar para que no fueran encontrados.
Tiempo después aparecieron unos 400 diminutos fragmentos de hueso, que fueron identificados por funcionarios del Servicio Médico Legal como de los amigos personales de Allende.
Claves
Cómplices. El principal gremio de los periodistas de Chile señaló que parte de la prensa fue "cómplice de las violaciones de los derechos humanos" durante la dictadura de Pinochet e instó a algunas empresas periodísticas a asumir su responsabilidad.
Bachelet. La candidata presidencial afirmó que el golpe de Estado y las violaciones de los DDHH no fueron justificables ni inevitables.
Datos
El 76% de los chilenos consideran a Pinochet "un dictador".
9% lo considera "un buen presidente".